El Sábado y el legalismo
Este escrito no será una apología a la observancia del sábado, ni mucho menos a la observancia del domingo. Sin embargo, aunque he cambiado mucho a lo largo de mis años en el adventismo, no he cambiado ni cambiaré de día; la Biblia es muy clara en cuando a qué día es el día de reposo y su actual vigencia, el Cuarto Mandamiento que pide la observancia del séptimo día de la semana, lo que es lo mismo al Sábado. Si no he cambiado de día, ¿cuál ha sido mi cambio? Bueno, no voy a esperar que lean todo el artículo para contarles.
Algunos han definido la justicia como obediencia a la ley. En mi opinión, la Ley no otorga ninguna justicia, ni aún en el Antiguo Testamento, ya que entonces no tendría importancia los servicios del Santuario hallados en la ley mosaica. Si la Ley otorgase alguna justicia, sin duda alguna los primeros beneficiarios de ella hubieran sido Adán y Eva, pero no. Cristo fue nuestro sacrificio perfecto y es nuestra verdadera justicia. Desde los tiempos del Antiguo Testamento ya se nos decía: “y todas nuestras justicias [son] como trapo de inmundicia”. Ese concepto acerca de la verdadera justicia no llega recién en el Nuevo Testamento con las cartas de Pablo (Romanos y Gálatas) que más adelante se citarán.
Cuando inicié mi vida en el adventismo, (creo que a la mayoría le ha pasado), siempre escuchaba muchas frases, en especial estas: eres adventista, los que no se bañan los sábados; los que no comen los sábados; los que no hacen nada los sábados y por último, los que no comen carne de cerdo. Por la última frase no me molestaba pero, por las primeras sí. No entendía esa “ignorancia” de las personas, hasta que con el tiempo en el adventismo me di cuenta que somos los principales promotores para que los de afuera piensen y crean eso sobre los adventistas. Tan reciente como el año pasado, conocí a un adventista que no se bañaba en sábado porque decía que era pecado. ¿Hasta qué punto podemos llegar? La primera vez que fui a Israel, cuando estaba en el hotel, en uno de los pasillos para tomar un ascensor, escucho y miro a unos hermanos gritar y salir corriendo de un ascensor diciendo: ¡salgamos, es el ascensor del shabbat! Dentro de mí surgió la pregunta ¿ascensor del shabbat? Sin prisa ni pausa me dirigí al ascensor del shabbat para ver de qué trataba, sencillo, consistía en lo siguiente: El ascensor no tiene botones: para los judíos es pecado el simple hecho de presionar un botón en sábado. Si te encuentras en el lobby del hotel de diez pisos, y quieres ir precisamente al decimo piso, en un ascensor normal presiona el botón con la numeración al piso que quieres ir, en este caso el 10; sin embargo, en el ascensor del shabbat subes piso por piso, llega al piso dos y se abre la puerta por un momento y luego se cierra, luego al piso tres, cuatro, cinco y así sucesivamente, hasta llegar al piso 10. Entonces entendí por qué esos hermanos salieron rápidamente del ascensor del shabbat.
¿Cuántas veces no hemos tenido la oportunidad de ayudar a nuestro prójimo en sábado y por nuestro legalismo no lo hacemos? Aunque le digamos: “espere unas horas hermano”. ¿Cuántas veces no nos han buscado en sábado? El guardar el sábado no nos salva, ni nos salvará nunca. Cristo es el que salva, Cristo es nuestro verdadero reposo, sin Cristo, el sábado no tiene sentido. Cristo dijo de sí mismo: “Venid a mí todos lo que estáis trabajados y cargados, y yo os hare descansar”[1]. En una ocasión un pastor dio un testimonio acerca de una persona que le estaba dando un estudio bíblico, el pastor dijo que esa persona solo aceptó los estudios bíblicos en sábados pero, ésta persona siempre esperaba al pastor trabajando, mas adelante, luego de su bautismo esa persona le confeso el por qué hacía eso. El pastor nos dijo que lo hacia para ver si le ayudaba en pleno sábado, en una ocasión estaba trabajando en construcción, el pastor llego como de costumbre, se subió las mangas de la camisa para ayudarle y continuar con el estudio bíblico al terminar. Ese testimonio llamó mucho mi atención.
