El origen del mal

May 31, 2019
Juegos Cristianos

“Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector”. (Ezequiel 28:14-16)

Cuando el querubín grande y protector fue creado por Dios, era un ser completamente perfecto y hermoso y tenía libre acceso al monte de Dios, sin embargo y sin ningún motivo justificable, este ser permitió que en su corazón se albergara la semilla de la maldad y en consecuencia este querubín dio origen a lo que la Biblia cataloga como el pecado.

De esta manera entendemos que el pecado tuvo su origen en el cielo y fue iniciado por un querubín exaltado, quien al no querer arrepentirse de su rebelión fue echado “del monte de Dios”, es decir fue definitivamente expulsado de la morada de Dios.

La Biblia testifica que Satanás pecó en el cielo, esto implica que este ángel caído fue el primer pecador del universo, pero para entender el significado de este hecho primero debemos definir lo siguiente:

¿Qué es el pecado?
Y la Biblia responde con claridad esta importante pregunta en las siguientes palabras:

“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. (1 Juan 3:4.)

Según la Biblia “todo aquel que comete pecado” es porque infringió o transgredió la ley, ya que “el pecado es infracción de la ley”, esto quiere decir que si Satanás pecó, es porque transgredió o desobedeció una ley ya existente.

No se podría responsabilizar a Satanás de cometer pecado si no hubiera estado vigente la ley y efectivamente así lo explica el libro de Romanos, el cual declara que “donde no hay ley, no se inculpa de pecado”, en consecuencia si la Biblia inculpa a Satanás de cometer pecado, es porque en su época ya estaba vigente la Ley de Dios, pues así está escrito:

“Antes de la Ley ya había pecado en el mundo; pero donde no hay Ley, no se inculpa de pecado”. (Romanos 5:13. RVR 1995)

Antes de la ley mosaica dada al pueblo israelita ya había pecado en el mundo, precisamente porque antes del tiempo de Moisés ya estaba vigente otra ley, la ley que define y revela lo que es pecado, esta es la ley moral o ley de Dios, esta ley es la que Satanás desobedeció y es por esta razón que a este querubín se le inculpa de haber cometido pecado.

Este mismo principio bíblico es descrito en el capítulo 7 de Romanos, el cual declara que no se podría saber lo que es pecado, si primero la ley no definiera con claridad que acciones se constituyen en pecado, en consecuencia si se inculpa de pecado a alguien, es porque antes de su acto ya había una ley que declaraba que dicho acto era una forma de pecado, notemos como lo explica esta cita:

“¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. (Romanos 7:7)

Y precisamente el mandamiento que declara que no se debe codiciar, es uno de los mandamientos de la Ley que Satanás transgredió y por este motivo se le inculpa de pecado, porque quiso apoderarse del trono de Dios, es decir codició el poder y la autoridad que solo le pertenecen al Dios Altísimo, pues así lo revela el profeta Isaías:

“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”. (Isaías 14:12:14)

Esto nos demuestra que desde antes de que sean creados los ángeles, ya existía y ya estaba vigente la ley divina, ley según la cual Dios gobierna a todos los seres creados del universo y por esta razón la Biblia declara que Satanás pecó, porque antes de su rebelión ya estaba vigente la ley de Dios.

De forma directa y categórica, la Biblia testifica que la Ley de Dios ya estaba vigente cuando los ángeles fueron creados y la siguiente cita así lo demuestra pues confirma que a todos los ángeles, Dios “les puso ley que no será quebrantada”, pues así está escrito:

“Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros todos sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos. Alabadle, sol y luna; Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos, Y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre de Jehová; porque él mandó, y fueron creados. Los hizo ser eternamente y para siempre; les puso ley que no será quebrantada”. (Salmos 148:1-6)

Y desde aquel entonces ya se declaró que la Ley de Dios “no será quebrantada”, lo cual quiere decir que esta Ley no puede ser ni abolida ni cambiada ya que es una Ley Perfecta, por cuanto ella es una expresión maravillosa del carácter justo y amoroso de Dios, pues así está escrito:

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos”. (Salmos 19:7-8)

Algo trascendental en esta cita es el hecho que demuestra que el término “el testimonio de Jehová” también es utilizado como una referencia de “la ley de Jehová”, es decir cuando se utiliza la frase “el testimonio de Jehová”, en realidad nos estamos refiriendo a los mandamientos de la Ley de Dios.

