El evangelio en el libro de la reina Ester
El libro bíblico de Ester ha atraído un interés continuo a lo largo de los siglos. Y sigue siendo fundamental para la liturgia de las festividades judías en la actualidad. Muchos teólogos cristianos también aprecian su progreso histórico en el canon, una señal de su centralidad e importancia en la historia de la salvación.
La narración sugiere que el escritor tenía la intención de registrar la historia real. No hay indicadores de ficción en el texto. El autor incluyó fechas y listas de nombres, además posee un detallado conocimiento del Imperio Persa y el idioma. La historia también demuestra creatividad literaria, que es evidente ya sea que se lea el texto superficialmente o con más escrutinio. Es más, las cualidades estéticas no tienen por qué dejar de lado la verdad de un registro histórico. Pueden soportar el peso de la verdad histórica y, de hecho, incluso resaltarla.
Primero, una breve reseña histórica:
● Ciro el Grande (545-530 a.C.) fue responsable de extender las fronteras del imperio. Aunque sus avances militares fueron bastante decisivos, incluso despiadados, trató a las personas dentro de su imperio con respeto, viéndose a sí mismo como su libertador más que como un tirano.
● Le siguió Cambises II (530-522 a.C.), quien pasó gran parte de su tiempo expandiendo el imperio en Egipto.
● Darío (522-486 a.C.) consolidó el poder del imperio a pesar de las luchas internas por el poder. También fue responsable del complejo del palacio en Susa (la antigua capital de Elam, actual Irán).
● Jerjes (también llamado Asuero, 486-465 a. C.), en cuyo reinado vivió Ester, había perdido batallas con los griegos en una época en que la cultura griega floreció en Atenas a través de Sócrates, Pericles y Pitágoras.
Herodoto, el historiador griego, escribió sobre la historia persa durante este período en sus Historias de las Guerras Persas (499-449 a.C.). Describió a Jerjes como alto y guapo, también como un gobernante y guerrero ambicioso. Aproximadamente un tercio de sus escritos tratan sobre el reinado de Jerjes. Ester vivió durante este tiempo, junto con un grupo de judíos a los que anteriormente se les había permitido regresar a Jerusalén, pero que permanecían en el Imperio Persa. Su situación no era necesariamente tranquila. Algunos judíos habían ganado prominencia, como Daniel, Esdras, Nehemías y Mardoqueo, aunque cualquier acción subversiva de las minorías étnicas fue tratada sin piedad. Mardoqueo y Ester, los dos personajes judíos principales del libro bíblico de Ester, vivieron así en una tierra extranjera bajo el gobierno del rey Asuero.
El libro de Ester no menciona explícitamente la religión, el culto o a Dios, aunque trata implícitamente un tema importante del Antiguo Testamento sobre la liberación divina, que en ese momento los judíos no merecían. El período de tiempo de la narración lo establece como uno de los últimos libros históricos del Antiguo Testamento. La historia de la salvación desde Génesis 12 hasta los últimos años del Imperio Persa incluye durante su última parte un relato de una reina que demostró su disposición de dar su vida por su pueblo, una vida que alguna manera tipifica proféticamente a la de Jesús mismo. Ella puede ser vista como un tipo de Jesús el Libertador que provoca un cambio en los condenados a muerte, dispuestos a exponer su identidad étnica para salvar a su pueblo. Estos diversos detalles sustentan el significado teológico de la narración.
Curiosamente, aunque no se menciona explícitamente a Dios, el número siete, un número bíblico de integridad y perfección, es frecuente en el relato:
● Asuero realiza un segundo banquete que dura siete días para la gente de Susa, “desde el mayor hasta el menor” (1:5, RVC).
● En el séptimo día, el rey manda a siete eunucos (v. 10) y toma el consejo de sus siete nobles (v. 14);
● A Ester se le asignaron siete sirvientas (2:9), que fueron llevadas a Jerjes en el séptimo año de su reinado (v. 16).
Y luego, en “el tercer día” (5:1) el relato narrativo se centra en Ester.
Capítulo 1: El entorno
El Libro de Ester comienza con una impresionante descripción de la enorme extensión del reino del rey con una lista larga y sólida de sustantivos, lo que indica que no era un mero jefe de tribu local. Gobernó 127 provincias desde la India hasta Etiopía; comandó varios rangos de “príncipes”, “cortesanos” y “gobernadores” (1:1-3) y la descripción de su riqueza casi inconmensurable, la resplandeciente “magnificencia de su poder” (v. 4), incluye listas de telas preciosas y piedras exóticas (vs. 6).
Sus enormes recursos le permitieron albergar un “banquete” de 180 días para lucirse ante “sus príncipes y cortesanos, en el que estuvieron presentes los personajes más poderosos de Persia y de Media, y también gobernadores y príncipes de provincias” (v. 3). Siguieron siete días más de banquetes “todo su pueblo. Lo ofreció para todos, desde el mayor hasta el menor, en el patio del huerto del palacio real” (v. 5). Estos dos banquetes son solo el comienzo de varios otros banquetes que seguirán en el Libro de Ester.
Durante el banquete, la reina Vasti rechazó la orden del rey de presentarse en el banquete ante los borrachos invitados, habiendo notado el narrador que las bebidas estaban bien provistas: “Se dio a beber mucho vino real en vasos de oro, diferentes unos de otros, de acuerdo con la generosidad del rey (v. 7).
El narrador señala que la negativa de Vasti enfureció al rey: “Pero la reina Vasti desobedeció la orden que le fue enviada por medio de los eunucos, y no quiso presentarse ante el rey. Entonces el rey se enojó mucho, y se encendió en ira” (v. 12). Como hará a lo largo de la narración, el rey buscó consejo sobre qué hacer: “El rey consultó a los sabios… entre ellos estaban Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, siete príncipes de Persia y de Media que podían presentarse ante el rey y sentarse entre los principales del reino. Les preguntó qué se podía hacer con la reina Vasti según la ley, ya que no había acatado la orden que él le envió por medio de los eunucos” (vv. 13-15).
Los consejeros del rey interpretaron la negativa de Vasti como un acto deliberado de rebelión y asumieron que causaría una situación ominosa para todos los maridos en todo el reino: “Memucán dijo delante del rey y de los príncipes: ‘La reina Vasti ha ofendido no solamente al rey Asuero, sino a todos los príncipes y pueblos y provincias del reino. Lo que ha hecho la reina llegará a oídos de todas las mujeres, y ellas van a tener en poca estima a sus maridos, pues dirán: «El rey Asuero ordenó a la reina Vasti que se presentara ante él, y ella no fue». Y entonces las señoras de Persia y de Media que sepan lo que hizo la reina, lo dirán a todos los príncipes del rey; y habrá mucho menosprecio y enojo. Si al rey le parece bien, que se dicte un decreto real de parte de Su Majestad, y que éste se inscriba en las leyes de Persia y de Media, para que no sea quebrantado. Que Vasti no vuelva a presentarse ante el rey Asuero, y que el rey declare reina a otra que sea mejor que ella. Que el decreto que dicte Su Majestad sea pregonado en todo su reino (aunque es grande), y que todas las mujeres honren a sus maridos, desde el mayor hasta el menor’” (vv. 16-20)
Este consejo “agradó al rey” (v. 21), quien ordenó que se proclamara “a todas las provincias del reino, en la escritura de cada provincia y en el idioma de cada pueblo” (v. 22), como se haría más tarde con otro anuncio imperial urgente.
Capítulo 2: La búsqueda del reemplazo de Vasti
Cuando la ira del rey disminuyó, tal vez después de que volvió a estar sobrio, “se acordó de Vasti y de lo que ella había hecho, y de la sentencia en su contra” (2:1). Sus consejeros estaban nuevamente dispuestos a ayudar: “Los criados del rey, sus cortesanos, dijeron: ‘Que se busquen para el rey jóvenes vírgenes y de hermosa figura. Que en todas las provincias del reino haya quienes seleccionen a estas jóvenes. Que éstas sean llevadas a la casa de las mujeres, en la residencia real de Susa, y puestas al cuidado de Jegay, eunuco del rey y guardián de las mujeres. Que les den sus atavíos, y que reine en lugar de Vasti la doncella que a los ojos del rey resulte agraciada’” (vv. 2-4).
En este punto de la narración, se presentan a Ester y su padre adoptivo. Mardoqueo, de la tribu de Benjamín y la familia de Saúl, había adoptado a Ester (la hija de su tío) porque sus padres habían muerto. Mientras tanto, los oficiales del rey cumplieron con prontitud el decreto real:
“Cuando se divulgó el mandamiento y decreto del rey, se reunió a muchas doncellas en la residencia real de Susa, que estaba a cargo de Jegay, el guardián de las mujeres. También Ester fue llevada a la casa del rey, y quedó al cuidado de Jegay” (v. 8).[1]
Que Ester “fue llevada” indica la naturaleza involuntaria de su situación, lo cual explica las acciones de Mardoqueo: “Y cada día Mardoqueo se paseaba frente al patio de la casa reservada a las mujeres, para saber cómo se encontraba Ester, y cómo la trataban” (v. 11). Su padre adoptivo también la instó a no revelar su identidad étnica (v. 10), sugiriendo que los sentimientos persas hacia los judíos no eran del todo positivos.
Ahora secuestrada en el palacio del rey, Ester se ganó el favor del guardián de las mujeres, Jegay, quien generosamente le proporcionó preparaciones extra de belleza y siete sirvientas. Después de un año de preparación, llegó el momento de que Ester fuera llevada ante el rey. Ella “se ganaba el favor de todos los que la veían” (v. 15), lo cual pronto incluyó al rey mismo, porque “se ganó el favor y la benevolencia del rey por encima de las otras doncellas, y éste amó a Ester más que a todas ellas, así que puso en su cabeza la corona real y la proclamó reina en lugar de Vasti” (v. 17).
Se organizó otro banquete, esta vez para celebrar a Ester. “Luego el rey ofreció un gran banquete a todos sus príncipes y siervos en honor de Ester, y además disminuyó tributos a las provincias y les otorgó beneficios, como corresponde a un rey” (v. 18). Y luego ocurrió una situación siniestra que involucró a Mardoqueo, que posteriormente resultará de vital importancia tanto para él como para Ester: “Por esos días Bigtán y Teres, que eran eunucos del rey y guardianes de la puerta, se enojaron contra el rey Asuero y comenzaron a hacer planes contra él. Como Mardoqueo estaba sentado a la puerta del rey, se enteró de esos planes y se lo hizo saber a la reina Ester. Ella, a su vez, le comunicó al rey lo que Mardoqueo le había dicho. Al investigarse el asunto y encontrarse que era cierto, los dos eunucos fueron mandados a la horca. Y el caso quedó registrado en el libro de las crónicas del rey” (vv. 21-23).
