Pioneros adventistas

José Bates
El apóstol de la verdad del Sábado

Nació el 8 de junio de 1792 – Murió el 19 de marzo de 1872

Fairhaven, Massachusetts, es una pequeña y quieta ciudad al otro lado del río Acushnet, cerca del antiguo pueblo ballenero de Nueva Bedford. A esa comunidad de Nueva Inglaterra llegaron y se establecieron en un pequeño rancho, los padres de José Bates cuando José era apenas un infante. Allí este futuro pionero de la iglesia pasó su niñez. Allí también el amor por el mar penetró en su sangre y a la edad de quince años, se hizo a la mar en un velero comercial. Por los siguientes veintiún años, fue marinero. Sus emocionantes aventuras en el mar y la historia de su vida llena de colorido es contada por Virgil Robinson en su libro “De Grumete a Cruzado Adventista” (Southern Publishing Association, 1960).

Bates regresó a la vida civil en 1828 con una pequeña fortuna. Llegó a estar involucrado en la causa abolicionista y fue conocido como un hombre intrépido y de convicción. Bates estaba trabajando en adquirir una propiedad para una escuela industrial cuando aceptó los puntos de vista de Guillermo Miller en relación con la pronta venida de Cristo. En un año, más o menos, el jubilado capitán llego a ser un respetado evangelista y dirigente espiritual entre los adventistas. El presidió una de las primeras asociaciones de los adventistas.

En la primera parte del año de 1845, Bates fue dirigido providencialmente a entender la verdad concerniente al séptimo día como el Sábado Bíblico. Visitó Washington, New Hampshire, donde un grupo de adventistas habían comenzado a observar el séptimo día. Fortalecido por esta experiencia, llegó a ser el apóstol de esta “recién” descubierta doctrina. En 1846 publicó un folleto de 48 páginas sobre el tema. El capitán Bates estuvo presente en las conferencias “sabáticas” de 1848 donde importantes enseñanzas bíblicas fueron desenterradas por los adventistas guardadores del sábado de la mina de oro de las Sagradas Escrituras. Estas recién descubiertas doctrinas llegaron a ser la “plataforma de fe” de los Adventistas del Séptimo Día.

El respetado capitán era el más antiguo miembro de los pioneros de nuestra iglesia y llegó a ser el primer presidente de una Asociación local de los Adventistas del Séptimo Día (Michigan, 1861). Vivió hasta una edad bastante avanzada. Una de las razones de su fortaleza física, a pesar de los muchos sacrificios, fue sin duda su vida temperante y su dieta sencilla. Organizó una de las primeras sociedades de temperancia en los Estados Unidos. El capitán Bates era un hombre espiritual con puntos de vista bien definidos y valiente como un león. No vacilaba en sacrificarse cuando llegaba la necesidad. Demos gracias a Dios por este venerable capitán apóstol de la verdad del sábado.

Ver: Footprints of the Pioneers, págs. 40-48; Captain of the Host, págs. 29-44. Una Historia Acerca del Capitán José Bates

Todo lo que el capitán Bates hizo, lo hizo bien. Nunca fue un trabajador indiferente. Cuando sirvió en el mar como capitán, decidió ser el más eficiente capitán que “hubiera surcado los siete mares”. Cuando abandonó el tabaco y las bebidas alcohólicas, las abandonó para siempre. Nunca retrocedió un solo paso. Cuando aceptó los puntos de vista de Guillermo Miller y comenzó a predicar el advenimiento de Cristo, dedicó todo su dinero y todo su corazón a su predicación. Cuando vio la luz del sábado del cuarto mandamiento, observó el siguiente sábado.

Prudence, la esposa de José, consideraba que él era impulsivo y excesivamente entusiasta en sus asuntos. Ella siempre estaba años atrás de su vigoroso esposo, pero eventualmente lograba ponerse a su altura. Esto fue cierto en relación a su aceptación del mensaje adventista y de la verdad del sábado.

No había pasado mucho tiempo desde que José Bates se había relacionado con la verdad del sábado (por medio de un artículo de T. M. Preble en el periódico “La Esperanza de Israel”, de marzo de 1845) que él escuchó de un pequeño grupo de personas que observaban el sábado entre las montañas de Nueva Hampshire, en un pequeño pueblo llamado Washington. El líder era Federico Wheeler. José Bates sintió un ardiente deseo de visitar a estas personas y hablar con ellos respecto a la fe. Compró un boleto para ir en tren y después de haber viajado tan lejos, como el tren no lo podía llevar, compró un boleto para un coche. Después de haber viajado tan lejos, como el coche no lo podía llevar, realizó el resto del viaje a pie. Llegó a la casa de campo de los Wheeler ya bien entrada la noche. Las luces estaban apagadas y el primer ministro adventista que guardaba el sábado, estaba en cama. Bates no vaciló en despertarlo y se pasaron conversando la mayor parte de la noche. Jorge, un niño de once años, hijo del pastor Wheeler, oyó la conversación y más tarde divulgó la historia entre sus amigos. Al día siguiente Jorge y uno de los criados fueron al campo a trabajar, mientras el pastor Wheeler llevó al Capitán Bates a la casa de Ciro Farnworth en Millen Pend, cerca de la pequeña iglesia donde los adventistas observadores del sábado se reunían. Allí, debajo de los arces, se sentaron Federico Wheeler, Ciro Farnsworth, su hermano Guillermo y José Bates para platicar respecto al sábado.

Después de esta reunión, realmente la primera conferencia adventista del 7o día celebrada alguna vez, José Bateas regresó a Fairhaven. Estaba convencido. Entusiasmado se llenó de celo para predicar la verdad. ¡Oh cómo amo este sábado!

De regreso en Fairhaven, un amigo y compañero adventista, Jaime Madison Monroe Hall, se encontró con el viejo capitán Bates en el puente que cruza el río Acushnet y exclamó: “Capitán Bates qué noticias tiene” La respuesta triunfante del hermano Bates fue: “Las nuevas son que el séptimo día es el sábado del Señor, nuestro Dios”. No fue fácil convencer a Hall, pero los argumentos del Capitán Bates fueron convincentes y Hall vino a ser un nuevo converso a la doctrina del sábado (él guardó el siguiente sábado) y se unió a Bates en la recién encontrada fe. Poco después de esto, Bates escribió un folleto sobre este asunto que fue el instrumento que guió a Jaime y Elena White a aceptar la luz.

Ahora ustedes ven, jóvenes, por qué llamamos al Capitán Bates el apóstol de la verdad del sábado.

Guillermo Miller
Heraldo del segundo advenimiento

Nació el 13 de febrero de 1782 – Murió el 20 de diciembre de 1849

Cuando niño Guillermo Miller vivió en una finca al este de Nueva York. A la muerte de sus padres, heredó la finca. Cuando joven fue un estudiante diligente, consiguiendo prestado libros y leyendo siempre que tenía oportunidad. En la noche, después que sus padres se retiraban, se levantaba en silencio, tomaba un libro, se acostaba frente a la chimenea y estudiaba. Una noche su padre lo sorprendió y amenazó con pegarle si no descansaba y dejaba sus hábitos ridículos de estudio.

Miller tenía una formación religiosa sólida, pero se ató a la “multitud equivocada”. Sus amigos eran deístas. Esta gente puso a un lado la Biblia y tenía ideas vagas acerca de Dios y su personalidad.

Pero Miller fue siempre un hombre de carácter moral elevado. Lo que no pudo encontrar en la religión lo trató de obtener en la realización de acciones elevadas y patrióticas. Sirvió con distinción a su patria como oficial en la guerra de 1812. Más tarde en su comunidad natal sirvió como juez de paz.

Cuando Miller tenía treinta y cuatro años, se sintió descontento con sus perspectivas. El Espíritu Santo impresionó su corazón y se volvió al estudio de la Palabra de Dios. En este libro, Jesús le fue revelado como su Salvador. Encontró en Cristo la respuesta a todas sus necesidades. Decidió estudiar la Biblia cuidadosamente y establecer, si podía, la respuesta a los muchos problemas que lo tenían perplejo. Su estudio lo condujo a las grandes profecías que indicaban la primera y la segunda venida de nuestro Señor. Las profecías del tiempo le interesaban, particularmente las de Daniel y Apocalipsis.

