Declaraciones inusuales sobre asuntos científicos

Elena G. de White Feb 20, 2017
Juegos Cristianos

Cruzamiento de hombre y bestia

Algunos han acusado que Elena G. de White escribió en 1864 (y se volvió a publicar en 1870) que los seres humanos anteriormente cohabitaron con animales y que su descendencia produjo ciertas razas que existen en la actualidad. La declaración reza así:

Pero si hubo un pecado por encima de otro que requería la destrucción de la raza por el diluvio, fue el vil crimen del cruzamiento de hombre y bestia que desfiguró la imagen de Dios, y causó confusión en todas partes. Dios se propuso destruir por un diluvio a esa raza poderosa y longeva que había corrompido sus caminos delante de él.[1]

Ningún diccionario ha usado “cruzamiento” para describir la cohabitación del hombre con la bestia. El uso primario de la palabra usada por la Sra. White, “amalgamation” [amalgamación], describe la fusión de metales, la unión de elementos diferentes tal como ocurre para hacer empaste para los dientes. El uso del siglo XIX incluía la mezcla de diversas razas.

Admitimos que la declaración de la Sra. White podría parecer ambigua: ¿Quiere decir ella “cruzamiento de hombre con bestia” o “cruzamiento de hombre y de bestia”? A menudo se omite la repetición de la preposición “de” en construcciones similares.[2]

En otras dos ocasiones, la Sra. White usó la palabra “amalgamation” [“amalgamación” y “cruzamiento”]. La empleó metafóricamente, al comparar a los creyentes fieles con las personas del mundo.[3] Y la usó para describir el origen de plantas venenosas y otras irregularidades en el mundo biológico: “Cristo nunca sembró la semilla de la muerte en el organismo. Satanás fue quien la sembró cuando tentó a Adán a que comiese del árbol del conocimiento, lo cual significaba desobediencia a Dios. Ninguna planta tóxica fue colocada en el gran huerto del Señor, pero después que Adán y Eva pecaron, comenzaron a surgir hierbas ponzoñosas... Toda la cizaña es sembrada por el maligno. Toda hierba perniciosa es de su siembra, y mediante sus ingeniosos métodos de cruzamiento ha corrompido la tierra con cizaña”.[4]

Al reconocer que Satanás ha sido un agente activo en la corrupción del plan de Dios para el hombre, las bestias, las plantas, etc., podemos comprender mejor lo que Elena de White puede haber querido decir cuando describió los resultados del cruzamiento. Aquello que “desfiguró la imagen de Dios” en el hombre y que “confundió las especies [de animales]” ha sido el trabajo de Satanás con la cooperación de los seres humanos. Ese “cruzamiento [amalgamación] de hombre y [de] bestia, como puede verse en las variedades casi infinitas de especies de animales, y en ciertas razas de hombres”, llega a ser comprensible.

La Sra. White nunca insinuó la existencia de seres subhumanos o de ninguna clase de relación animal-humana híbrida. Ella habló de “especies de animales” y de “razas de hombres”, pero no de alguna clase de cruzamiento de animales con seres humanos. Sin embargo, reconocemos que los estudiantes concienzudos de los escritos de Elena de White difieren en cuanto a lo que ella quiso decir por “amalgamation” [cruzamiento].

“La obligación de probar su opinión descansa en aquellos que afirman que la Sra. White le dio un nuevo y extraño significado al término”.[5]

[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G. de White, (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 2000), pp. 491, 492].

Preocupación por declaraciones científicas de Elena de White

Se ha llamado la atención a declaraciones que parecen mostrar que Elena de White cometió errores lamentables respecto a cuestiones científicas. No se pide a los profetas que actualicen enciclopedias o diccionarios. Ni los profetas (ni ninguna otra persona) han de ser hechos “un ofensor por una palabra” (Isa. 29:21, NKJV). Si los profetas tienen que ajustarse a las normas de exactitud científica más elevadas (cada pocos años esas “normas” cambian, aun para los expertos), tendríamos motivo para rechazar a Isaías por referirse a “los cuatro confines de la tierra” (Isa. 11:12) y a Juan por escribir que vio a “cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra” (Apoc. 7:1).