Que Mardoqueo se sentará “a la puerta del rey” significa que estaba en una posición importante, porque las puertas del rey en ese momento eran los principales centros de comercio y procedimientos legales. El acto de Mardoqueo que salvó la vida del rey se registró en (literalmente) “el libro de las crónicas”. Esto también resultará significativo posteriormente.
Capítulo 3: Se emite el edicto de genocidio
El narrador ahora menciona el ascenso de Amán al poder: “Después de estos sucesos, el rey Asuero encumbró a Amán hijo de Hamedata el agagueo, y para honrarlo le permitió ocupar un lugar más elevado que el de todos los príncipes que lo acompañaban. Todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque el rey así lo había ordenado; pero Mardoqueo no hacía nada de esto” (3:1-2).
El avance de Amán en la corte persa es una fuente de orgullo para él, pero se ve empañado porque Mardoqueo no se inclina ante él. Algunos de los sirvientes del rey instaron a Mardoqueo a que cumpliera con la directiva real, pero él explicó que era judío, la primera referencia a su origen étnico en la narración.
Cuando Amán se enteró de esto, su odio no conoció límites y decidió “destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, es decir, al pueblo de Mardoqueo” (v. 6), persuadiendo al monarca de que la seguridad del reino estaba amenazada. por ellos: “hay en tu reino un pueblo que se ha esparcido y distribuido entre todos tus pueblos y provincias. Sus leyes son diferentes a las de todo pueblo, y no acatan las leyes del rey. En nada se beneficia el rey con dejarlos vivir” (v. 8).
Amán también tenía una solución preparada para la situación: “Si al rey le parece bien, emita un decreto que autorice su destrucción. De mi parte, yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan el tesoro, para que los ingresen a los tesoros del rey” (v. 9).
Una cantidad tan enorme de plata sugiere la espantosa extensión del odio de Amán. El rey inmediatamente da su aprobación oficial al darle su anillo de sello a Amán: “hijo de Hamedata el agagueo, que era enemigo de los judíos” (v. 10). La genealogía de Amán se repite y contribuye a comprender la narrativa. Asuero le asegura a Amán: “Puedes quedarte con la plata que me ofreces. Y con ese pueblo, puedes hacer lo que mejor te parezca” (v. 11).
El día en que se emite la orden real genocida (v. 12) es significativo, porque también es el día antes de la Pascua (Éxodo 12:6; Levítico 23:5), la fiesta que celebra la antigua salvación de los judíos. sobre sus opresores egipcios. Quizás Amán conocía esta historia antigua y estaba decidido a revertir esa victoria.
Sin embargo, su cálculo resultaría ser un error drástico debido a un cambio dramático que ocurriría en el futuro. Pues otra redención providencial terminaría estando vinculada con la fecha de la Pascua, que nuevamente ocurrirá precisamente cuando se esperaba el genocidio, como se verá en el capítulo 9.
El lenguaje de este edicto real contra los judíos (3:22) es similar al del primero que degrada a Vasti. Las estipulaciones de ese edicto podrían haber sido difíciles de seguir y hacer cumplir en todo el vasto imperio de Persia. Sin embargo, el segundo es terriblemente familiar para los lectores en una era posterior al Holocausto, ya que exige un genocidio a gran escala: la aniquilación de todo un grupo étnico dondequiera que estuvieran en todo el imperio. Y es aterrador para los judíos persas:
“Las cartas enviadas por medio de correos a todas las provincias del rey ordenaban destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y de apoderarse de sus bienes. Todo esto debía hacerse en el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar. Una copia del escrito entregado por decreto a cada provincia fue publicada en todos los pueblos” (v. 13-14).
Asuero acepta plenamente el pedido de su primer ministro para destruir a todos los judíos de su imperio, sin piedad ni compasión. Aparentemente, el rey ni siquiera le pregunta a Amán sobre quiénes son las personas condenadas, lo que no representa al rey de una manera positiva. La caracterización de Amán no es mejor —porque el decreto maligno está redactado según “todo lo que les mandó Amán lo escribieron a los sátrapas del rey, a los capitanes que gobernaban cada provincia y a los príncipes de cada pueblo. El escrito se hizo a nombre del rey Asuero, en la escritura y la lengua de cada provincia y cada pueblo, y fue sellado con el anillo real” (v. 12).
La redacción del versículo transmite un sentido de acción intensa, que consta de cuatro cláusulas cortas y, atípicamente para el hebreo bíblico, cada una comienza con un sustantivo seguido de un verbo en perfecto: “El edicto fue dado en Susa capital del reino, y por mandato del rey los correos salieron con toda rapidez. Y mientras el rey y Amán se sentaron a beber, en la ciudad de Susa reinaba el desconcierto” (v. 15). La ciudad de Susa estaba en confusión, con los judíos forzados a contemplar lo que debió parecer un destino inevitable.
El rey y Amán se sentaron tranquilamente a tomar algo, en contraste con la "confusión" que estaba ocurriendo fuera del recinto fortificado. La bebida contribuyó nuevamente a un comportamiento despiadado, lo que también enfatiza su insensatez. Esto nos recuerda a los hermanos de José antes de sentarse a comer justo después de arrojar a José a un pozo del que nunca esperaron que saliera vivo (Gén. 37:25).
Los enemigos de los judíos no incluían necesariamente a todos los oficiales provinciales, sátrapas u otros oficiales reales. Es más probable que la enemistad provenga de cierto grupo de oficiales imperiales (9:1-4). El narrador no presenta al pueblo de Persia como antijudío en general. Los judíos tampoco eran una población negativa, como quiso dar a entender Amán. Pero los comentarios anteriores de Mardoqueo sugieren que había odio y animosidad por parte de algunos de los ciudadanos, incluido Amán.
Capítulo 4: Intercesión con el Rey
El capítulo 4 se desplaza de las acciones letales en la corte a la reacción desesperada de Mardoqueo en estado de duelo: rasgarse la ropa, ponerse cilicio, arrojarse cenizas y llorar públicamente (4:1). Los judíos de todo el imperio hicieron lo mismo (v. 3).
Mardoqueo, en el centro mismo de la conspiración mortal, conocía la situación y reacionó a ella. La reina aparentemente no estaba al tanto del edicto al principio. Por ley, no podía acudir al rey sin invitación, por lo que no estaba al tanto de lo que había sucedido. Pero sus sirvientes le informaron lo que estaba haciendo Mardoqueo (v. 5). Ester envió al eunuco real Hatac para que le entregara ropa a Mardoqueo para reemplazar el cilicio que llevaba en la plaza de la ciudad y averiguar lo que había sucedido: “Mardoqueo lo puso al tanto de todo lo que le había acontecido, y de la plata que Amán había prometido entregar a los tesoros del rey, a cambio de la destrucción de los judíos” (v. 7).
También le dio al eunuco una copia escrita del decreto que ordenaba la destrucción de los judíos para mostrárselo a Ester, de modo que ella pudiera “presentarse ante el rey para suplicarle e interceder por su pueblo” (v. 8). Ester respondió describiendo la situación peligrosa que esto causaría: “Todos los siervos del rey, y los que viven en sus provincias, saben que hay una sola ley para cualquiera que, sin ser llamado por el rey, entre en el patio interior para verlo, y esa ley es la muerte. Sólo se salvará si el rey extiende hacia él o ella su cetro de oro. ¡Pero en estos treinta días yo no he sido llamada para ver al rey!” (v. 11).
El padre adoptivo de Ester responde explicando las circunstancias desesperadas que enfrentan los judíos: “No creas que tu vida está a salvo en la casa del rey, más que la de cualquier otro judío. Si ahora callas por completo, de alguna otra parte nos vendrá respiro y liberación a los judíos, pero tú y tu familia paterna morirán. ¿Quién sabe si has llegado al reino para un momento así?” (vv. 13-14).
La respuesta de Mardoqueo implica su fe en Dios: “vendrá liberación” - no “podría venir”, sino “vendrá”. Su “'quién sabe'” también indica su esperanza de que Dios pueda volver a librar su pueblo de la destrucción esperada, como lo había hecho en el pasado (como en el Éxodo, 2 Samuel 12:22; Joel 2: 12-17, etc.).
Además, la mención de “otro lugar” del cual “surgirá alivio y liberación para los judíos” sugiere que Mardoqueo también percibió que el asombroso ascenso de Ester a la realeza podría haber sido parte del plan providencial para la salvación judía. Su respuesta a Mardoqueo revela su carácter valiente: “Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunen por mí noche y día; no coman ni beban nada durante tres días, que mis doncellas y yo ayunaremos también. Después de eso me presentaré ante el rey, aun cuando eso vaya contra la ley. Y si tengo que morir, ¡pues moriré!” (v. 16)
Ester no confía en su encanto y belleza, que originalmente habían atraído al rey. Sus palabras finales, “si tengo que morir, ¡pues moriré!” revelan su disposición a morir, ya sea por el decreto de Amán o por el edicto del rey si él no le extiende su cetro.
Ester ahora se convierte en la persona fundamental ante la urgencia que amenaza a su gente. No podía haber sido desconocido para ella que la reina anterior había sido desterrada porque no se presentó ante el rey cuando la convocaron. Sin embargo, Esther decide arriesgarse a aparecer ante él sin ser convocada.
Note el contraste: después de emitir el decreto mortal, el rey se sienta a beber mientras que Ester ayuna. Amán cree que controla el destino de los judíos, pero Ester está dispuesta a enfrentarse a la muerte, dispuesta a morir por su pueblo si es necesario.
El capítulo 4 comienza con el duelo de Mardoqueo (vv. 1-2). Luego se une a él toda la comunidad judía en una actividad ritual similar (v. 3), el capítulo concluye con Ester decidiendo arriesgar su vida.
Ester había escuchado anteriormente el consejo de Mardoqueo (2:10, 20). Ahora él sigue las instrucciones de ella, transmitiéndolas a la comunidad judía: “Entonces Mardoqueo fue e hizo todo lo que Ester le mandó hacer” (v. 17). Ester ahora se enfrentaba al peligro de ganarse el favor, a veces errático, del rey.