Y es por esta razón que la Biblia también cataloga a las tablas de la Ley como las “tablas del testimonio”, porque en ellas están registrados los mandamientos de la Ley de Dios, mandamientos que fueron escritos por el mismo “dedo de Dios”, pues así lo revela la siguiente cita bíblica:

“Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios”. (Éxodo 31:18)

¿Para qué tiempo de duración fue establecida la Ley de Dios?

“Hace ya mucho que comprendí que has establecido tus testimonios para siempre”. (Salmos 119:152. RVR 1977)

Debemos comprender lo mismo que comprendió el salmista, quien entendió que los testimonios de Jehová o los mandamientos de Dios fueron establecidos para siempre, esto nos demuestra que la Ley de Jehová tiene una vigencia eterna, es decir nunca podrá ser ni abolida ni cambiada.

La condición eterna de todos los mandamientos de la Ley de Dios, su vigencia desde y hasta la eternidad, así como su profunda relación con los principios de la verdad, el juicio, la fidelidad y la rectitud, es nuevamente confirmado por la siguiente declaración bíblica:

“Las obras de sus manos son verdad y juicio; fieles son todos sus mandamientos, afirmados eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud”. (Salmos 111:7-8)

LA CAÍDA DE NUESTROS PRIMEROS PADRES
Tiempo después de que Satanás fuera expulsado del cielo, el Padre y el Hijo procedieron a ejecutar su plan de fundar el planeta tierra y de efectuar la asombrosa obra de crear al hombre, este ser tendría el privilegio de ser hecho conforme a la imagen de Dios y ejercería el señorío y dominio de todo lo creado en nuestro mundo, la inspiración relata esta escena de la siguiente manera:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. (Génesis 1:26-27)

Como ya se lo ha comprobado, la Ley de Dios existía desde mucho antes de que fueran creados los ángeles celestiales, por lo tanto esto demuestra que dicha Ley ya estaba vigente cuando el ser humano fue creado, tanto el hombre como la mujer estaban bajo la responsabilidad de obedecer los elevados principios de esta Ley divina y otra evidencia bíblica que ratifica que la Ley de Dios ya estaba vigente en la época de Adán es la mencionada por el profeta Oseas:

“Pero ellos, cual Adán, violaron el pacto; allí han pecado contra mí”. (Oseas 6:7. RVR 1995)

Oseas hace referencia al pecado de Adán y lo describe como la violación o la transgresión de un “pacto” y aquí nos preguntamos: ¿Cuál es el pacto que Adán violó o transgredió? Y de forma clara y contundente la Biblia responde así:

“Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra”. (Deuteronomio 4:13)

El pacto que menciona Oseas tiene que ver con la sagrada Ley de Dios, como ya lo explicamos, los eternos principios de la Ley divina ya existían y ya estaban vigentes desde antes de que Adán fuera creado, pero después de la caída del hombre, se hizo necesario adaptar estos principios a la nueva realidad humana y por esta razón fueron expresados mediante 10 mandamientos y se registraron en forma escrita en dos tablas de piedra, esta verdad también es descrita por el Espíritu de Profecía en las siguientes citas:

“La ley de Dios existía antes que el hombre fuera creado. Los ángeles eran gobernados por ella. Satanás cayó porque transgredió los principios del gobierno de Dios. Después que Adán y Eva fueron creados, Dios les hizo conocer su ley. Esta no estaba escrita entonces, pero les fue repetida por Jehová”. (The Spirit of Prophecy 1:261. Cristo en su Santuario, Pág. 23.2)

“Esos principios fueron formulados al hombre más explícitamente después de la caída, y enunciados para satisfacer las necesidades de seres inteligentes caídos. Esto fue necesario a causa de que la mente del hombre había sido cegada por la transgresión. (The Signs of the Times, 15 de abril de 1875. Cristo en su Santuario, Pág. 23.4)

Un pacto es un acuerdo, compromiso o alianza entre dos o más partes, en este caso, cuando Adán fue creado, Dios estableció con él un pacto, el cual consistía en que el ser humano siempre debía cumplir o “poner por obra” todos los principios de la Ley divina, mientras cumpliera con este pacto, el hombre gozaría de completa felicidad y disfrutaría de una existencia sin fin, pero como Adán pecó al transgredir uno de los principios de la Ley divina, violó el pacto, tal y como lo afirma el profeta Oseas y en consecuencia el hombre perdió su santidad y pasó a tener una naturaleza pecaminosa.

¿Qué mandamiento de la Ley transgredieron Adán y Eva?

“Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. (Génesis 3:2-6. RVR 1960.)

