El amor de Dios nos motiva

Jul 15, 2021
Juegos Cristianos

Una declaración del Comité de Ética del Instituto de Investigación Bíblica sobre la crisis humanitaria de refugiados, inmigrantes y personas desplazadas

La situación de millones de refugiados y personas desplazadas alrededor del mundo es una de las crisis humanitarias más grandes que hemos enfrentado desde la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, a fines del 2019 había alrededor de 79,5 millones de personas desplazadas involuntariamente en el mundo.[1] Alrededor del 40% de ellos son niños que a menudo son víctimas de explotación, abuso, tráfico sexual y violencia. Estas pasmosas estadísticas no deberían hacernos olvidar que estamos hablando de seres humanos reales y sus historias de vida. El discurso predominante sobre la migración internacional enfatiza grandes flujos de inmigrantes y refugiados desde el Sur Global al Norte Global. Sin embargo, los países del Sur Global reciben al 84% de los refugiados y personas desplazadas del mundo, y este número está aumentado.[2] De hecho, los países más pobres del mundo, los estados en desarrollo, reciben al 28% de todos los refugiados. En otras palabras, la crisis de refugiados está afectando desproporcionalmente al Sur Global, donde los menos capaces de asumir la responsabilidad a menudo se ven obligados a hacerse cargo. Como una iglesia global con una misión mundial, nos vemos confrontados con circunstancias humanas trágicas y una crisis que presenta desafíos y responsabilidades únicas para todos nosotros. La situación exige una cuidadosa evaluación y respuesta bíblica que refleje el amor de Dios y su compasión.

Ser confrontado con personas desconocidas de distintas partes del mundo que hablan un idioma extranjero, practican un estilo de vida diferente, tienen diferentes valores culturales y comparten otras preferencias religiosas puede fácilmente crear recelos en nosotros y favorecer los prejuicios. A menudo se expresa el miedo de que grandes números de personas desplazadas pueden impactas la cultura y dinámicas sociales prevalecientes, así como tener implicancias económicas para los países que buscan refugio. Sin embargo, los estudios realizados sobre la inmigración involuntaria, la evidencia empírica sugiere fuertemente que los refugiados no son una carga económica para los países receptores en el largo plazo.[3] Reconocemos el derecho de cualquier estado de preservar la seguridad de sus ciudadanos, y vemos la necesidad de inmigrantes y refugiados de respetar las leyes y cultura de los países anfitriones en tanto no contradigan la ley de Dios. Pero rechazar a las víctimas de violencia, conflictos armados, persecución religiosa, desastres naturales o condiciones económicas que amenacen la vida es inhumano y no refleja el espíritu de Cristo. Aunque es comprensible que costumbres y prácticas desconocidas pueden crear inquietud en nosotros, deberíamos cuidarnos cuidadosamente de pensar o actuar a partir del miedo que pueden o no ser impulsados por teorías de conspiración. Todas nuestras inseguridades y miedos así como nuestros prejuicios pecaminosas necesitan ser confrontadas a la luz del evangelio y la verdad. La Biblia nos dice que el amor de Dios nos quita todo miedo (1 Jn 4:18) y siempre busca lo mejor en los demás (1 Cor 13:4-7). Dios incluso nos manda a amar a nuestros enemigos (Mat 5:44; Luc 6:27) y hacer el bien a ellos, sin esperar nada en compensación (Luc 6:35). Este mandato bíblico puede sacarnos de nuestra zona de confort, pero será una bendición cuando sigamos el ejemplo de Jesús.

Algunas perspectivas bíblicas

Antecedentes bíblicos sobre los inmigrantes

Desde su mismo comienzo, la Escritura nos dice que las personas tuvieron que dejar sus hogares y asentarse en lugares ajenos a ellos. La historia humana comienza con la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén (Gen 3:23-24). Abraham tuvo que dejar su hogar y viajar a un país que era nuevo para él (Gen 12:4-9). El pueblo de Israel fue forzado a refugiarse en Egipto debido a una gran hambruna en la tierra (Gen 42-47). Más tarde el pueblo de Dios fue desplazado por culpa de la guerra y llevado cautivo a Babilonia (2 Re 24:10-24; Dan 1:1-2). José y María huyeron con Jesús a Egipto debido a la persecución de Herodes (Mat 2:13-14) y posteriormente los discípulos de Jesús enfrentaron un destino similar (Hch 8:1, 4-5). La Biblia está repleta de historias sobre personas desplazadas que tuvieron que huir y buscar refugio en otros lugares. Debido a sus dolorosas experiencias como extranjeros y esclavos en Egipto, y exiliados en Babilonia, Dios repetidamente les recordó a su pueblo que debían recodar su experiencia y ser amables con los extranjeros en su medio.

