La Teología de la Creación de Martín Lutero

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Cuando Martín Lutero comenzó a dar sus conferencias sobre el Libro del Génesis en el verano de 1535, no anticipó que se convertirían en la última y más extensa de todas sus series. Él ya había disertado anteriormente sobre varios pasajes del Génesis, pero sus últimas pláticas sobre ese libro de la Biblia, escritos entre 1535 y 1545 constituyen una exposición más detallada y madura que sus análisis previos.

Estas lecciones han sido estudiadas desde varias perspectivas –género, igualdad, antropología, obra y vocación, la cruz y la salvación, los dos reinos de Dios, eclesiología, ecología, la doctrina de la Deidad, así como el conocimiento filosófico y teológico de Dios. Otros investigadores se han enfocado sobre las fuentes que Lutero consultó, así como quienes editaron y publicaron sus lecciones.

Es bien sabido entre los especialistas que el texto actual de las exposiciones sobre el Génesis de Lutero refleja las notas de sus estudiantes y la obra editorial de los publicadores en vez de lo que él mismo realmente escribió.

Algunos escritores han indicado que el concepto de creación ex nihilo (“creación de la nada”) en Lutero era esencial tanto para su doctrina de la creación como para la de la justificación. Johannes Schwanke estudió las conferencias sobre el Génesis de Lutero desde la perspectiva de este concepto, sugiriendo que es el tema preminente de estas charlas.[1]

En las pláticas de Lutero sobre el relato bíblico de la creación, tal como se encuentra en Génesis 1:1 hasta 2:4, el concepto de la “creación de la nada” no forma el énfasis principal, sino la idea de la creación, preservación y señorío supremo mediante la palabra hablada de Dios. De esta manera, muchos de los temas abordados en estas lecciones se centran en la imagen que Lutero tenía de la naturaleza y carácter de Dios.

Las presuposiciones básicas de Lutero

Antes de analizar la interpretación de Lutero del relato bíblico de la creación, es necesario tener en cuenta las premisas explícitas y las presuposiciones subyacentes que se encuentran en sus enseñanzas. Las premisas y presuposiciones de una persona influyen sus interpretaciones y conclusiones. Prestar atención a las suposiciones subyacentes puede arrojar luz sobre otros temas y tópicos. Lutero parece enfatizar: (1) la autoridad de las fuentes, (2) el concepto del tiempo, y (3) la naturaleza de Dios.

1.La autoridad de las fuentes. Martín Lutero abordó el tema de los orígenes desde la premisa básica de que la Biblia es la única fuente segura y confiable de información sobre este tópico, siendo superior a los escritos de filósofos, teólogos, astrónomos y científicos. Sin embargo, sus lecciones revelan que él interactuó con los escritos de una amplia variedad de filósofos y teólogos griegos, judíos y latinos de la antigüedad y del medievo.

En asuntos de ciencia, él consideró que los antiguos filósofos griegos eran superiores a los filósofos y teólogos cristianos. Sus reflexiones eran “más avanzadas” y “más inteligentes” que las “ideas infantiles” de Ambrosio y Agustín.[2] Lutero consideraba que era propicio seguir los consejos de Jerónimo y Averroes, quienes recomendaban abstenerse de intentar explicar científicamente el proceso exacto de la creación.

Estos intentos eran considerados fútiles, ya que Dios no está necesariamente confinado a las leyes de la naturaleza, sino que es capaz de alterarlas. Aunque el relato mosaico de la creación no pueda ser capaz de explicar detalladamente cómo ocurrió la creación, no hay mejor maestro en los temas de la creación que Moisés. Por eso es que Lutero aconsejó a sus estudiantes seguir el relato bíblico de la creación en vez de los filósofos y padres de la iglesia.[3] A la ciencia le fue asignado al lugar de observar y reflexionar sobre las obras divinas, ya que no puede aclarar su origen.

Es necesario tener en mente que la terminología de la Escritura puede diferir del lenguaje empleado por científicos y filósofos. De esta manera, por ejemplo, toda el área que la Biblia llama “cielo” fue dividida por los astrónomos en “esferas”, “ápsides” y “epicícles”.[4] No obstante, en su intento de evaluar las ideas de eruditos antiguos y medievales desde una perspectiva independiente y crítica, Lutero no fue capaz de despojarse de sus presuposiciones.

