Los métodos de Jesús: ¿Cómo enseñaba Jesús?

Donde hay prejuicio.

Cristo atraía hacia sí los corazones de sus oyentes por la manifestación de su amor, y luego, poco a poco, a medida que iban siendo capaces de comprenderlas, desplegaba ante ellos las grandes verdades del reino. También nosotros debemos aprender a adaptar nuestras labores a la condición de la gente: a encontrar a los hombres donde están. Aunque las exigencias de la ley de Dios han de ser presentadas al mundo, no debemos nunca olvidar que el amor -el amor de Cristo- es el único poder que puede enternecer el corazón e inducirlo a la obediencia.

Todas las grandes verdades de las Escrituras se centralizan en Cristo; debidamente comprendidas todas conducen a Él. Preséntese a Cristo como el Alfa y la Omega, el principio y el fin del gran plan de redención. Presentad a la gente temas tales que fortalezcan su confianza en Dios y en su Palabra y la induzcan a investigar sus enseñanzas por sí misma. Y a medida que los hombres avancen paso a paso en el estudio de la Biblia, estarán mejor preparados para apreciar la hermosura y la armonía de estas preciosas verdades.[1]

La presentación, después de la conversión, de las verdades que constituyen una piedra de toque.

No debéis creer que sea vuestro deber introducir argumentos sobre la cuestión del sábado al encontraros con la gente. Si las personas mencionan el tema decidles que ésta no es vuestra preocupación ahora. Pero cuando entregan el corazón, la mente y la voluntad a Dios, están entonces preparadas sin prejuicio para pesar la evidencia con respecto a estas verdades solemnes que constituyen una piedra de toque.[2]

El mensaje es más que argumento.

Las frases formales y hechas, la presentación de temas meramente argumentativos, no da por resultado ningún bien. El amor subyugante de Dios en los corazones de los obreros será reconocido por aquellos por quienes trabajan. Las almas están sedientas de las aguas de vida. No seáis cisternas vacías. Si les reveláis a ellos el amor de Cristo, induciréis a los hambrientos y sedientos a ir a Jesús, y Él les dará el pan de vida y las aguas de la salvación.[3]

Relatad vuestra propia experiencia en la conversión.
Poned en acción todas vuestras energías espirituales. Decid a aquellos a quienes visitáis que el fin de todas las cosas está cerca. El Señor Jesucristo abrirá los corazones y hará sobre las mentes impresiones duraderas. Procurad arrancar a los hombres y mujeres de su insensibilidad espiritual. Decidles cómo hallasteis a Jesús y cuál ha sido vuestra felicidad desde el día en que empezasteis a servirle. Decidles qué bendición es para vosotros sentaros a los pies de Jesús para aprender las preciosas lecciones contenidas en su Palabra. Habladles de las alegrías que se experimentan en la vida cristiana. Vuestras palabras, cálidas y fervientes, les darán la convicción de que habéis hallado la perla de gran precio. Demuestren vuestras palabras, alegres y animadoras que habéis hallado por cierto la senda más excelente. Este es trabajo misionero auténtico, y al ser hecho, hará que muchos despierten como de un sueño.[4]

La intercesión del ganador de almas como secreto del éxito.

En tiempos pasados, había quienes fijaban su mente en un alma tras otra, diciendo: "Señor, ayúdame a salvar esta alma". Pero ahora escasean mucho los tales casos. ¿Cuántos obran como si se diesen cuenta del peligro que corren los pecadores? ¿Cuántos toman a aquellos a quienes saben que están en peligro, y los presentan a Dios en oración, suplicándole que los salve?[5]

LECCIONES DEL GRAN MAESTRO

Presentad la Palabra con el método de Cristo.

Si presentáis la Palabra con el método de Cristo, vuestros oyentes quedarán profundamente impresionados con las verdades que enseñáis. Recibirán la convicción de que ésa es la Palabra del Dios viviente.[6]

Amor paciente e interés en los perdidos.