Principios bíblicos para tratar con extraños y extranjeros

Mostrar compasión y misericordia, así como ayudar a quienes están necesitados en un mandato divino, arraigado en el gran amor de Dios para nosotros. En el Antiguo Testamento, el carácter compasivo de Dios es la justificación misma para no desamparar al “pobre y al extranjero” (Lev 19:10).[4] Dios amonesta a su pueblo que “no maltrate al extranjero que resida entre ustedes en la tierra” (Lev 19:33; cf. Ex 22:21: 23:9; Deu 24:14, 17; 27:19). De hecho, dios nos recuerda: “No opriman a los extranjeros que habiten entre ustedes. Trátenlos como si fueran sus compatriotas, y ámenlos como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor su Dios” (Lev 19:34). Dios incluso exhorta a su pueblo a tratar al necesitado y pobre entre ellos como tratarían al extranjero (Lev 25:35; cf. Ex 12:49; 20:10; 23:12; Deu 10:15-19). Por lo tanto, Israel debería aplicar la misma ley para el extranjero y para el natural de la tierra (Lev 24:22; Num 15:15-16). Dios incluso recuerda a su pueblo que viven en su tierra como “extranjeros y forasteros” (Lev 25:23).

Este llamado a la compasión hacia todos los seres humanos, independientemente de su origen geográfico o identidad étnica, está basada en la enseñanza bíblica de la creación. La Biblia enseña que todos somos creados a la imagen de Dios (Gen 1:26-27). Sin importar su estatus legal, todos los refugiados, inmigrantes y personas desplazadas poseen dignidad humana inherente e inviolable debido al origen común de la humanidad en Dios. El amor por los demás es más que un sentimiento pasivo, requiere un involucramiento activo. Todos los seres humanos merecen ser tratados con dignidad, respecto y bondad pues reflejan la imagen de Dios. El derecho a la residencia o cambia esta premisa. Esta comprensión fundamental de la dignidad de todos los seres humanos que son creados en la imagen de Dios encuentra su expresión legal secular en los derechos humanos. Como adventistas del séptimo día, honramos la dignidad inalienable de cada ser humano debido a nuestro origen común en Dios y, por lo tanto, respetamos los derechos humanos que reflejan esta enseñanza bíblica.

El ejemplo de Jesús de amor y compasión

El Nuevo Testamento alienta a los creyentes cristianos a mostrar un espíritu de compasión y amor activo a quienes son necesitados. Jesús, en la parábola del buen samaritano, da a sus seguidores una ilustración útil de lo que significa ayudar al prójimo (Mat 25:31-46). En este pasaje, el término “extranjero” (xenos) aparece cuatro veces (Mar 25:35, 38, 43, 44). Jesús se identificó como un forastero que debe ser recibido (Mat 25:35) y recordará cada acto de bondad mostrado a aquellos que son necesitados, tomando todo acto de amabilidad hacia cualquier ser humano en necesidad como si fuera hecho hacia él mismo. Jesús dice: “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron” (Mat 25:35). Esto refleja la regla de oro con la que Jesús sintetizaba la Ley y los Profetas: “todo lo que quieran que la gente haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos” (Mat 7:12). Si Dios se preocupa por los gorriones, ¿cuánto más se preocupará por seres humanos creados a su imagen (Mat 29 ,31)? Debido a que Dios ama a cada ser humano, somos llamados a amar a otros de la misma manera, incluso a nuestros enemigos. El Sermón del Monte nos transmite el acto más simple de la bondad humana (Mat 5:43-48). Aunque cuidar a otros puede en ocasiones parecer una desventaja, humanamente hablando, la Biblia nos dice que en última instancia puede ser una gran bendición, no solo para la persona que ayudamos, sino también para nuestro propio bienestar.

