El Juicio Investigador y la Justificación por la fe: la experiencia de la salvación a la luz del juicio investigador escatológico

Revista Sefer Olam Feb 26, 2017
Juegos Cristianos

En la vida hay muchos eventos inesperados, en lo personal uno de ellos para mí fue el tener que ir a un tribunal a defenderme. Yo estaba seguro que tenía la verdad, y por ende la iba a decir. Esa seguridad fue tan palpable y real que cuando mi familia me preguntó cuál abogado quería, le respondí lo siguiente: No necesito abogado, tengo la verdad y la puedo decir por mí mismo, no necesito que otra persona diga por mí lo que yo puedo y sé decir. Obviamente mi familia no quedó conforme y tuve que más que convencerlos, persuadirlos y, al final lo hice y todo salió como anticipé. En la Palabra de Dios leemos lo siguiente:

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.[1]

Algunos han querido eliminar la palabra abogado de ese versículo, asumiendo que la palabra que se usa es παράκλητον. Sin embargo, unas de las razones por la cual me dediqué aprender griego y no hebreo, es por su rico significado en las palabras, pese a que el griego es más difícil que el hebreo con todas sus reglas gramaticales[2]; el hebreo es sencillo, las personas normalmente le tienen miedo por no reconocer sus caracteres. Al menos es lo que normalmente me dicen, además de que, la mayoría del mundo cristiano se basa en el Nuevo Testamento[3] y éste fue escrito en griego, fue otra razón más para dedicarle más tiempo al griego. La palabra παράκλητον tiene varios significados, el más conocido es consolador, pero además, aunque abogado es una definición moderna del siglo I, es tan válida como consolador.

A continuación voy a exponer en “mis palabras” lo que dice el Theological Dictionary of the New Testament[4]. La palabra paráklētos tiene un sentido de “ayudante en la corte” (aunque no un abogado o asesor profesional). Continuando, la palabra se presenta como un problema lingüístico. Los rabinos usan la palabra paráklētos como un defensor ante Dios. Philo[5] también emplea paráklētos como un defensor. Los que hablan en nombre de las personas acusadas son paráklētoi ante Dios. Eusebio en Historia Eclesiástica 5.1.10 menciona un Epagathos, quien es el paráklētos de los hermanos perseguidos por el gobernador. En general, entonces, paráklētos significa un ayudante en el tribunal que podía hablar en nombre de los acusados. En la primera epístola de Juan 2:1 Cristo como paráklētos es claramente el “abogado “que representa al creyente que peca en la corte del Padre. En la iglesia primitiva los padres griegos llevan a Jesús a ser un paráklētos en el sentido de “abogado”. La idea cristiana de un paracleto escatológico se remonta a Jesús mismo. Ahora, el diccionario presenta algo interesante, es interesante pero no nuevo. El Espíritu, completando la obra de Jesús, lleva a los discípulos a toda la verdad (Juan 14:26), da testimonio de Jesús (15:26), y convence al mundo de pecado, justicia y juicio (16:8). Algo interesante que deja entrever el estudio de la palabra en discusión en el diccionario es que la obra del Espíritu Santo se limita solo a la tierra, la de Jesús no. Por tal razón, la palabra se inclina más en 1 Juan 2:1 a intercesor que consolador. El diccionario termina con la siguiente declaración (traducción exacta de su versión en español): “Si queremos evitar ‘Paráclito’, la idea básica es la de ‘Abogado’; pero la noción más general de ‘Apoyador’ o ‘Auxiliador’ es quizás la mejor traducción.” Como escribí desde el principio, quizás la mejor traducción no sea abogado, sin embargo, esto no quiere decir que no se aplique, entendiendo más bien que es por lo nuevo del concepto, abogado. No creo que haya ninguna diferencia entre abogado y ayudador en la corte.