En realidad, Adán y Eva transgredieron varios mandamientos de la Ley de Dios, en primer lugar Eva mintió al decir que el simple toque del fruto prohibido provocaría la muerte, Dios nunca había declarado que el tocar este fruto causaría la muerte del ser humano, con esta primera declaración Eva transgredió el mandamiento que ordena “No hablar falso testimonio”, luego el relato bíblico asegura que ellos llegaron a codiciar el fruto prohibido y este deseo pecaminoso de la codicia era una directa transgresión del mandamiento “No codiciarás”; pero el móvil de esta codicia revela otro mandamiento transgredido ya que su objetivo principal era el de “alcanzar la sabiduría” para llegar a ser “como Dios”, es decir, ellos al querer colocarse al mismo nivel de Dios cometieron idolatría y transgredieron el mandamiento que establece “No tener dioses ajenos”, finalmente al haber tomado un fruto que no les pertenecía y al haberlo comido, cometieron un robo, es decir infringieron también el mandamiento que dice “No robarás”.

La transgresión de Adán y Eva es tan grave, principalmente porque ocasionó que su naturaleza se volviera pecaminosa, el hombre ya no era naturalmente libre para elegir y hacer el bien, ahora una tendencia pecaminosa lo controlaba y debido a su corrupta y peligrosa naturaleza pecaminosa, se convirtió en un agente de maldad y destrucción que a partir de ahora estaría bajo el dominio de Satanás.

Por la grave condición a la cual cayó el hombre por su transgresión, su vida ya no iba a resultar una bendición, ni para sí mismo ni para el universo y perdió el derecho a seguir viviendo y por ello sobre Adán se determinó la pena de muerte, porque esta es la penalidad que debe recibir todo aquel que elige el camino del pecado, pues así está escrito:

“Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos 6:23)

La muerte es el precio adecuado con que se paga el pecado, no solo por el mal que causa sino también porque al poner un final a la vida del pecador, se evita que siga causando daño y así se garantiza el bienestar futuro del universo, este principio también es ratificado por el Profeta Ezequiel:

“He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá”. (Ezequiel 18:4)

Esta pena de muerte que pesa sobre todo pecador es irremisible, es decir es irrevocable, no puede ser revocada ni anulada, ya que toda violación de la Ley irremisiblemente debe ser castigada con la muerte, pues así lo revela la siguiente declaración bíblica:

Porque Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente”. (Marcos 7:10, RVR 1995)

Inmediatamente después de su transgresión, Adán perdió la naturaleza santa y su naturaleza se convirtió en pecaminosa y por esta razón su sentencia de muerte debía ejecutarse el mismo día en que cometió pecado, pues Dios mismo así lo había anticipado cuando le declaró textualmente que no debía comer del fruto prohibido, porque el día que de él comiera, ciertamente moriría, pues así está escrito:

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. (Génesis 2:16-17)

Tal y como lo exigía la justicia de la Ley y como el mismo Dios del universo así lo había decretado, Adán debía morir el mismo día de su transgresión y como ya lo leímos, esta sentencia de muerte era irremisible o irrevocable; sin embargo Dios tenía un infinito amor por el hombre y sentía una profunda compasión por su condición caída, por ello la Divinidad puso en marcha el plan para cumplir el doble propósito: el de rescatar a la humanidad de su condición caída y al mismo tiempo el de cumplir con la penalidad de la Ley, la cual exigía la muerte del pecador, para lograr estos objetivos, Cristo el Hijo de Dios, el Ser que era igual a Dios en divinidad, no se aferró a ello, sino que aceptó despojarse de su posición de jerarquía para tomar la naturaleza humana y expiar la culpabilidad de la humanidad mediante su muerte en la cruz, tal y como lo describe el libro de Filipenses:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:5-8)

“El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se llenó de compasión por la raza caída. Una infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podría ser redimido. La quebrantada ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo únicamente existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina es tan sagrada como el mismo Dios, solamente uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la ley, y colocarlo otra vez en armonía con el cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre y su Hijo. Cristo descendería a la profundidad de la desgracia para rescatar la raza caída”. (Patriarcas y Profetas, Pág. 44)

La Ley de Dios es eterna, perfecta e irrevocable y por ende toda transgresión de esta Ley generará siempre una sentencia de muerte irrevocable, por ello, el mismo día en que Adán pecó, la pena de muerte que pesaba sobre él, no se revocó, sino que fue transferida o cargada sobre Cristo, quien debía morir para pagar el rescate por la humanidad y así cumplir con la penalidad que pesaba sobre el transgresor de la Ley, a la muerte expiatoria de Cristo determinada en “el principio del mundo” y ejecutada en ocasión de su crucifixión, es a la que se refiere el Apóstol Juan:

“Y todos los que moran en la tierra le adoraron, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo”. (Apocalipsis 13:8 (RVA).)