Algunos señalan la frase, “Así como la luna y las estrellas [“planetas”, en la versión en español] del sistema solar brillan por la luz del sol que reflejan”, para acusar que Elena de White no era digna de confianza en cuestiones científicas.[6] Pero la mayoría de los lectores reconocerán este uso de “estrellas” en vez de “planetas del sistema solar” como una descripción no técnica fácilmente entendida por la gente corriente.

Algunos han declarado que Elena G. de White estaba equivocada cuando aseguró que había visitado “un mundo que tenía siete lunas”,[7] y que los planetas visitados eran Júpiter y Saturno. En realidad, ella nunca mencionó el “mundo que tenía siete lunas”. Pero hay algo más sobre esta historia.

Menos de tres meses después que ella y Jaime se hubieron casado en 1846, Elena tuvo una visión en la casa de los Curtis en Topsham, Maine, en presencia de José Bates. Aunque Bates había visto a Elena de White en visión en varias ocasiones, todavía tenía dudas sobre su don profético; pero gracias a la visión de Topsham se convenció que “la obra es de Dios”.[8] Jaime White informó que, en esta visión, la Sra. White fue “guiada a los planetas Júpiter y Saturno, y creo que a uno más. Después que salió de la visión, pudo dar una descripción clara de sus lunas, etc. Es bien sabido que antes de que tuviera esta visión, ella no sabía nada de astronomía y no podía contestar una sola pregunta en relación a los planetas”.[9]

¿Qué fue lo que lo convenció a Bates, el veterano capitán de mar y astrónomo aficionado, que la obra de Elena de White era “de Dios”? Después de la visión, ella describió lo que había visto. Sabiendo que ella no tenía antecedentes en astronomía, Bates dijo: “Esto es del Señor”.

Obviamente, lo que Bates oyó correspondía a su conocimiento de lo que los telescopios mostraban en 1846. Casi seguramente esta visión fue dada en presencia de Bates para aumentar su confianza en el ministerio de Elena de White. Si ella hubiese mencionado el número de lunas que revelan los telescopios modernos, parece claro que las dudas de Bates se habrían confirmado.[10] (Ver “Evite hacer que los consejos ‘prueben’ las cosas que nunca fueron su intención probar”.)

¿Muerte por el uso de cosméticos?

En un artículo que describe modas no saludables, Elena G. de White incluyó la siguiente declaración en un artículo que trataba sobre arreglos de moda peligrosos:

Muchos dañan su salud por su ignorancia y ponen en peligro sus vidas por el uso de cosméticos. Privan a sus mejillas del brillo de la salud, y luego para suplir la deficiencia, usan cosméticos. Cuando se empiezan a acalorar en la danza el veneno se absorbe por los poros de la piel y se introduce en la sangre. Muchas vidas se han sacrificado sólo por este medio. (The Health Reformer [El reformador de la salud], octubre de 1871).

Algunos se han preguntado cómo sólo el uso de cosméticos puede llegar a ser fatal. En el mundo actual, con controles gubernamentales y normas seguras para el consumidor, las reacciones adversas a los cosméticos se limitan esencialmente a irritación y alergias de la piel. Pero este no era el caso en el siglo XIX, como se puede notar en el siguiente número del boletín para el consumidor de la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos: “El cosmético europeo conocido como cerusa era utilizado fielmente –y fatalmente, porque era principalmente plomo— por mujeres ricas del segundo siglo hasta bien entrado el siglo XIX para hacer que sus rostros lucieran pálidos según la moda” (Dori Stehlin, FDA Consumer, noviembre de 1991; revisión en mayo 1995).

En 1871, cuando Elena G. de White preparó el artículo en cuestión, “esmaltarse” era el último arreglo en cosméticos, “que no era nada menos que pintarse el rostro con pintura de plomo, y para ello se usaban las sales venenosas de plomo” (Sara Chase, M.D. en The Health Reformer [El reformador de la salud], octubre de 1871, p. 125). Otra mezcla mortal era bermellón, hecho de sulfato de mercurio. En un contexto tal, no es sorprendente que Elena G. de White alertara a sus lectores a las temibles realidades que poseían tales productos para la vida y la salud.

