Apocalipsis 17:9-11: Una visión de las siete cabezas bestiales y la mujer ramera
Introducción
El pasaje escogido es, considerado por algunos, uno de los más enigmáticos de la Biblia[1]. Sin embargo, en el último simposio de escatología desarrollado en Brasil (2002), no se publicó ningún trabajo que abordara específicamente este pasaje[2]. ¿Razones? Podría ser la ausencia de cualquier comentario por parte de Ellen White al respecto; o debido a que el comentario bíblico denominacional no considera la interpretación de este pasaje contingente para la comprensión de la visión[3]. Con todo, existen diversas interpretaciones, pudiendo ser agrupadas en cualitativas[4] o cuantitativas[5]. Últimamente (tras la muerte de Juan Pablo II) la interpretación papal de las cabezas bestiales nuevamente ha dado que hablar[6]. No es nuestro objetivo exponer y objetar estas posiciones, sino trabajar de manera exegética y bibliográfica con el texto. Planteamos como tesis una visión que reconoce en las cabezas a reinos que se inician en Daniel, completando y desarrollándose escatológicamente en la visión de Juan, con una estrecha coordinación con la mujer ramera. Para avalar esta tesis, analizaremos el contexto que rodea el pasaje en cuestión, luego indagaremos en la identidad de los protagonistas (bestia, cabezas, mujer). Seguidamente propondremos el eje cronológico desde el cual desarrollar la serie septenaria, para finalmente elaborar una estructura a manera de síntesis, finalizando con una interpretación general.
I. Contexto en el Apocalipsis
1. Las siete ultimas plagas. Si bien Apocalipsis 17 y 18 pertenecen a una visión diferente a la de las plagas (cap. 15 y 16)[7], se pueden considerar una extensión de la última copa, o bien, una ampliación de la sección completa, debido al rol angélico[8]. Ya en Apoc. 16:19 se anticipa el juicio contra Babilonia, tema que permea los capítulos ya aludidos. La sexta copa también guarda una estrecha relación con la caída de Babilonia, pues presenta el símbolo del Eufrates (16:12), clara indicación a esta ciudad[9]. Esta misma copa presenta el escenario de la batalla de Armagedón, anticipando la victoria del Cordero sobre el trío Dragón/Bestia/Falso Profeta[10], a la cual se hace eco en Apoc. 17:14[11].
2. Las Bodas del Cordero. El accionar divino en el capítulo de nuestro estudio lleva al desenlace del cap. 19; las bodas del cordero (19:7). El simbolismo de esta boda es muy significativo, dado que la desposada es la Nueva Jerusalén, tema que se amplía en el cap. 21 (21:2, 9). La novia es la antitesis de la Babilonia de los capítulos anteriores[12], y nuevamente es uno de los ángeles “de las siete plagas postreras” el que invita a Juan a contemplar la escena (21:9).
3. Conexiones quiásticas[13]. Existe una relación estrecha entre las trompetas y las plagas; las primeras sirviendo como base histórica para el desarrollo escatológico y universal de las últimas[14]. La sexta trompeta apunta a Babilonia[15] (Eufrates, 9:14) al igual que la sexta plaga (Eufrates, 16:12). Esta relación, junto con la unidad de la sexta y séptima plaga con los caps. 17 y 18, nos permite ubicar el desarrollo profético del pasaje en un periodo contemporáneo o posterior a 1798/1844. En otras palabras, el desarrollo de la visión del cap. 17 y 18 estaría en torno a este periodo histórico[16], en donde se reconoce el inicio de los juicios de Dios.
4. Apocalipsis 17:9-11. Como ya he mencionado, el pasaje en estudio esta contenido en la sexta visión del quiasmo expuesto por K. Strand. Específicamente, está en la porción descriptiva de la misma (17:3b-18:3). La delimitación inicial del pasaje elegido guarda relación con el rol angélico. Él ya no guía al apóstol para ver (17:1-6), sino que le explica lo que ya ha visto[17], ἐγὼ ἐρῶ σοι τὸ μυστήριον, “yo te diré el misterio” (Apoc. 17:7); hay una visión y su correspondiente explicación. Al explicar, el ángel introduce y presenta a la bestia y sus características (v.7, 8), para entonces centrarse en el tema específico de las siete cabezas bestiales (v.9ss), marcando aquí el inicio de nuestra perícopa. La delimitación final del pasaje corresponde a la conexión textual con el v.9; la mención y explicación de las siete cabezas, de las cuales “el octavo” forma parte (v.11)[18].
II. Un análisis de los protagonistas
1. La Bestia. Este vocablo (θήριον) es el diminutivo de θήρ, por lo que su significado literal sería “pequeña bestia”[19]. Su uso en el Nuevo Testamento (NT) es mayoritario en el Apocalipsis (38 de 45 ocurrencias), especialmente entre los caps. 6-19, representando poderes contrarios a Dios y aliados al Dragón. El trasfondo daniélico de este término es importante, siendo un símbolo de reinos mundiales temporales (Dan. 7:23), desarrollando también un significado religioso[20]. La bestia es un poder político-religioso. Tan aliada es ésta al dragón que posee las mismas características; siete cabezas y diez cuernos. Es, finalmente un símbolo del reinado ilegitimo de Satanás en esta tierra[21], cuyo fin es desplazar a Cristo (anticristo); es el reino satánico manifestado en ciertos poderes terrenales a lo largo de la historia.
La primera descripción detallada de la bestia[22] está en el cap. 13. La dependencia de Daniel salta a la vista con las características bestiales que remembran los diversos reinos del cap. 7 regresivamente (leopardo, oso, león). Esta dependencia se acentúa, pues la suma de cabezas y cuernos en el cap. 7 son siete[23] y diez respectivamente, al igual que la bestia de Apocalipsis. Este hecho particular no necesariamente ayuda en la identificación de las siete cabezas de Apocalipsis, pues en Daniel 8 varía el número de cabezas y cuernos; en Daniel las bestias representan reinos, los que estarían reflejados en forma conjunta en la bestia apocalíptica. Sin embargo, es una clara indicación que la influencia daniélica es desequilibrante en la interpretación de las visiones de Juan.