Capítulo 5: Ester se acerca al rey
Este capítulo comienza transmitiendo la magnitud de la situación que enfrenta Ester al usar la raíz de la palabra “rey” varias veces, junto con la mención del “tercer día”: “Al tercer día, Ester se puso su vestido real y entró en el patio interior de la casa del rey, justamente frente al aposento real. Allí, en el aposento real, estaba el rey sentado en su trono” (5:1; cursiva añadida).
El momento de esta ocasión es significativo: (1) La acción de Ester ocurre en “el tercer día”, a menudo un momento decisivo en la historia bíblica; (2) La intercesión de Ester también ocurre inmediatamente después de la emisión del decreto genocida el 13 del primer mes (2:12), lo que significa que se acercó a Asuero durante la Pascua (Levítico 23: 5-6), una fecha muy auspiciosa para los judíos. También observe el paralelo de Ester 5:2 con Éxodo 12:36, donde se relata que el Señor hizo que los judíos se ganaran el favor de los egipcios, mientras que en este caso se trata de los persas.
Curiosamente, Ester se acerca al rey con su túnica real, lo que podría resaltar su estatus. Con razón teme que la reacción del rey a su aparición inesperada pueda ser letal (4:11). Sin embargo, ella gana su gracia (5:2), tal como lo había ganado en la búsqueda anterior de una nueva reina (2:17). De hecho, el favor hacia ella estaba muy extendido en ese entonces e incluía el del guardián del harén, Jegay (2:9).
Podría parecer que al acercarse al rey espontáneamente, Ester estaba desafiando el protocolo de la corte (4:11) y por lo tanto repitiendo la desobediencia de Vasti (1:12), y confirmando la acusación de Amán de que los judíos eran insubordinados (3:8). Sin embargo, la descripción de su entrada y dónde se encontraba (5:1-2) deja en claro que Ester solo se acercó humildemente a la presencia del rey en el patio y esperó su invitación, esperando que él la invitara a acercarse al trono.
Con la aceptación del rey, Ester establece la siguiente serie de eventos invitando al rey y a Amán a un banquete que prepararía para ellos ese día.
Más tarde, en esa comida, Ester responde al segundo pedido del rey sobre lo que quiere, invitando al rey y a Amán a otro banquete (5:7). Esto no tiene por qué indicar que Ester perdió los nervios cuando finalmente estuvo en posición de señalar con el dedo a Amán. Más bien, su estrategia genera suspenso, ya que Ester le dijo al rey que al día siguiente, en el segundo banquete, “haré lo que el rey ha ordenado” (v. 8). En lugar de acusar a Amán en su primera oportunidad, las invitaciones a dos banquetes separados aumentan la intriga. O tal vez espera que Amán cambie de rumbo. Al parecer honrar a Amán, oculta la situación real, porque él regresa a casa lleno de júbilo por sus invitaciones a cenar dos veces con la pareja real.
Sin embargo, de camino a casa, el placer de Amán se ve dramáticamente empañado al ver a Mardoqueo: “Ese día Amán salió contento y rebosante de alegría; pero cuando vio que Mardoqueo estaba a la puerta del palacio del rey, y que no se levantaba ni se movía de su lugar, se llenó de ira contra él. Sin embargo, contuvo su enojo y se fue a su casa; allí mandó llamar a sus amigos y a Zeres, su mujer, y les habló de sus muchas riquezas y de sus muchos hijos, y de todo aquello con que el rey le había engrandecido y honrado por encima de los príncipes y siervos del rey. Y añadió: ‘Incluso la reina Ester no invitó a nadie más al banquete que ella había preparado para el rey, sino sólo a mí; y también me ha invitado para el banquete de mañana con el rey’” (vv. 9-12).
Todo el gozo de Amán se vuelve amargo, incluso se vuelve rabia, debido a una sola persona. Simplemente no puede ser feliz, ni reprimir su ira, cuando Mardoqueo se niega a rendirle homenaje (v. 9). En solo dos versos (11-12), el narrador presenta a un hombre turbulento y amargado.
Su alegría y gozo ante la invitación al segundo banquete resultará de corta duración. La expresión “contento” ya ocurrió una vez antes, describiendo el estado de ánimo del rey cuando da la orden fatídica de llevar a Vasti al banquete (1:10-11). El uso de esta rara expresión en estos dos contextos sugiere que Amán y el rey tienen caracteres similares, y que la alegría de Amán será de corta duración.
A la luz de lo que sucederá, también es irónico que Amán se jacte ante sus amigos y su esposa acerca de su gran éxito, su elevado estatus y “la multitud de sus hijos” (5:11). Después de expresar su frustración por Mardoqueo en casa, su esposa le dice qué hacer. Esto es irónico a la luz de que uno de los sabios del rey decretara solemne e irrevocablemente que cada hombre será “señor en su propia casa” (1:22).
Aunque ha surgido un conflicto entre dos hombres, Mardoqueo y Amán, ahora son dos mujeres, Ester y Zeres, quienes determinan lo que sucede. El narrador no menciona el propósito de Ester al solicitar un segundo banquete. Pero el lector pronto se dará cuenta de que Dios lo usó, junto con una situación preparada para el servicio leal de Mardoqueo al rey, para llamar la atención del monarca.
Capítulo 6: Punto de inflexión narrativo
El capítulo cuatro marca un giro en la narrativa de Esther. Pero el capítulo 6 es el punto de inflexión de toda la narrativa, ya que contiene una serie de coincidencias que pueden hacer que los lectores más exigentes se pregunten: ¿Qué está pasando? ¡Quién está detrás de todo esto?
El capítulo comienza con la misteriosa incapacidad del rey para dormir (6:1). Anteriormente, los reyes de Babilonia que no podían dormir estaban a punto de ser sorprendidos por Dios (Dan. 2:1; 6:18). El insomnio de este rey vuelve a ser uno de los elementos providenciales de esta narrativa, todos los cuales contribuyen a la teología del Libro de Ester:
• Que Asuero no pudo dormir una noche no sería importante excepto por la coincidencia de que al pedir que le leyeran los registros reales logra que se le recuerde que Mardoqueo salvó su vida.
• Difícilmente valdría la pena mencionar que el rey pidió consejo sobre cómo recompensar a su leal cortesano (6:3), excepto que Amán, en otro coincidencia estratégica, está entrando justo en ese momento (v. 4). El momento es asombroso y establece el drama de los versículos 10 y 11, el punto de inflexión culminante de toda la narración.
Cuando el rey se entera de que la lealtad de Mardoqueo no ha sido recompensada, pregunta: “¿Qué honra o qué distinción se le hizo a Mardoqueo por este servicio?” (v. 3). Cuando le hace la pregunta a Amán, no solo omite el nombre de Mardoqueo, sino también cualquier mención de ascenso, solo pregunta: “¿Qué debe hacerse con el hombre a quien el rey desea honrar?” (v. 6). Si hubiera mencionado un ascenso, podría inferirse razonablemente que no estaba hablando de Amán porque él ya había sido ascendido por encima de todos los demás funcionarios del imperio (3:1; 5:11). Sin embargo, Amán aparentemente no puede imaginar que el rey quisiera honrar a nadie más que a él.
La extravagante sugerencia que Amán da sin saberlo es para ser concedida a alguien a quien odia. De nuevo aparece una ironía: Amán llega temprano a la corte para deshacerse de Mardoqueo (v. 4), lo que le obliga a honrar a Mardoqueo (v. 11).
La sintaxis de la respuesta de Amán a la pregunta del rey (vs. 7) recuerda la sintaxis de la respuesta de Ester en 5:7. La similitud con el intercambio del capítulo anterior invita a un contraste entre la circunspección de Esther y el exhibicionismo de Amán. Ella usa una expresión convencional de deferencia, mientras que Amán se expresa con evidente narcisismo y ambición.
El atuendo regio que pide Amán tiene varios paralelos bíblicos, incluida la investidura de Faraón y la honra de José (Gén. 41:37–43), y la oferta de Belsasar a Daniel en Babilonia. Sin embargo, el contraste entre estas tres situaciones es sorprendente:
- José es recompensado por idear un plan para salvar el reino durante los próximos siete años de escasez cuando le aconseja a Faraón que designe “un hombre inteligente y sabio” (Gén. 41:33), y el faraón está convencido de que este debería ser José. Amán no ha hecho nada para merecer tal recompensa, pero no parece darse cuenta de esto. En cambio, se centra en su misión de deshacerse de Mardoqueo, “'el hombre a quien el rey desea honrar'”, el que le había salvado la vida.
José había sugerido un plan sabio para proteger a la nación y, por lo tanto, fue ascendido a un alto cargo y honrado. Amán sugiere un desfile para beneficiarse a sí mismo, y en su lugar tiene que saludar a su archienemigo, el verdadero benefactor del rey.
Tenga en cuenta también que el Faraón invistió personalmente a José al designarlo a su nuevo puesto y le asignó “su segundo carro” como una demostración de honor (Gén. 41:43). Amán, por el contrario, especifica una investidura personal y requiere que monte “un caballo que el rey cabalga” (Ester 6:8).
- Daniel también rechazó el honor, buscando más bien exaltar al Dios verdadero, y Nabucodonosor, el rey de Babilonia, honró personalmente a Daniel y a su Dios (Dan. 2). Más tarde, después de que Daniel le interpretó la escritura en la pared, “Belsasar ordenó entonces que Daniel fuera vestido de púrpura, que se le pusiera en el cuello un collar de oro, y que se le proclamara como el tercer señor del reino” (Dan. 5:29).
Amán, al buscar honores, termina siendo humillado (6:10-11). Es Mardoqueo quien reflejará el papel de José como segundo al mando y se vestirá con un atuendo majestuoso (Ester 8:15; 10:3; Gén. 41:45).
Después de hacer desfilar a Mardoqueo por la ciudad, Amán se apresura a volver a casa en desgracia, “muy triste y cubriéndose la cara” (Ester 6:12). Esta se convierte en la primera de las revocaciones del genocidio decretado que Aman ha ordenado. La situación se desarrolla de manera más negativa para Amán, como se ejemplifica en las palabras de Zeres y los amigos de Amán: “Al llegar, Amán les contó a Zeres, su mujer, y a todos sus amigos, todo lo que le había acontecido. Entonces sus sabios y su mujer le dijeron: ‘Si ese Mardoqueo es descendiente de los judíos, y has comenzado a caer, no lo podrás vencer, sino que caerás derrotado ante él’” (v. 13).