Daños físicos y espirituales de la masturbación

Pocos temas han sido más ridiculizados por los críticos que las declaraciones de Elena de White respecto al “autoabuso”,[11] “el vicio solitario”,[12] “la autoindulgencia”,[13] “el vicio secreto”,[14] “la contaminación moral”,[15] etc. Elena de White nunca usó el término “masturbación”.

Su primera referencia a este tema apareció en un panfleto de 64 páginas, An Appeal to Mothers (Un llamado a las madres), en abril de 1864, nueve meses después de su primera visión abarcante de salud. El panfleto se dedicaba primariamente a la masturbación: las páginas 5 al 34 eran de su propia pluma, el resto consistía en citas de autoridades médicas.[16]

Elena de White no dijo que todas, o ni siquiera la mayoría, de las consecuencias potencialmente serias de la masturbación le sobrevendrían a todo individuo. Ni dijo que el peor grado posible de una consecuencia seria le ocurriría a la mayoría de los que se entregaban a este vicio.

Las investigaciones modernas indican que las declaraciones fuertes de Elena de White pueden tener respaldo cuando se las entiende debidamente. Sin embargo, el punto de vista general en la actualidad es que la masturbación es normal y saludable, y que por lo tanto la persona que la practica debiera sentirse libre de sentimientos de culpa.

Dos especialistas médicos han sugerido que en “un adolescente con deficiencias de cinc, la excitación sexual y la masturbación excesiva podrían precipitar la locura”,[17] e “incluso es posible, dada la importancia del cinc para el cerebro, que los moralistas del siglo XIX tenían razón cuando decían que la masturbación reiterada podía enloquecer a una persona”.[18]

Dos profesionales en el área de la psicología clínica y la terapia familiar han comparado las declaraciones de Elena de White sobre la masturbación con el conocimiento médico actual.[19] El Dr. Richard Nies defendió el consejo general de Elena de White sobre la masturbación, al señalar cuatro puntos principales: (1) La masturbación conduce al “deterioro mental, moral y físico... No es la estimulación por sí misma lo que está mal. Es lo que ocurre en [las personas] cuando se vuelven autocéntricas”. (2) La masturbación “quiebra las sensibilidades más finas de nuestro sistema nervioso... No es difícil ver desde el punto de vista de la intervención eléctrica de nuestro sistema nervioso, cómo la enfermedad llega a ser un resultado natural en individuos que han colocado su propia gratificación en el centro de su ser... La enfermedad es el resultado natural de esto”.

(3) La masturbación es una predisposición que puede ser “heredada y transmitida de una generación a otra, incluso conduciendo a la degeneración de la raza”.

(4) Al tratar con otros, especialmente con niños, el consejo de Elena de White sigue el rumbo de tratar con las consecuencias, de mostrarles que debiéramos educarnos para el amor y para la eternidad, no para la autogratificación con sus terribles consecuencias. El Dr. Nies concluyó su monografía: “La autogratificación es sinónimo de destrucción”.

Alberta Mazat observó que la preocupación de Elena de White respecto a la masturbación era primariamente sobre las consecuencias mentales antes que por el “acto puramente físico. Ella estaba más preocupada con los procesos de pensamiento, las actitudes, las fantasías, etc.” Mazat citó las referencias de Elena de White al hecho de que “los efectos no son los mismos en todas las mentes”, que “los pensamientos impuros se apoderan de la imaginación y la controlan”, y que la mente “se complace en contemplar las escenas que despiertan las pasiones viles”.

Mazat indicó además que algunos pueden sentirse avergonzados con las declaraciones fuertes de Elena de White respecto a la masturbación. Sin embargo, muchas otras declaraciones de la Sra. White también parecían “no realistas y exageradas antes de que la ciencia las corroborase, por ejemplo, que el cáncer es causado por un virus, los peligros del hábito de fumar, el comer con exceso, y el uso excesivo de grasas, azúcar y sal, para mencionar unas pocas... Es importante recordar que en ningún momento el conocimiento médico es perfecto”.[20]

Mirado desde otra perspectiva, Dios siempre eleva el ideal para su pueblo mediante sus mensajeros. No obstante, uno reacciona ante el consejo específico de Elena de White. Claramente, la masturbación no era lo que Dios tenía en mente cuando creó al hombre y la mujer, los unió en matrimonio, y luego los instruyó a que se fructificaran y multiplicaran. El ideal de Dios respecto a la sexualidad es la relación amorosa que existe en el matrimonio entre el marido y la esposa. Cualquier otra cosa, incluyendo la masturbación, se sale del ideal de Dios.

