10 textos bíblicos que no pueden ser explicados por quienes creen en la inmortalidad del alma
1 - “No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.” (Jn. 14:1-3)
Aclaración: Según la doctrina de la inmortalidad de alma cuando un creyente muere su alma va al cielo, donde se encuentra con Dios, con Cristo y con sus seres queridos que han muerto. Sin embargo, Jesús no menciona nada de esto, sino que declara que solo estará con sus discípulos luego de la Segunda Venida.
2 - “Dicho esto, añadió: —Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo. —Señor —respondieron sus discípulos—, si duerme, es que va a recuperarse. Jesús les hablaba de la muerte de Lázaro, pero sus discípulos pensaron que se refería al sueño natural. Por eso les dijo claramente: —Lázaro ha muerto.” (Jn. 11:11-14)
Aclaración: Entre los cristianos de hoy en día es común consolar a quienes han sufrido la muerte de un ser querido recordándoles que están en el cielo disfrutando del paraíso. Cristo, sin embargo, jamás hizo algo parecido, sino que les declaró a sus discípulos que “nuestro amigo Lázaro duerme” (Jn 11:11). De la misma manera, cuando Jesús debió consolar a María y Marta lo hizo recordando la esperanza de la resurrección: “**—Tu hermano resucitará —le dijo Jesús. —Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta. Entonces Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Jn. 11:23-26).
Este pasaje muestra claramente que la esperanza de los cristianos debe basarse en la resurrección futura, y no en la supervivencia del alma después de la muerte.
3 - “Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: —¡Lázaro, sal fuera!. El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. —Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús.” (Jn. 11:43-44)
Aclaración: la resurrección de Lázaro provoca un enorme problema teológico si creemos en la inmortalidad del alma. Para empezar ¿De dónde trajo a Lázaro, del cielo o del infierno? Si lo trajo del cielo, entonces su resurrección fue un acto cruel, ya que lo sacó del paraíso para traerlo de nuevo a la vida sufrida y tormentosa aquí en la tierra. Pero si lo sacó del infierno entonces Cristo le estaba dando una segunda oportunidad para ser salvo, lo cual va en contra de lo que enseña la Biblia.
Además de esto debemos tener en cuenta de que no hay registro de que Lázaro haya alguna vez contado acerca de la vida en el más allá. Esto levanta sospechas ¿Por qué Lázaro no contó de las torturas del infierno o de las delicias del paraíso? Si no contó nada quizás sea porque no había nada para contar.
4 - “Mas no quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Él a los que durmieron en Jesús. Por lo cual, os decimos esto por palabra del Señor; que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.” (1 Ts. 4:13-16)
Aclaración: En este pasaje Pablo se refiere en numerosas ocasiones a los creyentes muertos como “los que duermen” o “los que durmieron”. Asimismo declara que Cristo vendrá a resucitarlos. Este lenguaje es contradictorio con la doctrina de la inmortalidad del alma, que dice que los creyentes muertos ya están con Cristo en el Cielo y que simplemente se encarnarán nuevamente en cuerpos físicos durante la Segunda Venida.
5 - “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. En este caso, también están perdidos los que murieron en Cristo.” (1 Cor. 15:16-18)
Aclaración: la lógica de Pablo es aplastante, la doctrina de la resurrección es correcta, pues si no hay resurrección entonces Cristo no podría haber resucitado. Y si Jesús no resucitó de la muerte entonces nuestra salvación no existe. Lo que continúa diciendo Pablo es muy interesante. Él dice que sin la esperanza de la resurrección los creyentes que murieron “están perdidos”. Pero, ¿Cómo pueden estar perdidos si supuestamente sus almas ya están seguras en el Cielo?
6 - “No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados.” (Jn. 5:28-29)
Aclaración: La doctrina de la inmortalidad del alma enseña que quienes han muerto en Cristo van al cielo como espíritus, y que en la Segunda Venida volverán del cielo a la tierra y se reincorporarán con un cuerpo físico. La lógica nos hace preguntarnos porque las almas de los creyentes necesitarían un cuerpo físico después de tanto tiempo de vivir como espíritus en el cielo. Y la Biblia, además, nos muestra que en todas las descripciones de la Segunda Venida se dice que los muertos vuelven a la vida desde sus tumbas, no desde el cielo, ni el purgatorio ni el infierno. ¿Curioso verdad?
7 - “Yo sé que mi Redentor vive, y en el día final se levantará sobre la tierra; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; Al cual he de ver por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mis entrañas se consuman dentro de mí.” (Job 19:25-27)
Aclaración: Job tenía la certeza de que vería a su Salvador en su carne, es decir, poseyendo un cuerpo físico. Esto sucedería “en el día final” y no en el momento de su muerte. Todo este pasaje va en contra de la inmortalidad del alma, que declara que cuando un creyente muere su alma va al cielo donde puede ver a Dios sin esperar la resurrección. Es más que claro que Job no creía en la inmortalidad del alma.
8 - “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.” (Eze. 18:4)
Aclaración: Este texto es una declaración explícita de que el alma no es inmortal, sino que puede morir. Dios declara que toda alma que peque morirá.
Esta idea de la mortalidad del alma es confirmada por el hecho de que NUNCA en toda la Biblia aparecen las palabras “alma” o “espíritu” acompañadas por los adjetivos “inmortal”, “eterno”, “perpetuo”, o algo parecido.
9 - “La cual a su tiempo mostrará el Bendito y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores; el único que tiene inmortalidad, y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea honra y poder sempiterno. Amén.” (1 Tim. 6:15-16).
Aclaración: Este pasaje dice explícitamente que Dios es “el único que tiene inmortalidad”, contradiciendo directamente la doctrina de la inmortalidad del alma. Si solo Dios es inmortal entonces ninguno de nosotros posee un alma inmortal.
10 - “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos; y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos extranjero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo: En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui extranjero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo, en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” (Mat. 25:31-46)
Aclaración: Este texto declara que cuando Cristo vuelva por segunda vez los justos recibirán su recompensa y los injustos su castigo. Esto contradice la doctrina de la inmortalidad del alma, que sostiene que es al momento de morir cuando una persona recibe su recompensa, ya sea yendo al paraíso o al infierno.