En el año 1818, como resultado de su estudio de las profecías de Daniel 8 y 9, llegó a la conclusión de que Cristo vendría en algún tiempo del año 1843 ó 1844. Vaciló hasta 1831 antes de empezar a anunciar sus descubrimientos. Entonces la suerte fue echada. Por su primer servicio público podemos marcar los principios del movimiento adventista en Norteamérica. En los meses y años que siguieron aproximadamente 100,000 personas creyeron en la inminente segunda venida de Cristo.

Miller vivió varios años después del chasco de 1844. Murió en Jesucristo en 1849. Cerca de su casa en Low Hampton hay una pequeña iglesia que él construyó antes de morir. A pesar de su incomprensión del evento que debía acontecer en 1844, Dios lo usó para despertar al mundo en cuanto a la proximidad del fin y a la preparación de pecadores para el tiempo del juicio.

Descansa en el pequeño cementerio de Low Hampton, Nueva York, esperando el llamado del Dador de la vida.

Ver: Conflicto de los Siglos, págs. 317-330; también Midnigth Cry. págs. 17-60; Footprints of the Pioneers, págs. 18-27, y Captains of the Host, pág. 15-26.

Una Historia Acerca de Miller

En 1818 William Miller llegó a la conclusión de que Cristo iba a regresar en 1843 ó 1844, pero vaciló en decirle a la gente porque pensó: “soy solamente un agricultor y se burlarán de mí”. Así que estudió el asunto por quince años más. Un día, el 2 de agosto de 1831 para ser exactos, le prometió al Señor que si el camino se abría, iría. Arturo Spalding relata cómo el Señor guió a su sobrino Irwing hacia su casa, con la invitación que él había convenido. “¿Qué quieres decir por el camino abierto?” “Que si alguien viene, sin mi iniciativa, y me pide que salga y proclame el mensaje, diría que el camino está abierto”.

“Entonces Irving en la puerta del frente, hablaba y daba el mensaje de su padre de: Venir y hacerse cargo del servicio en la iglesia en ausencia del predicador local. “Ven y enseña a nuestro pueblo que el Señor viene. . . “

Guillermo Miller estaba asombrado por este llamado repentino. No contestó una palabra al niño, sino que dando vuelta, cruzó la puerta de atrás, bajó la pequeña cuesta del lado oeste y subió nuevamente al bosque de arce donde a menudo fue a orar. A lo largo de todo el camino una voz susurraba en sus oídos: “¡Ve y dilo! ¡Ve y dilo! ¡Ve y dilo al mundo!” En su bosque de arce (aún erguido, con varios patriarcas del tiempo y algunos árboles tiernos) cayó de rodillas y gritó: “¡Señor, no puedo ir! ¡No puedo! Soy solamente un agricultor, no un predicador; cómo puedo llevar un mensaje como Noé?” Todo lo que pudo escuchar fue: “¿Romperás una promesa tan pronto después de haberla Hecho? ¡Ve y dilo al mundo!

“Al fin se rindió, exclamando: “Señor no sé cómo puedo hacerlo, pero si tú irás conmigo iré”.

“Su carga fue quitada. Su espíritu se elevó. Saltó, éste calmado y viejo agricultor de edad madura, brincando de un lado a otro, aplaudía y clamaba:, ¡Gloria, Aleluya!”

“Lucía, su hija más pequeña, su casi constante compañera, lo siguió mientras él se apresuraba por el sendero; y ahora parándose a su lado, estaba atenta a su acción y su triunfo. Asombrada por esa explosión que nunca antes había visto en su padre, corrió de regreso a la casa gritando: “¡mamá, mamá, ven rápido! Papá está en el bosque y se ha vuelto loco!” Eso fue lo que el mundo dijo de él más tarde, pero Lucía reconsideró su juicio y siguió sus enseñanzas hasta el final de sus días”. –Footprints of the Pioneers, págs. 20-22.

Esta es la historia del llamado de Miller a la predicación del segundo advenimiento de nuestro Señor. ¡Qué poderoso predicador era él también! Considerado, enérgico. Miles fueron convertidos por su ministerio. Si esperamos que el Señor nos ayude a estar listos para su venida y ayudar a otros a estar listos, debemos estudiar la Biblia con ahínco y ser tan fieles en nuestra obra como Miller lo fue en los últimos años de 1830 y en los primeros de 1840.

Raquel Oakes Preston
Una celosa guardadora del Sábado

Nació el 2 de marzo de 1809 – Murió en 1868

Un indicio del importante papel que la Sra. Preston jugó en la historia de la iglesia Adventista primitiva se obtiene al mirar la inscripción sobre la lápida de su tumba:

“Raquel Preston fue usada por Dios en llevar la verdad del sábado a la iglesia Adventista de Washington, New Hampshire; la cual llegó a ser la primera iglesia Adventista del Séptimo Día en América”.

Raquel Preston era una Bautista del Séptimo Día cuando vino a Washington. Su hija Raquel Delight Oakes, llegó a ser la esposa de Cyrus Farnsworth, quien con su hermano Guillermo fueron los primeros observadores del sábado entre los adventistas de Washington.

Fue en el año 1837, que Raquel Harris Oakes y su hija se unieron a la iglesia Bautista del Séptimo Día en Vernon, Vermot. Evidentemente su esposo, Emory, murió allí, aunque no hay ninguna declaración al respecto. En el año de 1843 Raquel Oakes y su hija, Delight, se mudaron a Washington, New Hampshire. Delight enseñaba en la escuela. Su madre vivía con ella y llegó a ser el instrumento en las manos de Dios para llevar la luz del sábado a ese grupo de adventistas. Los adventistas a su vez, le trajeron la bendita esperanza del segundo advenimiento. En Washington conoció a Nathan T. Preston, con quien contrajo matrimonio. Vivieron allá y en Milford por muchos años y finalmente regresaron a Vernon, Vermot, donde murió y fue enterrada.

Una Historia sobre Raquel Oakes Preston

Regresemos a la pequeña iglesia en Washington, New Hampshire, la primera iglesia de los adventistas guardadores del sábado. Arturo Spalding les contará una experiencia que llevó a un número de almas sinceras a comenzar la observancia del sábado:

El servicio de comunión estaba siendo celebrado en la iglesia cristiana de Washington, New Hampshire, un domingo del invierno de l844. Presidía el pastor Frederich Wheeler, ministro metodista y adventista de Hillsboro, cuya área incluía esta iglesia. El notó entre los que comulgaban a una señora de mediana edad que estaba sentada en la banca de Daniel Farnsworth, quien mantenía sus brillantes ojos sobre él durante el servicio y parecía casi para salir, cuando declaró: Todos los que confiesen comunión con Cristo en un servicio como éste, deberían estar listos para obedecer a Dios y guardar sus mandamientos en todas las cosas. El deseaba saber acerca de esta dama.

Algo más tarde, al visitar a la familia, el pastor conoció a la señora Raquel Oakes, madre de la joven Delight Oakes, la maestra de la escuela. Directa en su palabra como en su mirada le dijo:

“–Recuerda pastor Wheeler, que usted dijo que todo el que confiesa a Cristo debería guardar todos los mandamientos de Dios?
–Sí
–Casi me levanté en la reunión para decir algo.
–Me pareció. ¿Qué tenía en mente para decir?

–Quería decirle que era mejor retirar la mesa de la Santa Cena y cubrirla con un mantel hasta que usted empiece a guardar los mandamientos de Dios. –dijo Raquel Oakes”.

