La Autoridad de la Escritura: una peregrinación personal

Jul 26, 2018
Juegos Cristianos

No siempre he mantenido la opinión de la autoridad de las Escrituras que ahora mantengo. Creo que mi peregrinación personal me ayudó a entender de primera mano los principales puntos de vista que ahora se mantienen tanto fuera como dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Después de haber viajado a través de una perspectiva diferente de la autoridad de la Escritura y luego regresar a la posición que ahora defiendo, siento que mis convicciones actuales no son sólo el resultado de lo que mis padres, pastores, líderes eclesiásticos y pioneros adventistas me enseñaron. Más bien, son el resultado de mi propia lucha con Dios y su Palabra. Ahora estoy convencido de que la cuestión de la autoridad de la Escritura es fundamental para todos los demás problemas en la iglesia. El destino de nuestra iglesia depende de cómo sus miembros consideran la autoridad de la Biblia.

Por favor, permítanme compartir mi experiencia. Nací en un hogar adventista conservador donde me dieron una base sólida en las enseñanzas y prácticas adventistas históricas bajo padres piadosos y maestros de la Biblia en el colegio. Pero en la universidad, me encontré confrontado con una crisis sobre la autoridad de la Escritura. En una clase titulada “Profetas del Antiguo Testamento”, el profesor (que ya no enseña en nuestras instituciones educativas) mencionó sistemáticamente los pasajes mesiánicos tradicionales de los profetas y explicó que en realidad no predicen la llegada del Mesías. A continuación, mencionó los pasajes que los adventistas han considerado como referencias del final de los tiempos, con el argumento de que realmente sólo se aplican a las situaciones locales en el tiempo de los profetas. Luego tomó los pasajes en los profetas que son citados en el Nuevo Testamento e insistió que los escritores del NT los malinterpretaron y los torcieron.

Al final de esa materia, mi fe en la autoridad de la Escritura había sido grandemente sacudida. Mi maestro no había explicado el método por el cual había llegado a esas conclusiones o las presuposiciones que subyacen a su método, y sus conclusiones fueron devastadoras para mí. Estaba confundido, y durante algún tiempo prediqué muy poco del Antiguo Testamento.

Mi experiencia en el seminario teológico a finales de 1960 sirvió para confirmar las conclusiones de mi maestro de la Biblia en la universidad. En una materia del Antiguo Testamento (enseñado por alguien que ya no enseña en las escuelas adventistas del séptimo día), me dieron una asignación que valía la mitad de mi nota. La tarea consistía en leer un debate académico sobre el método adecuado para acercarse a la Biblia, y escribir una crítica que revelara mi decisión en cuanto a qué lado del debate tenía la razón.

Esta tarea fue una encrucijada en mi peregrinación hermenéutica. Agonicé entre las dos posiciones durante semanas. No me dijeron en clase qué elegir, pero ahora me doy cuenta que el tono general de las clases fue diseñado para guiarme en la dirección del método histórico-crítico. Por fin me decidí. Tomé mi posición con lo que el artículo llamaba como “aproximación descriptiva”, un nombre disimulado para el método histórico-crítico.

El documento que defendía esta posición fue escrito por el decano de la Facultad de Teología de Harvard (¿cómo podría argumentar en contra de Harvard?). Se señalaba que el “método descriptivo” estaba libre del sesgo subjetivo asociado con un enfoque de “denominacional” de la Escritura. Me convencí de que, si perfeccionaba lo suficiente mis herramientas exegéticas, con seguridad y sin emociones tomaría una decisión sobre el significado correcto de cualquier texto bíblico, podría describir con precisión lo que cada autor quería decir, podría diseccionar el texto bíblico, conjeturar sobre su forma e intención original, y reconstruir el contexto de vida y el proceso que dio lugar a su forma final. Si estudiaba mucho, si aprendía los idiomas apropiados, y dominaba todas las herramientas críticas, estaría a cargo. Podría determinar científicamente, sin ningún tipo de “sesgo de la fe”, cuál era el significado más probable, la autenticidad y la confiabilidad de cualquier pasaje bíblico.

Durante varios años, mientras que servía como pastor, yo era un proponente entusiasta del método histórico-crítico. Fue una experiencia embriagadora para mí. Me sentía bien empuñando las herramientas críticas y tomando decisiones por mi cuenta en cuanto a lo que aceptaría como autoridad en la Escritura y lo que estaba condicionado culturalmente y podría ser pasado por alto.

Luego vino la Conferencia Bíblica de 1974, patrocinada por el Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General. Mientras asistía a la conferencia, me desperté como de un sueño. Me di cuenta de que mi acercamiento a las Escrituras había sido un enfoque muy parecido al que Eva tuvo de la palabra hablada de Dios. Ella se sentía eufórica por la experiencia de ejercer la autonomía sobre la Palabra de Dios, decidir qué creer y qué descartar. Ella exaltó la razón humana por encima de la revelación divina. Y cuando lo hizo, abrió las compuertas de la aflicción sobre el mundo. Como Eva, yo había sentido el éxtasis embriagador de establecerme a mí mismo como la norma final, ya que podía juzgar la Palabra divina por mis criterios racionales. En vez de permitir que la Palabra me juzgue, yo juzgaba la Palabra.