¿Qué es la Salvación? la Salvación, en mi opinión, es devolver la imagen de Dios en el hombre, que éste pueda reflejar el carácter de Dios, para ello vino Cristo[6], sin embargo, antes de esa conversión, santificación que es diaria, debemos reconocer nuestra condición y entonces aceptar el sacrificio de Cristo –el perdón de Dios a través de Cristo- como el único medio posible y provisto para nuestra salvación. En la Biblia leemos: “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.”[7]

La Hna. White escribió:

“La justicia demanda que el pecador sea no solamente perdonado sino [que] la penalidad de la muerte debe ser ejecutada. Dios en el don de su Hijo unigénito, encontró ambos requerimientos. Al morir en lugar del hombre, Cristo agotó la penalidad y proveyó el perdón.” Juan escribió: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”[8] En Romanos 5:10 Pablo nos dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.”[9]

Hay algo muy notable en esos pocos versículos, y sí, sabemos que hay muchos más versículos que hablan de lo mismo pero, por cuestión de espacio me limitare a esos. Lo notable y lo central es: Cristo. Cristo es el centro de la salvación, nosotros somos el propósito, la causa del efecto, que fue el pecado. Cristo es el centro aún de la Creación[10], del sábado[11], en otras palabras, sin Cristo, no hay Salvación, no hay Evangelio.

“La justificación en primera y última instancia es la parte de un proceso que define la posición del hombre delante de Dios. ¿Es una persona justa o culpable ante el Juez divino?”[12]

Definitivamente sabemos que delante de Dios somos culpables, aún siendo cristianos haciendo buenas obras, nuestras justicias son como trapo de inmundicia[13]. Nosotros no podemos limpiarnos de nuestros pecados[14], en definitiva, necesitamos de Cristo, cuando Dios nos mira a través de Cristo, todas nuestras manchas del pecado desaparecen, solo la sangre de Cristo nos limpia del pecado. Esto quiere decir también que, Cristo es nuestra justicia. Debemos ser rociados con la sangre de Cristo[15].

La justificación no significa hacernos justos, sino, más bien, declararnos justos. Dios, siendo un juez justo, nos declara justos, por más pecadores que llegamos a ser; sin embargo, no nos declara justos por nuestras buenas obras que llegamos a hacer para lograr adquirir nuestra salvación, no y no. Nos declara justos a través de la fe en Jesús, de nuestra relación con Cristo. Nuestra justificación delante de los ojos de Dios depende directamente de la fe que tenemos en el hijo de Dios, Cristo Jesús[16]. En Romanos 3:28 Pablo concluye esa idea de la siguiente manera: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” Mirando a mi alrededor al pueblo adventista en estos tiempos es que, llego a comprender cómo y por qué la mayoría rechazó el mensaje de la justificación por la fe que Dios envió a través de los pastores E.J. Waggoner, y A.T. Jones. Queremos ser salvos, de eso no hay ninguna duda, y el deseo de ser salvos es tan grande que llegamos a creer y peor aún, a vivir como si pudiéramos comprar nuestra salvación. La victoria que obtuvo Jesús al vivir en éste mundo, no fue gracias a sus obras, sino a su fe; sin la fe que tenia, él no podría haber hecho las obras que hizo. Por eso creo que nuestras obras son el fruto de nuestra fe. La victoria que obtuvo Cristo ante Satanás, fue el fruto de su fe, y de la misma manera nuestra fe puede dar el fruto de nuestra salvación. No una fe puesta en mis obras, en lo que tengo, en mi cargo en la iglesia, no, sino sólo en Jesús[17]. El medio que hace efectiva la justificación del hombre, es a través de la fe[18] en Cristo, no hay otro medio, ni las obras, indulgencias, riquezas o tiempo militando en el cristianismo.