2.El concepto del tiempo. El entendimiento de Lutero del tiempo y la atemporalidad puede ser un ejemplo de la influencia que recibió de eruditos antiguos y medievales. Aunque rumores de la cosmovisión heliocéntrica de Nicolás Copérnico ya se habían esparcido a lo largo y ancho de Europa a mediados de la década de 1510, la mayoría de los astrónomos rechazaban ese sistema a finales del siglo XVI. Lutero no fue la excepción; al ser un hijo de su época, él razonaba de que la Tierra estaba quieta y que todo se movía a su alrededor, incluyendo el sol.[5]

En el relato de la creación del Génesis, él declaró que Moisés “está hablando de un día natural, que consiste de 24 horas, durante el cual… el sol gira del este al oeste”.[6] A su manera de ver, en el primer día de la semana de la creación no solo comenzó a existir la manera terrenal de contar el tiempo, sino el tiempo en general. Los cuerpos celestiales fueron hechos específicamente para los seres humanos en su vida física sobre esta tierra, dado que ellos eran capaces de contar el tiempo; una habilidad que los animales no poseían. Él argumentó que tanto el recuento de un tiempo definido y el tiempo en general están estrictamente conectados al movimiento de los cuerpos celestes. De esta manera, según su opinión, el tiempo no existía antes de ese primer día.

No obstante, las especulaciones acerca de que estaba haciendo Dios antes de la existencia del tiempo debían ser evitadas. De hecho, Dios está “fuera del alcance del tiempo”, y por ese motivo todas las cosas están en el presente para Él; “nada… es temprano o tardío, rápido o lento”.[7] De allí, cuando este mundo actual llegue a su fin, el tiempo cesará también, y los santos existirán en una dimensión de atemporalidad. En la sugerencia de Lutero de que el Padre “engendra a la Palabra en la eternidad y en el tiempo establece este mundo mediante la Palabra”[8] resuena la idea de la generación eterna del Hijo. Aparentemente Lutero dependía inconscientemente de la noción filosófica griega del tiempo, a pesar de su afirmación de la Biblia como la norma suprema en la interpretación de pasajes bíblicos.

  1. La naturaleza de Dios. El relato del génesis proporciona mucho material para las discusiones acerca de la naturaleza de Dios. Lutero admite que el Nuevo Testamento habla con más claridad acerca del concepto trinitario que el Antiguo Testamento, pero insiste que los patriarcas conocieron este concepto a través del Espíritu Santo tal como lo indican unos pocos pasajes bíblicos. Él notó los diferentes usos de los nombres divinos en Génesis 1 y 2: elohim (“Dios”) es usado en Génesis 1; mientras que el nombre divino pactual Yahweh no aparece en ese capítulo. Él interpretó esto como un intento de Moisés de resaltar la pluralidad divina, un esfuerzo que vio en diferentes maneras a lo largo del capítulo.

De esta manera, Lutero argumentó que Génesis 1:1-3 describe cómo cada una de las personas divinas se involucró en el proceso de la creación —el Padre comenzó a crear en el principio del primer día (v. 1), el Espíritu Santo se asentó sobre la obra de la creación (v. 2) y el Hijo se involucró cuando Dios “llamó” a todas las cosas a la existencia (v. 3). Así como todas las cosas fueron hechas mediante la Palabra (Juan 1:1-3), todo fue vivificado mediante el Espíritu.