El pastor Wheeler se sentó sorprendido. Se sintió un poquito apocado, pero él estaba agradecido que esta persona de acción directa había tenido la gracia cristiana de esperar para una entrevista privada. ¿Que él no guardaba los mandamientos de Dios? ¿Estaba él desobedeciendo? ¡Oh, sí! El había escuchado de esta hermana Bautista del 7o día, quien recientemente había llegado a vivir aquí, y de su decidida opinión sobre la obligación de los cristianos de guardar el sábado por el domingo. Este era el liberal cuarto mandamiento que ella estaba ahora predicándole a él.

Fue un sermón efectivo. Frederick Wheeler se fue pensando. Siguió pensando y estudiando y no muchas semanas más tarde guardó su primer sábado y predicó un sermón sobre esto ese mismo día” Captains of the Host, págs. 107, 108.

Esta fue la manera en que los adventistas de Washington, New Hampshire, oyeron por primera vez acerca de la verdad del sábado del Señor.

Juan Byington
Primer presidente de la Asociación General

Nació el 8 de octubre de 1789 – Murió el 7 de enero de 1887

Juan Byington era un itinerante predicador metodista antes de llegar a ser predicador Adventista del 7o día. Era un oponente vigoroso de la esclavitud y se dice que su hogar estaba en el viejo sótano de una estación de los ferrocarriles que ofrecía refugio a los esclavos que escapaban del Sur en busca de libertad. No aceptó el mensaje adventista hasta después de haber cumplido 50 años. Entonces llegó a ser un enérgico predicador de la verdad. Ayudó a organizar una de las primeras iglesias adventistas en Buck’s Bridge, New York. Fue un hombre práctico y ayudó a construir varias de las primeras iglesias Adventistas del Séptimo Día.

En mayo de 1863, representantes de los adventistas observadores del sábado fueron enviados a Battle Creek, para la primera sesión de la Asociación General. 20 delegados asistieron, representando seis conferencias. Un comité ejecutivo de tres personas fue nombrado. El Pastor Juan Byington fue elegido el 21 de mayo, el primer presidente de la Asociación General.

La iglesia de Buck’s Bridge, donde Byington hizo su hogar, fue edificada en 1855, en el mismo año que se construyó la primera iglesia en Battle Creek. Sin embargo, es probable que la iglesia en Buck’s Bridge se construyera antes. No era una iglesia grande, tenía 20 a 30 pies con una extensión de 15 pies en la parte de atrás. Las piedras del fundamento esparcidas pero todavía tendidas en la escena, testifican de la hermosa ubicación de esta antigua e histórica señal.

En el año 1854 comenzó aparentemente a funcionar la escuela de Buck’s Bridge. Fue fundada 2 años antes de la primera escuela elemental en Battle Creek. La hija del pastor Byinton, Martha, enseñó en esta escuela. Se casó con Geoge Amador, quien era my conocido en la oficina de la “Review and Herald” en Battle Creek. Como capataz e impresor. Byington vivió bastante como para ver a la iglesia que él estableció, llegar a ser una iglesia misionera con obra en varios continentes. Murió cuando tenía 88 años de edad.

Hechos interesantes sobre John Byington

No tenemos mucha información acerca de Byington. Sabemos que era mayor en comparación con obreros jóvenes como John Andrews, Urias Smith, John Loughborough, Myron Cornell, Stepen Haskell, George Butler, James White, Elena G. de White, etc.

En los primeros días de nuestra iglesia hubo un venerable trío de pioneros que eran mayores en edad y muy respetados. Ellos eran Hiram Edson, John Byington y Joseph Bates. Estos hombres eran líderes y consejeros, bondadosos y enérgicos.

En el año 1857 Juan Byington se mudó de Nueva York a Michigan. Trabajó como evangelista cruzando esta región en su carruaje tirado por caballos. La gente solía decir: “Nadie conoce Michigan como John Byington”.

Era un hombre intrépido. Lo vemos unirse al pastor Jaime White en Round Grove, Illinois, y celebrar una conferencia de creyentes en noviembre de 1856. El trajo fortaleza a los esposos White cuando se encontraban viajando a través de Waukon, Iowa, en mal tiempo, para animar a los pastores que estaban desalentados.

Su hijo, John F. Byington, enseñó en la escuela de Battle Creek en 1868 y llegó a ser médico. El Dr. Byington y el Dr. H. S. Lay fueron los primeros médicos del Western Health Reform Institute, nuestra primera institución médica adventista del 7o día.

Una bisnieta, la señora F. F. Oster, sirvió con valor en el Oriente Medio (Ver: Christ’s Last Legion, págs. 460-462). La sangre misionera del vigoroso itinerante predicador metodista, que llegó a ser predicador adventista, llegó hasta la cuarta generación.

Jaime White
Un apóstol Pablo del movimiento

Nació el 4 de agosto de 1821 – Murió el 6 de agosto de 1881

Los Adventistas del Séptimo Día nunca han conocido a un ejecutivo y dirigente misionero más talentoso y capaz que Jaime White. Fue también un poderoso evangelista público. No solo participó con William Miller y José Bates y tantos otros predicadores en la proclamación del advenimiento de nuestro Señor cerca de 1840, sino que sobrevivió al movimiento millerita para llegar a ser el primer gran apóstol de la causa Adventista del Séptimo Día.

La palabra “el primero” se aplica a Jaime White como a ningún otro ministro en la iglesia. Fue el publicador del primer periódico editado por los Adventistas del Séptimo Día, La Verdad Presente, (1849). Fue el primer editor de la Review and Herald (1850), del Youth’s Instructor (1852), y también del Signs of the Times (1874). Podría haber sido el primer presidente de la Asociación General, pero rechazó el honor ofrecido por la mayoría de sus hermanos porque había sido jefe defensor de la Organización de la Iglesia. No quería que la gente pensara que estaba elaborando un puesto para sí mismo. Sin embargo, fue presidente de la Asociación General entre 1865-1867, 1868-1871 y 1874-1880.

La contribución de Jaime White a la iglesia fue tanto en el campo de publicaciones como en el de liderazgo y administración de la iglesia. Si hubo un fundador de la Review and Herald Publishing Association fueron él y su esposa, Elena G. de White. Lo mismo podría decirse de la Pacific Press Publishing Association. Jaime White fue el patrocinador y promotor de estas dos grandes instituciones.

Murió el 6 de agosto de l881, cuando tenía solamente sesenta años. Literalmente se mató a sí mismo trabajando. Se elevó a tal estatura que fue difícil persuadir a otros hombres a encargarse del trabajo, pues ellos pensaban que él estaba calificado para hacerlo mucho mejor. Su esposa le aconsejó que compartiera sus responsabilidades. Trató de hacer esto, pero Jaime White era una figura grandiosa, un excelente financista y administrador, escritor, evangelista y ejecutivo. Los hermanos se apoyaron tanto en él que la imponente figura cayó. Sus sesenta años de vida fueron gastados generosa y sacrificadamente. Ningún otro ministro adventista del séptimo día hizo más que él para construir altos principios y eficiencia dentro de la vida de nuestras iglesias e instituciones.

Ver: Captains of the Host, págs. 45-59, Footprints of the Pioners, págs. 117-122, Pioneer Stories Retsed, págs. 59-76.

Una historia sobre Jaime White

Jaime White nació en Palmyra, Maine, el 4 de agosto de 1821. Era descendiente de uno de los peregrinos que vinieron en el “Mayflower” en 1620. El hecho de que creció en una granja montañosa en Maine y vivió en un hogar humilde únicamente añade interés a la historia de su vida.

En su juventud fue un maestro de escuela. Llegó a ser un ministro de la denominación cristiana de Maine. Aceptó los puntos de vista de Miller sobre la segunda venida y tuvo éxito en la predicación de la doctrina de la pronta venida del Salvador.

