Citas de Ellen G. White | El Sábado

Revista Sefer Olam Feb 8, 2017
Juegos Cristianos

“La línea de demarcación trazada entre nuestro pueblo y el mundo debe mantenerse inequívocamente clara. Nuestra plataforma es la ley de Dios, por la cual se nos ordena observar el sábado; porque según se declara distintamente en el capítulo 31 de Exodo, la observancia del sábado es una señal entre Dios y su pueblo. ‘Guardaréis mis sábados -declara él-: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el sábado, porque santo es a vosotros… Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó’."

“Debemos escuchar el “Así dice Jehová”, aun cuando por nuestra obediencia causemos graves inconvenientes a los que no respetan el sábado. Por un lado tenemos las supuestas necesidades del hombre; por el otro las órdenes de Dios. ¿Qué tendrá más peso para nosotros?

“No todos nuestros hermanos son tan meticulosos como debieran acerca de la observancia del sábado. Dios les ayude a reformarse. Incumbe a cada cabeza de familia asentar firmemente sus pies en la plataforma de la obediencia”.[1]

“Hay quienes sostienen que el sábado fue dado únicamente para los judíos; pero Dios nunca dijo esto. Le confió su sábado a su pueblo Israel como un depósito sagrado; pero el mismo hecho de que eligiera el desierto de Sinaí, y no Palestina, para proclamar su ley, revela que su propósito era dársela a toda la humanidad. La ley de los Diez Mandamientos es tan antigua como la creación. Por lo tanto, la institución del sábado no tiene ninguna relación especial con los judíos, que no tenga con todos los demás seres creados. Dios ha hecho que la observancia del sábado sea obligatoria para todos los seres humanos. ‘El sábado -se dice claramente- fue hecho para el hombre’. Por lo tanto, que cada persona que se encuentra en peligro de ser engañada en este punto escuche la Palabra de Dios en vez de las aseveraciones humanas.

“Así como el árbol del conocimiento constituyó la prueba para la obediencia de Adán, la observancia del cuarto mandamiento es la prueba que Dios ha establecido para probar la lealtad de todo su pueblo. La experiencia de Adán seguirá siendo una amonestación para nosotros mientras el tiempo perdure. Nos advierte que no recibamos ninguna instrucción de la boca de seres humanos ni de ángeles, que nos aparte una jota o una tilde de la sagrada ley de Jehová”.[2]

“Se me mostró que todo el cielo contemplaba y observaba durante el sábado a los que reconocen los requerimientos del cuarto mandamiento y guardan el sábado. Los ángeles tomaban nota de su interés en la institución divina y su alta consideración por ella. Los que santificaban al Señor Dios en su corazón por una actitud estrictamente devocional, y procuraban aprovechar las horas sagradas observando el sábado lo mejor posible y honrar a Dios llamando delicias al sábado, eran especialmente bendecidos de los ángeles con luz y salud y recibían fuerza especial”.[3]

“Todos los que aman a Dios deben hacer lo que puedan para que el sábado sea una delicia, santo y honorable. No pueden hacer esto buscando sus propios placeres en diversiones pecaminosas y prohibidas. Sin embargo, pueden hacer mucho para exaltar el sábado en sus familias y hacer de él el día más interesante de la semana. Debemos dedicar tiempo a interesar a nuestros hijos. Un cambio ejercerá una influencia feliz sobre ellos. Podemos andar con ellos al aire libre; podemos sentarnos con ellos en los huertos y bajo la alegre luz del sol, y dar a sus mentes inquietas algo en que ocuparse, conversando con ellos de las obras de Dios. Podemos inspirarles amor y reverencia llamando su atención a los hermosos objetos de la naturaleza.

“El sábado debe resultar tan interesante para nuestras familias que su visita semanal sea saludada con gozo. De ninguna manera mejor pueden los padres exaltar y honrar el sábado que ideando medios de impartir la debida instrucción a sus familias, e interesarlas en las cosas espirituales, dándoles una visión correcta del carácter de Dios, y de lo que él requiere de nosotros a fin de perfeccionar el carácter cristiano y alcanzar la vida eterna. Padres, haced del sábado una delicia para que vuestros hijos puedan esperarlo con placer y recibirlo con gozo en su corazón”.[4]

“La palabra ‘acordarte’ está colocada en el mismo principio del cuarto mandamiento. Padres, necesitáis recordar vosotros mismos el día sábado para guardarlo santamente. Y si hacéis esto, estáis dando la debida instrucción a vuestros hijos. Ellos reverenciarán el santo día de Dios… En vuestros hogares se necesita la educación cristiana. A lo largo de toda la semana tened en cuenta el santo sábado del Señor pues ese día ha de ser dedicado al servicio de Dios. Es un día cuando han de descansar las manos de las tareas mundanales, cuando han de recibir especial atención las necesidades del alma”.[5]