La narración no describe cuándo o cómo la esposa de Amán y sus asesores se enteraron de la herencia judía de Mardoqueo, o cómo pensaron que Amán caería ante él. Quizás sabían sobre la liberación anterior de Daniel del foso de los leones de Darío. Sin embargo, interpretaron correctamente la situación como un presagio de lo que vendrá.
Mientras que el análisis de la esposa de Amán parece estar en marcha, los eunucos del rey lo llevan apresuradamente al banquete culminante con el rey y la reina (v. 14). ¡El lector vuelve a recordar que durante los banquetes suceden cosas importantes en esta narración!
En el momento de la primera invitación al banquete de Amán, Zeres y sus amigos le aconsejaron a Amán que construyera una horca en la que colgar a Mardoqueo, y para luego ir alegremente al banquete de Ester (5:14). Sin embargo, al dirigirse al segundo banquete, Amán comienza su viaje hacia su propia destrucción. Quizás la palabra “descendencia” también juega un papel aquí, porque es la “descendencia” de Abraham a quien el Señor le dio la promesa de convertirse en la fuente de bendición mundial (Gén. 12:3; 13:14-16).
Capítulo 7: El banquete culminante
Al igual que en el primer banquete, el rey se pone manos a la obra y pregunta por tercera vez: “¿Cuál es tu petición, reina Ester? Te será concedida. ¿Qué es lo que pides? Aunque pidas la mitad del reino, te será otorgada” (7:2). Hay variaciones en la redacción de las tres preguntas del rey a Ester:
● En la primera ocasión (5:3), cuando a Ester se le permitió acercarse al trono sin invitación previa, la pregunta es la más corta. El título “Reina Ester” aparece en esta y en la tercera pregunta (pero no en la segunda). Esto puede reflejar el favor del rey en estas situaciones de suspenso.
● Observe, también, el género del verbo en “Se concederá”. Es masculino las dos primeras veces que aparece (5:3, 6), pero femenino en la tercera vez (7:2). Esto podría indicar que esta vez la reina Ester solicitará algo mucho más importante que solo otro banquete. La forma femenina del verbo también anticipa el predicado femenino de su respuesta en el siguiente verso (vs. 3) indicado por la palabra clave, “mi vida”. Esta vez, Esther no pide un banquete (un sustantivo masculino), sino su propia supervivencia.
El tercer alegato de Esther es magistral. Tenga en cuenta que ella se dirige al rey no en la forma esperada en tercera persona, sino en la forma más audaz y personal de dirigirse directamente (“Si en verdad soy del agrado de Su Majestad…”, v. 3), porque ahora ella abogará por su propia vida.
El orden de sus palabras apela al afecto del rey por ella. También apela al orgullo del rey. Sin duda, es demasiado importante para preocuparse por una mera venta de personas inocentes como esclavos. Es su destrucción, masacre y aniquilación lo que la ha llevado a presentar una petición en su nombre. “No es la sugerencia implícita de que estaría dispuesto a traer deshonra por dinero lo que desafiaría su honor… Pero es porque su honor está respetuosamente depositado en sus manos por lo que debe mantenerlo. Ciertamente, sería una vergüenza para él si la vendieran como esclava”.[2]
La elección de palabras de Ester (7: 4) está enmarcada en el lenguaje del edicto genocida original del rey: “destruir, matar y exterminar” (3:13). Ester también repite lo que aprendió de Mardoqueo en 4:7: “a plata que Amán había prometido entregar a los tesoros del rey, a cambio de la destrucción de los judíos”. Entonces Esther vincula valientemente el destino de su pueblo con su propia vida.
El rey pregunta inmediatamente: “¿Quién es, y dónde está, el que ha abrigado en su corazón hacer tal cosa?” (7:5). Su pregunta acerca de quién haría esto sugiere que las palabras quejumbrosas de Ester indican que se trata de algún individuo, que resulta ser “enemigo y adversario”: Amán (v. 6), descrito en otras partes como “el enemigo de los judíos” (3:10; 8:1; 9:10). La súplica de Ester insinúa que, como reina, no derribaría al primer ministro del rey simplemente para cancelar la venta de su pueblo como esclavo, pero la aniquilación es una situación mucho más mortal.
La expresión inusual de las palabras reales del rey revela la intensidad de su sorpresa. Si se asume que 7:4 es la primera revelación de Ester de su judaísmo, entonces uno puede imaginar por qué el rey está luchando por encontrar las palabras. Sin embargo, la súplica de Ester aquí no especifica quiénes son su pueblo en peligro, así como la propuesta de genocidio de Amán en 3:8 no especificó la identidad de las “ciertas personas” a quienes el rey debería aniquilar.
La acusación de Ester hace que Amán se aterrorice ante el rey y la reina, porque ambos están ahora contra él. Se ha descubierto que es enemigo de ambos, no sólo “enemigo de los judíos”, como se dijo anteriormente, sino más bien un enemigo en general. Ahora bien, no es el gobierno persa contra los judíos, sino el rey persa y su reina judía contra Amán.
El rey sale furioso. Su “ira” (7:7) ha sido descrita dos veces antes, ambas veces en conexión con la insubordinación de Vasti (1:12; 2:1). Amán tiene el mismo rasgo, siendo descrito dos veces más lleno de “ira”, ambas veces debido a Mardoqueo (3:5; 5:9). Cuando Ester revela el nombre del enemigo mortal de su pueblo (7:6), ahora es Amán quien es el objetivo de la tercera mención de la ira del rey. El rey, luego de haberse alejado furioso, regresa y percibe mal la intención de Amán de arrojarse en el lecho de Ester (7:8) y lo confunde con un asalto sexual.
Algunos se preguntan por la negativa de Ester a responder positivamente a las abyectas súplicas de Amán (7:7): “La simple verdad es que en este punto Amán no estaba derrotado: estaba cayendo en desgracia, pero no era aún un enemigo caído. Había perdido una batalla crucial, pero no necesariamente había perdido la guerra. Si Amán sobrevivía esta ronda, podría recuperarse y anotar un nocaut en la siguiente. Mientras viviera un enemigo tan poderoso y astuto como Amán, era una amenaza para Ester, Mardoqueo y la comunidad judía. Decir aquí que Esther fue despiadada e insensible es malinterpretar toda la situación. Por lo tanto, si bien su corazón podría haberla impulsado a ser misericordioso, la lógica y la prudencia la refrenaron”.[3]
O podría ser que, dada la conexión amalecita de Amán, un verdadero cambio de opinión de su parte probablemente estaría fuera de discusión, y Ester sería irresponsable si no lo tratara de esta manera.
Amán, por su parte, tal vez piense que, dado que lo único que se tiene para acusarlo hasta ahora es su plan de genocidio, todavía puede haber esperanza de perdón. Sin embargo, esta expectativa se desvanece cuando el rey imagina que ha sorprendido a Amán intentando algo que en su evaluación moral es aún peor: abuso contra su reina. Cuando el rey interpreta las acciones de Amán de esta manera, el fin de Amán se acerca: “‘¿Acaso quieres también violar a la reina en mi propia casa?’ Al proferir el rey estas palabras, le cubrieron el rostro a Amán” (v. 8).
El acto de caída de Amán sella su destino. La redacción está llena de significado en esta narrativa:
● La negativa de Mardoqueo a postrarse ante el nuevo primer ministro estaba detrás del plan antijudío de Amán (3:1–6) y ahora ha obligado a Amán a postrarse ante una judía;
● El primer paso en su plan para aniquilar a Mardoqueo y los judíos fue que Amán dispuso que se le echara la suerte en su presencia (v. 7);
● Cuando, en un presagio de su muerte final, Amán se ve obligado a correr ante Mardoqueo, llamándolo “el hombre a quien el rey desea honrar” (6:11), sus consejeros y su esposa le dicen que “Si ese Mardoqueo es descendiente de los judíos, y has comenzado a caer, no lo podrás vencer, sino que caerás derrotado ante él” (6:13).
El rey, ahora mucho más airado al creer que Amán ha intentado agredir sexualmente a la reina, una vez más escucha a uno de sus eunucos, Jarboná, quien propone la evidente ironía de colgar a Amán en la horca que ha erigido para Mardoqueo, el salvador del rey (7:9).
El monarca de nuevo presta atención al consejo de sus cortesanos, como antes aceptó su consejo de desterrar a Vasti. Ahora ejecuta a su primer ministro, aunque lo que Amán dispuso también implica al rey.
Con Amán ahorcado, la ira del rey vuelve a amainar (v. 10), al igual que su ira contra Vasti disminuyó después de que emitió su decreto real contra ella. Esta situación conduce a las reversiones más importantes en el próximo capítulo, incluyendo a Mardoqueo sucediendo a Amán como Ester sucedió a Vasti (8:15-17). El rey que depuso a su primera esposa por su “desobediencia” ahora difiere repetidamente al reemplazo de Vasti, nuevamente ofreciéndole hasta la mitad del imperio (5:6; 7:2; 9:12).
Capítulo 8: Constantes reversiones
El capítulo 8 continúa con los principales cambios que se han estado produciendo, y continuará hasta el capítulo 9 también.
Versículos 1–8: “En ese día…” Las dramáticas acciones que se relatan en los capítulos 6 y 7 encuentran su clímax el mismo día, cuando el rey otorga la herencia de Amán a la reina Ester, siguiendo la práctica persa de confiscación estatal de la propiedad de un criminal condenado.[4] También da vueltas la oferta de Amán al rey de una inmensa cantidad de plata por aniquilar a los judíos. El rey ahora toma la riqueza de Amán y se la da al salvador de los judíos.
“En ese mismo día” también revierte dramáticamente el plan original de Amán de matar y saquear a los judíos “en un día” (3:13). Los decretos de los reyes persas no podían derogarse; por lo tanto, la fecha de la matanza de los judíos tendría que permanecer. Sin embargo, el segundo decreto hizo posible que los judíos se defendieran.
La transferencia por parte del rey de su anillo para sellar de Amán a Mardoqueo (8:2) también revierte el gesto similar del anillo del rey en 3:10, que significó su aceptación del plan de Amán para librar al reino de los judíos. Sin embargo, la gravedad de la situación mortal continúa: “Luego Ester volvió a presentarse ante el rey. Se arrojó a sus pies, y con lágrimas le rogó anular el daño que Amán había pensado hacer contra los judíos” (8:3).