Que los diferentes actos creadores son precedidos por la frase “Dios dijo” fue una circunstancia que Lutero consideró como una referencia a la actividad creadora de la Palabra. Su atribución de las frases “Dios dijo”, “Él dijo” (Gen 1:7, 16, 25, 31; 2:2, 4) y “El vio” (1:4, 10, 12, 18, 21, 25, 31) a las respectivas personas divinas obviamente radica en Agustín. La primera frase apunta a la generación eterna del Hijo y al establecimiento del mundo mediante la Palabra “en el tiempo”. La segunda frase se refiere al Hijo, que es la imagen tanto de la majestad divina como de todas las cosas creadas, motivo por el cual Él puede otorgar existencia a todas las cosas. La tercera frase apunta al Espíritu Santo que “ve las cosas creadas y las aprueba”. De acuerdo a Lutero, los verbos —dijo, hizo y vio— fueron elegidos intencionalmente para ayudar al lector a entender más claramente la doctrina de la trinidad. Él reconoció que esta argumentación no está explícitamente expresada en el texto bíblico, pero no vio nada malo con la enseñanza en sí.

En el contexto de su discusión de las palabras traducidas como “él dijo” y “creación de la nada”, Lutero distinguió entre las palabras pronunciadas y no pronunciadas por Dios. La Palabra no pronunciada, no creada, era uno con Dios y una persona separada; mientras que la Palabra pronunciada y creada, creó todas las cosas. Las palabras pronunciadas de Dios no son simplemente palabras gramaticales o vocablos, sino cosas reales y sustanciales. De esta manera, Dios creó todas las cosas mediante su Palabra no creada al hablar.

Como era de esperar, la frase “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gen 1:27) exigía un extenso comentario sobre la naturaleza de Dios. Lutero percibió que esta declaración pretendía confirmarle al lector el misterio divino de que “desde la eternidad hay un solo Dios y que hay tres personas separadas en una Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.[9]

Estando consciente de los diferentes argumentos propuestos por los eruditos judíos en oposición de la interpretación trinitaria del versículo 27, se tomó el tiempo de criticar estos argumentos. Él concluyó que las tres personas divinas cooperan en su actividad creadora. Por lo tanto, expresan la deliberación de su concilio al decir: “Hagamos al hombre” (v. 27). El Padre no hizo un ser humano, el Hijo otro y el Espíritu Santo otro más, sino que “el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, uno y el mismo Dios, es el Autor y Creador de la misma obra”.

Adán no solo era la imagen de solo una de las tres personas divinas, sino de todas tres, lo cual significaba que fue hecho por “tres personas separadas en una esencia divina”.[10] Aun así, el Padre es solo conocido en el Hijo, y mediante el Espíritu Santo. De esta manera, Dios no puede ser dividido subjetivamente porque él es un Dios “en lo que se refiere a su substancia o esencia. Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas distintas en una Deidad”.[11]

La creación: un acto de la benevolencia Divina

Tal como se ha mostrado previamente, el renombrado reformador alemán pretendía usar la Escritura como la fuente suprema y autoritativa de información sobre el asunto de los orígenes. No obstante, el hecho de que continuó asumiendo la validez de la idea griega sobre la atemporalidad de Dios y la generación eterna del Hijo sugiere que estos conceptos pueden resurgir en este estudio. El interés de Lutero en la naturaleza y carácter de Dios desempeña un rol prominente en este estudio, dado que el tema de la gracia y benevolencia divina aparece recurrentemente en todas las disertaciones de Lutero.

1.La creación de la nada en seis días literales. Curiosamente, Lutero no podía discernir ninguna complicación o dificultad entre la idea de la atemporalidad de Dios y la afirmación bíblica de la actividad divina creadora en el tiempo. Dios creo todas las cosas al hablar, “mediante la palabra no creada”.[12] Todo —el sol, la luna, las estrellas, las condiciones sobre la tierra, las plantas y animales— vinieron a la existencia mediante la Palabra.

Algunos han argumentado que la frase “creación de la nada” se encuentra en el centro de la teología de la creación de Lutero; no obstante, pareciera que él a menudo se refirió a ese concepto al mencionar el poder de la Palabra, sin usar explícitamente la frase per se. Su punto de vista acerca de “la creación de la nada” obviamente estaba en armonía con el concepto de Ireneo.

Ireneo se había opuesto a tres cosmogonías diferentes: (1) la visión gnóstica de que el mundo emanaba de Dios; (2) otra idea gnóstica de que el mundo es malo per se y no fue creado por Dios mismo; y (3) la idea platónica de que Dios usó materia preexistente. Ireneo contrarrestó los dos primeros puntos de vista haciendo hincapié en que Dios creó el mundo de la nada y el tercer punto de vista subrayando que Dios había inventado la materia.