La sangre es el principio vital, y es eficaz para la expiación. La sangre de Cristo echa a un lado todos los demás planes para el perdón. Es a través de la fe que esa eficacia del sacrificio de Cristo en la cruz nos es otorgada. Hay una cita maravillosa de la Sra. Ellen White, donde ella escribió: “La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra idoneidad para el cielo”[19]. Sólo mediante la justificación por la fe en Cristo es que llegamos a ser considerados por Dios. Es mediante la fe que podemos obtener el perdón de Dios por medio de nuestro Sumo Sacerdote que está intercediendo por nosotros en el Santuario Celestial[20].

Para meditar

Cristo es la realidad, el anti-tipo del ministerio que se realizaba en el santuario terrenal. Cristo era prefigurado por el cordero; Juan lo llamó el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo[21]. El ministerio de Cristo es superior al ministerio terrenal que apuntaba a él. Veamos: Él es mejor sacerdote que Aarón (Hebreos 7:28; 8:1); actúa en un santuario mejor (8:2, 5); ofrece algo mejor (8:3); es mediador de un pacto mejor (8:6); su obra reposa sobre mejores promesas (8:6); por ello ha obtenido un mejor ministerio (8:6).

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.[22]

Tenemos un sumo sacerdote que está a la diestra de Dios, uno que ha caminado mucho antes que nosotros el camino que estamos pasando y que se compadece de nosotros. ¿Cómo no nos acercaremos a él mediante la fe para el perdón de nuestros pecados? La salvación ya fue pagada con sangre, con la sangre de Cristo. A nosotros nos toca aceptarla, y la fe si no es el primer paso[23] para ello, es el segundo. La Palabra de Dios dice que el justo vivirá por la fe[24]. La pregunta para finalizar mi tema es: ¿realmente vivimos por la fe? ¿Sabemos qué es, entendemos esa pequeña frase? Mis amados, el Señor nos ayude a desarrollar una fe tal que, aunque él nos matare, en él seguiremos esperando.[25]

Que como el apóstol digamos y vivamos lo siguiente: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.”[26]

Referencias


  1. 1 Juan 2:1 ↩︎

  2. Es mi humilde opinión. ↩︎

  3. A veces me pregunto y he preguntado, ¿por qué no eliminan el Antiguo Testamento? Ya que en las discusiones eso es lo que dejan al pensamiento de uno, no te lo dicen directamente pero, no es necesario. Pasó de moda o solo era para los judíos y claro, para los del viejo pacto, como si Dios cambiara para ellos. [Hebreos 13:8] ↩︎

  4. Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich, and Geoffrey William Bromiley, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 1985), 782–784. ↩︎

  5. http://en.wikipedia.org/wiki/Philo ↩︎

  6. Colosenses 1:15 ↩︎

  7. Hebreos 9:22 ↩︎

  8. Juan 1:29 ↩︎

  9. Romanos 5:10; Colosenses 1:14 ↩︎

  10. Colosenses 1:16 ↩︎

  11. Marcos 2:28 ↩︎

  12. Fargiveness and Reconciliation, 2ª ed. (Londres: Macmillan, 1948), p. 68. ↩︎

  13. Isaías 64:6 ↩︎

  14. Jeremías 2:22 ↩︎

  15. 1 Pedro 2:1 ↩︎

  16. Lee Romanos 3:21-28 ↩︎

  17. Hebreos 12:2 ↩︎

  18. Romanos 5: 1; 3: 25; Gálatas 2: 16, 20; Filipenses 3: 9. ↩︎

  19. Review and Herald, 4 de junio de 1895 ↩︎

  20. Hebreos 8:1, 2 ↩︎

  21. Juan 1:29 ↩︎

  22. Hebreos 4.14–16 ↩︎

  23. Aceptar nuestra condición pecaminosa, reconocer que necesitamos de un Salvador, sería el primer paso. ↩︎

  24. Romanos 1:17 ↩︎

  25. Job 13:15 ↩︎

  26. Gálatas 6:14 ↩︎

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Galvin Misael

Estudió Teología, Historia y Piano