La redacción similar del versículo 4 sugiere que Ester una vez más arriesgó su vida al presentarse ante el rey. Era necesario porque los dramáticos cambios de los versículos 1 y 2 aún no habían detenido la situación mortal para su pueblo. De nuevo se postró ante el rey para suplicarle que “revoque las cartas que autorizan la destrucción de los judíos, ordenada por Amán” (v. 5), tal como le había quitado el anillo a Amán para dárselo a Mardoqueo.
El rey le había concedido a Ester cosas que ella no había pedido: la propiedad de Amán y el ascenso de Mardoqueo. Sin embargo, no había podido hacer frente a lo que ella más deseaba, la liberación de su pueblo de su sentencia de muerte (7:3-4). El rey aún no ha demostrado ninguna sensibilidad ante esa situación mortal. Se ocupa de la propiedad de Amán mientras los asuntos fundamentales de la vida y la muerte estaban en juego. La vida de Ester y la de todo su pueblo siguen en peligro inminente debido al decreto mortal de Amán.
Ester insta encarecidamente al rey a que retire el edicto que escribió Amán (8:5). La redacción del versículo 5 es muy similar a la del 7:3, excepto que aquí Ester suplica solo por su pueblo y no también por ella misma. La redacción de 8:5a exhibe una alternancia altamente rítmica y paralela de declaraciones del interés del rey con el atractivo personal de Ester para él:
A. Si a Su Majestad le parece bien,
B. y yo soy digna de su bondad,
A. Si en verdad soy del agrado de Su Majestad,
B. y si a Su Majestad le parece bien,
Esta vez, Ester omite cuidadosamente toda referencia al papel del rey en la emisión del edicto letal. Ella sólo menciona “las cartas… ordenadas por Amán” (v. 5).
Respaldando su ferviente solicitud de que se retire el edicto genocida está el sufrimiento que le causará la destrucción de su pueblo. Es posible que el pueblo judío no signifique nada para el rey, aunque uno de ellos, Mardoqueo, le salvó la vida. Sin embargo, su gente significa todo para ella. Dado que su destrucción causaría su angustia, ¿no podría el rey evitarlo?
El rey, en un tono oficial (v. 7), repasa lo que ya ha hecho, pero solo aquellas acciones que involucran a Amán y, como Ester, omite toda referencia a su propio papel al autorizar el complot contra los judíos.
Sin embargo, el rey le dice a Ester que ni siquiera él puede retirar el primer decreto (v. 5). Él puede otorgarle la mitad del imperio (5:3, 6; 7:2). Sin embargo, aunque soberano sobre un vasto imperio, no puede revocar su propio decreto debido a las leyes vinculantes del gobierno persa que preside. Sin embargo, lo que puede hacer es proclamar un decreto compensatorio. Él le dice a Ester, “lo que a ustedes les parezca bien” (8:8, similar a 3:11), indicando nuevamente que, como rey, delega asuntos de vida y muerte.
Versículos 9-12: Estos versículos son una inversión de 3:12 al 15, el edicto genocida que Amán emitió bajo la autoridad del rey. “Y así, el día veintitrés del mes tercero, que es Siván, fueron llamados los escribas del rey para que escribieran todo lo que Mardoqueo les iba a dictar. Ese edicto fue enviado a los judíos, y a los sátrapas, capitanes y príncipes de las provincias que había desde la India hasta Etiopía; eran ciento veintisiete provincias, y a cada una se le escribió en su propia lengua y con su propia escritura. También a los judíos se les escribió en su propia lengua y con su propia escritura” (v. 9).
El nuevo decreto usa una terminología similar al de 3:12-15, pero invierte la redacción con respecto a los afectados, permitiendo la reversión completa del decreto de Amán en un tono oficial. La repetición de la frase “a los judíos” en 8:9 enfatiza la nueva protección otorgada a los judíos persas. Además, Mardoqueo, como líder de los judíos (10:3), también puede dirigirse a su pueblo directamente y “en su propia lengua y con su propia escritura”.
En el edicto original de Amán, no se mencionaba “correos montados en veloces caballos de las caballerizas reales” (v. 10). Debido a que este decreto se enviará más rápidamente que el decreto de destrucción original, se necesitan caballos especiales para difundir el urgente edicto compensatorio. Las palabras el derecho “a reunirse y defenderse” (v. 11) les otorga a los judíos permiso para reunirse en unidades protectoras de autodefensa en o antes del día del decreto de muerte, capaces de matar a cualquiera que los ataque.
La redacción de la matanza de mujeres y niños, que puede ser angustiosa para algunos lectores, solo duplica la redacción del primer decreto de Amán. A los judíos también se les permite tomar el botín (v. 11), reflejando de nuevo la sustancia del primer edicto (v. 13). Sin embargo, en el día actual, los judíos se negaron notablemente a tomar botín (9:6-10, 15-16).
Mardoqueo ahora también se viste de honor, en lugar de vestirse de cilicio y ceniza (4:1): “Cuando Mardoqueo salió de la presencia del rey, llevaba puesto un vestido real de azul y blanco, una gran corona de oro, y un manto de lino y púrpura. Al verlo, la ciudad de Susa se alegró y regocijó mucho” (v. 15).
La redacción de la narración sugiere que los persas en Susa se habían angustiado al pensar en la muerte de los judíos que habían estado viviendo pacíficamente entre ellos: “Y en todas las provincias y ciudades a las que llegó el decreto del rey, los judíos se veían alegres y gozosos, y fue un día de banquete y de placer. Y fue tal el temor que los judíos infundían, que mucha gente de los pueblos del país se hizo judía” (v. 17).
Capítulo 9: Victoria y Purim
Este capítulo se puede dividir en dos secciones amplias: (1) los versículos 1 al 19 hablan de la victoria de los judíos en el imperio persa sobre sus enemigos mortales; (2) los versículos 20 al 32 describen cómo estas circunstancias milagrosas dieron origen a una práctica judía continua y normativa, la fiesta de Purim.
La declaración que anuncia el gran motivo de la reversión abre el capítulo: “El día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, debía ser ejecutado el decreto del rey, que ordenaba que los judíos debían ser exterminados por sus enemigos. Pero sucedió todo lo contrario, porque fueron los judíos los que se vengaron de quienes los aborrecían” (v. 9; cursiva añadida).
El cambio se produjo porque a los judíos que iban a ser asesinados se les permitió ahora defenderse de sus enemigos. El hecho de que existían tales enemigos, al menos en algunos círculos, estaba implícito en las instrucciones de Mardoqueo a Ester de que mantuviera en secreto su origen étnico (2:10, 20).
Se debe tener en cuenta que los judíos no actuaron con la autorización real de “destruir, matar y acabar con toda fuerza armada del pueblo o provincia que los atacara” (8:11). Aquí se usa un verbo diferente que a veces se traduce como “dominar”, pero dentro de los parámetros de la regla y la autoridad. Esto indica que un aspecto importante de las batallas del 13 y 14 de Adar no fue la matanza sino la revocación del decreto mortal de Amán.
Los persas asesinos no incluían a toda la población, sino a aquellos que esperaban dominar a los judíos en el día designado para el genocidio (9:1). Andre LaCocque sugirió una comparación con la situación persa posiblemente desesperada: “la victoria judía en Susa equivale a una insurrección exitosa en el gueto de Varsovia de la Segunda Guerra Mundial con el resultado de la masacre de 75.000 soldados de las SS”.[5]
Los judíos entendieron el nuevo edicto del rey como una autorización no solo para resistir a sus enemigos, sino también para actuar de manera preventiva. Aquí, en el capítulo nueve, “los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey Asuero, para vengarse de los que habían procurado su mal, y nadie les opuso resistencia porque el temor a ellos había cundido por todos los pueblos” (9:2).
La redacción de 9:2 exhibe similitudes con 2:21 (“comenzaron a hacer planes contra él”). La redacción del ascenso de Mardoqueo en Persia es muy similar a la de Éxodo 11:3, que relata el estado elevado de Moisés en la última de las plagas en Egipto. Ester 9:4 consta de tres breves cláusulas: comienza y termina con la misma palabra (traducida como “importante”), que además conecta la primera y tercera cláusulas; la primera y la última cláusula comienzan con el mismo término, una palabra también evoca la comparación del ascenso de Mardoqueo con Amán, a quien el rey “encumbró” en 3:1.
Finalmente, el término aplicado a Mardoqueo en este momento está en contraste con su introducción en 2:5, en la que se lo describe como “un judío”. Esto llama la atención sobre el contraste entre su condición de mero exiliado en Persia y su elevación al gran poder.
Mardoqueo había actuado anteriormente para salvar la vida del rey, y el rey ahora actúa para salvar la vida del pueblo de Mardoqueo. Con la anterior acusación de Amán contra los judíos acerca de sus diferentes leyes, había pensado demostrar la deslealtad judía hacia el rey y las leyes persas: “Entonces Amán le dijo al rey Asuero: ‘Hay en tu reino un pueblo que se ha esparcido y distribuido entre todos tus pueblos y provincias. Sus leyes son diferentes a las de todo pueblo, y no acatan las leyes del rey. En nada se beneficia el rey con dejarlos vivir’” (3:8).
Ahora se demuestra que Amán está equivocado.
La lista de Ester 9:7 a 9 de los nombres de todos los hijos de Amán es diferente de las que se encuentran en las listas anteriores de los nombres de los consejeros del rey y de sus eunucos asistentes (1:10, 14). Todos estos son indicadores de que el narrador tiene la intención de registrar la historia real, similar a lo que se encuentra en otros libros bíblicos como Esdras y Nehemías.
La reacción de Asuero a la masacre fuera del recinto fortificado revela nuevamente su insensibilidad: “Entonces el rey le dijo a la reina Ester: ‘Si en Susa, capital del reino, los judíos mataron a quinientos hombres y a diez hijos de Amán, ¿qué no habrán hecho en las otras provincias del reino? ¿Qué otra petición tienes? Te será concedida. ¿O qué más quieres? Se hará lo que pidas’” (9:12).
El rey “parece impresionado, quizás desconcertado, por el número de muertos más que por la liberación de los judíos”.[6] Su tercera pregunta a Ester repite la esencia de 5:3, 6 y 7:2.