La bestia de Apocalipsis pasa por etapas históricas, durante las cuales, algunos rasgos cambian sin alterar su naturaleza. Citando a J.N Andrews[24], Hans LaRondelle sitúa a la bestia del cap. 13 durante el periodo de 1260 años, y a la bestia del cap. 17 en el periodo posterior a este. Proponemos el siguiente cuadro para ilustrar este hecho:
Satanás tuvo su momento de mayor impacto -1260 años-; periodo en el cual poderes nacionales centralizados[25] eran dominados y sustentados por él; sus órdenes se acataban mediante poderes regios (diademas). Sin embargo, en nuestro pasaje, la bestia se halla sin coronas. La que ostenta el uso de una corona es la mujer: “Yo estoy sentada como reina” (Apoc. 18:7). La metodología bestial ha cambiado o ha debido cambiar, pero es el mismo poder antagónico a Dios que actúa en la tierra.
2. Las siete cabezas. El texto joánico establece que estas cabezas son montes y reyes (17:9-10). Así, “reyes” y “montes” son elementos simbólicos que nos ayudarán a establecer la naturaleza de las cabezas[26].
En el Antiguo Testamento, los montes pueden tomar un matiz de poderío político, reino o poder nacional[27] (Jer. 51:25; Dan. 2:44). Dios los establece, pesa, destruye, trastorna y nivela según su voluntad. Dios mismo los usa como símbolo del Reino Mesiánico en el Antiguo como Nuevo Testamento[28]. En el Apocalipsis, se contrasta el Monte de Dios[29] (donde se reúne escatológicamente con Su pueblo, ampliando el trasfondo del evangelio juanino[30]) y los montes de la tierra[31]. Esta antítesis resalta el rol de los montes como símbolo de reinos: el de Dios (eterno) o el de los hombres (sucesivos).
El concepto βασιλεύς “rey”, también puede tomar un aspecto geográfico, llegando a significar “reino”[32]. βασιλείς “reyes”, ocurre nueve veces en el Apocalipsis, asociado a la bestia[33] y en una descripción que nos permite identificarlo mayormente con el poder secular y temporal[34] (contrastados con el reinado mesiánico tratado en el evangelio joánico[35]). Su uso en Daniel (LXX) refuerza y amplía el uso dado a este término en Apocalipsis[36]. Las siete cabezas, por tanto, son reinos terrenales con poder político y militar. No se enfatiza un carácter espiritual en estos poderes, pero si puede desarrollarse.
Nos falta examinar el concepto “siete” en relación con las cabezas. ¿Es este un número cualitativo o cuantitativo? La postura cualitativa es bastante difundida[37], entendiendo las siete cabezas como la totalidad de poderes que Satanás ha utilizado, independiente de su número o secuencia exacta. Si bien el numero siete permite aquello[38], sobretodo en un escrito tan simbólico como Apocalipsis, creemos que hay evidencia interna como también una fuerte plataforma daniélica para plantear lo contrario.
Una lectura somera del texto aludido inmediatamente nos lleva a percibir que “cinco han caído” (17:10). Esto cobra mayor significado si hay una serie literal (de siete en este caso)[39]. Además, esta el hecho de que las “siete cabezas” están en la visión y explicación angélica respectivamente. Es decir, la visión, al ser interpretada por el ángel, sigue manteniendo un bosquejo basado en siete[40]. Otro argumento se extrae del trasfondo en Daniel y el contexto de Apocalipsis. Ya mencionamos que las conexiones del cap. 17 con la sexta trompeta, sexta y séptima plaga nos sitúan en el periodo en que los juicios de Dios se inician. Este momento histórico es justamente donde llega la descripción de la visión de Daniel 7 y 8 (7:9, 18; 8:9-14). Apocalipsis, por tanto, retoma donde terminó Daniel 7 y 8[41], quien ya ha mencionado cinco poderes hasta ese momento: (1) Babilonia, (2) Medo-Persia, (3) Grecia, (4) Roma y (5) Cuerno Pequeño. En Daniel ya existe una secuencia y registra cinco reinos.
El texto afirma que una de las cabezas “es”, pero la coordinación con la bestia la retrata en un estado pasivo (ver Fig. 1 y 2). Esta dinámica se remonta al periodo profético que antecede al cap. 17, o sea, la visión del cap. 13. La bestia está maravillando al mundo hasta que una cabeza (la quinta[42]) es herida como de muerte. Eventualmente esta herida es sanada y la bestia nuevamente asombra al mundo gracias al aliento dado por la segunda bestia que surge de la tierra (13:12, 14). Entre la herida y sanidad se desarrolla el periodo de la sexta cabeza; originando a la bestia que “no es” pues ha quedado acéfala. Esta misma lógica nos lleva a establecer que la séptima cabeza coincide con la bestia descrita como “el octavo”; es otra expresión de la bestia que en su totalidad vuelve a ser lo que antes “era”.
3. La mujer ramera. Más significativo que el simbolismo de la ramera en Apoc. 17, es el de la mujer[43]. Apocalipsis registra γυνὴ. 19 veces, siendo siempre[44] utilizada como símbolo religioso[45], sea verdadero[46] o por antítesis, apóstata[47]. Ellen White es más específica al interpretar el símbolo bíblico de la mujer como una iglesia[48]. Es justamente en los caps. 12 y 17 de Apocalipsis que γυνὴ se usa más; son las dos mujeres del escrito profético, ambas con su compañero respectivo: Cristo o el Dragón. La mujer ramera tiene sus raíces en el profetismo del Antiguo testamento (AT). Bajo una metáfora matrimonial, Oseas, Jeremías, Isaías y Ezequiel[49], usan este simbolismo para referirse a la apostasía deliberada y desvergonzada del pueblo de Dios. Por tanto la mujer ramera representa un poder netamente religioso (no pagano ni político[50]), y en el contexto del cap. 17, un poder religioso espurio[51].