El hombre caído es quien merecía morir para pagar las graves consecuencias de su transgresión de la Ley de Dios, sin embargo Cristo, el Ser Divino Sustentador, quien es “el principio” y origen de todo lo bueno, asumió la culpabilidad del hombre y sobre él fue transferida la sentencia de muerte y así se convirtió en “el primogénito de los muertos”, tal y como lo menciona el libro de Colosenses:

“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia”. (Colosenses 1:18)

En el mismo día en que Adán pecó, su sentencia de muerte fue transferida sobre Cristo, sin embargo dicha ejecución no podía aplicarse inmediatamente, esta pena de muerte solo podría ejecutarse sobre Cristo cuando él tomara la naturaleza humana y haya culminado su misión de herir mortalmente a Satanás en su cabeza, tal y como lo anunció la primera profecía mesiánica de la Biblia:

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. (Génesis 3:15)

Mediante la crucifixión de Cristo, la Serpiente Antigua heriría al Salvador en su calcañar, pero con ello Jesús pagaría el precio del rescate por la humanidad y al mismo tiempo heriría mortalmente a Satanás en su cabeza, ya que con su vida inmaculada y su muerte expiatoria, vencería finalmente al pecado y aseguraría la destrucción completa y definitiva de Satanás y todos sus secuaces.

Sin embargo, hasta que llegará el tiempo oportuno de la encarnación y muerte de Cristo, era necesario recordar a la humanidad todas las verdades relacionadas a la salvación y para cumplir este propósito, en el mismo día en que Adán cometió su transgresión, Dios instituyó el sistema de sacrificios de animales, mediante el cual se explicaba el proceso de transferencia del pecado y se prefiguraba el futuro sacrificio redentor del Hijo de Dios, pues así lo demuestra la primera muerte de animales que tuvo que ejecutar Adán y de los cuales se extrajo sus pieles para vestir a la pareja caída:

“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”. (Génesis 3:21)

“El sacrificio de animales fue ordenado por Dios para que sirviera a la humanidad como un recuerdo perpetuo, un penitente reconocimiento de su pecado y una confesión de su fe en el Redentor prometido. Tenía por objeto revelar a la raza caída la solemne verdad de que el pecado era lo que causaba la muerte. Para Adán el ofrecimiento del primer sacrificio fue una ceremonia muy dolorosa. Tuvo que alzar la mano para quitar una vida que solo Dios podía dar. Por primera vez iba a presenciar la muerte, y sabía que si hubiera sido obediente a Dios no la habrían conocido el hombre ni las bestias. Mientras mataba a la inocente víctima temblaba al pensar que su pecado haría derramar la sangre del Cordero inmaculado de Dios. Esta escena le dio un sentido más profundo y más claro de la enormidad de su transgresión, que nada sino la muerte del querido Hijo de Dios podía expiar. Y se admiró de la infinita bondad que daba semejante rescate para salvar a los culpables. Una estrella de esperanza iluminaba el tenebroso y horrible futuro, y lo libraba de una completa desesperación”. (Patriarcas y Profetas, Pág. 45)

Entonces se estableció un sistema que requería el sacrificio de animales, con el fin de mantener delante del hombre caído lo que la serpiente había hecho que Eva no creyera: que la paga de la desobediencia es la muerte. La transgresión de la ley de Dios hizo necesario que Cristo muriese como sacrificio, para así proporcionar al hombre una vía de escape de su castigo y al mismo tiempo preservar el honor de la ley de Dios. El sistema de sacrificios debía enseñar humildad al hombre, en vista de su condición caída, y conducirlo al arrepentimiento y a confiar sólo en Dios, por medio del Redentor prometido, para obtener el perdón por las pasadas transgresiones de su ley.(The Spirit of Prophecy 1:261, 262. {CES 23.5})

“La ley de Dios existía antes de la creación del hombre, o de lo contrario Adán no podría haber pecado. Después de la transgresión de Adán, los principios de la ley no fueron cambiados, sino que fueron definidamente ordenados y expresados para responder a las necesidades del hombre en su condición caída. Cristo, en consejo con su Padre, instituyó el sistema de ofrendas de sacrificio para que la muerte, en vez de recaer inmediatamente sobre el transgresor, fuera transferida a una víctima que prefiguraba la ofrenda, grande y perfecta, del Hijo de Dios”. Mensajes Selectos Tomo 1, Pág. 270.1)

Autor: Pablo Muñoz | Ecuador, 2019.

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