El enseñaba a la gente con amor paciente. Su sabiduría profunda y escrutadora conocía las necesidades de cada alma que estuviese entre sus oyentes; y cuando los veía rechazar el mensaje de paz y amor que él vino a darles, su corazón sentía una angustia muy profunda.[7]

Mansedumbre y humildad.

No había en su conducta mancha de fanatismo intolerante ni de austeridad indiferente. El Redentor del mundo era de una naturaleza muy superior a la de un ángel, pero unidas a su majestad divina, había mansedumbre y humildad que atraían a todos a Él.[8]

La esperanza inspira deseos y fe.

En cada ser humano discernía posibilidades infinitas. Veía a los hombres según podrían ser transfigurados por su gracia, en "la hermosura de Jehová nuestro Dios". Al mirarlos con esperanza, inspirabas esperanza. Al saludarlos con confianza, inspiraba confianza. Al revelar en sí mismo el verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas y decaídas se percataban de que aún eran seres humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su consideración. En más de un corazón que parecía muerto a todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A más de un desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida.[9]

Fervor y poder para convencer.

Y al escuchar los hombres y las mujeres las verdades que salían de sus labios, tan diferentes de las tradiciones y dogmas enseñados por los rabinos, la esperanza brotaba en sus corazones. En su enseñanza había un fervor que hacía penetrar sus palabras en el corazón con poder convincente.[10]

Irradiar vida y gozo.

Cuando pasaba por pueblos y ciudades, era como corriente vital que derramara vida y gozo por todas partes (El Ministerio de Curación, pág. 13. Año 1905).
Debemos estar gozosos. Dios no quiere que haya aquí ningún rostro desapacible; el Señor no quiere que nadie esté sombrío y triste; desea que levantéis vuestro rostro hacia Él y le permitáis derramar sobre él el brillo de la luz del Sol de justicia.[11]

Cristo ensañaba con autoridad.

Pero aunque su enseñanza era sencilla, hablaba como persona investida de autoridad. Esta característica ponía su enseñanza encontraste con la de los demás. Los rabinos hablaban con dudas y vacilación, como si se pudiese entender que las Escrituras tenían un significado u otro exactamente opuesto. Los oyentes estaban diariamente envueltos en mayor incertidumbre. Pero al enseñar, Jesús presentaba las Escrituras con autoridad indudable. Cualquiera que fuese el tema, lo exponía con poder, con palabras incontrovertibles.[12]

El deseo de salvar a los pecadores.

El mismo intenso deseo de salvar a los pecadores que señaló la vida del Salvador debe señalar la vida de sus verdaderos seguidores.[13]

Un poder impelente.

La pronta obediencia de estos hombres que siguieron a Jesús sin hacerle una pregunta, sin recibir promesa de salario, parece sorprendente; pero las palabras de Cristo eran una invitación que llevaba en sí un poder impelente.[14]

RESULTADOS DE LA OBRA BÍBLICA

Los ángeles están cerca del obrero.

A medida que el obrero trata de dar a los demás la luz que Dios le ha dado, el Señor le imparte una luz acrecentada; y haciendo lo mejor de que es capaz, deseando anhelosamente la gloria de Dios, comprende el valor de las almas. Al hacer visitas de casa en casa, abriendo las Escrituras a personas cuyo entendimiento ha sido oscurecido, los ángeles de Dios estarán muy cerca de él, para impresionar el corazón de aquel que está sediento del agua de la vida.[15]

El Señor trabaja con los instructores bíblicos.

Preséntense las fuertes razones de nuestra fe basadas en la Palabra de Dios, y prepare la verdad, con su poder santificador, el camino a los corazones y las mentes de los que se encuentran bajo convicción. A medida que los ayudantes dan estudios bíblicos en los hogares de la gente, el Señor obra en las mentes tan ciertamente como lo hace en los servicios públicos.[16]

Milagros obrados por medio de la Palabra.