Una de las mujeres del AT que sirven de tipo para esta ramera escatológica es la malvada reina Jezabel. LaRondelle incluso hace una analogía del manejo que esta reina hacía de su esposo con el que la mujer apocalíptica hizo con los gobernantes políticos.[52] Sin embargo, en la visión del cap. 17, la mujer aparece en escena precisamente cuando la bestia “no es”. La mujer no cuenta con el respaldo político-militar de antaño, cuando las cabezas y la bestia “eran”. El siguiente cuadro de LaRondelle,[53] modificado y ampliado ilustra este hecho:
En cierto sentido, la mujer viene en reemplazo de la cabeza herida en su estado “uno es”, para ser ella la protagonista durante este periodo céfalo-bestial. Como ya hemos señalado, es la mujer la que presume de llevar una corona (Apoc. 18:7). En un apartado anterior, mencionábamos que la metodología bestial ha cambiado en Apoc. 17. De hecho, la mujer esta ebria de la sangre de los mártires que ya han muerto. Su sitial de “reina” se ha forjado gracias a su pasado de persecución. Ella ahora goza de una reputación un tanto más dócil que en el pasado; ahora no mata y persigue, sino, más bien, embriaga con el poder obtenido con aquella persecución pasada.[54] Podríamos decir que ahora utiliza la diplomacia, el dialogo humanitario y ecuménico, científico e incluso político pero no el autoritarismo despótico de la espada. Sin el afán de personificar esta mujer (babilonia) con un poder únicamente, quisiera citar a J. Comellas, quien aludiendo al periodo de 1860-1903 cita:
“el siglo XIX se había vanagloriado de excluir a la Iglesia de los asuntos de este mundo: le parecía que la religión, hecha para las cosas del cielo, nada tenía que hacer en las cosas de la tierra [...]; y he aquí que esta vieja madre, considerada chocheante por la irreverencia de tantos de sus hijos, se pone a hablar a los hombres de lo que tanto les apasiona y les divide [...]. Parece que asistimos a la entrada de nuevo en la escena de uno de los más grandes actores de la historia: el papado.”[55]
Esta visión de la mujer viene a reforzar la comprensión del periodo de la bestia en su estado “no es”, al igual que la cabeza en esa misma condición paralela. En cierta medida la mujer con corona y la cabeza herida son corolarios durante el mismo periodo histórico. Este escenario arroja mayor luz al tiempo presente de la visión, cuando la bestia y la sexta cabeza “no son” pero la mujer “es”.
III. El factor tiempo
Bastante hemos insinuado respecto al tiempo en que se desarrolla la visión y su explicación. Evidentemente Juan recibe esta visión al final del siglo primero, pero ¿cuándo se inicia el marco temporal para su interpretación? Este apartado busca ahondar en este tema que es crucial para los propósitos de esta investigación.
John Paulien maneja un principio que para él es fundamental: “Dios se encuentra con las personas donde están”.[56] Básicamente establece un contexto para separar el tiempo de la visión del que atañe a la explicación; el profeta puede viajar (vía visión) a cualquier punto de la historia, pero su explicación y cualquier referencia temporal dentro de esta, debe considerarse en base al presente del vidente. Esto nos llevaría a tomar la época de Juan como punto de referencia para la identificación de las cabezas.[57] Si bien el argumento posee algunos ejemplos en Daniel que son razonables[58], el fundamento teórico de este principio (al menos como se elabora en el artículo) calza mejor con el tema “revelación- inspiración” pero no como modelo hermenéutico[59]. El criterio de Paulien podría aplicarse en Apocalipsis, sobre todo en las primeras tres series septenarias[60], todas iniciándose en el periodo apostólico. Sin embargo, el motivo del la caída de Babilonia tiene un acento marcadamente escatológico. Además, las dos visiones de la bestia (cap. 13 y 17) presentan un avance cronológico hacia el escatón[61]. Incluso en la sección histórica, en el interludio del librito y los dos testigos (Apoc. 10-11), Juan representa el remanente escatológico (1798/1844), tal como lo propone nuestra corriente interpretativa denominacional[62]. La visión de Juan en este caso no le es contemporánea; claramente el presente de esta visión está en el futuro. Reconocemos que es el presente de la visión, pues no hay explicación en el caso del interludio. Sin embargo, esto nos permite establecer de que el presente en una visión si puede estar en el futuro en relación al profeta, no solamente proyectarse desde su tiempo.
Considero, basándome en la evidencia del propio cap. 17 de Apocalipsis y su contexto (expuesto transversalmente en los apartados anteriores), que el tiempo presente, el periodo “no es”/“uno es”, debe determinarse a la luz de los símbolos del propio capítulo. La correcta coordinación entre las cabezas, bestia y mujer[63] es fundamental para identificar el presente histórico de esta visión y su respectiva explicación. Existe solo un eje histórico en donde esta coordinación se da: 1789/1844 en adelante[64]. Reafirmamos este periodo como punto cronológico referencial para la identificación de las siete cabezas bestiales.
IV. Estructura Propuesta
Un estudio del texto, junto con el análisis de los protagonistas, nos permite estructurar Apoc. 17:9-11. La estructura que proponemos obedece una línea temática como también funcional, considerando la dinámica de los actores ya estudiados.
A continuación presentamos la estructura del pasaje delimitado (v. 9-11) que proponemos:
La fila C se ve ennegrecida, pues desde el punto de vista de Juan, la séptima cabeza aún no había venido, y aún para nosotros no lo ha hecho[65]. Esta estructura permite visualizar la participación coordinada entre la Bestia y sus cabezas a lo largo de la historia. En la fila B aparece históricamente en escena la mujer ramera que será condenada. Proponemos la siguiente estructura para ver este hecho inserto en el capítulo 17:
Nuestro pasaje esta incluido en la primera columna de la fila C. Tanto este componente estructural como su paralelo, anteceden el triunfo final del Cordero, de la voluntad de Dios (fila D). Esto nos permite inferir que la función de la explicación angélica es calibrar cronológicamente el juicio de la mujer ramera, dadas las indicaciones al pasado, presente y futuro (fue, es, será). También podemos pronosticar, que el último rey/monte/cabeza estará presente hasta la intervención directa de Cristo. Lo mismo podemos decir en cuanto al rol bestial, pues se incluye dentro de los siete, identificado como el octavo; un poder arcano revitalizado en esta época futura[66].
Podemos establecer una relación entre la mujer y la bestia con sus cabezas en base a estas estructuras. La mujer claramente asume un rol protagónico pues la sexta cabeza esta herida, asunto que ya hemos señalado. Sin embargo, esta mujer está sentada sobre las siete en conjunto (17:9). ¿Por qué entonces no aparece esta mujer en el cap. 13, donde su simbolismo (religioso) igual está presente? (13:4). Podemos inferir que la función bestial eclipsaba el carácter fémino en el periodo previo a la herida mortal. Sin embargo, al “desaparecer” la cabeza, sólo queda la mujer como protagonista.
