¿Qué creían nuestros pioneros acerca de la naturaleza humana de Cristo?

Introducción

En la Iglesia Adventista del Séptimo Día existen varios temas teológicos en los cuales no hay un consenso definido. Esto ha provocado que se desarrollen extensos debates en los campos de la teología, filosofía, historia y otras áreas. Uno de esos temas debatidos actualmente se relaciona con la naturaleza humana de Cristo.

Actualmente existen dos grandes posturas respecto de la naturaleza humana de Cristo:

  1. Naturaleza prelapsiana: según esta postura la naturaleza humana de Jesús, en su aspecto físico, había sufrido las consecuencias del pecado. Es decir, era vulnerable a la enfermedad, el hambre, el cansancio, etc. Pero su naturaleza moral era igual a la de Adán. Es decir, Él era moralmente inmaculado y no tenía tendencias ni propensiones hacia el mal, ni hacia el pecado.

El nombre de esta postura viene del latín “pre” que significa “antes y “lapsis” que significa “caída”. Es decir, la naturaleza moral de Jesús era igual a la que tenía la humanidad “antes de la caída”.

  1. Naturaleza postlapsiana: El nombre de esta postura significa “después de la caída”. Según esta posición, la naturaleza moral de Jesús fue la misma que tenemos todos los seres humanos después de la caída de Adán y Eva. Es decir, Jesús tenía predisposiciones y tendencias hacia el mal y el pecado.

Evidencia bíblica

Si bien el objetivo de este artículo no es analizar lo que la Biblia dice al respecto, será útil que veamos rápidamente lo que la Escritura nos dice.

En la Palabra de Dios nos encontramos que para hablar de la naturaleza divina y humana de Jesús se usan palabras diferentes:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual (isos) a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante (homoioma) a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:5-6)[1]

La Biblia nos dice que Jesús era igual a Dios. Aquí se usa la palabra griega isos que significa “igual” o “lo mismo”[2] . Pero cuando se habla de la naturaleza humana de Jesús se nos dice que Él era “semejante” a los hombres. La palabra griega que se usa aquí no es isos (“igual”), sino homoioma. Esta palabra significa “semejanza”, o “algo hecho para parecerse a una cosa”.[3]

Tambien en Romanos 8:3 se usa la misma palabra para referirse a Jesús:

Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza (homoioma) de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne

Es claro que Jesús tomó realmente la naturaleza humana, pero también es claro que “el uso del término [homoioma] implica alguna clase de reserva acerca de identificar a Cristo con la ‘carne de pecado’”.[4] Es decir, aunque Jesús era completa y plenamente humano, no estaba relacionado ni conectado a la pecaminosidad del hombre. Podemos decir que la “humanidad de Jesús es absolutamente santa… [y] esa es la causa por la que el apóstol enfatiza que Jesús fue hecho semejante a los hombres o, como se dice aquí en un sentido textual, ‘en semejanza de nuestra carne pecaminosa’”.[5]

Los términos que se usan para hablar de su naturaleza nos muestran que Jesús no era exactamente igual a nosotros en todo sentido.

La opinión de los pioneros adventistas

A pesar de que no hay evidencia bíblica clara que apoye la naturaleza postlapsiana de Jesús, los teólogos y escritos que favorecen esta postura suelen afirmar que todos los pioneros adventistas creían que la naturaleza de Cristo tenía tendencias hacia el mal.[6] Sin embargo, investigaciones recientes han encontrado que esto no es realmente cierto.

El Dr. Aecio Cayrus, reconocido teólogo adventista actualmente jubilado, realizó un análisis minucioso de los artículos publicados en la Review and Herald (actualmente llamada Adventist Review o Revista Adventista en español) desde los años 1850 hasta 1895.[7] En dicho estudio el Dr. Cairus encontró que las primeras publicaciones adventistas rechazaban la naturaleza pecaminosa de Cristo.

En 1856, por ejemplo, James White publicó una sección de un libro escrito contra los universalistas. Estos decían que el Diablo no era una persona real, sino una metáfora de la pecaminosidad que cada persona tenía. Si bien James White no escribió el artículo, sino que solo lo copió, es claro que no la hubiera publicado si no hubiera estado de acuerdo con lo que decía:

[Los universalistas dicen:] “Nuevamente, los deseos de la carne lo llevaron a una montaña muy alta, y le mostraron todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijeron: ‘Todas estas cosas te daremos si te postras y nos adoras’. Pero Jesús les dijo: ‘aléjense de mi, deseos de la carne, porque escrito está: “adorarás al Señor tu Dios y solo a Él servirás”’ Luego los deseos de la carne lo dejaron y los ángeles venían y le servían.” Mat. 5:1-11. ¿Acaso Cristo no tenía deseos de la carne antes de que el Diablo viniera a él? ¿Y después de que el Diablo lo dejó no tuvo más deseos de la carne? Si el Diablo que lo tentaba [en realidad] eran sus propios deseos, o su propia mente carnal, ¿acaso él no sería pecaminoso? Él ciertamente lo sería; “Porque la mente carnal es enemistad contra Dios” Rom. 8:7 Si sus deseos eran el Diablo que lo tentó, entonces estos eran incuestionablemente pecaminosos; ¡porque lo que es santo no intentará tentar a alguien a caer en la iniquidad![8]

El objetivo del autor es refutar las ideas de los universalistas. Si el Diablo no existía, sino que consistía en las propias tendencias pecaminosas (“deseos de la carne”) entonces Jesús debe haber tenido una naturaleza pecaminosa. Para el autor, así como para James White, esto era algo inadmisible. Aquí tenemos un rechazo implícito, pero claro, de la naturaleza postlapsiana de Cristo.