A medida que me di cuenta cuales eran las presuposiciones básicas con las que había estado trabajando, fui sacudido hasta la médula de mi ser. Me sentí ansioso por comprender más profundamente los problemas en la hermenéutica y el enfoque adecuado a la Escritura. Esa pasión finalmente me llevó de vuelta al Seminario para estudiar un doctorado. Esta vez, en el Seminario tuve el placer de descubrir que la mayoría de los profesores se acercaban a las Escrituras desde una perspectiva diferente a la que había encontrado en la década de 1960. La primera clase que tomé en el doctorado era “Principios de hermenéutica”. De ella surgió una convicción establecida, que floreció en mi tesis doctoral en el campo de la hermenéutica con implicaciones especiales para la autoridad de la Escritura, una convicción de que se ha vuelto más intensa ya que yo mismo he estado enseñando la materia “Principios de hermenéutica”.

Me he convencido de que, en el nivel más fundamental, sólo hay dos enfoques principales hacia la autoridad de las Escrituras en la disciplina de los estudios bíblicos y en la iglesia. Uno es el método histórico-crítico que, junto con sus métodos hijos, emplea presuposiciones críticas similares. Este método surgió durante la Ilustración en el siglo XVIII y todavía está muy vivo y bien. La otra es la interpretación bíblica histórica-gramatical que rechaza las presuposiciones críticas. Revivida por los reformadores después de un período de eclipse durante la Edad Media y continuando hasta el presente entre los cristianos conservadores, este enfoque también está vivo, pero quizás no tan bien, porque muchos, incluso entre los cristianos evangélicos, han estado rechazándola en favor de una forma modificada del método histórico-crítico.

El conflicto en la Iglesia Adventista

En el adventismo actual, creo que puedo decir con seguridad que estos dos enfoques hacia la Escritura están trabados en una lucha a vida o muerte.

No quiero ser alarmista, y no está en mi naturaleza tratar de suscitar controversia o polarización. Pero no puedo pretender que el problema no existe. Hay muchos que sienten que una discusión sobre este tema implica simplemente semántica, que en realidad no hay una distinción clara y radical entre los dos enfoques.

Pero mi propia experiencia, basada en mi propia peregrinación hermenéutica, me ha convencido de lo contrario. Creo que hay una verdadera división de este tema, incluso dentro del adventismo y que la máxima autoridad de la Escritura que está en juego. La diferencia sutil, pero radical, entre los dos enfoques puede ser mostrada gráficamente colocando en paralelo las principales características de cada una, y dando ejemplos de la vida real sobre como los he observado personalmente.

El siguiente esquema presenta las diferencias básicas entre el método histórico-crítico y el enfoque tradicional protestante (y adventista), que podemos llamar “histórico-gramatical” o interpretación “histórico-bíblica”.[1] Se trata del esquema sencillo y no puede representar plenamente todas las diferencias.

Una comparación de los dos métodos

Método histórico-crítico
A. Una definición

El intento de verificar la veracidad y entender el significado de los datos bíblicos sobre la base de los principios y procedimientos de la ciencia histórica secular.

B. Objetivo

Llegar al significado correcto de la Escritura, cuál es la intención del autor humano tal como era comprendida por sus contemporáneos.

C. Presuposiciones básicas

  1. Norma secular: Los principios y procedimientos de la ciencia histórica secular constituye la norma externa y el método adecuado para evaluar la veracidad e interpretar el significado de los datos bíblicos.
  2. Principio de la crítica (duda metodológica): la autonomía del investigador humano para interrogar y evaluar por su cuenta, aparte de las declaraciones específicas del texto bíblico.
  3. Principio de la analogía: la experiencia actual es el criterio para evaluar la probabilidad de eventos bíblicos que se ha producido, ya que todos los eventos son, en principio, similares.
  4. Principio de correlación (o causalidad): un sistema cerrado de causa y efecto, sin espacio para la intervención sobrenatural de Dios en la historia.
  5. La falta de unidad de la Escritura, ya que su producción involucró a muchos autores o redactores humanos, la Escritura no puede ser comparada con la Escritura (“textos de prueba”) para llegar a una enseñanza bíblica unificada.
  6. Naturaleza de la Escritura “condicionada por el tiempo” o “culturalmente condicionado”: el contexto histórico es responsable de la producción de la Escritura.
  7. Los elementos humanos y divinos de la Escritura deben ser diferenciado y separado: la Biblia contiene, pero no es igual a la Palabra de Dios.