La mujer (Babilonia; Apoc. 17:18), por tanto, siempre ha estado. El espíritu confuso de Babilonia ha permeado cada etapa histórica de la profecía hasta aquí[67]. La mujer y la Bestia son antiguos conocidos, usándose mutuamente como una pareja de bandidos que no confían el uno en el otro. Ambos encarnan un simbolismo religioso, en mayor o menor grado; con métodos sutilmente diferentes, pero buscando el mismo fin: guerra contra el cordero.
Es la acción coordinada de la mujer y la bestia lo que finalmente provoca su ruina. La ejecución de su sentencia está estrechamente ligada al acontecer cefálico que le ha dado su protagonismo, y su destrucción va por cuenta de la bestia y sus elementos bélicos (cuernos). Su confianza en la bestia, y no en Cristo, es su ruina.
V. Interpretación general
Con todo lo que hemos desarrollado en los tratados 1-4, podemos bosquejar y resumir las ideas de la siguiente manera:
Juan recibe por revelación una visión que transcurre en el vecindario de 1798/1844. Las cinco cabezas/montes/reyes caídas calzan coordinadamente hasta el punto histórico desarrollado por Daniel. Apocalipsis 13 narra esta transición, donde la herida como de muerte sella el inicio de la sexta cabeza y el mayor protagonismo de la mujer. Este periodo se desarrolla a la par con las diversas corrientes o mentalidades multidisciplinarias de la época contemporánea[68]; llámense postmodernismo, nihilismo, ecumenismo, orientalización cultural, ciencia evolucionista, método histórico crítico, etc. Durante este sexto periodo, la mujer trabaja también a través de ideologías; procura hablar de igual a igual con la gente, creando un ambiente conformista[69]. Tras este periodo fémino, la bestia revive, en el sentido que el método seductivo y embriagante es desplazado por el poder político-militar, sin perder el manto religioso por un breve tiempo (17:10, 11). No olvidemos que la bestia posee un simbolismo religioso no menor. Esta nueva y última etapa, denominada la séptima u octava, parodia la resurrección y ascensión de Cristo a la diestra de Dios[70]. Es desde allí que Cristo actúa y finalmente entregará el Reino a Su Padre (1 Cor. 15:24). La bestia busca también, en su estado redivivo, consumar el plan del dragón. En este momento, el contexto dado por Apoc. 13 es significativo. La bestia terrestre hace que adoren a la bestia marítima y su imagen, con un carácter comparable a las cabezas bestiales pasadas (13:12, 15-17). La bestia revivida, siendo “el octavo”, actúa gracias a la séptima cabeza, que sería, bajo este contexto, la bestia terrestre, el protestantismo apóstata, popularmente singularizado como Estados Unidos[71]. Sin embargo, no debemos olvidar que la bestia terrestre posee dos facetas: apariencia de cordero y voz de dragón[72]. La herida sanada claramente se le puede atribuir a la acción de esta segunda faceta (13:12-17), fácilmente identificable con la séptima cabeza[73]. Pero también arroja luz sobre la sexta cabeza, hasta ahora un tanto nebulosa tras el rol fémino y la bestia acéfala. No puede ser otra que la misma bestia terrestre en su estado corderil. Un poder político que momentáneamente parece frenar el ímpetu bestial[74], cuando en realidad sirve como caldo de cultivo ideológico (cabeza) para el escenario escatológico del dragón[75].
En un esquema bíblico tan armonioso, ¿dónde podríamos insertar a los siete últimos papas, que no están coordinados con la visión en tiempo[76] y representación simbólica[77]? Simplemente no hay cabida para dicha propuesta.
Proponemos la serie de siete cabezas de la siguiente manera:
Esta propuesta general no es del todo original. Sin embargo, considero que se ha podido ahondar en la relación de la mujer con los periodos céfalo-bestiales. Esta relación fortalece esta postura ante la interpretación cualitativa y la que considera a Egipto y Asiria, ayudándonos a fijar un marco de tiempo acorde con el tenor escatológico de la visión y motivo babilónico. La revisión del material en su conjunto, excluye de manera natural los argumentos de la interpretación papal a esta serie septenaria.
El comentario bíblico adventista maneja dos posibilidades cuantitativas, una que toma el tiempo de Juan como marco de referencia y la segunda que acepta el tiempo escatológico como el presente de la visión y su interpretación.[78] La única diferencia de nuestra propuesta con la segunda recién mencionada, es la sexta cabeza –bestia terrestre versus Francia atea. Hay tres razones que nos llevan a excluir esta posibilidad ante nuestra propuesta: (1) Si bien fue un poder francés el que asestó la herida de muerte a la quinta cabeza, el propio adjetivo que acompaña a Francia limita a tres años y medio su accionar.[79] La sexta cabeza actúa hasta que la séptima entra en vigencia, lo que ocurre en un marco cronológico claramente escatológico y hoy Francia no llena satisfactoriamente ese lugar. (2) ¿Podemos asociar un poder con intenciones imperialistas como lo fue Francia atea con los términos “montes”, “reyes” y “cabezas”? Todas las interpretaciones de las cabezas anteriores son dignas de los requisitos que señalan estos tres términos, pero Francia atea rompe ese molde. (3) Daniel ha manejado un principio en cuanto a la sucesión de los imperios: una vez que entra en acción el reino que desplaza al anterior la atención del escrito se centra en él.[80] Este postulado aparentemente fortalece la propuesta de Francia atea, antes que la de Estados Unidos y todo su conglomerado. Sin embargo, Apoc 12:16 conecta directamente el fin del periodo de persecución con la aparición de la “tierra” que ayuda a la mujer. Ya hemos abordado la relación tierra/EE.UU (ver nota 71). Si bien fue una acción europea la que asesta un golpe decisivo, el poder que se ha encargado históricamente hasta hoy de mantener esta condición es el “nuevo mundo”, como ya lo hemos destacado en este apartado (nota 75). Se considera que Estados Unidos ha marcado una trayectoria histórica que le hace honor al rol que juegan las dos últimas cabezas de la serie.