En enero de 1843, a mediados de un frío invierno de Maine, fue a más de 100 millas de distancia a lomo de caballo, escasamente cubierto y sin dinero, para trabajar entre extranjeros. En una ocasión un grupo, instigados por no creyentes, se juntaron alrededor de la casa de reuniones y quitaron las ventanas. Cuando el joven ministro empezó a orar, una bola de nieve silbó a través de la ventana y salpicó el techo. Este fue el comienzo de un fusilamiento de bolas de nieve que se estrellaban en el techo y lo mojaban a él y a la Biblia. Cerrando su Biblia, empezó a mostrar los terribles sucesos del día de Dios. Fue inspirado para dar esta clase de sermón como nunca había sido capaz de hacerlo antes. Rápidamente, bajo el curso de su elocuencia, el alborotador de la gente se calmó. Al hablar, sacó un clavo de su bolsa, el cual le había sido arrojado y le había pegado en la frente la noche anterior. Sosteniendo el clavo dijo:

“Algún pobre pecador me lanzó este clavo anoche. Dios se apiade de él. El peor deseo que tengo para él es que en este momento esté tan feliz como lo estoy yo. ¿Por qué debía resentirme por este insulto cuando a mi Maestro se los pusieron a través de sus manos?”

“En ese momento levantó sus brazos y colocó sus manos sobre la pared detrás de él, en la posición de Cristo en la cruz. Con lágrimas corriendo por sus mejillas, el joven ministro llamó a los pecadores al arrepentimiento. El efecto fue poderoso. Más de cien estaban llorando y muchos de ellos se levantaron para orar”.

“Terminando la reunión, el joven trató de salir a través de la multitud. Alguien lo tomó del brazo, lo guió y ayudó a través del gentío. El no conocía a esta persona, sin embargo, le parecía singularmente familiar. Cuando el Sr. White pasó a través de la multitud, perdió a su compañero y nunca supo sobre la identidad de ese protector enviado del cielo. Sus pláticas continuaron en ese lugar por tres o cuatro noches sin la menor oposición, y esto dio como resultado un reavivamiento general”. Pioneer Stories Retold, págs. 64-65.

En un lugar el joven Jaime White celebró reuniones públicas y doscientos conversos se unieron a la iglesia.

Elena de White
Mensajera del Señor

Nació el 26 de noviembre de 1827 – Murió el 16 de julio de 1915

Elena G. de White fue la más conocida de todos los adventistas del Séptimo Día, no solamente porque fue dotada con el don de profecía, sino por su marcada influencia en la formación de un movimiento mundial dinámico. Durmió en Cristo el 16 de julio de 1915, pero su fama sigue creciendo al pasar los días.

Cuando era joven adolescente participó en la proclamación Millerita de 1840. Igual que miles pasó por el chasco, pero su fe nunca vaciló. Llegó a ser una de los 3 pioneros originarios de la iglesia teniendo parte con el que sería su esposo, Jaime White y José Bates en esparcir la nueva luz sobre la purificación del santuario y el sábado.

Poco después de su primera visión, Elena Harmon fue instruida por el ángel del Señor a escribir lo que se le había revelado. Dijo: “Temprano en mis labores públicas, el Señor me ordenó, ‘Escribe, escribe las cosas que te he revelado’. En el tiempo en que este mensaje vino a mí, no podía sostener mi mano firme. Mi condición física hizo imposible que escribiera”.

“Pero otra vez vino la palabra del Señor: ‘Escribe las cosas que te son reveladas’ … Obedecí y como resultado no pasó mucho tiempo antes que pudiera escribir página tras página con relativa facilidad. ¿Quién me dijo lo que debía escribir? ¿Quién aseguró mi mano derecha e hizo posible que usara la pluma? Fue el Señor”. Review and Herald, junio 14 sw 1906. (Citado en Messenger to the Remnant, pág. 109).

Su primera revelación profética en diciembre de 1844 fue seguida por aproximadamente otras 2000 en forma de sueños proféticos de noche o visiones de día. La última visión mostrada, trataba sobre el bienestar espiritual de los jóvenes; la fecha, marzo 3 de 1915. Durante los setenta años de su ministerio público entre 1844 y 1915 escribió aproximadamente 25 millones de palabras o cien mil páginas de material manuscrito. ¡Esto es una gran cantidad de escritura!

Los consejos tempranos de la Sra. White en el área de administración y organización de la iglesia, en las ramas de Salud, Evangelismo Médico, Educación y publicaciones son bien conocidos. Sus muchos libros guardan estos mensajes para las iglesias de hoy. Sus escritos no son anticuados, sino que están al día. En algunas áreas de ciencia y educación el mundo no ha aplicado todavía los principios y filosofías enunciadas por la Sra. White. Donde sus consejos han sido puestos en práctica, los resultados han confirmado su origen divino.

El esposo de la señora White murió el 6 de agosto de 1881. Por cerca de treinta y cuatro años la señora White fue viuda. Trabajó dos años en Europa, del verano de 1885 al verano de 1887. Fue pionera en Australia de 1891 a 1900. Los once años pasados en el servicio extranjero ponen de relieve el carácter internacional de su ministerio. Fue verdaderamente una mujer que perteneció al mundo, no simplemente a un grupo provincial. Aunque era americana comprendía que su misión era para la iglesia mundial.

El 13 de febrero de 1915, se cayó en su casa en St. Helena y se quebró la cadera. Murió el 16 de julio de l915. El funeral fue dirigido el 24 de julio de 1915 en Battle Creek.

Fue enterrada en Oak Hill Cementery al lado de su esposo y otros parientes. Aunque está muerta, todavía nos habla en los 65 libros que ahora están disponibles en inglés y en muchas traducciones extranjeras.

Ver: Messenger to the Remanent, págs. 109-111; Captains of the Host, por A. W. Spalding, págs. 58-76; Pioneers Stories Retold, págs. 77-100; Footprints of the Pioneers, págs. 59- 67.

Una historia acerca de Elena G. de White

La joven Elena Harmon (Más tarde Elena G. de White) tuvo su primera visión profética al mes siguiente de haber cumplido sus diecisiete años y solamente dos meses después del chasco de octubre de 1844. Debió haber sido una ocasión conmovedora. Estaba arrodillada en oración con otras cuatro amigas en la casa de su querida amiga, la señora Hains, en el sur de Portland, Maine. Estas cinco consagradas mujeres oraron con la esperanza de que su Padre celestial les revelara la razón por la cual Jesús no había venido como lo habían esperado en octubre 22. Mientras oraban por entendimiento y dirección, la joven Elena sintió el poder de Dios sobre ella como nunca lo había sentido antes. Arthur W. Spalding dijo:

“En un momento perdió de vista a los que la rodeaban, vio la visión de Dios”.

“Vio una senda angosta y derecha que se perdía arriba sobre el mundo, sobre la cual el pueblo de Dios viajaba a la Ciudad Eterna del Más Allá. Detrás de ellos sobre la senda brilló una luz resplandeciente, en la cual un ángel le dijo que era el ‘llanto de medianoche de 1844’. El 22 de octubre de 1844 fue llamado el Día del Chasco, pero en realidad fue el Día de Su Encuentro. Aquellos viajeros sobre el sendero que mantuvieron sus ojos en Jesús y caminaron en la luz que fue vertida sobre su senda fueron con seguridad, pero los que desarrollaron desánimo y cobardía perdieron el paso y cayeron. Pronto escucharon la voz de Dios anunciando la Segunda Venida de Jesús, y entonces vieron una pequeña nube negra aumentando en tamaño y brillantez, hasta que el arco iris del cielo reveló la venida del Hijo del Hombre en Su gloria”. Footprints of the Pioneers, págs. 65, 66.

Cuando Elena salió de esta primera visión, sus amigos se sintieron aliviados pues habían pensado que estaba muerta. No había aliento en sus pulmones, sus ojos estaban abiertos pero no podía ver nada. Únicamente con los ojos de su mente podía ver las escenas de la visión. Dijo:

“Nunca pensé que vendría al mundo otra vez. Cuando mi aliento vino a mi cuerpo, no podía oír nada. Todo estaba oscuro. La luz y la gloria sobre la que mis ojos han descansado, ha ocultado la luz. Así fue por muchas horas. Entonces gradualmente empecé a reconocer la luz y pregunté dónde estaba.