D. Procedimientos hermenéuticos básicos

  1. Contexto histórico (Sitz im Leben): intento de comprender el hipotético contexto de vida reconstruido que produce (dio lugar a, formó a) el texto bíblico (a menudo al margen del contexto que se especifique en el texto).
  2. Crítica literaria (de la fuente): El intento de reconstruir hipotéticamente y entender el proceso de desarrollo literario que lleva a la forma actual del texto, basado en la suposición de que las fuentes son un producto de los contextos de vida de la comunidad que los produce (a menudo en oposición a las declaraciones específicas de las Escrituras en relación con el origen y la naturaleza de las fuentes).
  3. Crítica de la forma: El intento de proporcionar una reconstrucción conjeturada del proceso de desarrollo pre-literaria (oral) detrás de las diversas formas literarias, en base a la suposición de que el material bíblico tiene un pre-historia oral como la literatura popular convencional y, como literatura popular, surge sobre la base de las tradiciones que se forman de acuerdo con las leyes inherentes en el desarrollo de las tradiciones populares.
  4. La crítica de la redacción: El intento de descubrir y describir el contexto de vida y las motivaciones sociológicas y teológicas que determinaron la base sobre la cual el redactor seleccionó, modificó, reconstruyó, editó, alteró o añadió a los materiales tradicionales con el fin de hacerles decir lo que se consignó en su nuevo contexto de vida de acuerdo con las nuevas preocupaciones teológicas; se presupone que cada redactor tenía un contexto de vida teológico que se diferenciaba de (y puede haber contradicho) sus fuentes y otros redactores.
  5. La historia de la tradición: El intento de trazar la historia de las tradiciones pre-composicionales de etapa en etapa, y se transmite de boca en boca, de generación en generación hasta la forma escrita final; basado en la suposición de que cada generación transforma interpretativamente el material.

Enfoque histórico-bíblico

A. Una definición

El intento de comprender el significado de los datos bíblicos por medio de consideraciones metodológicas que surgen solo de la Escritura.

B. Objetivo

Llegar al significado correcto de la Escritura, qué es lo que Dios quiere comunicar, sea conocido o no por completo por el autor humano o sus contemporáneos (1 Pedro 1:10-12)

C. Presuposiciones básicas

  1. Sola Scriptura: La autoridad y la unidad de la Escritura son tales que la Escritura es la norma final con respecto al contenido y método de interpretación (Isa 8:20).
  2. La Biblia es la máxima autoridad y no es susceptible al principio de la crítica. Se aceptan los datos bíblicos tal como son y no son sometidos a una norma externa para determinar la veracidad, adecuación, la inteligibilidad, etc. (Isa 66: 2).
  3. La suspensión de los principios convincentes de analogía para permitir la actividad única de Dios como se describe en la Escritura y en el proceso de la formación de Escritura (2 Ped. 1:19-21).
  4. Suspensión del principio de correlación (o causa y efecto) para permitir la intervención divina en la historia como se describe en la Escritura (Heb. 1).
  5. Unidad de la Escritura, ya que los autores humanos fueron supervisados por un autor divino; por lo tanto, la Escritura se puede comparar con la Escritura para llegar a la doctrina bíblica (Luc. 24:27; 1 Cor. 2:13).
  6. Naturaleza atemporal de la Escritura: Dios habla a través del profeta a una cultura específica, sin embargo, el mensaje trasciende las culturas como verdad eterna (Juan 10:35).
  7. Los elementos divinos y humanos en la Escritura no pueden distinguirse o separarse; la Biblia es igual a la Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16, 17).

D. Procedimientos hermenéuticos básicos

  1. Contexto histórico (Sitz im Leben): intento de comprender el contexto histórico contemporáneo en el que Dios se reveló (con la Escritura en su conjunto como el contexto final y norma para la aplicación de los antecedentes históricos en el texto).
  2. Análisis literario: El examen de las características literarias de los materiales bíblicos en su forma canónica.
  3. Análisis de la forma: Un intento de describir y clasificar los diversos tipos de literatura que se encuentra en (la forma canónica de) la Escritura.
  4. Análisis teológico de libros bíblicos: un estudio de la importancia teológica particular de cada escritor de la Biblia (según su propia forma de pensar y la capacidad de entender), visto en el contexto más amplio de la unidad de toda la Escritura que permite que la Biblia sea su propio intérprete y que los diversos énfasis teológicos estén en armonía unos con otros.
  5. Análisis diacrónico (temático): El intento de trazar el desarrollo de diversos temas y motivos cronológicamente a través de la Biblia en su forma canónica; en base a la posición bíblica de que Dios da una mayor revelación (progresiva) a las generaciones posteriores, que, sin embargo, está en plena armonía con toda la revelación anterior.

Definiciones contrastantes

Edgar Krentz, en su tratamiento reciente, pero clásico, El Método Histórico-Crítico, indica claramente cómo el método histórico-crítico “se basa en una comprensión secular de la historia”[2] que se aproxima a la Escritura “críticamente con los mismos métodos utilizados para toda la literatura antigua”.[3] “Los métodos son seculares”.[4]
Debemos preguntarnos, ¿es la ciencia histórica secular, con sus presuposiciones, apropiada para el estudio de la Escritura? ¿Podemos abordar las Escrituras únicamente desde “abajo”, desde el nivel naturalista, a la luz de la propia afirmación de la Biblia que se originó desde “arriba”, de la revelación divina? ¿Puede el método científico dictar cómo acercarse a la Escritura, o el método de estudio de la Escritura debería provenir de principios que se encuentra solo en la Escritura?

