La Elena de White que pensabas que conocías

Elena G. de White Apr 20, 2017
Juegos Cristianos

“Elena de White dijo…”

Esta es una frase aparentemente inocente que ha sido usada y abusada con mucha pasión y seguridad. Son conocidas por inspirar temor e incitar rebelión en los corazones de algunos. Pero, ¿por qué? ¿Es una reacción al mensaje de Elena de White o se debe a lo que las personas piensan que ella era? Mediante generalizaciones no se puede responder esa pregunta, es difícil evitar el hecho de que lo que a menudo es asociado con Elena de White, en realidad, ni siquiera se relaciona con ella.

A veces es como un caso clásico de “mi amigo dice que su amigo dijo que uno de sus primos escuchó que un pastor dijo que Elena de White definitivamente dijo…” Es como un juego del teléfono roto donde algo se susurra en el oído de alguien que luego pasa la información a otro participante y así sucesivamente. Uno a uno, cada persona le susurra al siguiente. En el momento en que la última persona en la fila anuncia su versión, todo estallan en carcajadas debido a lo ridículamente distorsionado que ha quedado el mensaje.

No hay duda de porqué muchos han perdido el interés en Elena de White y han llegado a la conclusión de que ella no es relevante.

Personalmente, los recuerdos de la primera vez que leí sus escritos son profundamente conmovedores e inspiradores. Su descripción de Dios me parece tan convincentemente hermosa y bíblicamente precisa. Pero a pesar de estar asombrado por la riqueza de su prosa y sus profundos comentarios espirituales, también tengo algunas experiencias con personas que hablan de una Elena de White que me parece completamente ajena a mí; una que parece deprimente y restrictiva.

Recuerdo una experiencia en mi vida cuando, mientras visitaba una institución adventista, mi amigo y yo estábamos afuera jugando a la pelota y disfrutando de un poco de tiempo tranquilo. Más tarde ese día alguien llegó a mi cuarto de huéspedes y arrojó un montón de papeles en mi cama. Era una compilación de citas de Elena de White que la persona estaba usando para condenarnos por jugar deportes. Pero estas citas estaban fuera de su contexto y eran aplicadas erróneamente con una perspectiva extremadamente cerrada. No es mi intención hablar de ese tema en particular. Es solo uno de muchos ejemplos.

Este tipo de abuso de sus escritos es algo de lo que Elena de White estaba consciente a lo largo de su ministerio.

UN LLAMADO AL SENTIDO COMÚN

Después de más de cincuenta años de una carrera literaria increíblemente prolífica, Elena de White asistió a una reunión en Elmshaven, California, para abordar la confusión acerca de algunos de sus escritos que fue provocada cuando ciertos adventista estaban tomando sus declaraciones fuera de contexto. El año era 1904. Hablando ante un comité de educadores, pastores, administradores y laicos, ella dijo:

“Esto es así, y he estado bien preocupada con respecto a la idea: “La Hna. White ha dicho tal y tal cosa, y la Hna. White ha dicho esto y aquello, y por lo tanto vamos a proceder como ella dice”. Dios quiere que tengamos sentido común, y que razonemos con sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. Las circunstancias cambian la relación de las cosas.”[1]

Sus escritos estaban siendo tomados fuera de contexto y eran aplicados erróneamente en una manera equivocada.

Esto le preocupaba mucho porque ella entendía cuál es el daño colateral en la identidad y misión de la iglesia cuando sus escritos son mal utilizados y su autoridad es abusada. No estoy seguro de que es más desafortunado, si el hecho de que algunos adventistas simplemente ignoren sus escritos o el hecho de que otros aíslan sus escritos y los aplican en una manera descuidada que es espiritualmente dañina. Tiendo a creer que la última opción es la peor. Y Dios sabe que yo he sido culpable de esto, incluso aunque no pretendía hacerlo.

La triste realidad es que en 1904 esto no era nada nuevo. Por más de una década Elena de White había estado expresando su preocupación acerca de cómo algunos adventistas citaban sus escritos y extraían conclusiones que ella no pretendía hacer. En 1890 ella expresó su decepción acerca de algunas personas que estaban siendo llevados por sus propias opiniones preconcebidas a elegir y escoger irresponsablemente declaraciones de sus escritos. “Citan media frase, dejando afuera la otra mitad que, si se citara, mostraría que su razonamiento es falso”[2]

En otras ocasiones ella continuó lamentando que algunos adventistas eran demasiado descuidados en la manera en que citaban sus escritos, buscando declaraciones fuertes para apoyar sus propias opiniones. Ella advirtió que “las citas pueden dar una impresión diferente de la que darían si fueran leídas en su contexto original”[3].