“Estás aquí en mi casa’, dijo la dueña de la casa. ¿Qué? ¿Aquí? ¿No sabes acerca de esto? entonces todo volvió a mí. ¿Es este mi hogar? ¿He venido aquí otra vez? ¡Oh!, el peso y la carga que vinieron a mi alma” MS 16, 1894; Messenger to the Remanent, pág. 6.

Lloré cuando me encontré aquí, y me sentí nostálgica.
67, 68. Había visto un mundo mejor, y él había dañado éste para mí., –Life Sketches, págs.

John Nevis Andrews
Primer misionero extranjero

Nació el 22 de julio de 1829 – Murió el 21 de octubre de 1883

J. N. Andrews simboliza una cosa para los Adventistas del Séptimo Día. Fue el primer misionero Adventista del 7o Día que viajó en 1874 al occidente de Europa para establecer la obra en Suiza.

Pero olvidamos que él fue también el autor del libro histórico, “Historia del Sábado”. Pocos de nosotros conocemos a J. N. Andrew como el 3er presidente de la Asociación General del 14 de mayo de 1867 al 18 de mayo de 1869. Fue precedido únicamente por Juan Byington y Jaime White. Este gigante literario, profundo estudiante y santo, fue también el editor de nuestra venerable revista de iglesia, la Review & Herald. Aunque vivió solamente 54 años, se distinguió así mismo como uno de los mejores escritores que jamás hayamos tenido. Estuvo asociado muy de cerca con el pastor y la señora White en la dirección pionera y el trabajo evangelístico de la iglesia naciente.

Andrews se desarrolló vigorosamente en su servicio pionero en el occidente de Europa. En muchas maneras estaba calificado para el trabajo misionero. En otras habría hecho mejor en su tierra natal. No obstante Dios lo usó para reunir las esparcidas compañías que guardaban el sábado en Inglaterra y en el continente, y para organizar la obra, con oficina central en Basilea, Suiza. Murió en el servicio activo, un sacrificado misionero pionero.

Una Historia Acerca de J. N. Andrews

Cuando J. N. Andrews era joven, quería llegar a ser un congresista, en Washington, D. C. Soñaba con un futuro y a juzgar por su fuerza intelectual latente y sus cualidades literarias, seguramente habría tenido éxito. Su tío Carlos era congresista y un importante hombre de política en Maine, pero Dios tenía planes más vastos para el joven Juan.

En la primavera de 1844 llegó un folleto a las manos de una familia en París, Maine, llamada Stowell.

Este folleto era la reimpresión de un artículo que había aparecido en una revista adventista de Portland conocida como La Esperanza de Israel. El propósito de este folleto era convencer a la gente de que el séptimo día era el sábado cristiano y debía observarse en lugar del domingo. Stowell tomó el folleto y lo puso a un lado, pero su hija Marian de quince años de edad, lo recogió y lo leyó. Quedó convencida. Así también pasó con su hermano Oswaldo después de leerlo. Entonces Marian compartió el folleto con Juan Andrews, que tenía entonces sólo 17 años de edad. El lo leyó, se lo trajo de vuelta y le preguntó: “¿Han leído esto tu padre y tu madre?” no, dijo Marian, “pero yo sí y encontré que no estamos guardando el sábado legítimo. ¿Qué piensas tú, Juan?”

“Yo creo que el séptimo día es el sábado. Si tú y yo creemos ésto, Marian, debemos guardarlo”.

“Por supuesto, mi hermano Oswaldo y yo, guardamos el sábado pasado. Nos alegraremos si nos acompañas. Pero lleva el folleto del pastor Preble a tu padre y a tu madre para que lo lean”.

“Muy bien”. El señor Andrew lo leyó, lo llevó de vuelta a los Stowells. Ambas familias guardaron el siguiente sábado celebrando la reunión en una de sus habitaciones.

Si ese folleto no hubiera intervenido, Juan Nevis Anrews podría no haber llegado nunca a ser un gran autor, dirigente religioso y misionero.

Poco tiempo después que él aceptó la verdad sostenida por los adventistas guardadores del sábado, el joven Juan tuvo una experiencia extraña. En París, donde vivían, había un grupo de fanáticos que sembraron semillas de discordia entre los cristianos guardadores del sábado. La presencia de estos fanáticos eran tan perturbadora que no se realizaron reuniones por un año y medio. Pero después de un tiempo se anunció una reunión y los dirigentes de la iglesia asistieron. En esta reunión los fanáticos fueron derrotados. El poder de Dios descendió en forma semejante como lo hizo en el día de Pentecostés. Los padres confesaban sus faltas a sus hijos, los hijos a los padres y unos a otros. El hermano J. N. Andrews, conmovido, exclamó: “Cambiaría mil errores por una verdad.”

En esta reunión, el joven Andrews llegó a un punto de decisión que echó las bases para su vida futura entera. Se dió por completo a la tarea de dar el mensaje que había aprendido a amar. El resto de su vida vivió para promover los intereses del reino de Dios. ¡Qué ejemplo para nosotros!

Juan Norton Loughborough
Primer historiador de la Iglesia

Nació el 26 de enero de 1832 – Murió el 7 de abril de 1924

Juan Norton Loughborough llegó a ser un adventista guardador del Sábado como resultado de las labores de J. N. Andrews. Comenzó a predicar inmediatamente y fue ordenado al ministerio en 1854. Llegó a ser el primer misionero (en California claro está) en el año de 1868. En 1878 fue enviado a Europa. Fue presidente de la Asociación de Illinois. Por seis años fue superintendente de los distritos de la Asociación General formados por Asociaciones. Fue el primer historiador de la denominación al escribir el libro The Rise and Progress of Seventh-Day Adventists el cual fue seguido por The Great Second Advent Movement. Fue, además, autor de libros más pequeños. Loughborough fue el primer hombre en recibir la ordenación en lo que más tarde se conocería como Iglesia Adventista del Séptimo Día. Esto sucedió cuando tenía 22 años de edad.

Al igual que la mayoría de los primeros dirigentes adventistas, John Loughborough tomó interés genuino en la obra de publicaciones. Un día él y Jaime White estaban discutiendo sobre maneras para hacer avanzar la obra del evangelio. Se sugirió que si ofrecían libros a la gente, en público, en conexión con los servicios de predicación, ésta estaría dispuesta a comprarlos y pagar por ellos una suma pequeña, preparando así el camino para producir más publicaciones. El joven y alerta predicador dijo: “Voy a probar”. Así, en una de las reuniones se exhibieron folletos desde el púlpito ofreciéndolos en venta. Al finalizar el sermón muchas personas se adelantaron y los compraron. En esa época se podía comprar una serie completa de toda la literatura adventista publicada, incluyendo folletos y un libro de tapas blancas, por 35 centavos. Hoy costaría centenares de dólares comprar una copia de toda la literatura adventista del séptimo día publicada en muchos idiomas.

Loughborough fue realmente un gran pionero, que prestó sus muchos talentos al desarrollo de la obra dondequiera que hubiera una necesidad.

“En 1908, a la edad de setenta y seis años, comenzó un viaje alrededor del mundo, visitando los principales centros de la obra Adventista del Séptimo Día. Viajó treinta mil millas por agua y seis mil por tierra. Con esto terminó su servicio activo exceptuado algún viaje ocasional a un congreso o a una sesión de la Asociación General, o de tomar su pluma para escribir reminiscencias de días idos. Vivió con su hija, la Sra. J. J. Ireland, en Lodi, California. Cuando ella y su esposo fueron llamados a Washington, D. C., la salud del pastor Loughborough estaba decayendo y pasó sus últimos años en el Sanatorio St. Helena, donde dejó de existir apaciblemente el 7 de abril de 1924 a la edad de noventa y dos años. Su funeral se realizó en la iglesia de St. Helena que era una de las primeras que él levantó en California hacía más de cincuenta años atrás”.