Habrá constantemente una lucha a fin de obtener acceso a los corazones de los ignorantes y malvados. ¿Pero no intentaremos individualmente hacerlo por medio de esfuerzos personales, con tanto fervor y fidelidad como debiéramos? ¿No nos mantenemos demasiado distanciados de las pobres almas muertas en transgresiones y pecados? ¿No puede cada uno de nosotros armarse del intenso fervor de Cristo y hacer más?

Temo que no exista la fe que es esencial. ¿No nos fortaleceremos contra los chascos y la tentación a desanimarnos? Dios es misericordioso, y con la verdad que despierta regocijo y que purifica y ennoblece la vida, podemos hacer una obra buena y sólida para Dios. La oración y la fe harán maravillas. La Palabra debe ser nuestra arma de combate. Pueden obrarse milagros por medio de la Palabra; porque es provechosa para todas las cosas.[17]

El valor de un alma.

El alma que se ha entregado a Cristo es más preciosa a sus ojos que el mundo entero.[18]

Si sólo un alma hubiese querido aceptar el evangelio de su gracia, para salvar a ella sola, Cristo hubiera escogido su vida de penas y humillaciones y su muerte ignominiosa.[19]

Siga adelante esta obra.

Muchos oirán el mensaje, pero rehusarán prestarle oído; sin embargo, la amonestación ha de ser dada a todos en tonos claros y sencillos. No solamente debe presentarse la verdad en las asambleas públicas; debe realizarse obra de casa en casa. Avance esta obra en el nombre del Señor. Los que están empeñados en ella tienen los ángeles del cielo como sus compañeros. Resistirán los ataques hechos por el enemigo contra los que cooperan con Dios.[20]

Confiando en las promesas.

Quizá algún tiempo la buena semilla permanezca inadvertida en un corazón frío, egoísta y mundano, sin dar evidencia de que se ha arraigado en él; pero después, cuando el Espíritu de Dios da su aliento al alma, brota la semilla oculta, y al fin da su fruto para la gloria de Dios. En la obra de nuestra vida no sabemos qué prosperará, si esto o aquello. No es cuestión que nos toque decidir. Hemos de hacer nuestro trabajo y dejar a Dios los resultados. "Por la mañana siembra tu simiente, y a la tarde no dejes reposar tu mano". El gran pacto de Dios declara que "todos los tiempos de la tierra; la sementera y la siega...no cesarán". Confiando en esta promesa, ara y siembra el agricultor. No menos confiadamente hemos de trabajar nosotros en la siembra espiritual, confiando en su promesa: "Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié" (Isa. 55:11). "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; más volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas" (Sal. 126:6).[21]

Autor: Elena G. White | Recopilación de citas por A. Camargo

Referencias


  1. Review and Herald, 13 de junio, 1912. ↩︎

  2. Carta 77, 1895. ↩︎

  3. Ibid. ↩︎

  4. Testimonios Selectos, tomo 5, págs. 153, 154. Año 1909. ↩︎

  5. Obreros Evangélicos, pág. 66. Año 1915. ↩︎

  6. Testimonies, tomo 9, pág. 143. Año 1909. ↩︎

  7. Obreros Evangélicos, pág. 50. Año 1915. ↩︎

  8. El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 18. Año 1896. ↩︎

  9. La Educación, págs. 75, 76. Año 1903. ↩︎

  10. Obreros Evangélico, pág.196. Año 1905. ↩︎

  11. Manuscrito 42, 1894. ↩︎

  12. El Deseado de Todas las Gentes, pág. 218. Año 1898. ↩︎

  13. Testimonies, tomo 7, pág. 10. Año 1902. ↩︎

  14. Obreros Evangélicos, pág. 24. Año 1915. ↩︎

  15. Review and Herald, 6 de octubre, 1896. ↩︎

  16. Carta 160, 1901. ↩︎

  17. Carta 75, 1896. ↩︎

  18. El Deseado de Todas las Gentes, pág. 430. Año 1898. ↩︎

  19. El Ministerio de Curación, pág. 126. Año 1905. ↩︎

  20. Carta 140, 1903. ↩︎

  21. Palabras de Vida del Gran Maestro, págs. 50, 51. Año 1900. ↩︎