La mención de “días” y “mes” en el versículo 22 refleja el echado de suertes original de Amán sobre “el día y el mes” (3:7). La conversión del dolor en gozo y del duelo en fiesta es otro eco de las predicciones proféticas de la salvación (Isa. 61:3; Jer. 31:13). Lo que los judíos deben celebrar no es la victoria en sí; si este fuera el caso la fiesta del Purim caería los días 13 y 14. Más bien, deben celebrar que “se libraron de sus enemigos para vivir en paz” (v. 22). El verbo que designa esta liberación recuerda las palabras de Amán al rey en el versículo que sigue a su echado de suertes para determinar la fecha de la aniquilación de los judíos.
Los judíos ahora pueden finalmente estar seguros, habiendo sobrevivido al malvado complot de Amán. La mención de ayudas para los pobres (v. 22) no se encuentra en el relato paralelo de las observancias (vv. 17-19), pero se ajusta a una tradición judía de larga data de incluir a los menos afortunados y vulnerables en celebraciones (Deu. 16:11).
El capítulo 9, versículo 23, indica la aceptación judía de la obligación de seguir observando Purim, que se hizo oficial con las órdenes de Mardoqueo (v. 20). Esta ratificación popular de una proclama oficial contrasta marcadamente con la imperiosidad con la que el régimen persa emitió sus edictos, sugiriendo que la solidaridad de los judíos con Mardoqueo supera a la de los persas con Asuero.
En los eventos que llevaron a la institución de Purim, los judíos liberados vieron el cumplimiento de una antigua profecía de liberación. El paralelo con la narración del Éxodo del Pentateuco es sorprendente: los dramáticos eventos de la liberación del Éxodo y la Pascua culminan en una solemne afirmación de los redimidos para aceptar nuevas celebraciones (la observancia anual del Purim).
Un resumen del punto esencial de toda la historia del libro se encuentra en el capítulo nueve: “Los judíos aceptaron cumplir con lo que Mardoqueo les ordenó por escrito, como habían comenzado a hacerlo. Y es que Amán, el hijo de Hamedata el agagueo y enemigo de todos los judíos, había ideado un plan para destruirlos; había echado ‘pur’, (es decir, suertes) para matarlos y acabar con ellos. Pero cuando Ester se presentó ante el rey, éste ordenó por carta que el perverso designio de Amán en contra de los judíos recayera sobre su propia cabeza, y que él y sus hijos fueran colgados en la horca. Por causa del nombre ‘pur’ estos días fueron llamados ‘Purim’; y por lo que decía la carta, y por lo que ellos mismo vieron y pudieron entender” (vv. 23-26).
La primera referencia al 14 de Adar fuera de la narración de Ester lo llama el “Día de Mardoqueo”, no “Purim” (2 Mac. 15:36). Los conversos al judaísmo a lo largo de los siglos han observado Purim, a pesar de que no tenían antepasados biológicos judíos en el momento de la liberación persa que conmemora la festividad.
El énfasis en la irreversibilidad persa se transmite mediante un término que significa algo así como “sin falta” (9:27). Estas palabras se encuentran al comienzo de la narración, en relación con la promulgación del primer decreto del rey que desterró a Vasti (1:19), traducido allí como “que no sea quebrantado”, y también hacia el final (8:8). La irrevocabilidad de las leyes de los persas y medos, que habían puesto en peligro la supervivencia de los judíos, ahora se invocan con el propósito opuesto: asegurar la supervivencia de Purim y la memoria perpetua de los peligros que los judíos de la época de Mardoqueo y Ester superaron. De esta manera se aseguraría que “no dejarían de ser observados por los judíos, ni sus descendientes dejarían jamás de celebrarlos” (9:28), incluso después de que la grandeza de la corte persa haya desaparecido hace mucho tiempo.
Además, mientras que Mardoqueo y Ester redactaron la autorización de la acción militar judía en nombre del rey (8:8), la autorización de Purim llegó solo en sus propios nombres y, por lo tanto, puede parecer que carecía de la autoridad necesaria para establecer la nueva festividad. como institución irrevocable.
Ester 9:28 es digno de mención no solo por su estilo legal, sino también por su doble invocación de la memoria, una al principio del versículo y otra al final. Tampoco debe pasarse por alto que la raíz hebrea de la que se derivan las palabras recordadas y memoria puede tener una connotación de observancia ritual (Éx. 13:3; 20:8; Deu. 5:12). Además, la noción de que el emperador persa autorizaría reglas internas de la comunidad judía encuentra un buen paralelo en el encargo de Artajerjes a Esdras para ordenar los asuntos de Judá y Jerusalén de acuerdo con la ley del Dios de Esdras (Esd. 7:14, 25-26).
Se ha demostrado que la mención de “un mensaje de paz y de verdad” (9:30) es un eco de la cláusula “amen la verdad y la paz” en Zacarías 8:19, con la inversión de términos característica de citas intrabíblicas. El contexto en Zacarías es la transformación de los días de ayuno y duelo en felices fiestas. Este es, por supuesto, el objetivo de Purim. Y el lenguaje de otros versículos en Ester (8:16) tiene una sorprendente similitud con la profecía de la redención en Zacarías 8:19.
Capítulo 10: Versos finales
El versículo 2 usa una forma y lenguaje idénticos a la que los narradores de los libros de Reyes y Crónicas emplearon para concluir los relatos de los reyes de Judá e Israel (1 Re. 14:29; 2 Re. 15:23; 16:14; 2 Crón. 25:25), lo que sugiere de nuevo la naturaleza histórica del registro.
“El rey Asuero impuso tributo sobre el país, hasta las costas del mar. Y todos los hechos de su poder y autoridad, y el relato de la grandeza que Mardoqueo recibió de parte del rey, quedaron registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Media y de Persia. Porque Mardoqueo el judío fue el segundo en poder, después del rey Asuero. Mardoqueo fue un gran personaje entre sus hermanos judíos, y muy estimado por todos ellos, pues se preocupó por el bienestar de su pueblo y procuró la paz para todo su linaje” (10:1-3)
Ahora las cosas han recuperado el equilibrio. Aunque el rey presumiblemente no había ganado los 10,000 talentos de plata prometidos por Amán a cambio del genocidio, Mardoqueo convenció al rey de que pagar impuestos pacíficos en lugar de saquear era la mejor manera de llenar las arcas reales.[7] En otra reversión, la historia del dinero que se pagó para destruir a los judíos por la negativa de Mardoqueo a inclinarse se ha convertido en parte del honor del rey a Mardoqueo. Ester 10:2-3 profundiza en el tema de la grandeza de Mardoqueo que se encuentra en 9:1-4. La referencia a la promoción del judío por parte del rey es el mismo término que se usa en relación con el de Amán (3:1; 5:11; 10:2).
El informe de los ingresos aumentados del rey para Mardoqueo después de su promoción es una indicación más de la sabiduría de la acción, y ambos hombres reciben el crédito. Esto es paralelo al informe anterior del beneficio para el faraón de la administración de José como primer ministro de Egipto (Gén. 47: 13-26).
La única otra aparición de la palabra traducida como “historia” en Ester, o en toda la Biblia hebrea, es en 4:7, donde Mardoqueo le cuenta indirectamente a Ester la historia del dinero que Amán había ofrecido depositar en el tesoro real a cambio de la destrucción de los judíos. El registro de esta nueva situación en los anales reales de Media y Persia es importante por dos razones:
● Al referirse a los anales oficiales del imperio, 10:2 avala la autenticidad de toda la narrativa precedente y garantiza aún más la normatividad de la nueva fiesta, Purim.
● El acto de escribir proporciona a la nueva situación una medida de permanencia paralela a la permanencia de Purim que proviene del registro de Mardoqueo y Ester de los eventos y las nuevas normas (9:20-22, 29).
Si surgiera un nuevo rey, como sucedió anteriormente en la narración de José, que no está familiarizado con la historia del servicio judío al trono (Éx. 1:8), se podría recordar a ese rey, como a Asuero (6:2), a través de un registro permanente en las crónicas escritas. El poder del registro escrito continuará protegiendo a los judíos contra futuros enemigos.
La narración termina donde comenzó, con un informe de la autoridad y el poder del rey (1:1-9; 10:1-2), excepto que la conclusión incluye un nuevo elemento, la grandeza de Mardoqueo el judío: “el funcionario más poderoso del imperio” (3:1). Este es el opuesto directo del hombre al que reemplazó, Amán, “el enemigo de los judíos” (v. 10). El genuino aprecio de Mardoqueo por “su linaje” (10:3) contrasta con la jactancia de Amán acerca de “sus muchos hijos” (5:11). Todos sus hijos perecieron en la conspiración antisemita de su padre, mientras que los judíos continúan viviendo y prosperando bajo la guía eficaz de su líder, Mardoqueo.
Conclusión
Toda esta narración habría sido innecesaria si los israelitas hubieran confiado en Dios y hubieran regresado a Israel cuando Ciro los liberó, a pesar de que Jeremías había predicho su exilio desde hace mucho tiempo. Aquí se manifiesta la imagen de un Dios siempre fiel que permaneció con su pueblo a pesar de que se negaron a aceptar la oportunidad milagrosa que Ciro les dio de regresar a su tierra natal.
Dios demostró una fidelidad y misericordia divinas similares cuando envió a Ezequiel a los hebreos mientras estaba cautivo en Babilonia. Los israelitas habían sido advertidos durante mucho tiempo de tal cautiverio si no se apartaban de los males que estaban practicando, que Dios describió como peores que los de los cananeos antes que ellos. Sin embargo, una vez en su merecido cautiverio, Dios envió a Ezequiel para aconsejarlos y animarlos.
En el trasfondo del libro de Ester, también se pueden encontrar matices de la lucha en el libro del Éxodo entre el Dios de Israel y el Faraón, quien también primero oprime a los israelitas y desafía a su Dios (Éxodo 1:8-22; 5:2), pero se encuentra bajo la soberanía de Dios.
Mardoqueo fue un exiliado de Judá que permaneció fiel a Dios desafiando el mandato del rey y arriesgando la vida misma. Salvó la vida de su pueblo y se convirtió en el segundo después del rey y en el amado abogado de los judíos (Ester 2:5-6; 3:1-6; 10:3).
Ester no solo era una exiliada, sino también una huérfana y una persona que tuvo que disfrazar su etnia. Sin embargo, debido a la supervisión divina detrás de escena, su gran coraje personal y la obediencia a su padre adoptivo, ella también se elevó a las alturas reales y logró valientemente la liberación de su pueblo amenazado.