Vea: Pioneer Stories Retold, págs. 115-142; Footprints of the Pioneers, págs. 147-156. Una Historia Acerca de Juan N. Loughborough

Poco tiempo después de que Juan Loughborough llegara a ser Adventista del Séptimo día, recibió la impresión que debía ir a predicar el mensaje, pero vaciló hasta que pudiera ganar suficiente dinero para mantener a su esposa. Trató de hacer que tuviera éxito el negocio en el cual estaba comprometido, pero falló. Sus fondos eran insuficientes.

Entonces fue a una reunión en Rochester. Durante esa reunión la hna. White tuvo una visión. Relatando esta visión, ella dijo: “El hno. Loughborough no está cumpliendo con su deber de predicar el mensaje tratando de obtener medios para su sostén. El Señor me ordenó que dijera: ‘Decida predicar el mensaje y el Señor abrirá el camino para el sostén de su familia'”. Divine Predictions Fulfield, págs. 25-27.

Después de la reunión, Juan Loughborough fue a su casa y oró. Le dijo al Señor: “Iré confiado en tí de que proveerás para mi sostenimiento”. Cuando hizo esta promesa sólo tenía tres centavos en su bolsillo y no sabía de dónde conseguiría más dinero. Pero se sentía feliz.

El lunes de mañana su esposa le dijo: “Juan, se terminaron los fósforos y necesito hilo”. El pastor Loughborough sacó los centavos de su bolsillo y le dijo: “María, esto es todo el dinero que tengo. Consigue fósforos con un centavo, y un carrete de hilo y tráeme un centavo de vuelta. No quiero quedarme completamente sin dinero”.

Su esposa se puso lívida. “¿Qué vamos a hacer?”, exclamó. Juan Loughborough le contestó: “Voy a ir a predicar dejaré que el Señor abra el camino para nosotros como prometió hacerlo en la visión el sábado pasado”.

María Loughborough se fue a su habitación a llorar. Lloró por una hora. Entonces salió para hacer sus compras. Apenas hacía unos minutos que había salido cuando un hombre extraño llamó a la puerta y pidió cerraduras de ventanas por valor de sesenta dólares. El hermano Loughborough tratando de vender cerraduras sin éxito. Ahora, desde que él prometió obedecer al Señor y llegar a ser un predicador, el Señor comenzó a trabajar por él”.

El hombre le dijo: “Vendré a buscar las cerraduras al mediodía y entonces las pagaré”. El hermano Loughborough sólo tenía que caminar unas dos cuadras hasta la fábrica donde hizo el pedido por las cerraduras. La venta se realizó como se había planeado y su ganancia fue más de treinta dólares. ¡Treinta dólares era mucho dinero allá por los años 1850!

Cuando María Loughborough volvió con sus compras, encontró a su esposo cantando. “Pareces estar muy feliz”, le dijo:

“Sí, replicó él. Y le contó lo que había ocurrido. Entonces ella se fue a su habitación a llorar por otra hora, pero esta vez por una razón diferente”.

El pastor Loughborough fue obediente a la visión celestial. Llegó a ser un predicador de éxito. Dios lo usó de una manera poderosa para desarrollar los intereses de Su causa.

Stephen N. Haskell
Padre de la obra misionera

Nació el 22 de abril de 1833 – Murió el 9 de febrero de l922

Esteban N. Haskell fue un converso de José Bates y de un predicador adventista de nombre Guillermo Saxby. Su oficio era fabricante y vendedor de jabón. Con el tiempo cambió su línea de trabajo por el de hacer giras como predicador misionero.

Cuando comenzó a predicar alrededor de 1853 no tenía ningún apoyo financiero, excepto lo que podía ganar en su negocio. Habían muy pocos predicadores entre los Adventistas guardadores del sábado, así que Haskell con sus ideas originales empezó a entrenar a miembros laicos para testificar. En 1869 comenzó con tratados y Obra Misionera. Fue el primero en organizar la Sociedad de Tratados. En 1882 fundó una Academía en South Lancaster, la que llegaría a ser el Colegio de la Unión del Atlántico. Esta fue la tercera escuela Adventista del Séptimo Día, sólo precedida por el Colegio de Battle Creek y el de Healdsburg.

Haskell era un buen organizador y administrador. Por años sirvió como presidente de Asociación; en efecto, en un mismo tiempo sirvió como presidente de las Asociaciones de Nueva Inglaterra y California simultáneamente.

En 1885 Esteban Haskell llegó a ser un misionero en el extranjero abriendo la obra en Australia y Nueva Zelandia. Su influencia fue especialmente poderosa en la obra de Publicaciones en Australia.

Como pastor de la Asociación General, hizo el primer viaje alrededor del mundo emprendido por un oficial Adventista. Eso fue en 1888 y 1889. Fue un cuidadoso estudiante de la Biblia y un maestro excelente. A él le corresponde el crédito por la idea de los estudios bíblicos, tan populares entre los laicos y ministros Adventistas del Séptimo Día. Murió en 1922, su cabeza coronada con la gloria de muchos años y su vida adornada con muchas benevolencias.

Una historia Acerca de S. N. Haskell

W. C. White cuenta la siguiente historia acerca de la experiencia de Esteban Haskell en introducir la idea de los estudios bíblicos entre los Adventistas del Séptimo Día:

“Durante el Congreso en el otoño de 1879 y primavera de 1880, al cual asistí con mi madre, Elena White, ella habló a a nuestros ministros acerca de la obra de los Congresos y dijo que debiera haber menos predicación y más enseñanza. Pasó algún tiempo antes de que esto hiciera una verdadera impresión en la mente del pastor Haskell, pero en la primavera de 1880, en el Congreso de Hanford, mi madre repitió este asunto en forma tan enfática que el pastor Haskell fue completamente animado. Después de pensar sobre el asunto, una mañana me invitó a ir con él a un sembrado cercano para una sesión de oración. Dijo que no podía entender exactamente lo que la Hna. White quería decir y hablamos y oramos sobre el particular. Finalmente dijo que probaría y vería qué podía hacer. En una reunión de la mañana, en la carpa grande, comenzó a hacer preguntas sobre características importantes de nuestra fe, pidiendo a los hermanos que buscaran el texto que él citaba y lo leyeran.

“Después de proseguir la reunión por una media hora, comenzó a llover. Al llegar la hora de terminar estaba lloviendo excesivamente fuerte y nadie deseaba salir de la carpa. El pastor Haskell continuó su estudio bíblico por casi dos horas. La gente parecía encantada con la instrucción y con el método que usaba y pidieron que otros estudios fueran conducidos en la misma forma. Así, hasta donde sé, la obra de lectura bíblica que el pastor Haskell condujo y otros que entusiastamente se le unieron, comenzó. The Ministry, diciembre de 1948, p. 21.

El plan que el pastor Haskell inauguró se llamó: “Predicación informal laica”. El nombre “estudio bíblico” nació en un congreso en Lemoore, California. La idea se propagó como pólvora. En los Angeles en el Congreso de Upper Columbia, en San Francisco, en Healdsburg y en San José, el interés creció enormemente. La Asociación de California pasó la primera resolución formal recomendando el plan de estudios bíblicos. Se ofreció un curso de instrucción para laicos que deseaban servir en el campo dando estudios bíblicos, en Healdsburg. Entonces en Michigan e Indiana, en los Congresos celebrados allí, se adoptó el plan.

El 30 de octubre de 1883 comenzó, en Battle Creek, un instituto para enseñar a los adventistas a dar estudios bíblicos. Se reunió una clase de 300 personas bajo la dirección de S. N. Haskell. La asistencia fue aumentando hasta pasar los mil. A estas personas se les llamó “ayudas” ( 1Cor. 12:28). En 1884 se publicó la revista mensual Bible Reading Gazette. Los estudios Bíblicos no eran cortos, sencillos y agradables como son actualmente. ¡El primero tenía 149 preguntas!

Hoy el plan de estudios bíblicos es una de las formas más exitosas que tienen los Adventistas del Séptimo Día para ganar almas a la verdad.

Vea: The Bible Instructor in Personal and Public Evangelism de Louse C. Kleuser, págs. 350-351. Además “Origin of the Our Bible Work” en la revista Ministry, diciembre de 1948.