Del mismo modo, Lutero declaró que Dios no necesitaba materia preexistente para crear, sino que Él simplemente habló y las cosas, animadas e inanimadas, se generaron. Por lo tanto, la referencia a la actividad creadora de la Palabra hace hincapié en la capacidad de Dios para crear de la nada. Sin embargo, este concepto no sólo se encuentra en Génesis 1: 1 a 3, sino que también es apoyado por muchos otros pasajes bíblicos. Éxodo 20:11 fue especialmente significativo pues hace hincapié en que “los cielos y la tierra” se hicieron “en seis días”. La materia primaria de los cielos y la tierra y todo lo que está en ellos no fue creado “fuera de los seis días, sino al comienzo del primer día… de acuerdo con las claras palabras del Decálogo (v. 11)”.[13] Su comprensión literal de los días de la creación le llevó a rechazar la opinión de Agustín y de Hilario, quienes habían abogado por una creación instantánea y simultánea.

2.La creación como una manifestación de la caridad divina. Lutero se interesaba no sólo con preguntas apologéticas, sino también, y aún más, con lo que el relato de la creación enseña a sus lectores sobre el carácter y la personalidad de Dios. Él veía casi todo en el relato como una revelación de la benevolencia y la gracia de Dios. Por lo tanto, la creación de los cuerpos celestes, las condiciones físicas de la Tierra y la vida de las plantas revelan el carácter benevolente de Dios. De hecho, Él preparó "un hogar y una posada" amueblada con toda cosa alegre para la humanidad. De esta manera Dios ya se había hecho cargo de las necesidades humanas, incluso antes de que creara a los humanos, lo que sugiere que la providencia divina es mucho mayor que toda “ansiedad y preocupación”.[14] Los cuerpos celestes —el sol, la luna y las estrellas— fueron pensados como agentes de servicio a la humanidad, porque el movimiento de los cuerpos permite el recuento de los días, los meses, las estaciones y años. Lutero hizo hincapié en que Dios expresó en varias ocasiones su satisfacción y deleite con los resultados de su creación, que estaba destinada a ser la esfera de vida para la humanidad.

La descripción de la Tierra con palabras traducidas como “sin forma” y “vacía” fue vista por Lutero como otra indicación de la benevolencia de Dios; la solución de Dios a esta condición “oscura y mixta” de la tierra “sin ningún tipo de frutas y estéril” fue su obra de “formar” y “adornar”.[15] La idea de “adornar” se deriva de la lectura latina de Génesis 2: 1, traducida como “de este modo, fueron concluidos el cielo y la tierra y todos sus adornos”.[16] El “adornamiento” de la tierra sucedió entre el cuarto y el sexto día. Lutero sugirió que la creación de todas las cosas, animadas e inanimadas, revela a Dios como un amante de la belleza. Un pájaro, por ejemplo, tiene “pies tan bonitos y un plumaje tan delicado que es claro que fue creado por la Palabra de Dios con un plan definido a la vista”.[17]

Lutero percibe una diferencia entre las cosas animadas e inanimadas. Mientras que Dios declaró que estaba “satisfecho” con las cosas inanimadas que había hecho, hizo hincapié en que Él “bendijo” todos los seres animados. Dado que Lutero define la bendición como “fructificar”, él lo interpretó como el inicio del nuevo método de procreación. Por lo tanto, esta bendición sobre los seres vivos, que son capaces de procrear fructíferamente, proclamó un “aumento” que era “con efecto inmediato”.[18]