En 1883, en un artículo escrito por G. S. Barret, se nos dice lo siguiente:

Los milagros realizados por Cristo no son los únicos, ni los más asombrosos milagros del evangelio. Cristo mismo es en sí mismo el milagro más grande. Su impecabilidad (“sinlessness”) absoluta, su libertad de la menor mancha de imperfección o debilidad humana, su vida pura y perfecta, es una excepción mucho más maravillosa de las llamadas “leyes de la naturaleza” que la curación de un enfermo, el detenimiento de una tormenta o la resurrección de un muerto; porque Jesús no solo era “sin pecado” en los actos externos de su vida, sino que era libre de la consciencia de una naturaleza pecaminosa, o de una predisposición heredada hacia el mal, lo cual hace su aparición con el primer despertar de la consciencia en todas las demás vidas humanas.[9]

Lo más interesante es que Barret no era un autor adventista, sino anglicano. Su artículo fue escogido deliberadamente por el editor de la Review and Herald, Uriah Smith, para formar parte de la publicación. Es claro que Uriah Smith no hubiera escogido un artículo que contradijera sus creencias.

Además de este artículo, tenemos otra publicación que sugiere que Uriah Smith creía que la naturaleza moral de Cristo era prelapsiana, es decir, sin tendencia al mal.

Muchas personas leen el texto “La sangre de Jesucristo limpia de todo pecado” con la idea de que esto significa que limpia al otorgar remisión de todos los pecados del pasado, y quita el castigo del pecado. Hace todo esto y más. Limpia del pecado al quitar la naturaleza pecaminosa e implantar en el creyente la naturaleza de Cristo.[10]

Si bien el texto citado no trata explícitamente el tema de la naturaleza de Cristo, si implica que la naturaleza de Jesús y la naturaleza pecaminosa humana son opuestos. Sin embargo, aunque Uriah Smith no creía en la naturaleza pecaminosa de Jesús en un principio, cerca del final de su vida cambió de opinión.[11]

Otro autor adventista que habló en contra de la naturaleza pecaminosa de Cristo fue J. N. Andrews. Este importante pionero (teólogo, escritor, misionero en el extranjero y presidente de la Asociación General entre otros logros) escribió lo siguiente en 1864:

“¿Qué hizo el Dador de la Ley para aliviar la condición indefensa del hombre? Él envió a su propio Hijo en la semejanza de carne pecaminosa, y mediante un sacrificio por el pecado condenó el pecado en la carne. Jesús vino en la semejanza de carne pecaminosa, pero no tenía ninguna disposición pecaminosa dentro de él.[12]

Conclusión

Quienes apoyan la postura de que Jesús tuvo una naturaleza postlapsiana, es decir, con tendencias hacia el mal, suelen decir que todos los pioneros adventistas creían eso. Sin embargo, eso no es verdadero. Es recién en la década de 1890 que algunos pioneros comenzaron a apoyar esta postura.[13] Previamente los escritores y editores de la Review and Herald sostenían que Jesús no tuvo tendencias hacia el mal.

Referencias


  1. A menos que se indique algo diferente, todas las citas bíblicas se han tomado de la versión Reina-Valera 1960. El énfasis es añadido. ↩︎

  2. Barclay M. Newman Jr., A Concise Greek-English Dictionary of the New Testament (Peabody, MS: Hendrickson, 1993), 87. ↩︎

  3. Newman Jr., 125. ↩︎

  4. Douglass Moo, The Epistle to the Romans, The New International Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1996), 479. ↩︎

  5. Samuel Pérez Millos, Romanos, Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento. (Barcelona: CLIE, 2011), 586. ↩︎

  6. Cf. Herbert Douglass, A Fork in the Road, Questions on Doctrine: The Historic Adventist Divide of 1957 (Coldwater, MI: Remnant Publications, 2008.), 50; J. R. Zurcher, Touched with our Feelings: A Historical Survey of Adventist Thought on the Human Nature of Christ (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1999), 45-49; y Ralph Larson, The Word was Made Flesh: One hundred years of Seventh-day Adventist Christology 1852-1952 (Cherry Walley, CO: The Cherrystone Press, 1986), 220. ↩︎

  7. Aecio Cairus, “Christ’s Nature as Sinful or Sinless in the Early Review (1850-1895)”, Journal of Asia Adventist Seminary 11, n.º 2, (2008):175-183. La mayor parte de este artículo está basado en la investigación realizada por el Dr. Cairus. ↩︎

  8. “Personality of the Devil”, Review and Herald, 26 de junio de 1856, p. 66. El énfasis está en el original. Las palabras dentro de corchetes han sido añadidas para mantener la claridad del texto. ↩︎

  9. G. S. Barret, “The Greatest Miracle”, Review and Herald, 11 de diciembre de 1883, p. 778. Énfasis añadido. ↩︎

  10. Uriah Smith, “Editorial Note”, Review and Herald, 22 de mayo de 1894, p. 336. Énfasis añadido. ↩︎

  11. Cairus, 181. ↩︎

  12. J . N. Andrews, “The Righteousness of the Law - the Purpose of the Gospel” Review and Herald, 9 de febrero de 1869, p. 49. Énfasis añadido. ↩︎

  13. Cairus, 182-183. ↩︎