Sentido común, eso era lo que ella estaba pidiendo. Ella exhortó a que los creyentes adventistas tuvieran en mente el tiempo en el que ella escribió, el lugar, y las circunstancias que la motivaron a escribir. Esto es sencillamente una lectura básica y responsable. Si este principio es esencial al leer a los profetas bíblicos, ¿por qué alguien asumiría algo diferente cuando abordamos los escritos de una profeta del tiempo del fin? Ella les aseguró a sus lectores “acerca de los testimonios, nada es ignorado, nada es puesto a un lado. Sin embargo, deben tomarse en cuenta el tiempo y el lugar”[4].

Pobre señora. Esto parece haber sido una pesadilla para su larga carrera. Solo puedo imaginar cuántas noches sin dormir ella tuvo que superar por esto. Pero en algunas maneras estoy feliz que ella no está viva hoy en día para presenciar el manejo irresponsable de sus escritos que se ha convertido en una forma elaborada y destructiva del arte.

Mientras pienso en este tema, recuerdo las palabras de Pedro que también objetaban la tendencia de algunos creyentes del primer siglo de torcer las palabras del Apóstol Pablo y hacerles decir algo diferente de lo que originalmente decían. Pedro lamentaba que “los que son ignorantes e inestables han tergiversado sus cartas, para que signifiquen algo muy diferente, así como lo hacen con otras partes de la Escritura. Esto resultará en su propia destrucción.” Él exhortó a los creyentes a que sean “muy cuidadosos” (2 Pedro 3:16-17 NTV).

La advertencia de Pedro es muy relevante porque, al igual que en la actualidad, el cristianismo es distorsionado en algo muy diferente al citar y aplicar erróneamente las Escrituras. Entonces, ¿Qué efecto tiene el abuso de los escritos de Elena de White en la imagen del Adventismo y en la experiencia religiosa de sus adherentes?

¿ELENA “HERMANA AGUAFIESTAS” DE WHITE?

De la misma manera en que una airada compañera de clases desfiguró la cara de una Elena de nueve años hasta el punto en que su padre no pudo reconocerla, la cara del adventismo ha sufrido desfiguramiento al arrojar interpretaciones irresponsables de los escritos de Elena de White. Este problema tiene muchas consecuencias; demasiadas como para ser discutidas aquí.

Pero una repercusión muy importante es que muchos de mi generación de adventistas han abandonado a Elena de White por completo. De hecho, algunos tienen una reacción alérgica al escuchar su nombre.

Ha sido vista como una aguafiestas, mujer victoriana de cara larga cuyo único objetivo es eliminar el placer y restringir la individualidad. Tal como se decía de los puritanos, Elena de White ha sido descrita como abrigando “el miedo acosador de que alguien, en algún lado pudiera ser feliz”.[5]

Pero, ¿era Elena de White realmente una anciana cascarrabias que sólo vestía vestidos negros y fruncía el ceño para las fotos? Tengo que admitirlo, poco después de ingresar a la Iglesia Adventista me topé con un retrato de Elena de White por primera vez y ella se veía… bastante sombría. ¡James White era incluso más aterrador! Pero cuando observé los retratos de sus contemporáneos, incluso los más alegres y divertidos personajes de su tiempo, me di cuenta que lucían igual de sombríos (Revisa los retratos de Mark Twain u Oscar Wilde). Es mejor culpar a los fotógrafos del siglo XIX.

Y, si bien es verdad que Elena de White hizo varios comentarios sobre las bromas y chistes insensatos, ella también se opuso al “estilo de vida cristiano amargado, deprimente y carente de alegría”.[6] Su nieto, Arthur White, recordaba que “la vida no era tensa en el hogar de los White. No había lugar para una religión deprimente y de cara larga… Elena de White se unía con una risa sincera cuando había una situación divertida o incómoda, o un buen juego de palabras”[7].

Una señorita que vivió en la casa de los White cuando era niña recordaba que Elena de White tenía mucho interés en los juegos infantiles y dejaba que los niños se involucraran en una pelea de almohadas una vez a la semana antes de la hora de dormir. Pensando en sus memorias infantiles, ella recordó que Elena era “cálida y humana”[8]

Hay una imagen diferente de Elena de White como persona, opuesta a la imagen seca con la cual muchos somos familiares, que es atractiva y pocas veces mencionada.

MANTENIÉNDOLO REAL

A pesar de los muchos tintes desagradables que la imagen de Elena de White ha sufrido, hay algunas experiencias en su vida que me parecen refrescantes porque me dan un vistazo fascinante en su personalidad. Sobre el tema del sexo, que era un tabú en la era victoriana, varios acontecimientos describen a la profeta no como una persona seca o mojigata.

