Predicción de la Apostasía en 1 Timoteo
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad (1 Timoteo 4:1-3)
El comienzo de este pasaje dice que la información entregada por Pablo tiene su origen en el Espíritu Santo, el mismo que inspiró a los profetas bíblicos. Por tanto Pablo introduce aquí un mensaje profético apostólico, donde se nombrarán varias características de la apostasía de los tiempos finales. Precisamente la introducción de la frase “los postreros tiempos” nos muestra el contexto del mensaje de Pablo: el tiempo del fin.
Esta descripción alude a los que, estando dentro de la iglesia, actuarían en contra de ella. Menciona que algunos “apostatarán de la fe”, es decir, abandonarán la pureza del cristianismo aunque sin abandonar su apariencia. En lugar de dejarse guiar por el Espíritu Santo, dan oído a “espíritus engañadores”, en lugar de seguir la “sana doctrina”, siguen “doctrinas de demonios”. Son hipócritas, es decir, proclaman seguir la verdad y ser leales a ella, pero sus obras propagan sus mentiras. Su conciencia está cauterizada, y por tanto ya no es sensible a los llamados del Espíritu de Dios. Actúan en contra de instituciones divinas, tales como el matrimonio y la correcta alimentación, intentando establecer sus propias normas, y erigiéndose en el camino como sus propios dioses. Sin embargo, esta descripción de Pablo sólo es parcial, y habría de completarse en su carta siguiente.
El Carácter de los Apóstatas del Fin en 2 Timoteo
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad (2 Timoteo 3:1-7)
Nuevamente Pablo introduce su descripción del carácter de los apóstatas con la expresión “los postreros días”, uniendo este pasaje con el anterior. La descripción de cada cualidad nos ayudará a entender el mensaje de Pablo para nuestros días. “Amadores de sí mismos” es un espíritu contrario al de abnegación y mansedumbre de 1 Corintios 13:5 y Mateo 5:5. Avaros son aquellos que anteponen el amor al dinero o las riquezas por sobre el amor a Dios (ver Lucas 16:13; 1 Timoteo 6:10). Los vanagloriosos o arrogantes son los que confían en sí mismos y desprecian por tanto a Dios y al prójimo (ver Lucas 10:27), siendo también soberbios. Los blasfemadores difaman con sus palabras a Dios y sus hermanos. La desobediencia a los padres atenta contra el quinto mandamiento (Éxodo 20:12). Los ingratos poseen un espíritu de autosuficiencia propia que les impide agradecer las bendiciones recibidas por Dios o sus hermanos.
Los impíos, tal como lo sugiere el término, se oponen a la piedad, la cualidad de Dios mediante la cual trazó el plan de redención, entre otras cosas (1 Timoteo 3:16). Carecen de afecto natural, del amor que Dios ha implantado aún en los corazones de los inconversos (Romanos 2:14). Los implacables son aquellos irreconciliables, los que rechazan todo intento de Dios de hacer paz con ellos (2 Corintios 5:20). Los calumniadores se dedican a desprestigiar el nombre de Dios y la obra de sus hermanos en la fe, y los intemperantes o “desenfrenados” viven de acuerdo a sus deseos y pasiones pecaminosas, en lugar de tener la templanza del Espíritu Santo (Gálatas 5:23). Son crueles, rechazan lo bueno y hacen lo malo, traicionan la causa de Cristo, actúan de acuerdo a sus impulsos y están envanecidos, cegados por su orgullo, infatuados.
Aman más los deleites que a Dios, tienen apariencia de religiosidad pero niegan el poder de una vida convertida a Dios. La última descripción menciona a personas que tienen una religión superficial, y son blanco fácil de cada nuevo “maestro” que se levanta enseñando doctrinas nuevas y cómodas. Les sobra tiempo para satisfacer sus caprichos y curiosidad, se sienten complacidas por la atención especial prestada por estos falsos maestros religiosos y responden con una servil obediencia. Son personas cargadas de pecados, pero en lugar de depositar su carga en el Salvador (Mateo 11:28) tranquilizan su conciencia con las novedades religiosas que les son presentadas, y por tanto pese a estar “siempre aprendiendo” cosas nuevas, nunca llegan realmente al conocimiento de la verdad.
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas (2 Timoteo 4:3-4).
Además, los apóstatas no soportan el poder de la verdadera doctrina como se la encuentra en la Palabra de Dios, sino que acumulan deseos de oír interpretaciones caprichosas de las Escrituras, sólo para satisfacer su curiosidad y deseos personales y acallar sus conciencias. Acuden a los falsos maestros, quienes les otorgan una falsa seguridad, las “lisonjas” que hallamos en Daniel 11:31. Por lo tanto dejan de oír la verdad de Dios y se llegan a las fábulas y los relatos fantásticos que no tienen la aprobación de Dios.