[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G. de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 2000), pp. 493, 494, con comentarios adicionales].

Vulcanología

Algunos sostienen que las declaraciones de la Sra. White referentes a la causa de los volcanes reflejaban los mitos y el modo de pensar extravagante de teorías antiquísimas. Sus escritos contienen ocho conceptos relevantes[21] que se han debatido desde que aparecieron por primera vez en 1864.[22]

Esta lista incluye: (1) La formación de estratos de carbón está vinculada al diluvio. (2) El carbón produce pretróleo. (3) Los incendios subterráneos son alimentados por la combustión de tanto el carbón como del petróleo. (4) El agua añadida a los incendios subterráneos produce explosiones, y de esta manera terremotos. (5) Los terremotos y la acción volcánica están relacionados juntamente como productos de estos incendios subterráneos. (6) Tanto la piedra caliza como el mineral de hierro están vinculados con la combustión de los estratos de carbón y de los depósitos de petróleo. (7) El aire está involucrado con el supercalor. (8) Se encuentran depósitos de carbón y de petróleo después que se han extinguido los incendios subterráneos.[23]

Aunque existen similitudes entre los escritos de la Sra. White y el famoso sermón de John Wesley, “La Causa y la Cura de los Terremotos” (1750), hay diferencias notables. Contrariamente a lo que sucede con autores anteriores, en los escritos de Elena de White uno no encuentra ninguna huella de “arroyos que causen erosión y vientos violentos; ni cavidades abovedadas que se desplomaron y de ese modo causaron el diluvio; ni cavernas huecas en las que resonaban los ecos de truenos subterráneos; ni incendios alimentados por depósitos subterráneos de sulfuro, nafta o nitrato. Visto como una unidad, el concepto de ella de los fuegos subterráneos es único, y buscamos en vano para encontrar que lo haya tomado prestado de alguna fuente humana”.[24]

Por supuesto, la siguiente pregunta es si uno puede encontrar una confirmación científica de su punto de vista “único” sobre estos fenómenos naturales violentos. Abundan muchas teorías en cuanto a las causas de los volcanes y los terremotos, y a la formación del petróleo y del carbón. La mayoría de los geólogos basan sus ideas en la teoría de las placas tectónicas. No hay nada en los comentarios de Elena de White que descarte esta teoría. Además, nada en sus escritos declara que todos los volcanes son el producto de la combustión de yacimientos de carbón o que todos los terremotos están causados por incendios subterráneos. Cuando ella relaciona los terremotos con los volcanes, uno piensa inmediatamente en el “anillo de fuego” del océano Pacífico y en el alto potencial para desastres que procede de ambos.

Sin embargo, hombres de ciencia notables han confirmado las observaciones de Elena de White. El libro Geology of Coal [Geología del carbón], de Otto Stutzer, documentó que “los incendios subterráneos en estratos carboníferos se prenden por combustión espontánea, lo que resulta en el derretimiento de las rocas cercanas que se clasifican como depósitos pseudos volcánicos”.[25] Stutzer enumeró varios ejemplos de dicha actividad, incluyendo “una montaña en combustión”, un afloramiento que “duró más de 150 años”, y “el calor ocasionado por un estrato de carbón en combustión [que] fue usado para calentar invernáculos en esa área desde 1837 a 1868”.[26] Existe una confirmación moderna para el incendio del carbón y del petróleo con el sulfuro como su elemento constitutivo, lo que “se ve alrededor de las erupciones de las aguas termales, géisers y fumarolas volcánicas”.[27]

Las referencias a las rocas “que cubren el carbón y que han sufrido una alteración considerable a causa de los incendios, que son aglutinadas y parcialmente derretidas”, se correlacionan con la declaración de Elena de White que “con frecuencia la hulla y el petróleo se encienden y arden bajo la superficie de la tierra. Esto calienta las rocas, quema la piedra caliza, y derrite el hierro”.[28] Investigaciones posteriores en el oeste de los Estados Unidos han producido conclusiones muy semejantes y en un lenguaje muy parecido a los escritos de la Sra. White un siglo antes: “La roca derretida se parece al ladrillo refractario de un horno común o a la lava volcánica”.[29]