Los muchos detalles en la narración de Ester dan a entender que el poder que puede producir tales cambios importantes es el Dios de Israel, otro momento en el que el pueblo escogido de Dios fue arrojado a una situación desesperada y luego divinamente rescatado.
Tales transformaciones de refugiado a primer ministro y de huérfana a reina también se remontan a las visiones proféticas de la restauración después del exilio (Isa. 54). Las vidas de Mardoqueo y Ester también recuerdan a otros israelitas y judíos exiliados que sirvieron en cortes extranjeras: José, Moisés y Daniel, a quienes Dios usó para producir cambios asombrosos en el destino de las naciones a las que sirvieron, pueden verse como parte del cumplimiento de la promesa a Abraham de que su descendencia traería bendición a todo el mundo.
Es imposible pasar por alto las similitudes de la situación de Ester con la de José, Moisés y Daniel:
● La vida de José en un entorno de diáspora apunta a la posibilidad de una vida firme fuera de Palestina.
● Ester se casó con un gentil pagano. También lo hizo José en Egipto y Moisés también se casó con una no israelita.
● En otro paralelo obvio con la narración de José de Génesis 37 a 50, Dios nunca aparece ni le habla en voz alta al protagonista y, sin embargo, lo llena de gracia divina que le gana el favor repetidamente y, finalmente, le permite comprender los desafíos que había soportado como parte. de un plan providencial para mantener viva a la nación israelita a pesar del hambre (Gn. 39:2-5; 45:5; 50:20); el único discurso directo de Dios en Génesis 37 al 50 es a Jacob en Beerseba en su camino a Egipto (46:2-4).
● Como en el caso de la narración del Éxodo, muchos egipcios se unieron a los hebreos. Ester 8:17 muestra que los gentiles persas también se convirtieron a la religión de los judíos antiguos, como vimos: “y en todas las provincias y ciudades a las que llegó el decreto del rey, los judíos se veían alegres y gozosos, y fue un día de banquete y de placer. Y fue tal el temor que los judíos infundían, que mucha gente de los pueblos del país se hizo judía” (8:17; véase también Gén. 39:5, 9, 21, 23; 40:8; 41:16, 25, 28, 32, 38, 39).
Otra lección que se puede aprender de Ester y José es que el pueblo de Dios debe ser consciente del resentimiento que pueden provocar su diferencia y lealtad a Dios, lo que requiere una vigilancia constante, sabiduría política y un valor extraordinario. Además, si son fieles a Dios, los que son bondadosos con ellos serán bendecidos, cumpliendo también Génesis 12:3. Moisés, durante las plagas, fue muy apreciado por los egipcios; El rey Nabucodonosor reconoció al Dios verdadero; José, Moisés, Daniel y Ester fueron canales que Dios usó para traer las bendiciones abrahámicas prometidas en Génesis 12:3 a la tierra de su cautiverio.
Aunque muchos gobernantes a menudo dominan y explotan a la gente, Ester usó su privilegio para alinearse con su gente despreciada que estaba siendo oprimida por los poderosos. Ester encarna el liderazgo que defiende a los vulnerables y se convierte en su libertadora. A diferencia de Amán, quien estaba decidida a destruir la vida, Ester estaba dispuesta a dar su vida para salvar a otros. Mientras Amán pensaba que podía controlar el destino de sus enemigos, Ester buscó convertirse en una libertadora, lista para morir si era necesario.
La abnegación, la humildad y la santa sabiduría de Ester la convierten en una de las grandes líderes de las Escrituras. Debido a su humildad, valor y confianza en una posibilidad providencial de salvación para su pueblo, Dios la usó para rescatar a su pueblo, personas que no habían aceptado su primera oferta de salvación cuando Ciro permitió que los judíos regresaran a su tierra natal y reconstruyeran. su templo. Ester intercedió por su pueblo e hizo posible la revocación de una sentencia de muerte.
No, Dios no se menciona explícitamente en el libro de Ester, pero liberó discretamente a su pueblo que había elegido permanecer en el exilio. Y debido a que “esta historia está en el canon de los judíos y posteriormente de los cristianos, es correcto creer que ese poder invisible es Dios”.[8] A través de la persona, el trabajo y el valor de Ester, el lector obtiene una mayor comprensión de la naturaleza del reinado divino cumplido en Jesús. Y así es a menudo como se encuentra la teología bíblica: ¡oculta a la vista!
Lo que vemos en la vida de Ester se encuentra en su máxima expresión en Jesucristo, quien libera a sus hijos de sus peores enemigos, el pecado y la muerte. Gracias a Jesús, los creyentes pueden entrar en un cierto descanso, así como los judíos entraron en shalom y descansan de sus enemigos debido a Ester, la reina que presagia nuestra liberación de la sentencia de muerte del pecado en Cristo.
“Ester es el tipo de Jesús. Ella describe al libertador que provoca la reversión de las circunstancias para los de abajo, que les brinda justicia y equidad, y que los eleva sobre aquellos que no les traerían nada más que deshonra. Estoy convencido de que Ester representa una figura femenina de Cristo. Esto tiene enormes implicaciones, no solo para cualquier debate sobre el sacerdocio femenino, sino mucho más importante para el papel, el lugar, el valor, la igualdad y el estatus de la mujer en el reino universal y restaurado de Dios”.[9]
Michael Beckett tiene razón cuando escribe que el libro de Ester “merece al menos tanta interpretación cristológica como cualquier otro libro de las Escrituras. De hecho, creo que posiblemente merezca más atención precisamente porque es el ‘último’ libro histórico. Establece una base para nuestra comprensión de la obra y la presencia de Dios en este mundo que debe mantenerse junto con el resto de la historia sagrada y proporciona una ventana significativa a la mente y el corazón de Jesús. Jesús retoma todos los temas y tipos de la historia sagrada… En última instancia, la Cruz, en el corazón de la unificación, fue totalmente inesperada, inaceptable y poco atractiva, y todavía lo es, precisamente porque Jesús permitió que sucediera y se negó a bajar, y solo así demostró su autoridad y la liberación prometida...”.[10]
La narrativa de Ester también ilustra el contraste entre el bien y el mal, entre el liderazgo justo y el corrupto. Amán y Jerjes ofrecen un marcado contraste con el noble y santo liderazgo de la reina Ester. Ella arriesga todo para enfrentarse a las leyes mortales de Persia, que exigen un genocidio.
Sin embargo, debido a que no aparece ningún nombre de Dios en el libro hebreo de Ester, muchos eruditos han declarado que este escrito es irremediablemente secular. Otros cuestionan la ausencia de ritos religiosos en el libro. Sin embargo, el texto habla de llanto, cilicio, ceniza y ayuno (Ester 4:1-3, 16). Que Dios no sea nombrado no significa que no esté involucrado. De hecho, seguramente Él es responsable del patrón extraordinario de aparentes coincidencias que caracterizan la narrativa y hacen posible la liberación de los judíos de un exterminio aparentemente seguro:
• La vacante inesperada de la realeza en la corte persa.
• El sorpresivo ascenso de una mujer judía a la reina de Persia.
• El descubrimiento de Mardoqueo de la conspiración de los eunucos.
• La recepción favorable de Ester por parte del rey, a pesar de que sus acciones fueron contra la ley.
• El insomnio del rey provocó la lectura de registros políticos con el momento en que Amán llegó fuera de hora a las cámaras del rey.
• La súplica malinterpretada de Amán por misericordia de Ester.
• El elaborado patrón literario simétrico en el que se han registrado todos estos aspectos.[11]
También debe entenderse que los narradores bíblicos a menudo señalan la teología a través de medios implícitos. No es descabellado suponer que el narrador vio las “coincidencias” en Ester como tan milagrosas que lo divino no necesitaba ser explicitado, ni siquiera mencionado. Además, la disposición de Ester y Mardoqueo “de enfrentar la historia con una apertura a la posibilidad de la providencia, incluso cuando la historia parece pesar en contra de su probabilidad, como lo hizo en los días oscuros después de la emisión del decreto de Amán, esta es una postura de profunda fe”.[12]
Un análisis secular de la crisis podría concluir que la convicción de Mardoqueo de que “de alguna otra parte nos vendrá respiro y liberación a los judíos” parece simple. ¿Y cómo sabía que Ester y la familia de su padre, incluso él mismo, morirían si eso no sucedía?
Si Mardoqueo se refiere solo a 2la fuerza interior y el potencial de autoayuda de los judíos”,[13] Ester debe estar malinterpretándolo, porque primero señala su aceptación de la asignación al pedir un ayuno en toda la ciudad entre los judíos de Susa (4:16), un gesto totalmente insensato si no hay un poder superior al que se pueda apelar.
Dado que la teología se ocupa del carácter de la realidad última y su manifestación en la historia humana, entonces Mardoqueo, los consejeros de Amán y Zeres contribuyen a la teología del libro de Ester: que un poder invisible puede organizar los eventos de tal manera que incluso contra las probabilidades más adversas, el pueblo de Dios estará protegido y liberado. El ocultamiento divino es un aspecto esencial de la teología del libro. El autor del libro de Ester seguramente creía que Dios estaba detrás de la historia humana.
Aunque el libro de Ester, el libro de Eclesiastés y el Cantar de los Cantares no se citan explícitamente en el Nuevo Testamento, un escrutinio cuidadoso de la narrativa de Ester ha llevado a muchos a ver la posibilidad de que Ester represente un tipo de Cristo. Aun así, algunos todavía argumentan que el libro bíblico de Ester es una anomalía porque no incluye ni siquiera uno de los muchos nombres de Dios que se encuentran en el Antiguo Testamento, ni siquiera cuando describe lo que parecen ser rituales religiosos. Además, dada la cronología de la narración, la ausencia de cualquier mención explícita de la Pascua también se ve como una anomalía para algunos.
Tenga en cuenta, sin embargo, que si el ayuno de tres días del capítulo cuatro (v. 16) sigue inmediatamente después de la emisión del edicto genocida el día 13 del primer mes (3:12), existe la rareza de judíos ayunando en la Pascua, que comienza en la tarde del día 14 (Lev. 23:5).