Al adscribirnos a la corriente cuantitativa de las cabezas se podría levantar cierta necesidad de identificar en forma literal a los diez cuernos de la bestia[81]. Este punto escapa los límites de este estudio, por lo que se propone como objeto de estudio futuro[82].
Finalmente, el bagaje interpretativo y exegético desemboca en una lección espiritual básica: la iglesia de Dios sólo le posee a él como sustento y apoyo. Cualquier dependencia de métodos, estrategias, fuerzas motivadoras, o fuentes de recursos que sean propios a este mundo y sus tiempos, terminará debilitando al verdadero pueblo de Dios; resultará en una experiencia estéril y autodestructiva para la iglesia. La iglesia sólo sobrevive cuando depende del método de Cristo; el futuro del pueblo de Dios está asegurado en su fidelidad y alianza al Cordero: él vencerá con los que le sigan (Apoc. 14:4; 17:14).
Autor: Pablo Millanao
Referencias
George M. Price, El tiempo del fin (Villa Libertador San Martín, Ediciones C.A.P, [s/f]), 57; John Paulien, “Revelation 17 and the Papacy”, Biblical Perspectives Newsletter n. 131, Samuele Bacchiocchi, ed. (http://www.biblicalperspectives.com/endtimesissues/et_131.pdf), 21. ↩︎
Alberto R. Timm, Amim A. Rodor, Vanderlei Dorneles, eds., O Futuro: A Visão Adventista dos Últimos Acontecimientos (Engenheiro Coelho: UNASPRESS, 2004). ↩︎
“Revelation 17:9”, Francis Nichol ed., The Seventh-day Adventist Bible Commentary (Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1978), Versión Electrónica; en adelante SDABC. ↩︎
No busca identificar una serie de siete pues considera “siete” como símbolo de plenitud o totalidad; en este caso de los poderes antagónicos a Dios a lo largo de toda la historia. ↩︎
Procura identificar una serie de siete, pudiendo ser de emperadores, formas de gobierno, papas del tiempo final o imperios y poderes político-religiosos. ↩︎
Ver Paulien, 20 y nota n.1. ↩︎
Según estructura quiástica de Kenneth Strand en "The Eight Basic Visions", Symposium on Revelation, Frank Holbrook, ed., (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2000), 1: 30, citado en Sergio Olivares, Apuntes Compendiados del libro de Apocalipsis (Chillán: Taller de fotocopias, s/f), 42. ↩︎
Ver “Revelation 17:1-18”, Expositors Bible Commentary New Testament, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids, Zondervan, 2001) Edición electrónica, versión 2.8, en adelante EBCNT; “Revelation 17:1”, SDABC; “Revelation 17:1a”, Word Biblical Commentary : Revelation 17-22, Vol. 52C, David Aune, ed. Electronic ed. Logos Library System (Dallas: Word, Incorporated, 1998), en adelante WBC; Hans K. LaRondelle, Las Profecías del Fin (Buenos Aires: ACES, 1999), 394-5, 403-6; establece Apoc. 15:1-19:10 como una unidad centrada en las plagas. ↩︎
Antolín Diestre Gil, El Sentido de la Historia y la Palabra Profética (Terrassa: CLIE, 1995), 2: 535; LaRondelle, “The fall of Babylon in type and antitype”, Ministry, 62.9 (September, 1989), 7. ↩︎
Victoria anticipada en forma implícita en 16:15 como interludio exhortativo. ↩︎
Jaques B. Doukhan, Secrets of Revelation: The Apocalypse through Hebrew eyes (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2002), 164. El desarrollo del Armagedón se complementa finalmente en Apoc. 19:11-21. ↩︎
Para un análisis más detallado sobre este tema ver, R. Zimmermann, “Nupcial Imagery in the Revelation of John”, Biblica, 84 (2003), 162-174. ↩︎
En la estructura de K. Strand, la quinta visión (15:1-16:21) es paralela quiástica con la tercera (8:2-11:18). ↩︎
Héctor Urrutia, “La Sexta trompeta y el surgimiento del remanente (2a parte)”, Advenimiento, 2.1 (Chillán, 2005):16; Mervyn Maxwell, Apocalipsis: sus revelaciones (Buenos Aires: ACES, 1991): 58. ↩︎
Representando históricamente a la Roma papal hasta su herida asestada en 1798; ver Ibíd., 55. Esto se puede inferir también dado el trasfondo progresivo de la narrativa tromperil. LaRondelle (198) reconoce en este periodo dos facetas de oportunidad: una para las fuerzas del mal y otra para los santos (fortalecido por el interludio del cap. 10 y 11). Sólo un tercio del mal es destruido pero su fin es inminente. ¿Qué mejor periodo para marcar esta doble faceta que el inicio de los juicios de Dios? Los años 1798/1844 son una buena propuesta y Babilonia mística una buena opción interpretativa (ver. “Revelation 9:14”, SDABC). ↩︎
Para una explicación detallada sobre el tiempo presente en el Apocalipsis ver, Mario Veloso, Apocalipsis y el fin del mundo (Buenos Aires: ACES, 1999), 30-43. Ver la exposición hecha por Mervyn Maxwell, 274- 280, sobre este eje cronológico, y su declaración en cuanto al tiempo de la visión de Apoc. 17 en el cuadro de la página 473. ↩︎
En Apoc. 17:8-18, Juan usa el verbo aoristo εἶδες para cada alusión a la mujer, bestia, cabezas y cuernos; lo que Juan ya vio es lo que el ángel explica. ↩︎
αἱ ἑπτὰ (v.9); τῶν ἑπτὰ ἔστιν (v.11). ↩︎
A manera de reflexión personal, esta “pequeña bestia” podría ser una reminiscencia daniélica del “cuerno pequeño”. ↩︎