Contrastando los objetivos

En el contraste entre los dos conjuntos de objetivos señalados más arriba, vemos una divergencia radical entre los estudios históricos-críticos y los históricos-bíblicos. El objetivo del método histórico-crítico para determinar el sentido correcto de la Escritura es llegar a la intención del autor humano tal como se entendía por sus contemporáneos en relación con su contexto local.

Por otro lado, el objetivo de la interpretación histórico-bíblica (el enfoque clásico de los adventistas y los reformadores) es determinar el significado correcto de la Escritura como un mensaje enviado por Dios, sea entendido completamente por su escritor humano o sus contemporáneos o no. Según 1 Pedro 1:10-11, “Los profetas, que anunciaron la gracia reservada para ustedes, estudiaron cuidadosamente esta salvación. Querían descubrir a qué tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría después de estos”. Los profetas no siempre entendían todo. Ellos intentaban descubrir intensamente el significado. Trataron de entender la importación y la plenitud, pero solo cuando vino Jesús y explicó las Escrituras que la plena luz de lo que se había profetizado se entendió.

Hay una tendencia cada vez mayor, incluso dentro del adventismo, para acercarnos al objetivo declarado del método histórico-crítico. Hace poco estaba discutiendo el objetivo apropiado de la exégesis con un estudiante de doctorado adventista en una universidad secular. Él era bastante franco conmigo. Argumentó a gritos que la exégesis tiene como objetivo la comprensión de lo que era la intención del autor humano, tal como era entendido por sus contemporáneos.

Le respondí: “Pero, ¿qué pasa con 1 Pedro 1:10-12?” Mi amigo era muy consciente de ese pasaje, pero respondió: “Bueno, ese texto en particular - y no creo que sea de Pedro - está culturalmente condicionado por el tiempo en que fue escrito; por lo tanto, yo no puedo estar de acuerdo con esa comprensión particular de Pedro”.

No estoy tratando de decir que todos los eruditos históricos-críticos usarán las maniobras evasivas de este estudiante. Pero me parece que existe una tendencia en nuestros círculos para ver el significado de las Escrituras sólo como fueron interpretadas y entendidas por los contemporáneos de los autores humanos en relación con su contexto inmediato.

En una reciente reunión de eruditos adventistas del séptimo día se presentó una charla sobre el libro de Apocalipsis. La idea central de la charla era que el libro del Apocalipsis sólo puede entenderse a la luz de su contexto del primer siglo, y que se refiere solamente a una situación del primer siglo. El libro fue pensado para llevar consuelo a los perseguidos u oprimidos en ese momento. Aunque podemos hacer algunas re-aplicaciones posteriores, estos no son el significado exacto y verdadero del texto.

En otra sesión escuché a un grupo de eruditos discutiendo los salmos mesiánicos. La idea central de la discusión era que no hay salmos mesiánicos. Los escritores del Nuevo Testamento malinterpretaron ciertos salmos como si fueran mesiánicos. Pero, me pregunto, ¿cómo encaja esto con las declaraciones específicas de los escritores del Nuevo Testamento sobre la intención mesiánica original de sus autores (como, por ejemplo, en Hechos 2: 25-35)?

El papel de las presuposiciones básicas

Arriba enumeré siete presuposiciones que subyacen a cada aproximación a la Escritura. La número uno es el punto de la orientación básica; las dos, tres, y cuatro son principios cruciales, y cinco, seis y siete son la manifestación exterior de estos principios. Vamos a empezar con la primera y más básica premisa que subyace en cada enfoque.

En el método histórico-crítico los principios y procedimientos de la ciencia secular constituyen la norma externa para evaluar la veracidad e interpretar el significado de los datos bíblicos. Reconocemos en seguida que la cuestión fundamental aquí es: ¿Quién tiene la última palabra? ¿Cuál es la norma suprema? ¿Las Escrituras deben ser juzgadas por los principios de un método histórico secular o es el método el que debe ser juzgado por la Escritura? ¿Todavía creemos en la sola Scriptura, sólo en la Biblia? (Debo decir que estoy sorprendido al descubrir que esta creencia parece estar disminuyendo en la Iglesia Adventista del Séptimo Día).
Hace algunos años, mientras estaba en licencia para estudiar, me invitaron a un seminario en el que los profesores adventistas discutían la inspiración. Me preguntaron lo que pensaba. Cuando mencioné algo acerca de la sola Scriptura, un colega sentado a mi lado, que había sido compañero mío en el Seminario y desde entonces había tenido estudios de doctorado en otro lugar, respondió, “¿todavía crees en la Sola Scriptura? Eso es cosa del pasado. Ya no lo tomamos como nuestra norma”. Y añadió: “Creo en la inspiración, por supuesto. Creo que la Biblia es inspirada. Así como Mahatma Gandhi. Al igual que Martin Luther King. Como la Madre Teresa. Si todos ellos fueron inspirados, ¿cómo podemos determinar lo que es verdad y lo que no es cierto entre los escritos que pretenden ser inspirados? Tenemos que desarrollar ciertos criterios racionales que podemos aplicar a cada texto para determinar su veracidad y autenticidad”.