Otra alusión a un poder superior que organizó los acontecimientos en beneficio de los judíos aparece en el capítulo seis, un versículo crucial: “Al llegar, Amán les contó a Zeres, su mujer, y a todos sus amigos, todo lo que le había acontecido. Entonces sus sabios y su mujer le dijeron: ‘Si ese Mardoqueo es descendiente de los judíos, y has comenzado a caer, no lo podrás vencer, sino que caerás derrotado ante él’” (Ester 6:13).
Los asesores de Amán y su esposa aconsejaron al primer ministro que empalara a su némesis. El evento de aclamar públicamente a Mardoqueo es profundamente traumático para Amán debido a su ego, pero esto no implica necesariamente el triunfo de los judíos en su caída personal. Después de todo, sus consejeros y Zeres casi con certeza ignoran el carácter judío de Ester y, por lo tanto, no tienen más razones que él para sospechar que su segundo banquete con el rey y la reina terminará en su sentencia de muerte.
El tono de Ester 6:13 es tan seguro y definitivo como la predicción de liberación y retribución de Mardoqueo en 4:14, e igualmente inapropiado para la situación actual. A menos, por supuesto, que la situación actual sea parte de un patrón más amplio que el que solo puede funcionar en beneficio de los judíos. La predicción que hacen los consejeros de Amán y su esposa en 6:13 se ve mejor como una interpretación del desfile anterior de Mardoqueo como un presagio, un evento que revela un patrón más grande e inevitable. “Hay una lógica en la historia más allá de la causalidad natural, y esto permite a los sabios (como se llama a los amigos de Amán) discernir la dirección en la que se está moviendo la historia”.[14]
Sin embargo, no solo los sabios disciernen la “lógica de la historia más allá de la causalidad natural”. Al final del libro, “fue tal el temor que los judíos infundían, que mucha gente de los pueblos del país se hizo judía” (8:17).
La gracia que hizo su primera aparición cuando Ester ganó el favor de Hegai, el guardián del harén (2: 9, 15) ahora se ha extendido a Mardoqueo y, finalmente, también a todos los judíos. En estos casos, la lógica de la historia va más allá de la causalidad natural y se manifiesta no solo en el patrón más amplio en el que está incrustado el evento individual, sino también en el evento mismo. Porque seguramente este grado de miedo a una minoría por parte de la mayoría es tan inexplicable por causalidad natural que debería aplicarse el término milagro.
El libro de Ester contiene una narración impresionante de una liberación milagrosa del pueblo hebreo, ¡una narración de la gracia divina! Esther no solo era una exiliada, sino también una huérfana y una persona que tuvo que ocultar su origen étnico. Sin embargo, a través de la supervisión divina sutil, a través de su obediencia a su padre adoptivo y gran valor personal, se elevó a las alturas reales y trabajó por la liberación de su pueblo amenazado. Una mujer líder, que representa a una minoría odiada, Ester respondió al llamado de Dios, arriesgando su vida para oponerse a un malvado abuso de poder. En la cultura patriarcal persa, Dios eligió a una mujer como libertadora. La vida de Ester puede ayudarnos, a menudo más sutilmente de lo que podemos reconocer, a reconocer el poder y la gracia del Dios de Israel. ¡Qué narrativa del evangelio!
La humildad, el sacrificio personal y la santa sabiduría de Ester la convierten en una de las grandes líderes de las Escrituras. Lo que vemos en ella se encuentra supremamente en Jesucristo. Gracias a Jesús, nosotros también podemos entrar en un descanso completo, así como los judíos entraron en su shalom y descansaron de sus enemigos debido a Ester, todo lo cual presagió la liberación que se encuentra en Cristo. Además, recibir la salvación siempre tiene efectos duraderos que van más allá de los que experimentan el acto.
Esta narrativa se vuelve cada vez más relevante en una era cada vez más secular. Nos anima a ver nuestras propias vidas, con sus giros y vueltas inexplicables, como representativas de las acciones salvadoras e intervinientes ocultas de Dios. Porque Dios es todopoderoso y puede cumplir sus propósitos mientras da a los humanos libre albedrío. Mediante una actividad misteriosa, invisible e inexplicable, puede frustrar incluso los planes mejor trazados de sus enemigos, como se evidencia en la forma en que trabajó con las inmutables leyes persas. Dios, sin infringir la libertad humana de elegir, puede provocar una reversión de situaciones aparentemente imposibles. Él creó este mundo y todavía se compromete a cuidarlo, cumpliendo sus propósitos trabajando en él.
“En un mundo donde existe una injusticia estructural dentro del estado de derecho y un fatalismo desesperado sobre el resultado probable… es verdaderamente notable que tal propósito [divino] se cumpla sin recurrir a la intervención directa. Esto realmente es redención”.[15]
“Y podemos aprender a vivir por fe con la esperanza segura de que a pesar de las apariencias, ¡nuestra liberación, ya garantizada por Jesús, sucederá! Es cierto que Dios no se menciona explícitamente en la narrativa de Ester. Sin embargo, la narrativa ‘vela’ la presencia de Dios en lugar de excluirla, invitando al lector a mirar más allá del velo a la realidad más grande que se puede descubrir a través de una búsqueda diligente”.[16]
A través de un Hombre (Profeta, Sacerdote y Rey) y a través de una mujer, Ester, se han manifestado los propósitos soberanos de Dios. Jesús, como Ester, estaba dispuesto a ponerse a merced de sus enemigos y arriesgar su vida por su pueblo, totalmente comprometido con la liberación de su pueblo, entrando en la historia pecaminosa y mortal de la humanidad para traer la salvación. Él todavía cumple sus propósitos de manera invisible, supervisando la historia humana al “demostrar que no solo permite todas y cada una de las actividades humanas, incluida la malicia premeditada, sino que supervisa la historia para que el accidente, la coincidencia, el azar, la suerte y el destino se combinen para asegurar ese propósito”.[17] Solo un Dios todopoderoso e infinito podría lograr esto.
La fiesta judía de Purim celebra el cambio, el destino y la suerte del sorteo y la sentencia de muerte relacionada con él que Dios utilizó finalmente para su liberación, a pesar de la intención de Amán, el gobierno de la ley persa y la desesperanza de su Situación: “Ellos celebran la realidad de que Dios elige estos mismos medios para lograr su liberación… Él [también] nos ha liberado sin nuestra ayuda y, de hecho, a menudo frente a nuestra resistencia. Él es quien no solo ha sido nuestro mediador, sino el medio mismo de la mediación; el que no solo arriesgó su vida, sino que la entregó para que todos pudiéramos vivir”.[18]
La mediación de Ester por su pueblo se ve correctamente como un tipo de Cristo. La propia hermenéutica de Jesús, que resumió dos veces el domingo de Resurrección, invita a esto: al hablar con dos discípulos en el camino a Emaús “dijo: ‘!Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?’ Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Luc. 24:25-27). Más tarde, de regreso en Jerusalén con los discípulos, “les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (vv. 44-45).
La narración de Ester merece una interpretación cristológica tanto como cualquier otro libro del Antiguo Testamento. Y que nuestro estudio también resulte en la experiencia del “corazón ardiente” que describieron los discípulos de Emaús: “Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (v. 32).
Los comentaristas cínicos critican la probabilidad de que una niña cautiva se convierta en reina en la tierra de su cautiverio y se convierta en la salvadora de su pueblo mediante la sumisión a la ley que exigía la aniquilación de su pueblo. Pero en esta misma improbabilidad también se ve en las vidas del Antiguo Testamento de Moisés, José y Daniel, y ahora a través de Ester, todo lo cual puede cimentar nuestra fe en la Gran Liberación de Jesús. Porque Ester se atrevió a acercarse al rey con gran riesgo personal (Ester 4:11) en nombre de su pueblo, obteniendo liberación para ellos cuando estaban bajo un decreto de muerte. Michael Beckett sugiere acertadamente que “aquí encontramos una notable prefiguración de la historia de la mediación de Jesús”.[19]
Los escritores de la Biblia del Antiguo Testamento, bajo inspiración, presentan muchos tipos: sumo sacerdote, rey, sacrificio, profeta, siervo, juez, palabra, todo cumplido en Jesús. La naturaleza acumulativa del Antiguo Testamento ayuda a iluminar la plenitud de Cristo. El Antiguo Testamento no es un tomo sistemático de teología o una discusión filosófica. La mayor parte de la evidencia se registra en forma de narrativas complejas pero coherentes. Jesús continuó expresando la teología de esta manera con sus narraciones o parábolas. Un escritor de himnos entendió: “¡Alma, bendice al Señor que a los cielos gobierna, y te conduce paciente con mano paterna!”. Seguramente estas palabras resumen poéticamente el Libro de Ester.
Autor: Jo Ann Davidson, PhD, es profesora de teología sistemática en el Seventh-day Adventist Theological Seminary, Andrews University, Berrien Springs, Michigan, EE.UU | Traducido por Eric Richter para DA
Referencias:
A menos que se indique algo diferente, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la Reina Valera Contemporánea (2015). ↩︎
Timothy Laniak, “The Scroll of Esther: A Tale of Honor and Shame”, trabajo de investigación, Harvard University, 1994, 18. ↩︎
Beth Moore, Esther: It’s Tough Being a Woman (Nashville, TN: Lifeway Press, 2008), xli. ↩︎
Herodoto, Historias, 3:129; Josefo, Antigüedades de los Judíos, 11:17. ↩︎
Andre LaCocque, The Feminine Unconventional: Four Subversive Figures in Israel’s Tradition (Minneapolis, MN: Fortress Press, 1980), 80 n. 64. ↩︎
Michael V. Fox, Character and Ideology in the Book of Esther, Studies on Personalities of the OT (Columbia, SC: Wipf & Stock, 1991), 112. ↩︎
Moore, Esther, 98-99. ↩︎
Debra Reid, Esther, Tyndale Old Testament Commentaries 13 (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2008), 34. ↩︎
Michael Beckett, Gospel in Esther (Waynesboro, GA: Paternoster Press, 2002), 7-8. ↩︎
Ibíd., 3. ↩︎
Véase David J. A. Clines, The Esther Scroll: The Story of the Story (Sheffield: JSOT Press, 1984). ↩︎
Fox, Character and Ideology in the Book of Esther, 242. ↩︎
Ibíd., 244. ↩︎
Ibíd., 246. ↩︎
Beckett, Gospel in Esther, 21. ↩︎
Reid, Esther, 49. ↩︎
Beckett, Gospel in Esther, 46. ↩︎
Ibíd., 35. ↩︎
bíd., 27. ↩︎