Hiram Edson
Defensor de la verdad del Santuario

Nació en diciembre de 1802 – Murió en enero de 1882

Hiram Edson fue el instrumento que Dios usó para revelar el significado de la purificación del santuario a los primeros adventistas guardadores del sábado. Con Bates y White, fue uno de los estudiantes de pensamiento profundo que desarrolló la fe Adventista del Séptimo Día, un sacrificado siervo de Dios, un ardiente evangelista, y fiel en su devoción a Cristo durante toda su larga vida. Antes había sido metodista.

En la década de 1840 vivió en una granja cerca de Port Gibson, New York, un pueblecito en el Canal Erie, casi a mitad de camino entre Albany y Buffalo. Un pequeño grupo de creyentes adventistas, mayormente agricultores vivían en esa zona, y veían a Edson como su líder. Su granja estaba como a una milla al sur del pueblo. En ese lugar los adventistas se reunieron el 22 de octubre de 1844 para esperar la venida del Rey. Pero Cristo no vino como ellos esperaban.

Al día siguiente, en contestación a sus oraciones por luz, Dios mostró a Edson, como en una visión, una escena maravillosa; Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, entrando en el lugar Santísimo del Santuario Celestial para comenzar una obra especial de juicio previo a Su regreso. Edson compartió esa luz con sus amigos Owen Crosier y el Dr. F. B. Hahn de la vecina Cananadaigua. Ellos decidieron estudiar el Santuario y su purificación desde el punto de vista bíblico. Los resultados de su investigación aparecieron en el pequeño periódico adventista que ellos publicaban en cananadaigua, El Amanecer. Más tarde también en la Estrella del Día, Cincinnati. Desde ese momento llegó luz a los chasqueados adventistas y el “por qué” de su dolor y chasco comenzó a alborear sobre ellos.

Fue Edson quien adelantó fondos para comprar la primera imprenta Adventista del Séptimo Día. En 1848 en el hogar de Edson en Port Gibson, el tercer Congreso sobre el sábado fue celebrado. Edson vendió su granja, se puso a predicar y llegó a ser evangelista de éxito. En años posteriores trabajó cerca de Roosevelt, New York. Por años fue el líder de nuestra obra en ese lugar. Está seputado en el cementerio de Roosevelt.

Vea: Footprints of the PioneersS, págs. 73-82; Captains of the Host, págs. 91-105; Pioneers Stories Retold, págs. 25-31.

Una Historia Acerca de Hiram Edson Esta es una historia acerca del amanecer de una nueva luz.

Temprano, en la mañana siguiente al chasco del 22 de octubre, después de que la mayoría de los creyentes habían regresado a sus hogares, Edson le dijo a unos pocos amigos que habían quedado en su casa: “Vayamos al granero a orar”.

Entraron al viejo y vacío granero, cerraron la puerta y se unieron en fervorosa oración pidiendo que la luz esclareciera sus mentes. La respuesta llegó. No fue mientras estaban en el viejo granero de maíz, aunque tuvieron el testimonio del Espíritu de que sus oraciones habían sido escuchadas, sino después, probablemente menos de una hora más tarde, mientras Edson y uno de esos hombres cruzaban el maizal para visitar a un vecino. Dejemos que Artur W. Spalding nos cuente lo que ocurrió entonces:

“A mitad del campo Hiram Edson fue detenido como por una mano sobre su hombro. Miró hacia el cielo gris y le pareció que se abría ante él una vista del tercer cielo. En una visión como la del Santuario Mosaico vio a Cristo como el Gran Sumo Sacerdote entrando del lugar Santo del Santuario al lugar Santísimo. “Y ví inconfundible y claramente ‘escribe Edson’, que en vez de salir nuestro Sumo Sacerdote del lugar Santísimo del Santuario Celestial para venir a esta tierra el décimo día del séptimo mes, al final de los 2300 días, El entró en ese día por primera vez en el segundo departamento del Santuario y que tenía una obra que realizar en el lugar Santísimo antes de venir a esta tierra.

Su compañero, no habiendo notado la demora, ya había llegado al otro lado del campo. Junto al cerco se dio vuelta y viendo a Edson tan atrás lo llamó: ‘Hermano Edson. ¿Por qué se ha detenido?’ Edson contestó: “El Señor estuvo contestando nuestra oración de la mañana”. Entonces, volviendo a unirse con su amigo le contó de la ‘visión’. Siguieron su camino, conversando sobre el tema, recordando lo poco que habían estudiado sobre el Santuario y dándole forma a la evidencia bíblica de la revelación”. Captains of the Host, p. 95.

Jóvenes, cuando llega la luz, la obscuridad se desvanece. Los adventistas podían ahora entender que Jesús no podía venir hasta que su obra como nuestro Sacerdote fuera terminada en el cielo. Así que cuando esta importante verdad fue compartida con más y más adventistas, las buenas nuevas se difundieron y el chasco fue visto por primera vez en su verdadero alcance.

Al año siguiente del chasco los adventistas de Port Gibson recibieron más preciosa luz. José Bates, apóstol del sábado, viajó a Port Gibson con el mensaje del sábado.

La mente de Edson había estado intranquila acerca de este tema aún antes del chasco y ahora recibió el mensaje de Bates con alegría y guardó el siguiente sábado. El Dr. Hann se le unió. Pero Crosier dijo: “Mejor vayan despacio, hermanos, mejor vayan despacio. No suban ningún peldaño antes de saber si los sostendrá”. “Yo ya probé el peldaño”, replicó Edson, “y sé que nos sostendrá”. Ibid. 104.

“Parecería”, escribió Arthur Spalding, “que el grupo de Port Gibson fue el grupo más importante de adventistas en pisar los dos primeros peldaños de la plataforma en que se edificaba la fe Adventista del Séptimo Día: El Santuario y el Sábado”.

¿Le hubiera gustado a Ud. vivir en aquellos viejos tiempos con Hiram Edson y sus amigos?

Urias Smith
Editor permanente de la Review

Nació el 2 de mayo de 1832 – Murió el 6 de marzo de 1903

Pocos Adventistas del Séptimo Día han conocido sus Biblias mejor que Urías Smith. Fue un hombre tranquilo, reservado, que impresionaba a la gente por su erudición y apariencia. Hombre de semblante noble, imponía respeto.

En diciembre de 1852, aceptó la luz del mensaje enseñado por los adventistas guardadores del sábado. El siguiente año se asoció con los intereses de publicaciones de la “Manada Pequeña” de creyentes en Rochester. Por cerca de medio siglo fue el editor o parte del personal editorial de la revista de la iglesia, Review & Herald. Urias Smith fue el primer secretario de la Asociación General, aceptando este cargo cuando la Asociación General fue organizada en la primavera del año de 1863.

Es mejor conocido por su libro, The Prophecies of Daniel and the Revelation, (Las Profecías de Daniel y Revelación) que ha tenido una circulación de muchos miles de copias. Fue el primer maestro de Biblia del colegio de Battle Creek.

Urías Smith nació en una casa de buen aspecto en el pueblecito de West Wilton, New Hampshire. Fue de carácter tan sólido como cualquiera de los hombres de Nueva Inglaterra, verdaderamente el estado de “Firme como el granito”. El lugar de nacimiento de Urías y su hermana Annie aún permanece en pie en este pueblecito de Nueva Inglaterra. Ahora se le llama la Casa del Aguilar y los turistas interesados pueden visitarla.

Poco tiempo antes de su muerte, el edificio principal de la Review & Herald se quemó. Fue una tragedia grave. El corazón y alma de Urías Smith estaba ligado a esa institución. Su vida entera había estado dedicada a su desarrollo.

Todavía viven algunas personas que recuerdan al Pastor Smith, caminando por las calles de Battle Creek con su bastón, cojeando con su pierna artificial, como resultado de haber sufrido una amputación cuando era aún un adolescente. Su genio inventivo le hizo crear una pierna artificial, la que usó la mayor parte de su vida. Era versátil e inteligente, como lo fueron la mayoría de los pioneros. Los primeros obreros eran personas de gran capacidad. Dios escogió lo mejor que pudo encontrar para hacer la obra más importante encomendada a los hombres en estos últimos días.