En este mundo los creyentes son extranjeros y forasteros

Pablo da un significado teológico al concepto de extranjero cuando nos recuerda que los creyentes cristianos son “ajenos a los pactos de la promesa” y “ya no son extranjeros ni advenedizos” (Efe 2:12, 19). Los extranjeros y gentiles ahora se han convertido en parte de la iglesia de Cristo. Los hermanos cristianos pueden ser forasteros y necesitar hospitalidad (2 Jn 1:1,5). No importa donde vivamos como hijos de Dios, somos extranjeros en este mundo. El escritor de Hebreos señala que en esta tierra no tenemos “una ciudad permanente, sino que vamos en pos de la ciudad que está por venir” (Heb 13:14). De la misma manera, en Hebreos 11:13 los héroes de la fe son llamados forasteros (xenos) y exiliados (parapidēmos) en la tierra. Este peregrinaje hacia nuestra hogar celestial es un fuerte antídoto contra cualquier pecado de nacionalismo, racismo, tribalismo, etnocentrismo y cualquier otro “ismo” que son contrarios a la teología bíblica y a nuestras creencias, así como ajenos a los valores profundamente mantenidos por los adventistas del séptimo día.[5]

La actitud cristiana hacia los forasteros y extranjeros es motivada por el amor de Cristo que “nos motiva” (2 Co 5:14) a mostrar misericordia a todos y especialmente a los más vulnerables entre nosotros, que a menudo son niños. Dios es un Dios que trata a todos de manera justa y equitativa (Sal 9:8). Dios repetidamente nos recuerda en la Biblia que seamos misericordiosos y compasivos hacia los extranjeros en nuestro medio.

¿Qué podemos hacer?

El amor de Dios no se detiene en los límites nacionales o tribales. Dios es misericordioso y amable a todas las personas de la misma manera. Es compasivo especialmente a quienes son necesitados, independientemente del color de su piel, etnia, género, nacionalidad, religión, posición financiera o estatus social. Como sus hijos debemos tratar a lo demás de la misma manera e imitar su ejemplo amoroso y gentil. Como adventistas del séptimo día buscamos relacionarnos a los demás de una manera atractiva para que seamos conocidos por nuestro bondad y amor.

Esta actitud compasiva y amorosa comienza en nuestros pensamientos y en el lenguaje que usamos para expresarlo. Desafortunadamente, mucho del lenguaje usado para referirse acerca de los refugiados y los desplazados se ha vuelto más bien cruel, dando licencia a la discriminación, al racismo y promoviendo una atmósfera de miedo. El lenguaje violento y agresivo a menudo lleva a la deshumanización de grupos específicos de personas y frecuentemente está acompañado con una negación de la dignidad y valor que cada ser humano tiene ante la vista de Dios. Como cristianos adventistas del séptimo día estamos en contra de cualquier tipo de tribalismo y nacionalismo, y rechazamos la retórica derogatoria y discriminadora que despersonaliza, desmoraliza y demoniza a las personas. Este tipo de retórica fácilmente lleva a una mentalidad que separa al erigir muros en vez de construir puentes que nos conecten para que la esperanza pueda ser compartida.

Como adventistas del séptimo día somos conscientes de nuestra responsabilidad de involucrarnos en maneras constructivas con el pueblo que son afectados por esta crisis humanitaria. Con la ayuda de Dios queremos ver oportunidades para convertirnos en las manos ayudadoras y sanadoras de Dios al alcanzar a quienes son afectados por guerras, persecución, violencia, hambrunas y otros eventos catastróficos. Queremos ser agentes de esperanza y sanación, porque el amor de Cristo nos motiva (2 Co 5:14). Curiosamente, muchos refugiados y desplazados provienen de países donde la proclamación libre del evangelio es difícil o incluso está prohibida. Por la providencia de Dios estas personas son ahora traídas cerca y dentro de nuestra esfera de influencia,[6] presentando oportunidades únicas para alcanzar a quienes están necesitados para ofrecerles ayuda y mostrarles una compasión semejante a la de Cristo.[7] Nuestro amor puede despertar en ellos el deseo de saber más acerca de la fe compasiva que ven en nosotros. Nuestra ayuda práctica le dará credibilidad a nuestro testimonio cuando compartimos el amor de Dios que nos motiva a hacer el bien y a compartir las buenas nuevas con ellos. Como adventistas del séptimo día tenemos una responsabilidad sagrada de estar activamente involucrados en la salud y bienestar de otros, así como compartir la gracia y la salvación de Dios a un mundo que perece.