Edgar McKnight señala claramente la base racionalista del método histórico-crítico: “El postulado básico [del método histórico-crítico] es el de la razón humana y la supremacía de la razón como criterio último de verdad”.[5]

Para mí la respuesta a esta posición es clara: “A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no hay luz en ellos” (Isaías 8:20). La Biblia y la Biblia sola es la máxima autoridad. Sí, tenemos otras “autoridades”, pero la Biblia es la única autoridad suprema. En el enfoque histórico-bíblico la autoridad y la unidad de la Escritura son tales que la Escritura es su propia norma final en lugar de la ciencia secular o la razón humana o la experiencia.

El principio de la Crítica

El principio de la crítica es el corazón del método histórico-crítico, incluso en sus formas modificadas. Edgar Krentz reconoce que “este principio [de la crítica] es afirmada por todo estudio histórico moderno”.[6]

Cuando los eruditos críticos hablan acerca de la “crítica” bíblica y el método histórico-crítico, no se refieren a la crítica en el sentido de examinar una cosa rigurosamente, ni tampoco tienen la intención de connotar la idea negativa de la búsqueda de errores, ni tampoco significan “crucial”, como en la expresión “esto es una cuestión crítica”. El significado técnico de la “crítica” en el método histórico-crítico es que “las fuentes históricas son como testigos en un tribunal de justicia: deben ser interrogados y sus respuestas evaluadas. El arte de la interrogación y la evaluación se llama la crítica”. En este proceso “el historiador examina las credenciales de un testigo para determinar la credibilidad de la persona (autenticidad) y si la evidencia ha llegado intacta (integridad)”.[7]

En su esencia, esta crítica es el principio cartesiano de duda metodológico.[8] Nada es aceptado por su valor nominal, pues todo debe ser verificado o corregido por volver a examinar la evidencia. En todo hay un “apertura a la corrección”, que “implica que la investigación histórica produce sólo probabilidades”.[9]

En efecto, este principio hace del “yo” el determinante final de la verdad y exalta “mi” razón como la prueba final de la autenticidad de un pasaje. “Yo” juzgo la Escritura, la Escritura no me ju a “mi”.

El centro del asunto, tal como lo veo, es el siguiente: La crítica es adecuada para todo en el mundo excepto en las Escrituras. Dios nos pide que desarrollemos nuestros poderes críticos para que no aceptemos cualquier cosa que oímos, vemos, o experimentamos, a menos que esté de acuerdo con lo que nos dice en la Biblia. No estoy en contra del espíritu crítico; me niego a usarlo en la Palabra de Dios, que es la autoridad suprema por la que debo ser juzgado. El enfoque adecuado, creo, se encuentra en la interpretación bíblica gramatical-histórica, que afirma a la Biblia como la autoridad última que no es susceptible al principio de la crítica. Los datos bíblicos deben ser aceptado tal como son y no deben ser sometidos a una norma externa que determine su veracidad, adecuación, validez, o inteligibilidad.

Gerhard Maier, un renombrado erudito bíblico europeo que rompió con el método histórico-crítico, escribe en su libro The End of the Historical-Critical Method [El fin del método histórico-crítico] que “un método crítico fracasará, debido a que presenta una imposibilidad interior. Porque la contraparte de la revelación no puede ser la crítica, sino la obediencia; no es la corrección del texto, ni siquiera basándonos en una revelación parcialmente reconocida y aplicada, sino un ‘debo ser corregido’”.[10] La postura correcta hacia la Escritura es capturada por el profeta Isaías: “Este es el hombre a quien voy a mirar: el que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66: 2).

Elena de White rechaza claramente el principio de la crítica al acercarnos a la Escritura:

“Los siervos de Cristo han de hacer la misma obra. En nuestros tiempos, así como antaño, las verdades vitales de la Palabra de Dios son puestas a un lado para dar lugar a las teorías y especulaciones humanas. Muchos profesos ministros del Evangelio no aceptan toda la Biblia como palabra inspirada. Un hombre sabio rechaza una porción; otro objeta otra parte. Valoran su juicio como superior a la Palabra, y los pasajes de la Escritura que ellos enseñan se basan en su propia autoridad. La divina autenticidad de la Biblia es destruida. Así se difunden semillas de incredulidad, pues la gente se confunde y no sabe qué creer... Cristo reprendió estas prácticas en su tiempo. El enseñó que la Palabra de Dios había de ser entendida por todos. Señaló las Escrituras como algo de incuestionable autoridad, y nosotros debemos hacer lo mismo. La Biblia ha de ser presentada como la Palabra del Dios infinito, como el fin de toda controversia y el fundamento de toda fe”.[11]

La presencia o ausencia del principio fundamental de la crítica es realmente la prueba de fuego de si está o no se está empleando la metodología histórico-crítica. Por esta razón, me alegro de que el Reporte del Comité de Métodos para el Estudio de la Biblia rechaza el método histórico-crítico clásico y advierte que “incluso un uso modificado de este método que mantiene el principio de crítica que subordina la Biblia a la razón humana es inaceptable para los adventistas”.[12]

El principio de analogía

En estrecha relación con el principio de la crítica está el principio de analogía. Edgar Krantz observa que “todos los historiadores también aceptan principio de analogía de Troeltsch”.[13] El principio de analogía es simple: La experiencia actual es el criterio para evaluar la probabilidad de que los eventos mencionados en la Escritura realmente hayan ocurrido, ya que todos los eventos son, en principio, similares.