Una última acusación ha sido que el mineral de hierro derretido no se encuentra en conexión con depósitos de carbón y de petróleo en combustión. Sin embargo, una monografía de la Encuesta Geológica de los Estados Unidos registra el descubrimiento de hematina (un mineral de hierro) que “de alguna manera [había sido] formado mediante la intervención del carbón en combustión”.[30]

La sugerencia de que Elena de White estaba en deuda con fuentes existentes para su información científica, no tiene mérito, porque algo de esta verificación sólo llegó a conocerse muchos años después de su muerte. Además, “es sumamente improbable que ella recurrió a las ideas publicadas de creacionistas contemporáneos sobre el tema, puesto que los puntos de vista de éstos eran residuos de especulaciones cosmológicas alocadas”.[31]

[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G. de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 2000), pp. 492, 493].

¿La cintura de avispa se hereda?

Elena G. de White frecuentemente trata el tema de cómo el cristianismo práctico se relaciona con la moda. Señala el deber de vestirse saludablemente y no de ser esclavo de los dictados del “estilo”. Al igual que otros reformadores de sus días, Elena G. de White protestó ardientemente contra las prácticas insalubres asociadas con la vestimenta del corsé. Ella dice:

"Los corsés que se usan de nuevo, generalmente para comprimir la cintura, es una de las vestimentas más distintivas de la mujer. La salud y la vida se sacrifican para seguir una moda que está vacía de la belleza y la comodidad reales. La compresión de la cintura debilita los músculos de los órganos respiratorios. Impide el proceso digestivo. El corazón, el hígado, los pulmones, el bazo y el estómago se acomodan en un espacio pequeño, no dejando lugar para la acción saludable de estos órganos...
“Al comprimirlos, los órganos internos de las mujeres se ubican fuera de sus posiciones. Hay pocas mujeres que están completamente sanas. La mayoría de las mujeres tienen numerosas dolencias. Muchas están aquejadas de debilidad de naturalezas disímiles. Estas vestimentas de moda para las mujeres no pueden transmitir buenas constituciones a sus hijos. Algunas mujeres tienen por naturaleza cinturas pequeñas. Pero en lugar de ver tales formas como hermosas, deben verse como defectuosas. Esas cinturas de avispa pueden haber sido transmitidas por sus madres, como el resultado de su indulgencia en la práctica pecaminosa de ajustar su cintura, y como consecuencia de producir una respiración imperfecta. Pobres los niños nacidos de estas esclavas miserables de la moda que tienen la vitalidad disminuida y predisposición a enfermarse. Las impurezas retenidas en el sistema como una consecuencia de la respiración imperfecta se transmiten a su descendencia” (Review and Herald, 31 de octubre, 1871).

Algunos han cuestionado la credibilidad en Elena G. de White por sugerir la posibilidad de que algunas mujeres puedan haber heredado cinturas pequeñas a causa de sus madres –como si clamara revelación divina en este punto. Su declaración cauta y calificada (“pueden haber heredado”) indica que no estaba clamando por revelación en este caso. Incluso si estaba equivocada en su comprensión de cómo adquieren sus deformidades físicas algunas personas, no desdice los principios de salud por los que estaba abogando, o la sabiduría de su consejo para que las mujeres abandonen tales prácticas no saludables. (Ver “Evite hacer que los consejos ‘prueben’ cosas que nunca tuvieron la intensión de probar”.)

Daño por el uso de pelucas

En el número del Health Reformer (Reformador de la salud) de octubre de 1871,[32] Elena G. de White escribió sobre las “complacencias nocivas” que militan contra los intereses más elevados y la felicidad de las mujeres. Entre esas “complacencias” ella incluía las pelucas que, “cubriendo la base del cerebro, calientan y excitan los nervios espinales que se centran en el cerebro”. Como un resultado de “seguir esta moda que deforma”, dijo ella, “muchas han perdido su razón y han llegado a un estado de locura sin esperanza”.