Daniel ve a tres bestias que puede describir mediante la comparación (En Dan. 7:4-6 usa la preposición בְּ y el verbo דָּמַה “como” y “parecerse” respectivamente) con animales ya conocidos. Sin embargo, al llegar a la cuarta bestia ésta es diferente (שׁגא) a todas las demás, y hasta cierto grado indescriptible más allá de sus cuernos, dientes y garras. La diferencia estriba justamente en el nuevo carácter espiritual espurio que esta bestia desarrolla (Dan. 7:8, 11, 21, 25; 8:10, 11), sin dejar de lado su poder temporal (Dan. 7:17). Las bestias apocalípticas, en especial la que surge del mar (Apoc. 13) posee rasgos que remembran las bestias daniélicas, heredando así esta doble identidad; temporal y espiritual (C. Mervyn Maxwell, Apocalipsis: Sus revelaciones [Buenos Aires, ACES, 1991], 324-30). Hans K. LaRondelle identifica a la bestia como un “falso Cristo”, o sea, un poder espiritual (Hans K. LaRondelle, Las Profecías del Fin [Buenos Aires, ACES, 1999], 299). ↩︎
Hans K. LaRondelle, Las Profecías del fin, 298-9. ↩︎
Al referirnos a la bestia en forma singular, establecemos que la bestia de Apoc. 13 y 17 son una y la misma. Ver Doukhan, 161-2; Diestre Gil, 454-455; 536-551, cita en reiteradas ocasiones Apoc. 11:7 como parte de su explicación de la bestia del cap. 17, estableciendo así la igualdad de estas bestias; “Revalation 17:3”, NTEBC. ↩︎
Dan. 7:2-7: León (1), Oso (1), Leopardo (4), bestia espantosa y terrible (1); 1+1+4+1=7. Ver Maxwell, p. 325. El hecho de que calce la cantidad de cabezas con la descripción bestial de Apocalipsis no nos ayuda directamente a identificar las cabezas de Apoc. 17. Si estas fueran las siete cabezas, las cinco que han caído nos dejarían en la penúltima cabeza del leopardo (Grecia), y Juan ya vivía en el periodo de la bestia espantosa; dejando a la cabeza que es (“uno es”) en la última de la serie greco-macedónica (leopardo). Es necesario establecer el simbolismo de “cabeza” en Apocalipsis para luego encontrar el trasfondo daniélico que calce con el símbolo cefálico manejado en el escrito joánico. ↩︎
LaRondelle, 417; ver también, 420-1. ↩︎
La idea de “monarquía” está presente en el cap. 13 debido a que los cuernos poseen diademas. La fragmentación de Roma imperial da origen a estas monarquías. Sin embargo, las reminiscencias daniélicas de los tres imperios aparte del romano, también refuerzan este trasfondo monárquico o imperial. Ver Maxwell, 473; LaRondelle, 419. ↩︎
La visión del cap. 17 se centra en “la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos” (v.7), no precisamente en los “reyes” y “montes”, que son parte de la explicación angélica. Así, “reyes” y “montes” son usados por el ángel para facilitar la identificación de las cabezas. ↩︎
Gregory K. Beale, NIGTC: The Book of Revelation (Grand Rapids, Eerdmans, 1999), 868; Charles H. Dyer, “The identity of Babylon in Revelation 17-18 Part 2”, Biblioteca Sacra, Vol. 144, #576, Oct-Dec 1987, 439. Para Dyer, este simbolismo es apropiado también en el Apocalipsis pues facilita la doble interpretación de las cabezas como montes y reyes. ↩︎
Ver Sal 2:6; 135:21; Isa 8:18; Joel 3:21; Miq. 4:2; Apoc. 14:1; Heb. 12:22 entre otros. ↩︎
Ver Apoc. 14:1; 21:10. ↩︎
En su evangelio, Juan usa o;roj cinco (5) veces, siendo éste un lugar de culto o retiro de Cristo sólo o con sus discípulos (4:20, 21; 6:3, 15; 8:1), un lugar de cercanía con Su Padre. ↩︎
Ver Apoc. 6:14-16; 8:8; 16:20; 17:9 (montes-cabezas de la bestia destruidas finalmente por Dios [Apoc. 19:20]). ↩︎
Ver, B. Kalmppert, “βασιλεἰα”, New Internacional Dictionary of New Testament Theology, Colin Brown, ed. (Grand Rapids: Zondervan, 1999), Electronic Versión 2.8; en adelante NIDNTT. Ver su uso intercambiable en la traducción RV60 “reyes” en Dan. 7:17 (LXX) que usa βασιλεῖαι. ↩︎
Ver Apoc. 17:9, 12. ↩︎
τῆς γῆς o τῆς οἰκουομένης (6:15; 16:14; 17:2; 18:3, 9; 19:19; 21:24) “de la tierra” o “del mundo” respectivamente. ↩︎
El uso que el NT le da a esta palabra es mayoritario en los evangelios y Apocalipsis, siguiendo la tendencia del AT de atribuirle este título en forma casi exclusiva a Jehová/Dios/Cristo. Sin embargo, este título nunca fue usado por Jesús en relación a si mismo (B. Kalppert, “βασιλεἰα”, NIDNTT). De hecho, de las 13 veces que Juan ocupa βασιλεύς, siempre es cuando las personas le atribuyen este título. Jesucristo reserva este título para el momento escatológico (Apoc. 19:16). ↩︎
βασιλεῖς ocurre ocho veces en siete versículos (Dan. 2:21; 6:23; 7:24; 8:22; 9:6; 11:2, 27), aludiendo siempre a reyes terrenos con intenciones político-territoriales. Tal vez la única diferencia insinuada con el uso de esta palabra se halla en Dan. 7:24. Se levantaría “otro” diferente entre los “diez reyes” que derribaría a tres. Por el paralelo con el cap. 8, entendemos que este “otro” es el “cuerno pequeño”, que posteriormente desarrolla pretensiones espirituales. Este cuerno pequeño no puede ser identificado con una persona, pues su existencia se desarrolla al menos durante 1260 años, como lo plantea el texto daniélico y apocalíptico. Aunque destaquemos el liderazgo puntual de este poder (el papado/papas), la mención de este poder como un todo está bajo el termino “rey”, pues “reyes” se refiere al conjunto de diez. Claramente “reyes” no es una alusión a personas sino a poderes, reinos. ↩︎
Ver Beale, 868-878; Simon J. Kistemaker, Comentario al Nuevo testamento: Apocalipsis (Kalamazoo, Libros Desafío, 2004), 512-519; “Revelation 17:1-18: The harlot and the beast”, EBCNT. David Aune (“Revelation 17:10: 2.The symbolic approach”,WBC) se inclina por la postura cualitativa o simbólica, reconociendo que es la que se ha tornado más popular entre los eruditos del NT. Sin embargo, ellos encuentran esta postura mejor, debido a su otra opción interpretativa que busca siete emperadores sucesivos o formas de gobierno (así C. Van Den Biesen, “Apocalypse”, The Catholic Encyclopedia, Volume 1 (Robert Appleton Company, 1907; entre otros citados en las referencias anteriores). El SDABC reconoce que ambas posturas tienen sus adherentes y que la “Inspiración” no ha indicado si son literales o simbólicas. Para el Comentario no es contingente para el mensaje del capítulo la identificación de las siete cabezas. Dada toda la especulación e interpretaciones amarillistas, creemos que si es contingente, aunque reconocemos que no altera el resultado final; el triunfo del Cordero (17:14). ↩︎