En 1861, un predicador adventista de 26 años llamado Daniel T. Bourdeau se estaba alistando para su ceremonia matrimonial en un hogar privado en Vermont. Él le pidió a James White que oficiara la ceremonia y a Elena de White que ofreciera una oración para concluir el servicio. Después de la larga ceremonia, el anfitrión de la casa persuadió a Daniel y su esposa, Marion, a que pospongan su viaje de luna de miel y que se queden durante la noche. Debido al inconveniente de viajar en la noche, los anfitriones también convencieron a James y Elena a que pasen la noche en su casa.

Cuando Elena de White subió las escaleras para ir a su habitación, a alrededor de las 21:00, ella encontró al recién casado esposo caminando nerviosamente a lo largo del pasillo en frente de la puerta de su habitación. No puedo culpar al hombre; él estaba pasando su primera noche de luna de miel en una habitación al lado del cuarto de James y Elena. Eso es suficiente para hacer que cualquier recién casado se sienta un poco nervioso. Detrás de la puerta estaba su joven esposa vestida con su ropa interior de invierno y mirando tensa a la pared. Elena de White rápidamente entendió la situación y, apuntando a la puerta cerrada de la habitación, dijo:

“Daniel, dentro de esa habitación hay una joven asustada en la cama, petrificada por el miedo. Ahora, entra a esa habitación ahora mismo, ámala y consuélala. Y, Daniel, trátala con gentileza, trátala con ternura, y trátala con amor. Le hará bien…”

Entonces, con una sonrisa cómplice en su cara, ella dijo:

“Daniel, te hará bien a ti también”.[9]

En otra ocasión un hombre adventista en California escribió un folleto promoviendo la idea de que el sexo dentro del matrimonio solo debería realizarse con el propósito de tener niños, y no por el placer. Él era una voz entre varias en un movimiento que estaba persuadiendo a las parejas casadas que evitaran las relaciones sexuales, favoreciendo alguna clase de abstinencia santa que los llevaría a un nivel “espiritual” más elevado.

Este hombre escribió a Elena de White pidiéndole una reunión con él y apoyo para imprimir su folleto. Ella le respondió diciéndole que “sería mejor si abandonara el asunto”. Pero él continuó insistiendo en un encuentro y ella finalmente aceptó verlo. Cuando él finalizó de hablar, ella le preguntó: "¿Has terminado?”, “Sí”, le respondió él. Entonces Elena de White le dijo “Ve a tu hogar, y sé un hombre”[10]. No hay necesidad de decirlo, pero el folleto nunca fue publicado.

Estos ejemplos revelan una versión de esta mujer que no es familiar para la mayoría de los adventistas de hoy en día. Este es un aspecto de Elena de White del cual no se habla a menudo. No una anciana gruñona, fría y mojigata, sino más bien una personalidad divertida, cálida y compasiva.

ELENA DE WHITE PARA UNA NUEVA GENERACIÓN

Pero mucho más importante que un punto de vista equilibrado de su personalidad, es su marco teológico que compone el verdadero tesoro de su obra de vida. Es un punto crítico que una nueva generación de adventistas pueda redescubrir la riqueza de sus escritos.

Desde sus luchas en la infancia con dudas debido a una imagen fría del carácter de Dios, a su encuentro posterior con la “ternura compasiva de Jesús”[11]. Es fácil identificarse con el viaje de Elena de White.

Mientras comenzaba su ministerio ella pudo declarar con sinceridad: “Me sorprendían y arrobaban las claras visiones que tenía acerca de la expiación y la obra de Cristo”.[12]

Si pudiéramos superar la impresión sombría que tenemos de ella, podríamos estar inclinados a darle una oportunidad. Y quien sabe, tal vez la Elena de White que descubramos es la Elena de White que deseamos que siempre hubiéramos conocido.

Autor: Jeffrey Rosario | Traducido por Eric Richter para DA

Referencias


  1. Mensajes Selectos, tomo 3, p. 247. ↩︎

  2. Ibíd., tomo 3, p. 91. ↩︎

  3. Ibíd., tomo 1, p. 66. ↩︎

  4. Ibíd., tomo 1, p. 65 ↩︎

  5. Paul R. Spickard and Kevin W. Cragg, A Global History of Christians: How Everyday Believers Experienced Their World (Baker Academic, 1994), 224 ↩︎

  6. Glen Baker, “The Humor of Ellen White,” Adventist Review, April 30, 1987 ↩︎

  7. Ibíd. ↩︎

  8. Ibíd. ↩︎

  9. Roger W. Coon, “Council to a Nervous Bridegroom,” Adventist Heritage, Summer, 1990; Quoted in Herbert E. Douglas, Messenger of the Lord (Pacific Press, 1998), 105-106 ↩︎

  10. J.N. Loughborough letter, dated April 21, 1907. Quoted in Arthur L. White, “Marital Relations,” September, 1962, Washington, D.C. Official Document, Ellen G. White Publications. ↩︎

  11. Notas Biográficas, p. 26. ↩︎

  12. Ibíd., p. 44. ↩︎

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