En otras palabras, hemos de juzgar lo que ocurrió en los tiempos bíblicos por lo que está sucediendo hoy en día; y si no vemos que una cosa dada sucede hoy en día, con toda probabilidad, no podría haber sucedido antes. Esta implicación se ha dejado sentir en los círculos adventistas. Algunos adventistas dicen que ya que no vemos la creación especial teniendo lugar ahora, sino sólo micro-evolución, por lo tanto, tenemos que adoptar alguna macro-evolución teísta para explicar el pasado. No vemos inundaciones universales hoy en día, por lo que no puede haber sucedido un diluvio universal en el pasado. No vemos milagros, así que tenemos que encontrar explicaciones naturales para los así llamados milagros relatados en la Biblia. No vemos resurrecciones, así que tenemos que explicar las resurrecciones registradas en la Biblia.

Los defensores de la interpretación histórico-bíblica, por el contrario, suspenden el principio de analogía con el fin de permitir la actividad única de Dios tal como se describe en las Escrituras.

El Principio de Correlación

El principio de correlación es algo similar al principio de analogía. Se afirma que el mundo es un sistema cerrado de causas y efectos, sin espacio para la intervención sobrenatural. Los eventos están tan correlacionada y relacionados entre sí que un cambio en cualquier fenómeno dado obliga a modificar también su causa y efecto. Las explicaciones históricas se basan en una cadena de causas y efectos naturales. Un artículo reciente argumentó, “Si la causa divina juega un papel, entonces no puede ser explicado o analizado históricamente y, por lo tanto, hay que asumir que cualquier causa divina solo ha hecho uso de este medio mundanos”.[14]

Esto no quiere decir que los adventistas que emplean el método histórico-crítico no creen en absoluto en lo sobrenatural. De hecho, el método histórico-crítico como tal no niega necesariamente lo sobrenatural. Pero se trata de una disposición a utilizar un método que no tiene espacio para lo sobrenatural. Los estudiosos que lo usan están obligados a poner entre paréntesis lo sobrenatural y buscar causas y efectos naturales, por lo que buscan explicaciones naturales para el Éxodo, el cruce del Mar Rojo, para el Sinaí, y de cómo las Escrituras llegó a existir. Se ve la manera en que la literatura folklórica llegó a existir en las culturas germánicas y otras, y se decidió que la Biblia llegó a existir de la misma manera, a través de un proceso natural de desarrollo oral, edición, corrección, la manipulación, y redacción.

Algunos profesores adventistas actualmente enseñan la “hipótesis JEDP” sobre cómo el Pentateuco llegó a existir. Ellos les muestran a sus estudiantes cómo diseccionar el Pentateuco y describir las historias del Génesis como simplemente mitológica y poética en vez de históricas. Algunos padres han venido a mí llorando y me han dicho: “Hemos separado miles de dólares por año para enviar a nuestros hijos a una institución adventista y ahora, como resultado de su educación adventista, se han convertido en agnósticos. Ya no creen en el cristianismo, ni hablar de la Iglesia Adventista. Ya no aceptan la autoridad de la Biblia. ¿Qué podemos hacer?”.

Lo que podemos hacer es suspender el principio de correlación y permitir la intervención divina en la historia tal como se describe en las Escrituras. Cuando la Biblia habla de un acontecimiento divino, no vamos a ponerlo entre paréntesis y tratar de buscar las causas meramente naturales y humanas.

Principios resultantes

Hay varias presuposiciones resultantes que siguen como corolarios de los supuestos básicos que hemos visto hasta ahora. Uno de los resultados es la conclusión de que la Escritura no es básicamente una unidad, porque es el producto de diferentes autores humanos. En consecuencia, la Escritura no puede ser comparada con la escritura para llegar a una enseñanza bíblica unificada.
Por supuesto, hay un método de texto de prueba ilegítimo que toma el trabajo de los autores humanos, pero tiene que haber una unidad básica a la Escritura. Por lo tanto, la escritura puede ser comparada con la escritura con el fin de llegar a la doctrina bíblica. Jesús hizo esto en el camino a Emaús: “Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras” (Luc. 24:27). Ese fue el método de texto de prueba en su mejor momento. Por desgracia, existe una tendencia dentro del adventismo a enfrentar a Pablo contra Pedro, el Antiguo Testamento contra el Nuevo, etc., planteando importantes divergencias y contradicciones en las posiciones teológicas. Este principio histórico-crítica se opone a la propia afirmación de la Biblia acerca de su unidad y la armonía en la enseñanza.