En el contexto de las pelucas confortables de hoy día, los críticos tienden a ridiculizar esta declaración. Pero la Sra. White se refería a un producto enteramente diferente. Las pelucas que ella describió eran “manojos monstruosos de cabello enrulado, algodón, alga acuática, lana, musgo español, y otras abominaciones innumerables”.[33] Una mujer dijo que su moño generaba “un grado no natural de calor en la parte posterior de la cabeza” y producía “un dolor de cabeza perturbador tanto tiempo como lo usaba”.

Otro artículo del Health Reformer (que citaba del Marshall Statesman y el Springfield Republican) describía los peligros de usar “trenzas postizas de yute”, peluchas hechas de corteza oscura, fibrosa. Aparentemente esas trenzas se infestaban a menudo con “sabandijas de yute”, insectos pequeños que se escondían debajo del cuero cabelludo. Una mujer informó que la cabeza se le puso en carne viva y el cabello se le comenzó a caer. Todo el cuero cabelludo “estaba perforado por los parásitos que se escondían [en él]”. “La mujer... está casi enloquecida por el terrible sufrimiento, y por la perspectiva de la muerte horrible que los médicos aparentemente no pueden prevenir”.[34]

Con informes como éste en la prensa pública, es fácil comprender por qué Elena G. de White advirtió a las mujeres contra los peligros posibles de usar pelucas y tratar de “mantenerse al día con la moda cambiante, meramente para crear una sensación”.[35]

Referencias


  1. Spiritual Gifts [Dones espiritualesl], vol. 3, p. 64. “Todas las especies de los animales que Dios había creado fueron preservadas en el arca. Las especies mezcladas que Dios no creó, que fueron el resultado del cruzamiento, fueron destruidas por el diluvio. Desde el diluvio ha habido cruzamiento de hombre y bestia, como puede verse en las variedades casi infinitas de especies de animales, y en ciertas razas de hombres” (p. 75). ↩︎

  2. “Podríamos hablar de la dispersión del hombre y de la bestia sobre la tierra, pero por ello no queremos decir que anteriormente el hombre y la bestia estaban fusionados en una masa en un sitio geográfico. Simplemente significa la dispersión del hombre sobre la tierra y la dispersión de las bestias sobre la tierra, aunque la ubicación original de los dos grupos podrían haber estado en lados opuestos de la tierra. En otras palabras, la dispersión del hombre y de las bestias” (Francis D. Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], p. 308). ↩︎

  3. “Aquellos que profesan ser seguidores de Cristo, debieran ser agentes vivientes, que cooperan con las inteligencias celestiales; pero por la unión con el mundo, el carácter del pueblo de Dios se empaña, y mediante la amalgama con lo corrupto, el oro fino se oscurece” (Review and Herald, 23 de agosto, 1892; véase también The Spirit of Prophecy [El Espíritu de Profecía], vol. 2, p. 144 y Alza tus ojos, p. 320). ↩︎

  4. Mensajes selectos, vol. 2, pp. 330, 331. ↩︎

  5. Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], p. 308). ↩︎

  6. La educación, p. 14 (la misma declaración aparece en El Deseado de todas las gentes, p. 430). ↩︎

  7. Primeros escritos, p. 40. Esta versión fue primera descrita en el pliego suelto, To those who are receiving the seal of the living God [A aquellos que están recibiendo el sello del Dios viviente], publicado por primera vez el 31 de enero de 1849. ↩︎

  8. A Word to the Little Flock [Unas palabras a la manada pequeña], p. 21, citado en Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], p. 581. ↩︎

  9. Id., p. 22. Elena de White escribió: “Tuve una visión de la gloria de Dios, y por primera vez se me mostraron otros planetas” (Notas biográficas de Elena G. de White, p. 106; ver también Spiritual Gifts, t. 2, p. 83. No existe evidencia de que ésta es la misma visión descrita en Primeros escritos, p. 40. Ver pp. 144, 145). ↩︎

  10. En Loughborough, The Great Second Advent Movement [El segundo gran movimiento adventista], pp. 257-260, se encuentra información adicional sobre esta visión de 1846. Para un análisis de cómo el recuerdo de Loughborough de su conversación con Bates muchos años antes armoniza con este momento memorable para Bates, ver Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], pp. 93-101. ↩︎