Otra diferencia entre los seres vivos que Dios creó se produjo por “la creación del hombre”, ya que esta actividad fue considerada por Lutero como “la última y más bella obra de Dios”.[19] Fue por el “plan especial y la providencia de Dios” que “el hombre fue creado”.[20] La repetición en Génesis 1:27 debe entenderse, de acuerdo con Lutero, como un énfasis de la “alegría y regocijo del Creador acerca de la más bella obra que él había hecho”. Dios estaba más complacido y encantado al hacer “tan hermosa criatura” que con “las otras criaturas”, porque creó al “hombre. . . conforme a su propia semejanza” para que Dios “sea reconocido verdaderamente” en él. Esta es la razón por la cual Lutero declaró: “En él el hombre existe tal sabiduría, justicia, y conocimiento de todas las cosas que con razón puede ser llamado un mundo en miniatura. Él tiene una comprensión de los cielos, la tierra, y toda la creación”.[21] Sin embargo, reconoció otra diferencia: “… Ninguna otra hermosa vista en todo el mundo parecía más hermosa y más atractiva para Adam que su propia Eva”.[22] En ambos existía una unión de corazones y voluntades que no era posible encontrar entre ellos y cualquier otro animal.

Después de que Dios hubiera terminado toda su obra creadora, su carácter se volvió especialmente visible. Porque Él no abandonó la tierra, sino que expresó su amor y aprobación hacia las cosas creadas. Sus actividades preservadoras y regidoras prueban su cercanía y presencia en los asuntos del mundo. Lutero consideró todo el proceso de la creación en el principio del mundo y el sostén continuo del universo y la tierra como un acto asombroso, atractivo, benevolente, generoso y abnegado de Dios que testifica de su bondad y amor hacia la humanidad.

3.La importancia del sábado. Otra señal de la benevolencia de Dios era el Sábado. Que Dios descansara en el séptimo día no era una indicación de que cesó completamente de obrar. El reformador alemán argumentó que el Creador no cesó la obra de “preservar y gobernar el cielo y la tierra”, sino más bien se abstuvo de crear “un nuevo cielo, una nueva tierra, nuevas estrellas, y nuevos árboles”.[23] No obstante, surgen preguntas acerca de qué fue el descanso sabático de Dios y cómo santificó el sábado. Él no santificó el sábado para alguien más sino para sí mismo. Que sea santificado significa que fue hecho santo, o apartado para un propósito sagrado, lo cual a su vez significa que el tiempo en ese día debe ser dedicado a la adoración divina. En ese día, Adán habría instruido a sus descendientes acerca de la voluntad divina y la adoración a Dios. Ellos lo hubieran alabado y dado gracias. Lutero realizó varias declaraciones notables acerca de la observancia ideal del sábado.

Por lo tanto, desde el principio del mundo el sábado fue destinado a la adoración de Dios. La inmaculada naturaleza humana habría proclamado la gloria y las bondades de Dios de esta manera: En el día sábado los hombres habrían conversado sobre la bondad inconmensurable del Creador; habrían sacrificado; habrían orado, etc.[24]

El día de reposo muestra específicamente que la humanidad fue creada para conocer y adorar a su Creador. Mientras que un animal domesticado puede aprender a reconocer la voz de su dueño, los seres humanos son diferentes, ya que son capaces de escuchar a Dios, conocer su voluntad, y estar en comunión con Él mediante la oración y la fe.

Lutero declaró que “el mandamiento del sábado sigue estando vigente para la iglesia” porque, aunque la humanidad ha perdido el conocimiento de su Creador, Dios quería que “este mandato acerca de santificar el sábado permanezca en vigor” ya que significa que la vida espiritual se restaurará a los creyentes a través de Cristo.[25] Por lo tanto, el verdadero propósito del séptimo día es la predicación y la recepción de la Palabra, y puesto que los seres humanos deben pasar el tiempo del sábado con la Palabra de Dios y otras formas de adoración, también se hacen conscientes del hecho de que fueron creados principalmente para reconocer y glorificar a Dios. Es sobre todo en el sábado que Dios habla con nosotros a través de Su Palabra, y tanto en la práctica general como en la Escritura, las horas de la mañana se han reservado para la oración y la predicación (Sal 5:3). Lutero también reconoció una importancia futura del sábado, un aspecto que se abordará más adelante.