El condicionamiento cultural

Esto nos lleva a nuestra siguiente consecuencia, que la Escritura está condicionada por el tiempo y la cultura, y por lo tanto muchas de sus declaraciones no tienen validez universal o atemporal. Muchos, incluso dentro del adventismo, argumentan que en los primeros capítulos del Génesis nos encontramos con una simple declaración cultural, condicionado por el tiempo de la comprensión mitológica/poética/teológica, pero no una descripción detallada de cómo tuvo lugar la creación en realidad. Los detalles de la cosmología pueden ser borrados, siempre y cuando la verdad básica, el kerigma del pasaje, sea conservado, es decir, que Dios es el creador. El resto está condicionado por la cultura.

Recientemente, un profesor adventista habló conmigo acerca de los ángeles. Dijo que la sola mención de los ángeles en la Biblia le molesta. “De hecho”, me indicó, “estoy empezando a concluir que la mención de los ángeles en la Escritura es simplemente una manera condicionado por el tiempo para alcanzar a las personas que creían en tales seres en los tiempos bíblicos. Ahora vivimos en un mundo secular en el que ya no tenemos una sociedad que cree en este tipo de seres, por lo que podemos alejarnos de esas declaraciones condicionadas por el tiempo en el simple hecho de que Dios está presente”.

Es cierto que Dios habla a través del profeta a una cultura específica. Debemos entender los tiempos del profeta. Sin embargo, el mensaje de Dios trasciende culturas como verdad eterna. “La Escritura no puede ser quebrantada” (Jn 10:35).

¿Puede el humano y lo divino estar separados?

Un corolario final en el método histórico-crítico es que el elemento humano puede ser separado y diferenciado del elemento divino, inspirado.

Escuché recientemente una grabación de una conferencia pública por un investigador adventista que argumentó que la imagen bíblica de la ira de Dios refleja el elemento humano del escritor. Esa imagen de la ira de Dios no era una parte de la revelación divina, pero Dios permitió que entre en la Escritura. El profesor propone que a medida que avanzamos desde el Antiguo al Nuevo Testamento, vemos la enseñanza acerca de la ira de Dios contrarrestada por la imagen de Dios revelado en Jesucristo.

Pero, por el contrario, creo que a medida que avanzamos hacia el Nuevo Testamento que la comprensión de la ira de Dios se profundiza. La ira de Dios es tan real como el amor de Dios, si somos totalmente conscientes de lo que la Biblia enseña acerca de la ira de Dios.

¿Se puede escoger y elegir? ¿Podemos separar lo humano de lo divino en la Biblia? Ellen White habló enérgicamente a este punto:

“Hay algunos que pueden pensar que son plenamente capaces, con su juicio limitado, de tomar la Palabra de Dios e indicar cuáles son las palabras de la inspiración, y lo que no son las palabras de la inspiración. Quiero advertirlos de esos peligros, mis hermanos en el ministerio. “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás es tierra santa”. No hay ningún hombre finito que viva, no importa quién sea o cual sea su posición, que Dios haya autorizado a escoger y elegir en su palabra… Me arrancaría los brazos de los hombros antes de hacer una declaración así o poner mi juicio por encima de la Palabra de Dios en cuanto a lo que está inspirado y lo que no es inspirado.”[15]

“No permitan que cualquier hombre vivo se les acerque y empiece a diseccionar la Palabra de Dios, diciendo que es revelado, que es inspirado y que no lo es, sin amonestarlos… Los invitamos a que tomen su Biblia, pero sin poner una mano sacrílega sobre ella diciendo: ‘Eso no es inspirada”, simplemente porque alguien más lo ha dicho. Ni una jota ni una tilde debe sacarse de la Palabra. Saquen sus manos, hermanos. No toquen el arca... Cuando los hombres comienzan a entrometerse con la Palabra de Dios, quiero decirles que quiten sus manos, porque no saben lo que están haciendo”.[16]

Los procedimientos hermenéuticos

No podemos comentar en detalle cada uno, pero observamos que las mismas herramientas de estudio se utilizan en ambos métodos: se da la misma atención cuidadosa a los detalles históricos, lingüísticos, gramaticales, sintácticos y literarios. No hay ninguna intención en el enfoque histórico-gramatical de bajar el nivel de excelencia o reducir el interés en el estudio diligente y precisa de las Escrituras. Pero hay una intención en el estudio histórico-bíblico de eliminar el elemento crítico que se erige como juez de la Palabra.
Como se examinan los diversos procedimientos del método histórico-crítico, la crítica histórica, la crítica literaria, la crítica de las formas, la crítica de redacción y la crítica de la tradición – emergen tres pasos básicos en cada procedimiento. En primer lugar, hay una disección de la Palabra en diversas fuentes, tradiciones orales, y unidades más pequeñas. Luego se presenta una conjetura hacer de cuál era contexto de la vida y la fuente original. Por último, hay una reconstrucción de lo que el investigador decide que debe haber sido el original.
A la luz de estos tres pasos comunes en la crítica histórica, una declaración de Elena de White es muy relevante. Parece que Elena de White sabía muy bien lo que estaba implicado en el método histórico-crítico. En su día se llamaba “alta crítica”. Presten atención a su aguda observación:

“Como en los días de los apóstoles, los hombres intentan, por medio de tradiciones y filosofías, destruir la fe en las Escrituras. Así hoy, por los complacientes conceptos de la “alta crítica,” evolución, espiritismo, teosofía y panteísmo, el enemigo de la justicia está procurando llevar a las almas por caminos prohibidos”.