Cuidar a otros que están en desesperada necesidad no es solo el asunto y la responsabilidad de la iglesia. Aunque estamos agradecidos por la excelente tarea que ADRA[8] está llevando a cabo, todos son llamados a involucrarse en acciones creativas que muestran el amor de Dios y traen sanidad a quienes están en necesidad. Esto puede ser tan simple como ofrecer clases de idiomas a extranjeros, ser defensores de los refugiados y desplazados, proporcionar alberge y alimentos, asistirlos en trámites burocráticos, encontrar manera de calmar su dolor, ayudar al enfermo, consolar a los que sufren y dar esperanza a quienes son receptivos a ella, por mencionar algunas posibilidades. En esto seguimos el ejemplo de Jesús, que durante su ministerio terrenal encontró muchas maneras prácticas para sanar y restaurar, para alimentar al hambriento y predicar la venida del reino de Dios. Los adventistas del séptimo día procuran buscar maneras de ser una bendición para quienes tienen necesidades al vivir su fe en armonía con el mensaje bíblico y siguiendo el ejemplo de Jesús.

Autor: Comité de Ética del Instituto de Investigación Bíblica | © Biblical Research Institute of the General Conference of the Seventh-day Adventists | Traducido por Eric Richter para DA

Rerencias:


  1. “Figures at a Glance”, UNHCR, 18 de junio de 2020, disponible en: https://www.unhcr.org/figures-at-a-glance.html (consultado el 18 de abril de 2021). Estas eran las últimas cifras disponibles en el momento en que este documento era redactado. ↩︎

  2. Ibrahim Awad and Usha Natarajan, “Migration Myths and the Global South”, Cairo Review 30 (2018): 46–55, disponible en: https://www.thecairoreview.com/essays/migration-myths-and-the-global-south/ (consultado el 18 de abril de 2021). ↩︎

  3. Véase, por ejemplo, los siguientes estudios Hippolyte d’Albis, Ekrame Boubtane y Dramane Coulibalby, “Macroeconomic Evidence Suggests That Asylum Seekers Are Not a ‘Burden’ for Western European Countries”, Science Advances 4, no. 6 (2018), disponible en: https://advances.sciencemag.org/content/4/6/eaaq0883/tab-pdf (consultado el 18 de abril de 2021); y Alexander Betts et al., “Refugee Economies: Rethinking Popular Assumptions” (Humanitarian Innovation Project, University of Oxford, junio de 2014), disponible en: https://www.rsc.ox.ac.uk/files/files-1/refugee-economies-2014.pdf (consultado el 18 de abril de 2021). ↩︎

  4. A menos que se indique algo diferente, todas las referencias bíblicas son de la Reina Valera Contemporánea (2011). ↩︎

  5. Véase Asociación Genera de los Adventistas del Séptimo Día, “One Humanity: A Human Relations Statement Addressing Racism, Casteism, Tribalism, and Ethnocentrism” (Silver Spring, MD, 15 de septiembre de 2020), disponible en: https://www.adventist.org/official-statements/one-humanity-a-human-relations-statement-addressing-racism-casteism-tribalism and-ethnocentrism/ (consultado el 18 de abril de 2021). Vease también Bettina Krause, “Jesus 2020: Nation-Building for God? Where Does the Adventist Church Stand Regarding Christian Nationalism?”, Adventist Review, 15 de enero de 2021, disponible en: https://www.adventistreview.org/jesus-2020-nation-building-for-god (consultado el 18 de abril de 2021). ↩︎

  6. Hablando acerca de los muchos extranjeros en Norteamérica, Elena G. de White ve las siguientes oportunidades: “Dios en su providencia ha traído a hombres y mujeres a nuestras mismas puertas, y los ha arrojado, por así decirlo, en nuestros brazos, a fin de que aprendan la verdad y se califiquen para llevar a cabo una obra que nosotros no podríamos hacer para llevar la luz a los que hablan otros idiomas. Hay una gran obra delante de nosotros… Esta obra exige el ejercicio de todos los talentos que Dios nos ha confiado: la pluma, la prensa, la voz, el bolsillo y los afectos santificados del alma” (Elena G. de White, El evangelismo (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 1994), 415). ↩︎

  7. Esto está de acuerdo con el plan estratégico “I Will Go” de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que tiene como uno de sus indicadores clave de desempero KPI 2.7: “cada división identifica todas las poblaciones significativas de inmigrantes/refugiados en sus territorios, planifica iniciativas para alcanzarlos e informa anualmente a la Comisión de Asuntos de la Misión Global sobre el progreso en alcanzarlos”. ↩︎

  8. ADRA, la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales, es el brazo humanitario de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. ↩︎

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