La Creación: una actividad divina continua

Llama la atención que Lutero consideraba la creación y el mundo físico como inherentemente bueno. Todo lo que Dios hizo en y a través de la creación fue impulsado por su amor, benevolencia, bondad y compasión. Él explicó el significado original y el significado permanente del séptimo día, el sábado, sin abordar ni siquiera una vez el domingo como día moderno de adoración. La afirmación central en los comentarios de Lutero sobre el relato de la creación bíblica es que todo fue creado de la nada a través de la Palabra. Este es el aspecto que será de gran importancia para sus descripciones de la interacción continua de Dios en los tiempos presentes y futuros.

1.Preservación, gobierno y creación continua. Hay que recordar que De Veritate de Edward Herbert y la filosofía del deísmo todavía estaban en el futuro cuando Lutero hizo la siguiente observación, que de otro modo podría ser fácilmente entendida como un ataque directo contra el deísmo: "Dios no creó las cosas con la idea de abandonarlas después de que hubieran sido creadas, sino que Él las ama y expresa su aprobación de ellas. Por lo tanto, Él está completamente con ellas. Él pone en marcha, mueve, y conserva cada una de acuerdo a su propia manera”.[26]

Dios está interesado y directamente involucrado en los asuntos humanos. Un observador de los acontecimientos y evolución de la naturaleza y los cielos no puede entender lo que sucede detrás de las escenas, sin embargo, Dios no deja de ser supremo y el único Maestro de orden. Los filósofos se preguntan sobre el cultivo de semillas y plantas; pero Lutero simplemente atribuye la causa detrás de ese fenómeno a la Palabra divina. Es a través de la Palabra de Dios que el reino de la vida humana es continuamente preservado —un hecho no reconocido por los filósofos. Es a través del “poder y la eficacia” de esa Palabra que toda la creación todavía es preservada y gobernada.[27] La actividad preservadora y gobernante de Dios puede ser vista, tal como Lutero señaló, en su movimiento conitnuo de los cuerpos celestes, al contener el mar para que se mantenga el territorio necesario para la habitación y la vida. Es, de hecho, a través de la Palabra que creó todo de la nada, que todo es continuamente preservado y gobernado.

Lutero también consideraba la naturaleza del descanso del sábado divino como un indicativo de varios aspectos de la obra divina de preservación. Aunque Dios dejó de crear un nuevo cielo y una nueva tierra como resultado de su satisfacción con los que había sido “creado por la Palabra”, Él estaba todavía trabajando, aunque reposó de su obra. Él simplemente dejó de establecer; aunque no cesó de gobernar y preservar. El Sol, la Luna y las estrellas todavía siguen su curso en el séptimo día, su movimiento es causado en realidad por la Palabra divina. En el primer séptimo día Dios se abstuvo de crear nuevas clases de criaturas, porque ya había hecho todo lo que quiso hacer. Pero ahora, después de que el pecado ha entrado en el mundo, Dios no sólo conserva su creación sino también cambia y renueva; de esta manera nuevas clases comienzan a existir, una indicación de las muchas especies y razas que existen en la actualidad, incluso aquellos quienes son “molestos y perjudiciales”.[28]

Incluso la procreación fue vista por Lutero como un acto creador que se lleva a cabo "a través del trabajo de la Palabra", porque la Palabra está activa en los padres en el momento de la procreación. De esta manera, la Palabra crea cada vez que los seres vivientes —humanos y animales— procrean y engendran descendencia.

2.El propósito espiritual y moral de la historia de la creación. Aunque Lutero creía firmemente en la historicidad de una creación literal, reciente, de seis días, también reconoció el efecto positivo que el relato de la creación podría tener en sus lectores. De esta manera, se revela el asombroso poder divino que creó todas las cosas “mediante un método que supera toda razón y entendimiento”, “que llena al lector con asombro y admiración ante el poder de la Divina Majestad”, un hecho que aumenta la fe del lector.[29] Aquí Lutero conecta dos aspectos de la naturaleza y el carácter de Dios: su omnisciencia y amor íntimo hacia la humanidad. Si Dios tiene tanto poder, también debe tener el poder para defender a los humanos de sus enemigos físicos y espirituales en la actualidad. El relato de la creación debe abrir los ojos de los lectores y aumentar su fe para creer más fácilmente que Dios puede preservarlos, también. Sin embargo, Lutero reconoció un propósito del relato de la creación que supera la comodidad general de la vida presente —el impulso a “esperar y anhelar el Día Venidero y la vida futura”.[30] Que Dios es capaz de resucitar personas de la muerte es demostrado por su capacidad de crear de la nada a través del poder de la Palabra.