Maxwell, 68. ↩︎
Así Diestre Gil, 541; Maxwell, 471-3; LaRondelle, 418; G.M. Price comenta: “La declaración ‘cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aun no ha venido’ (vers. 10), obviamente indica siete poderes mundiales específicos en una serie” (G. M. Price, op. Cit., 23). La corriente cualitativa explicará que quedaría poco para el triunfo de Dios (en referencias de nota 45). ↩︎
“que tenía siete cabezas” (Apoc. 17:3); “las siete cabezas son siete montes” (v.9). Lo mismo se puede observar en Daniel 7 y 8. Daniel ve cuatro bestias en el cap. 7, y su respectiva explicación sigue manteniendo que efectivamente son cuatro reyes/reinos literales (7:17). El misterio no está en el número, sino en el significado correcto del símbolo (bestia = reino). En Daniel 8, son tres los protagonistas (carnero, macho cabrío y cuerno pequeño). En la explicación los protagonistas siguen siendo tres: Carnero (v. 20), Macho cabrío (v. 21-23a), Cuerno pequeño (v. 23b-25). Nuevamente, el misterio no está en el número o secuencia, sino en los detalles de los símbolos utilizados. ↩︎
Ver Fig. 1. ↩︎
Dada la serie daniélica recién expuesta y la progresión cronológica entre el cap. 13 y 17 de Apocalipsis. ↩︎
De las diez alusiones a la mujer ramera, en seis ocasiones se usa mujer (17:3, 4, 6, 7, 9, 18); solo en cuatro se usa ramera (17:1, 5, 15, 16). ↩︎
La sola excepción sería Apoc. 9:8, al describirse los cabellos de las langostas como de mujer, ὡς τρίχας γυναικῶν. ↩︎
LaRondelle, 281-2. ↩︎
Apoc. 12:1, 4, 6, 13-17; 19:7; 21:9. ↩︎
Apoc. 2:20; 17:3, 4, 6, 7, 9, 18. ↩︎
Ellen G. White, The Great Controversy, 381; ver además G.M. Price, 57. ↩︎
Ver Oseas 4:12; 5:4; Jeremías 3:1; 4:30; Isaías 1:21; Ezequiel 16, 20, entre otros. Para una explicación detallada de este trasfondo veterotestamentario, sobre todo en Ezequiel, ver LaRondelle, 408-13. ↩︎
Doukhan, 161. ↩︎
LaRondelle, 407. ↩︎
Ibíd., 412. ↩︎
Ibíd., 419. ↩︎
El tiempo verbal para μεθυουσαν ebria, es un presente participio (o sea contemporáneo al verbo principal: εἶδον Vi, que está en indicativo aoristo, acción pasada). Ya hemos considerado en forma implícita que el tiempo presente para Juan es el eje 1798-1844. Por tanto, esta borrachera es el resultado de aquello que se hizo antes de la herida como de muerte. ↩︎
José Luis Comellas, El último cambio de siglo: Gloria y crisis de occidente: 1870-1914 (Barcelona: Editorial Ariel, 2000): 80. La cursiva es nuestra. ↩︎
John Paulien, op. cit. En este artículo, el pide al lector remitirse a su libro “The deep things of God”, 33-78, para mayor detalle en cuanto a este principio. ↩︎
Tornando necesaria la incorporación de Egipto y Babilonia en la serie; algo que no cuadra con la fuerte dependencia daniélica de Apocalipsis en general, y este pasaje en particular, como ya se ha presentado anteriormente. Con todo, esta es la propuesta de Paulien (p.37). ↩︎
Se destaca Daniel 2, en donde el inicio del acontecer imperial de la imagen, es contemporáneo a Daniel y Nabucodonosor, “tu eres aquella cabeza de oro” (v. 38). Otro ejemplo ya no es tan claro; Dan. 7:1, donde simplemente se declara que Daniel recibió la visión mientras soñaba en su cama. Esto solo describe el método por el cual Dios se reveló, pero no indica una pauta interpretativa. De los dos ejemplos, el de Daniel 2 es el más consistente con lo que él desea probar; el tiempo de Daniel es el mismo tiempo presente de la visión. Con todo, parece natural que si Dios capacitó a Daniel para comunicar el inicio del cronograma profético que él consideraba relevante para su pueblo hasta el fin del mundo, que este inicio coincidiera con el tiempo de Daniel, pues es más que eso en realidad; es el tiempo para su pueblo (70 semanas); cronograma que gira en torno a la venida del Mesías, antitipo histórico y escatológico del los 70 años de cautividad babilónica. ↩︎
Paulien explica que Dios usa el trasfondo cultural e histórico del profeta para comunicarse, lo que tiene respaldo en los escritos de Ellen G. White. Además coloca como plataforma teórica, el hecho de que los símbolos proféticos son tomados de la época que le es propia al profeta. Nuevamente concordamos. Sin embargo, eso no significa que la visión se limite a ese periodo. El está conciente de eso y marca una diferencia con el preterismo (p. 32) por esta razón puntual. Recordemos que los poderes antagónicos a Dios ya estaban presentes en el tiempo de Daniel, y lo seguirían estando. Entonces, un símbolo tomado de la época de Daniel no limita el símbolo o su interpretación a esa época, pues también es inteligible para nuestros días gracias al principio de sola escriptura y tota escriptura. ↩︎
Iglesias, Sellos y Trompetas. ↩︎
Ver nota 19 y Fig. 1. ↩︎
Maxwell, 270, 278; LaRondelle, 214-15; Veloso, 143-8. ↩︎
LaRondelle, 418. ↩︎
La condición bestial, cefálica y fémina están coordinadas en este eje temporal. Ver apartado “III: La mujer ramera y la bestia”. ↩︎
Algo que ocurrirá cuando la herida como de muerte sea sanada, LaRondelle, 307-9, 422-4. ↩︎