“El sábado no era para Israel solamente, sino para el mundo entero. Había sido dado a conocer al hombre en el Edén, y como los demás preceptos del Decálogo, es de obligación imperecedera. Acerca de aquella ley de la cual el cuarto mandamiento forma parte, Cristo declara: ‘Hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley’. Así que mientras duren los cielos y la tierra, el sábado continuará siendo una señal del poder del Creador. Cuando el Edén vuelva a florecer en la tierra, el santo día de reposo de Dios será honrado por todos los que moren debajo del sol. ‘De sábado en sábado’, los habitantes de la tierra renovada y glorificada, subirán ‘a adorar delante de mí, dijo Jehová’.

“Ninguna otra institución confiada a los judíos propendía tan plenamente como el sábado a distinguirlos de las naciones que los rodeaban. Dios se propuso que su observancia los designase como adoradores suyos. Había de ser una señal de su separación de la idolatría, y de su relación con el verdadero Dios. Pero a fin de santificar el sábado, los hombres mismos deben ser santos. Por la fe, deben llegar a ser partícipes de la justicia de Cristo. Cuando fue dado a Israel el mandato: ‘Acordarte has del día del reposo, para santificarlo’, el Señor también les dijo: ‘habeís de serme varones santos’. Únicamente en esa forma podía el sábado distinguir a los israelitas como adoradores de Dios.

“Al apartarse los judíos de Dios, y dejar de apropiarse la justicia de Cristo por la fe, el sábado perdió su significado para ellos. Satanás estaba tratando de exaltarse a sí mismo, y de apartar a los hombres de Cristo, y obró para pervertir el sábado, porque es la señal del poder de Cristo. Los dirigentes judíos cumplían la voluntad de Satanás rodeando de requisitos pesados el día de reposo de Dios. En los días de Cristo, el sábado había quedado tan pervertido, que su observancia reflejaba el carácter de hombres egoístas y arbitrarios, más bien que el carácter del amante Padre celestial. Los rabinos representaban virtualmente a Dios como autor de leyes cuyo cumplimiento era imposible para los hombres. Inducían a la gente a considerar a Dios como un tirano, y a pensar que la observancia del sábado, que él les exigía, hacía a los hombres duros y crueles. Era obra de Cristo disipar estos conceptos falsos. Aunque los rabinos le perseguían con una hostilidad implacable, ni siquiera aparentaba conformarse a sus requerimientos, sino que seguía adelante, observando el sábado según la ley de Dios”.[6]

“‘El Hijo del hombre es Señor aun del sábado’. Estas palabras rebosan instrucción y consuelo. Por haber sido hecho el sábado para el hombre, es el día del Señor. Pertenece a Cristo. Porque ‘todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho’. Y como lo hizo todo, creó también el sábado. Por él fue apartado como un monumento recordativo de la obra de la creación. Nos presenta a Cristo como Santificador tanto como Creador. Declara que el que creó todas las cosas en el cielo y en la tierra, y mediante quien todas las cosas existen, es cabeza de la iglesia, y que por su poder somos reconciliados con Dios. Porque, hablando de Israel, dijo: ‘Díles también mis sábado, que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico’, es decir, que los hace santos. Entonces el sábado es una señal del poder de Cristo para santificarnos. Es dado a todos aquellos a quienes Cristo hace santos. Como señal de su poder santificador, el sábado es dado a todos los que por medio de Cristo llegan a formar parte del Israel de Dios”.[7]

“A fin de santificar el sábado, no es necesario que nos encerremos entre paredes, y que nos privemos de las hermosas escenas de la naturaleza, del aire libre y vigorizador y de la hermosura del cielo. En ningún caso debemos permitir que las cargas y las transacciones comerciales distraigan nuestra mente en el sábado del Señor que él ha santificado. No debemos permitir que nuestra mente se espacie siquiera en cosas de carácter mundanal. Pero la mente no puede ser refrigerada, vivificada y elevada si quedamos encerrados durante casi todas las horas del sábado entre paredes, escuchando largos sermones y oraciones tediosas y formales. El sábado del Señor recibe un uso erróneo si se lo celebra así. No se alcanza el objeto para el cual fue instituido. El sábado fue hecho para el hombre, para beneficiarle al apartar su espíritu de la labor secular a fin de que contemple la bondad y la gloria de Dios. Es necesario que el pueblo de Dios se reúna para hablar de él, para intercambiar pensamientos e ideas acerca de las verdades contenidas en su Palabra, y dedicar una parte del tiempo a la oración apropiada. Pero estos momentos, aún en sábado, no deben ser hechos tediosos por su dilación y falta de interés” [8]