Ella continúa enfocándose en la alta crítica:

“Para muchos, la Biblia es una lámpara sin aceite, porque han dirigido sus mentes hacia canales de creencias especulativas que traen falsos conceptos y confusión. La obra de la “alta crítica” al criticar, conjeturar y reconstruir, está destruyendo la fe en la Biblia como revelación divina. Está privando a la Palabra de Dios del poder de guiar, levantar e inspirar las vidas humanas.”[17]

Elena de White puso el dedo en la llaga del método histórico-crítico y sus tres pasos básicos en su aplicación, y reveló los funestos resultados.

Providencialmente, un número creciente de estudiantes de la Biblia que en otro tiempo estaban convencidos de la validez del método histórico-crítico están despertando, como lo hice yo, como de un sueño para darse cuenta de lo que estaban haciendo. Muchos han compartido conmigo la forma en la Escritura había perdido la vitalidad en sus vidas, la forma en que ya no eran capaces de predicar con poder de toda la Palabra. Siempre tenían que parar y pensar, “¿Es esta porción de la Escritura realmente autorizada?” Con alegría han vuelto a descubrir el poder de la palabra, ya que han renovado la confianza en su plena autoridad. ¡Me gustaría ver a todos los adventistas del séptimo día, a todos los cristianos, teniendo una absoluta confianza en la Palabra!

Conclusión

Esta crítica y la discusión de los dos enfoques opuestos a la Escritura no deben ser considerados como un intento de difamación o impugnación de motivos siniestros a alguno de mis colegas dentro o fuera de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que practican el método histórico-crítico. Aunque he considerado que era crucial indicar con ejemplos concretos el vínculo indisoluble entre el método histórico-crítico y sus presupuestos metodológicos, he tratado de preservar la integridad y el anonimato de las personas cuyos puntos de vista que he utilizado para la ilustración.

Hay que reconocer que prácticamente todas las instituciones no adventistas de educación superior que enseña teología (a excepción de algunos seminarios evangélicos y los institutos bíblicos fundamentalistas) están empapados en el método histórico-crítico. La exposición exclusivamente a este método en el día a día en todas las clases y de todos los profesores probablemente produzca su efecto, aunque sólo sea de manera sutil. Creo que algunos de los que han sido entrenados exclusivamente en el método histórico-crítico y no han tenido la oportunidad de escuchar una presentación razonable de ambos lados, puede estar abierto a una aclaración de las cuestiones. Es por esto que he compartido mi peregrinación personal hacia una comprensión más clara de la plena autoridad de las Escrituras.

Autor: Richard Davidson, Ph. D., es profesor del Antiguo Testamento en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día en la Universidad de J. N. Andrews, Berrien Springs, Michigan.

Referencias


  1. Los eruditos bíblicos conservadores usualmente han denominado este enfoque como el “método histórico-gramatical” y (con precisión), el “método gramatical-histórico-literario (véase, William Larkin, Jr., Culture and Biblical Hermeneutics [Grand Rapids: Baker Book House, 1988], p. 96). Prefiero evitar referirme a este enfoque como un único “método” unificado; más bien, me referiré en general a la “interpretación histórico-bíblica” básica que rechaza las presuposiciones críticas. ↩︎

  2. Edgar Krentz, The Historical-Critical Method, Guides to Biblical Scholarship (Philadelphia: Fortress Press, 1976), p. 1. ↩︎

  3. Ibid., p. 4. ↩︎

  4. Ibid., p. 48. ↩︎

  5. Edgar V. McKnight, Post-Modern Use if the Bible: The Emergence if Reader-Oriented Criticism (Nashville: Abingdon, 1988), p. 45. ↩︎

  6. Krentz, p. 56. ↩︎

  7. Ibid., p. 42. ↩︎

  8. Véase, McKnight, p. 45. ↩︎

  9. Krentz, pp. 56, 57. ↩︎

  10. Gerhard Maier, The End if the Historical-Critical Method, trads. Edwin W Leverenz y Rudolph F Norden (St. Louis: Concordia, 1977), p. 23. ↩︎

  11. Elena G. de White, Palabras de Vida del Gran Maestro, pp. 21-22. Énfasis añadido. ↩︎

  12. “Methods of Bible Study Committee (GCC-A): Report”, Adventist Review, 22 de enero de 1987, p. 18. ↩︎

  13. Krentz, p. 57. ↩︎

  14. Seth Erlandsson, "Is There Ever Biblical Research Without Presuppositions?" Themelios 7 (1978):24. ↩︎

  15. Elena G. de White, Seventh-day Adventist Bible Commentary, 7:920. Énfasis añadido. ↩︎

  16. Ibid., énfasis añadido. ↩︎

  17. Elena G. de White, Los Hechos de los Apóstoles, p 378 ↩︎

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