Una interpretación y aplicación de Habacuc 2:20 dentro del tema de la reverencia en el Templo

Durante muchos años los adventistas, y los cristianos en general, usamos el texto de Habacuc 2:20 como una ”prueba” de que nuestra presencia en las Iglesias de hoy debe ser de completa reverencia, a diferencia de aquellos cultos caracterizados por el gran ruido, y desorden. Sin embargo, es de vital importancia tener conocimiento sobre el contexto del versículo y a que se refería el autor con expresiones tales como “Santo templo” o “calle delante de él toda la Tierra”. Una correcta interpretación de dicho versículo demanda también una conclusión diferente a la habitualmente aceptada.

Contexto del Libro de Habacuc

El autor del libro es identificado con el nombre y titulo de “Habacuc profeta” (1:1) y lo más probable es que se haya escrito anteriormente al año 600 a.C, antes de la transmigración judía a Babilonia. Es contemporáneo del profeta Jeremías y el mensaje del libro es presentado a simple vista como una “queja” hacia Dios, en el que Habacuc presenta a manera de preguntas como es que aparentemente no existe un juicio divino sobre los impíos. El autor se centra principalmente en la nación babilónica (los caldeos) que evidentemente habían alcanzado su apogeo. La confianza en Dios es la idea principal en torno a la cual gira el drama del libro.

Contexto inmediato de Habacuc 2:20

¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿La estatua de fundición, que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra? ¡Ay del que dice al palo; Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí él está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él. (Habacuc 2:18, 19).

Aunque superficialmente el mensaje del versículo es claro, es necesario recurrir a un breve análisis de los versículos anteriores del mismo para determinar su verdadero contexto.

El autor, después de enumerar los pecados y sus juicios (2:4 -17), ocupa la ultima parte para mostrar que uno de los pecados más graves es el de la Idolatría. Representa una muestra de iniquidad y sobre todo ignorancia el adorar y dar honra a imágenes que son “mudas” (vs. 18) y que “no hay dentro de él espíritu” (vs 19). Mediante unas cuantas preguntas retoricas, el profeta da a entender que, usando un poco de sentido común, es imposible que los ídolos sean deidades vivas, y mucho menos, poderosas.

El propósito principal del profeta es contrastar lo “abiótico” de los ídolos paganos con la grandeza y el poder de Jehová.

Correcto uso de Habacuc 2:20

Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de Él toda la tierra. (Habacuc 2:20)

Aunque pareciera que las palabras “Santo Templo” bien pudieran aplicarse a nuestras Iglesias de hoy, la realidad es que la palabra hebrea utilizada aquí (hekal) es usada indistintamente para referirse al santuario donde mora Dios, ya sea el terrenal o el celestial. El contexto parece determinar que el templo al que se refiere el profeta es el santuario celestial, ya que el llamado a reverenciarle “toda la tierra” no parece enfocarse únicamente a la nación de Israel, sino a la totalidad del mundo.

El versículo 20 parece tener una estructura quiasmica con el versículo 18, donde se presenta principalmente el contraste. Para hacerlo visible, lo ordenare de la siguiente manera:

Vs. 18 “…Imágenes mudas…”

Vs. 20 “Jehová está en su santo templo…”

Vs. 20 “…Calle delante de él toda la Tierra”.

Mientras el versículo 18 indica que las imágenes son “mudas” (sin vida y por supuesto, sin poder), la parte central resalta la deidad y grandeza de Jehová, para acabar indicando que quienes debieran permanecer mudos son los mismos seres humanos ante la grandeza del Dios verdadero.

Conclusión
Puesto que Habacuc 2:20 no trata el tema del respeto dentro de la Iglesia ni siquiera de manera tangencial, sino únicamente el de la grandeza de Dios, usarlo como tal podría atraer una desagradable contestación de parte de aquellos que están a favor del desorden dentro del Templo. Aun así, únicamente podría aplicarse a dicho contexto solo como una muestra de cómo nuestro Dios siempre ha sido un Dios de reverencia, e invita a todas las naciones a honrarlo únicamente a el.

Autor: Emilio Villa