El sábado es un reflejo de la eternidad y la realidad es que, cómo lo observamos refleja que queremos vivir esa eternidad gloriosa para reunirnos todos de sábado en sábado a alabar a nuestro Dios.[2] Hay un postulado del Concilio Mundial de Iglesia que reza de la siguiente manera: “Las doctrinas nos separan, pero el servicio nos une.” Lamentablemente, el adventista (y me incluyo, estoy aprendiendo a cambiar eso), antes de ver al prójimo, mira las creencias y doctrinas del prójimo, y no debe ser así, imaginémonos si Jesús hubiese venido con esa mentalidad en su primera venida, ¿cuál hubiese sido el resultado? ¡Gracias a Dios que no fue así!
Hace poco leí una declaración de la Hna. White que me gustó mucho, en ella presenta a Cristo como el oasis en medio de las perplejidades de éste mundo, y es que, Cristo es el centro de la Creación, Redención, Resurrección, Profecía, nuestra Esperanza, Nuestra Fe, la Biblia y nuestras vidas: es el centro de todo en cuanto existe animado e inanimado: “A los cansados, a los cargados, a los quebrantados de corazón, a los que están perplejos, señálales a Cristo, la fuente de toda fuerza, toda vida, toda esperanza”[3].
Sin duda alguna, el sábado es un día santo que nos apunta a nuestro Creador. Es un día que nos saca de las corrientes del mundo, sus preocupaciones. Es un stop en la semana que nos dice: ¡Acuérdate de tu Creador! Sin embargo, antes de presentar al sábado a los demás, presentemos al Señor del sábado que en esencia es: ¡Cristo![4]
“El pan no nos puede beneficiar a menos que lo comamos, a menos que se convierta en parte de nuestro ser. Un conocimiento de Cristo no servirá de nada a menos que lleguemos a ser como él en carácter, a la misma semejanza y representando su espíritu al mundo. Cristo no tiene valor para nosotros a menos que sea formado dentro de nosotros: la esperanza de gloria. Si no lo conocemos como a nuestro Salvador personal, no nos hará bien un conocimiento teórico. El agua no apagará nuestra sed, a menos que la bebamos. El pan no satisfará nuestra hambre, a menos que lo comamos. Si nos alimentamos espiritualmente de Cristo, somos participantes de su naturaleza, estamos comiendo de su carne y bebiendo de su sangre…
“Cuando Cristo pronunció estas palabras, muchos de sus discípulos quedaron en duda en cuanto a su significado, y él explicó sus palabras diciendo: ‘El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida’.[5]
“Si consideráis a Cristo como a un tesoro valioso, si encontráis en él vuestra mayor satisfacción, si es valorado y apreciado por encima de todo lo demás, si consideráis todo pérdida para poder ganarlo, estáis comiendo su carne y bebiendo su sangre y estáis conformándoos a su imagen. Los que tienen hambre y sed de justicia serán hartos. La invitación es: ‘A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura…’.”[6][7]
Cristo es nuestra justicia, fuera de Cristo, no podemos ser justificados delante de Dios, la Ley (Los Diez Mandamientos) no nos aprovecha para eso:
“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.”[8]
“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.”[9]
“Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin (propósito)[10] de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.”[11]
“No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.”[12]
“De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.”[13]
“Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;…”[14]
Mi amado, como en un principio de éste artículo deje claro que no iba hacer una apología al sábado, mucho menos al domingo, quiero aclarar que el fin de mi discurso es que dejemos entrar a Cristo en los sábados que nos restan por observar en nuestra vida, ustedes verán una gran diferencia, sin Cristo el sábado no tiene sentido. He visto muchos hermanos (y en ocasiones me ha pasado) cuando el sábado ha representado para mí y para esos hermanos el día más cargado… Hasta que, pienso en Aquel que le da sentido al sábado, Cristo Jesús, Señor Nuestro.
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!”[15] Si Pablo, desde la cárcel pudo vivir y expresar esas palabras, ¿por qué nosotros no podemos expresarlas a otros y vivirlas para ser un ejemplo en éste mundo cada día que lleguen las horas sagradas del santo sábado?
¡Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo mis amados: ¡Regocijaos en Cristo Jesús!
Referencias
Mateo 11:28 ↩︎
Isaías 66 ↩︎
White, Ellen. Consejos para los Maestros, Pág. 35. ↩︎
Mateo 12:8 ↩︎
Juan 6:63 ↩︎
Isaías 55:1-3 ↩︎
White, Ellen. Matutina: A fin de conocerle, Pág. 107. ↩︎
Romanos 3:21, 22 ↩︎
“” 4:13, 14 ↩︎
Esto seria otro tema. ↩︎
Romanos 10:3, 4 ↩︎
Gálatas 2:21 ↩︎
“” 5:4 ↩︎
“” 3:11 ↩︎
Filipenses 4:4 ↩︎