Respeto a la Autoridad
Las mujeres sí pueden enseñar. Las ancianas deben enseñar a las mujeres jóvenes (Tito 2:3–4). Timoteo fue instruido en su hogar por su mamá y su abuela (2 Timoteo 1:5; 3:15). Sin embargo, en el ministerio de la enseñanza las mujeres no deben ejercer autoridad sobre los hombres. No hay nada malo en que una mujer piadosa instruya a un hombre en forma privada (Hechos 18:24–28); pero ella no debe asumir la autoridad en la iglesia al tratar de tomar el lugar que le corresponde al hombre. Ella debe ejercer quietud y ayudar a mantener orden en la iglesia.
Pablo dio varios argumentos para sustentar su amonestación de que los hombres creyentes de la iglesia deben ser los líderes espirituales. El primero es un argumento tomado de la creación: Adán fue formado primero, después Eva (1 Timoteo 2:12–13). (Pablo usó este mismo argumento en 1 Corintios 11:1–10.) Debemos recordar que prioridad no indica superioridad. Tanto el hombre como la mujer han sido creados por Dios a su imagen. La cuestión es de autoridad: El hombre fue creado primero.
El segundo argumento se refiere a la caída del hombre en pecado. Satanás engañó a la mujer para que pecara (2 Corintios 11:3; Génesis 3:1–6); el hombre pecó a sabiendas. Adán rechazó el orden de Dios, escuchó a su esposa, desobedeció a Dios y trajo el pecado y la muerte a este mundo. La sumisión de la esposa al esposo estaba vigente en el principio de la creación. El desorden que vemos en la sociedad actual resulta de la violación de ese orden dado por Dios.
No creo que Pablo quisiera decir que las mujeres son más incautas que los hombres, y por lo tanto más fáciles de ser engañadas; por experiencia sabemos que tanto los hombres como las mujeres son engañados por Satanás. En una ocasión Abraham escuchó a su esposa y se metió en problemas (Génesis 16). Más tarde ella le dio un consejo y Dios le dijo que le hiciera caso (Génesis 21). En mi ministerio como pastor me ha sido de gran provecho el aliento y el consejo de mujeres piadosas; pero he tratado de no permitir que usurpen la autoridad en la iglesia. En realidad, las mujeres piadosas que he conocido no han tenido la menor intención de gobernar la iglesia.
La creación de los seres humanos, y su caída, parecen colocar a la mujer en una posición inferior, pero aun así ella tiene un ministerio dado por Dios (1 Timoteo 2:15). Probablemente había una relación íntima en la mente de Pablo entre lo que escribió aquí y lo que Moisés escribió en Génesis 3:16: la promesa del Salvador que nacería “de mujer” (Gálatas 4:4). Fue a través de una mujer que el Salvador vino a este mundo. (Recuerda que Jesús tuvo una madre terrenal, pero no un padre terrenal [Lucas 1:34–35; Mateo 1:18–25].)
Pablo, no obstante, nos enseña una lección práctica (1 Timoteo 2:15). Prometió que la mujer “se salvará teniendo hijos” (NVI) si ellos (esposo y esposa) continúan en dedicación sincera al Señor.
¿Quiere decir esto que las madres creyentes nunca morirán al dar a luz? La historia y la experiencia nos dicen que no es así. Dios tiene sus propósitos, y sus caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8–9). Pablo estableció un principio general que sirvió de estímulo a las mujeres creyentes de aquella época. Su ministerio no era gobernar la iglesia, sino cuidar del hogar y criar a sus hijos para la gloria de Dios (1 Timoteo 5:14). Su congregación local les daría muchas oportunidades para enseñar la Palabra y para ministrar a los santos (Romanos 16:1–6).
Las mujeres piadosas tienen un ministerio importante en la asamblea local, aunque no son llamadas a ser maestras de la Palabra en la posición del pastorado. Si todo se hace “decentemente y con orden”, entonces Dios bendecirá.
Autor: Warren W. Wiersbe