  11. An Appeal to Mothers [Un llamado a las madres], p. 27; Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia], vol. 2, p. 470. ↩︎

  12. Ibid., p. 5. ↩︎

  13. Ibid., p. 18. ↩︎

  14. Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia], vol. 2, p. 391. ↩︎

  15. Ibid. ↩︎

  16. An Appeal to Mothers fue reimpreso en 1870 como parte de una obra mayor. A Solemn Appeal Relative to Solitary Vice and Abuses and Excesses of the Marriage Relation [Una llamado solemne relativo al vicio solitario y abusos y excesos de la relación matrimonial]. Una reimpresión facsimilar aparece en el Apéndice C de A Critique of Prophetess of Health (Centro White). ↩︎

  17. Carl C. Phiefffer, Ph. D, M. D., Zinc and Other Micro-Nutrients [El cinc y otros micro nutrients] (New Canaan, CT: Keats Publishing Inc., 1978), p. 45. ↩︎

  18. David F. Horrobin, M. D., Ph D, Zinc (St. Albans, VT: Vitabooks, Inc., 1981), p. 8. ↩︎

  19. Richard Nies, Ph. D (Psicología experimental, UCLA, 1964; Ph. D. equivalente en psicología clínica, incluyendo examen oral, pero murió durante la preparación de la disertación), Conferencia, “Give Glory to God”, Glendale, CA, n.d.; Alberta Mazat, M. S. W. (profesora de matrimonio y terapia familiar, Universidad de Loma Linda, Loma Linda, CA), monogafía, “Masturbation” (43 pp.), Instituto de Investigación Bíblica. ↩︎

  20. Mazat, monografía, “Masturbación”. ↩︎

  21. Ver Warren H. Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 1” [Elena de White y fuegos subterráneos, Parte 1], Ministry [Ministerio], agosto, 1977, pp. 9-12. ↩︎

  22. Spiritual Gifts [Dones espirituales], vol. 3, pp.79-80; ver también Spirit of Prophecy [Espíritu de profecía], vol. 1, pp. 82-83 (1870); Signs of the Times [Señales de los tiempos], 13 de marzo, 1879; Patriarcas y profetas, pp. 98-100; Manuscrito 21, 1902, citado en Comentario bíblico adventista, vol. 7, p. 958. ↩︎

  23. Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 1” [Elena de White y fuegos subterráneos, Parte 1], Ministry [Ministerio], agosto, 1977, p. 6. ↩︎

  24. Ibid., p. 12. ↩︎

  25. Otto Stutzer, Geology of Coal [Geología del carbón], traducido por Adolph Noe (Chicago: University of Chicago Press, 1940), pp. 309-310, citado en Ibid., p. 19. ↩︎

  26. Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos subterráneos, Parte 2], Ministry [Ministerio], octubre, 1977, p. 20. ↩︎

  27. Ibid. V er también Thomas Gold, profesor emérito de astronomía en Cornell University, “Earthquakes, Gases, and Earthquake Prediction” (1994), en www.people.cornell.edu/pages/tg21/Earthq.html. ↩︎

  28. Stutzer, Geology of Coal [Geología del carbón], p. 310; Patriarcas y profetas, p. 99, citado en Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos subterráneos, Parte 2], p. 20. ↩︎

  29. E. E. Thurlow, “Western Coal” [Carbón Occidental], Mining Engineering [Ingeniería minera], 26 (1974), pp. 30-33, citado en Ibid., p. 21. ↩︎

  30. G. Sherburne Rogers, “Baked shale and Slag Formed by the Burning of Coal Beds”, U. S. Geological Survey Professional Paper, 108-A (1918), citado en Ibid., p. 21. ↩︎

  31. Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos subterráneos, Parte 2], p. 22. “Las minas de carbón de Alemania han llegado a ser una verdadera mina de oro para un estudio de las declaraciones científicas de Elena de White, mostrando el entretejimiento de lo divino y humano en una manera única”. – Ibid., p. 22. ↩︎

  32. Health Reformer, octubre 1871, pp. 120-121. ↩︎

  33. Ibid., julio 1867. ↩︎

  34. Ibid., enero 1871. ↩︎

  35. Ibid., octubre 1871. ↩︎

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