Ibid, 422-3. ↩︎
“después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer...” (Daniel 2:39). El punto de referencia para los imperios hasta la misma Roma (en cualquiera de sus fases) es Babilonia. Es debido a esto que Babilonia puede ser usada como un símbolo tan contemporáneo al acontecer escatológico; nunca ha perdido su identidad siniestra. Ver también Diestre Gil, 543-4. ↩︎
G.M. Price, 39; Diestre Gil, 538. ↩︎
Ibíd., 58. Si bien menciona este conformismo como estrategia bestial, dentro del contexto comparativo de su escrito y el presente, calza perfectamente con el rol fémino de este periodo. Ver además nota 54. ↩︎
LaRondelle, 423; “Revelation 17:11”, EBC. ↩︎
Robert Surridge, “The beast from the earth”, Ministry, 64.6 (June, 1991): 17. El autor presenta una fuente interpretativa que refuerza la identidad de la bestia terrestre (Estados Unidos). Normalmente se usa el contraste mar/tierra para suponer un lugar “deshabitado” para “tierra”, el que EE.UU. ocupa históricamente. Sin embargo, en este artículo se propone un trasfondo mitológico (Job 40 y 1 Enoc 60: Leviatán [monstruo marítimo] y Behemot [bestia terrestre/desierto]) que Juan y la iglesia temprana habrían conocido, que sigue el criterio multitudes/deshabitado del par mar/tierra. ↩︎
Norman Gulley, ¡Cristo Viene!: Un enfoque cristocéntrico de los eventos de los últimos días (Buenos Aires: ACES, 2003), 522-4; Veloso, 170. ↩︎
Si hay algo que puede revivir a la bestia, sanar su herida, es la acción del dragón (el mismo le dio poder en el pasado [Apoc. 13:2]). Pues bien, este poder térreo ejerce con voz de dragón, sanado a la bestia y haciendo que el mundo se maraville. La séptima cabeza y la bestia rediviva son contemporáneos. Ver la identificación realizada por Diestre Gil, 547-50. ↩︎
Separación de la iglesia y el estado, punto inicial en la constitución de Estados Unidos desde su independencia. Ver Gulley, 225-41, 525; Clifford Goldstein, ¿Una nación bajo la autoridad de Dios? (Buenos Aires: ACES, 2002), 49-59; Veloso, 170; Maxwell, 343. ↩︎
Ellen White también singulariza el rol representativo de EE.UU. en su cita del Conflicto de los siglos, 498: “Cuando las iglesias principales de los Estados Unidos, uniéndose en puntos comunes de doctrina, influyan sobre el Estado... entonces la América protestante habrá formado una imagen de la jerarquía romana...”. La nación norteamericana hereda mucho de Europa, escenario de varios de los grandes imperios daniélicos. EE.UU. no solo hereda, sino que supera en muchos aspectos a Europa con el paso del tiempo y pasa a ser un icono del positivismo propio del mundo moderno. Sin embargo, tras la llegada del postmodernismo y la corriente nihilista actual, es Europa y no EE.UU. la que se ve más afectada. La nación americana toma un rol marcadamente protagónico, ya sea por un liderazgo innato o impuesto. Para ver una exposición de estas ideas ver J.L. Comellas, 111-36; Adriano Prosperi, “América y Apocalipsis”, Teología y Vida, Vol. XLIV (2003), 198-9; Diestre Gil, 548-550. ↩︎
Esta interpretación inicia la serie en 1929, año en que se fija la restitución de las tierras del Vaticano, adjunto con cierto reconocimiento de carácter temporal. El problema que surge es de carácter interpretativo y argumentativo. 1929 sería relevante bajo el manto de la curación de la herida de muerte. Sin embargo, esta misma herida y sanidad se le aplica a Juan Pablo II (el sexto de la serie). ↩︎
Ya hemos visto en los apartados correspondientes, que cabeza/monte/reyes, nunca se ocupan en relación a una persona; siempre es un poder institucionalizado que existe independiente de quien esté al mando bajo un periodo particular (Ej. El hecho de que se le diga a Nabucodonosor, “tú eres aquella cabeza de oro”, no excluye el resto de los reyes del periodo neobabilónico [605-539 a.C.]). ↩︎
Francis D. Nichol, ed., Comentario Bíblico Adventista, 7: 867-868. ↩︎
Ibid, 818. Se entiende que no es un periodo exacto de tiempo, pero ciertamente está circunscrito al periodo de la Revolución francesa. ↩︎
cf. Dan 8:1-3. Este carnero es paralelo al oso del cap. 7 y representa a Medo-Persia. Este reino conquistó Babilonia en el año 539 a.C., pero Daniel ya lo resalta en el año 549 cuando recibe la visión del cap. 8. ↩︎
Especulaciones en cuanto a dos potencias que se unirían prontamente al G-8 ya circulan por Internet, siguiendo el tenor interpretativo en relación a los papas. ↩︎
Sin embargo podemos anticipar algunas cosas. Daniel nuevamente es nuestro trasfondo. Hay diez dedos en la imagen (se infiere) y hay diez cuernos –mas uno- en la bestia del cap. 7. Sabemos que la caída de Roma Imperial no fue causada sólo por diez reinos bárbaros, ni fue esa cantidad exacta de reinos que finalmente se establecieron en todo el territorio romano de oriente y occidente. Esto calza con el escenario europeo medieval, tanto por la cantidad variable de reinos, como por su sujeción al poder papal. Si bien el cap. 7 menciona que tres son derribados, la diferencia está en que no son una serie como las cabezas. Los cuernos están retratados, desde Daniel, en forma contemporánea unos con otros, teniendo y perdiendo sus diademas al unísono (Dan. 7:20 בַרָה compañero, asociado; Apoc. 13:1; 17:3). La mención de “tres” por tanto no necesariamente nos ciñe a buscar una serie o grupo literal de diez como si se da en las cabezas, dada la serie daniélica que la inicia, donde se destaca una sucesión. ↩︎