Ver: Footprints of the Pioneers, págs. 123, 129; Pioneer Stories Retold, págs. 178-181. Una Historia Acerca de Urias Smith

Cuando Urías tenía sólo catorce años de edad, una infección local contraída por una enfermedad, requirió la amputación de su pierna izquierda por encima de la rodilla. Su lucha valerosa contra el dolor y el impacto, formó en su estructura de arcilla las vigas de hierro que lo hicieron el hombre fuerte que fue.

Pensemos en lo que significaba perder una pierna en esos días. No había cirujanos de vestidura blanca, ni enfermeras para ministrar a los pacientes, ni anestesia misericordiosa, ni cuidado hospitalario competente. Un notable cirujano, cerca de Keene, Dr. Amos Twitchell, le amputó la pierna y la vendó en veinte minutos. Su madre le sostenía las manos. Luego ella y su cariñosa hermana, lo cuidaron.

Esta lesión en sus años jóvenes trajo en su vida futura limitaciones al pastor Smith. No estaba en condiciones de salir y trasladarse como los otros ministros. El sencillamente no podía. Entonces ¿qué hizo? ¿Dedicarse al desánimo? No. Esa lesión fue una bendición para él, porque desarrolló su genio inventivo. Por un tiempo usó la tosca pierna artificial que le habían provisto, con un pie macizo, pero que no le gustó. Se puso a trabajar e inventó un pie flexible, consiguió patentarlo y con el dinero que recibió de la venta compró su primera casa en Battle Creek.

W. A. Spicer nos da sus impresiones de Urías Smith: “Cuando era muchacho siempre pasé por el cuarto editorial del Pastor Smith en la vieja oficina de la Review and Herald, en Battle Creek, con cierta reverencia, porque había este letrero en la puerta, en tinta color púrpura oscuro y con grandes letras:

“Cuarto Editorial.
¿Ocupados? Si, siempre.
Si usted tiene negocios,
atiéndalos, y déjenos atender los nuestros”.
Pioneer Days of the Advent Movement, págs. 245, 246.

Sí, Smith era un hombre que estaba en la marcha. Estaba ocupado con los negocios del Señor y quería que los demás se ocuparan de los suyos, pero era un hombre lleno de gracia y compasivo. Si no lo creen así lean los jóvenes el último capítulo de su libro, The Prophecies of Daniel and the Revelation. Les conmoverá. Está tan lleno de añoranzas por la tierra nueva, nuestro eterno hogar.

Goodloe Harper Bell
Pionero educador

Nació en abril de 1832 – Murió el 16 de enero de 1899

El profesor Bell fue quizá uno de los más eminentes pioneros de la denominación adventista en los primeros años de la obra educativa. “La primera obra educativa Adventista del 7o Día, fuerte, estable y progresiva comenzó con la llegada de Goodloe Harper Bell a Battle Creek en 1866” Pioneer Stories Retold. pág. 185.

En esa época este joven, casado, tenía 34 años y, al contrario de la opinión general, era mayormente un autodidacta, excepto por algunos meses que pasó en el colegio de Oberlin. Era eminente en la obra de educación pública cuando el sistema de educación pública comenzó en Michigan en aquellos días.

Su primera visita a Battle Creek fue con un amigo que llegó a ser un paciente del recién establecido Instituto de reforma pro-salud. Al año siguiente el profesor Bell volvió para someterse a un tratamiento. Le gustaban los métodos de Battle Creek y disfrutó labrando las tierras y la huerta del Sanatorio. Su salud mejoró mucho.

El colegio de Battle Creek, dedicado el 4 de enero de 1875, fue mayormente el resultado de una escuela privada iniciada por el profesor Bell en esa ciudad. Escribió varios libros de texto para el estudio del idioma inglés pero fue más conocido por sus ocho libros titulados Lecciones Bíblicas para la Escuela Sabática.

De junio de 1869 a noviembre de 1871, el profesor Bell fue editor del Youth’s Instructor. Cuando se fundó el colegio de Battle Creek fue nombrado Jefe del Departamento de Inglés. Sydney Brownsberger era el director; Jaime White el presidente y Urias Smith el jefe del Departamento de Biblia.

Hubiera podido vivir hasta una avanzada edad si no hubiese sido que en 1899, a los 67 años de edad, mientras guiaba un carruaje tirado por su brioso caballo, sufrió un accidente que le causó la muerte. Miles de personas lamentaron la pérdida de este amado maestro.

Ver: La Historia de Nuestra Iglesia, págs. 364-373; El Gran Movimiento Adventista, págs. 88-92; El Movimiento Adventista , p. 150; Pioneers Stories Retold, págs. 185-192; Footprints of the Pioneers, págs. 187-194.

Una historia acerca de Goodloe Harper Bell

La amabilidad del profesor Bell y su amor por los jóvenes le ayudaron a fundar un colegio cristiano. Un día mientras el hermano Bell estaba trabajando en la huerta del Instituto de Salud en Battle Creek, Edson y Willie, hijos del pastor y de la Sra. White, que vivían abajo del sanatorio, en la esquina de las calles Washington y Champion, pasaron casualmente por allí y lo vieron trabajando. El simpatizaba con los problemas de los muchachos y ellos sentían cariño por él al instante. Cuando le hacían preguntas acerca del trabajo escolar, les daba respuestas claras. Realmente, podía hacerlo más sencillo que el maestro de su escuela. Así Willie y Edson regresaron rápidamente a su casa y contaron a sus papás acerca de su descubrimiento en palabras como estas: “¡Oh, papá y mamá, encontramos al hombre más maravilloso en el sanatorio! ¡Es un paciente allí. Es el mejor maestro! ¡Justo la clase de maestro que nos gustaría tener! El contestó todas nuestras preguntas y lo hizo todo tan interesante. Deseamos que pudiéramos tenerlo en nuestra escuela”.

El pastor White y otros padres esperaron al profesor Bell y lo animaron a comenzar una escuela privada, cosa que hizo. Esta escuela se fue desarrollando hasta que fue tomada bajo la protección de la Asociación General. La planta baja de un viejo edificio de la Review se usó para aulas de clase y la planta alta fue transformada en un pequeño y cómodo hogar para el profesor Bell.

Dijimos que el profesor Bell era amigable, pero era también un hombre de disciplina firme. Un día estaba en una clase de retórica, un alumno llamado Dan T. Jones, que más tarde llegó a ser misionero en México y después Secretario de la Asociación General. Era un joven cuidadoso a quien le gustaba llegar a sus conclusiones solamente después de haber tenido tiempo para pensar. Era en todo sentido, un auténtico representante de Missouri, pero la retórica y el inglés eran difíciles para él. Un día llamaron su número (los estudiantes tenían un número en esos días) y él no lo esperaba. Debía leer un largo párrafo del libro de texto, pero tenía dificultades para encontrarlo. Finalmente lo encontró, pero no se puso de pie hasta haberlo encontrado. El profesor Bell no podía tolerar tal indolencia. “Sr. Jones”, le dijo, “evidentemente está dormido. Alguien por favor, despiértelo”.

Dan Jones contestó: “No, señor, no estoy dormido. Estoy buscando el párrafo”.

El profesor Belle replicó: “¿Buscando? ¿Buscando? ¿Busca sentada la gente de Missouri? ¿Está usted demasiado débil como para pararse? ¡Empújelo! dijo, dirigiéndose al joven que estaba sentado a su lado, ¡Empújelo!”.

Esa era la forma de ser del profesor Bell. Estricto y severo. Aveces excesivamente, Pero obtuvo resultados y de alguna manera los alumnos lo querían. Se necesitaba esa clase de persona para dirigir una escuela en los años 1860. Y ésa era la clase de persona que era el profesor Bell. ¿Piensa usted que es bueno que los maestros sean severos a veces?