“La cuestión del sábado ha de ser el punto culminante del gran conflicto final en el cual todo el mundo tomará parte. Los hombres han honrado los principios de Satanás por encima de los principios que rigen los cielos. Han aceptado el falso día de descanso que Satanás ha exaltado como señal de su autoridad. Pero Dios ha puesto su sello sobre su requerimiento real. Ambos días de reposo llevan el nombre de su autor, una marca imborrable que demuestra la autoridad de cada uno. Es nuestra obra inducir a la gente a comprender esto. Debemos mostrarle que es de consecuencia vital el llevar la marca del reino de Dios o la marca del reino de la rebelión, porque ellos se reconocen súbditos del reino cuya marca llevan. Dios nos ha llamado a enarbolar el estandarte de su sábado pisoteado. ¡Cuán importante es, pues, que nuestro ejemplo sea correcto en la observancia del sábado!

Al establecer nuevas iglesias, los ministros deben dar instrucción cuidadosa en cuanto a la debida observancia del sábado. Debemos cuidarnos, no sea que las prácticas flojas que prevalecen entre los observadores del domingo sean seguidas por aquellos que profesan observar el santo día de reposo de Dios. La línea de demarcación ha de ser hecha clara y distinta entre los que llevan la marca del reino de Dios y los que llevan la señal del reino de la rebelión.

El sábado tiene un carácter mucho más sagrado que el que le atribuyen muchos de los que profesan observarlo. El Señor ha sido grandemente deshonrado por aquellos que no han guardado el sábado de acuerdo con el mandamiento, en la letra y en el espíritu. El pide una reforma en la observancia del sábado.”[9]

“Levantó Jesús la cubierta del arca y vi las tablas de piedra en que estaban escritos los diez mandamientos. Me asombré al ver el cuarto mandamiento en el mismo medio de los diez preceptos, con una aureola luminosa que lo circundaba. El ángel dijo: “Este es, entre los diez mandamientos, el único que define al Dios vivo, que creó los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay.” Cuando Dios asentó los cimientos de la tierra, también asentó el cimiento del sábado. Se me mostró que si se hubiese guardado el verdadero día de descanso, nunca hubiera habido incrédulos ni ateos. La observancia del sábado hubiera preservado al mundo de la idolatría.

“El cuarto mandamiento ha sido pisoteado, y por lo tanto, estamos nosotros llamados a reparar la brecha abierta en la ley y a abogar por el profanado sábado. El hombre de pecado, que se exaltó sobre Dios y pensó mudar los tiempos y la ley, transfirió el descanso del séptimo al primer día de la semana. Al hacerlo así, abrió brecha en la ley de Dios. Poco antes del gran día de Dios, se ha de enviar un mensaje para exhortar a las gentes a que vuelvan a la obediencia de la ley de Dios quebrantada por el Anticristo. Por el precepto y el ejemplo, hemos de llamar la atención de las gentes hacia la brecha abierta en la ley.

“En algunos lugares el mensaje relativo de la observancia del sábado ha sido presentado con claridad y poder, mientras que otros lugares fueron dejados sin amonestar. ¿No se despertarán aquellos que conocen la verdad, para darse cuenta de las responsabilidades que recaen sobre ellos? Hermanos míos, no podéis sumiros en empresas e intereses mundanales. No podéis descuidar la comisión que os dio el Salvador. Todo lo que hay en el universo exige de aquellos que conocen la verdad que se consagren sin reserva a la proclamación de la verdad tal cual les ha sido revelada en el mensaje del tercer ángel. Lo que vemos y oímos nos llama a nuestro deber”.[10]

Referencias


  1. Consejos sobre la Salud, cap. 213: Se deben cerrar en sábado. ↩︎

  2. Review and Herald , 30-08-1898. ↩︎

  3. Joyas de los Testimonios, tomo 1, p.10. ↩︎

  4. Joyas de los Testimonios, tomo 1, p. 278. ↩︎

  5. Manuscrito 57, 1897. ↩︎

  6. El Deseado de Todas las Gentes, pp.249-251. ↩︎

  7. El Deseado de Todas las Gentes, p.255. ↩︎

  8. Joyas de los Testimonios, tomo 1, p. ↩︎

  9. Testimonios Selectos, tomo 4, pp.372-373. ↩︎

  10. Testimonios Selectos, tomo 1, capítulo 10. ↩︎

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