Al ver que Dios preparó un hogar para los primeros seres humanos y se hizo cargo de sus necesidades incluso antes de que fueran creados puede convencer al lector de la providencia divina, que es más grande que toda su “ansiedad y preocupación”.[31] Se impulsa al lector a apreciar la bondad, compasión, generosidad, y solicitud de Dios, como se puede ver en la siguiente cita:

Por tanto, prefiero que se reflexione sobre la solicitud divina y la benevolencia para con nosotros, Él proporcionó una morada tan atractiva para el futuro ser humano antes de su creación. Por lo tanto, cuando el hombre es creado, encuentra un hogar listo y equipado al cual es traído por Dios y recibe la orden de disfrutar de todas las riquezas de tan espléndido hogar. En el tercer día, Él proporciona una cocina y provisiones. En el cuarto, el sol y la luna son dados al hombre para para su ayuda y servicio. En el quinto, el dominio sobre los peces y las aves es dado a él. En el sexto, se le da el gobierno sobre todas las bestias, para que pudiera disfrutar de toda esta riqueza libre, en proporción a su necesidad. Y toda esta generosidad está destinada a hacer que el hombre reconozca la bondad de Dios y viva en el temor de Dios. Este cuidado y solicitud de Dios por nosotros, incluso antes de que fuéramos creados, puede ser correcta y beneficiosamente considerado aquí.[32]

La bondad y el poder de Dios también se observa en su preservación de la vida en la Tierra, así como en su gobierno de los cuerpos celestes. Incluso esto tendrá un impacto positivo en la vida espiritual del creyente si reflexiona en ello.

Para mí es suficiente con que, en esos cuerpos que son tan elegantes y necesarios para nuestra vida, reconocemos tanto la bondad de Dios como su poder, que Él creó este tipo de objetos importantes y los conserva hasta el día presente para nuestro uso. Estos son puntos de vista que son propias de nuestra profesión; es decir, que son teológicos, y tienen poder para infundir seguridad en nuestros corazones.[33]

Algunos han especulado sobre el motivo por el cual Dios puede haber empezado a equipar o adornar la tierra en el tercer día, mientras que Lutero hizo hincapié en que es mucho más beneficioso estudiar el relato de la creación con el fin de aprender más acerca de la bondad de Dios, para admirar y meditar ahora y en el futuro en su "interés, cuidado, generosidad y benevolencia." Dios hace a la humanidad rica y próspera antes de que sea capaz de ocuparse de sí y consigo misma.[34] Por lo tanto, Lutero creía que la creación por Dios era algo intrínsecamente positivo para que "el cuidado y la preocupación por la naturaleza" deba ser “la respuesta a la creencia de que Dios es la causa y el origen de todas las criaturas”.[35]

3.El relato de la creación como un tipo del futuro. Lutero con frecuencia estableció paralelismos entre los elementos del relato de la creación y la vida futura. Así, el hogar del Edén sirvió como una figura del futuro hogar celestial para los redimidos. Reflexionar sobre la historia de la creación bíblica encendería el deseo y anhelo por el futuro que Dios promete en la Biblia.

Es algo bueno conocer estos hechos y reflexionar en ellos, para que podamos tener un anhelo del día cuando lo que hemos perdido en el paraíso a través del pecado nos sea restaurado. Estamos a la espera de la vida que Adán también debería haber esperado. Y nos maravillamos debidamente en esto y le agradecemos a Dios por ello, que a pesar de que estamos tan desfigurados por el pecado, tan embotados, ignorantes y muertos, por así decir; sin embargo, por el mérito de Cristo, esperamos la misma gloria de la vida espiritual que Adán habría esperado si se hubiera quedado en su vida física, la cual estaba dotada con la imagen de Dios.[36]

Lutero vio paralelismos entre el adornamiento del hogar edénico por parte de Cristo para el primer, aunque aún no creado, ser humano y el equipamiento del hogar celestial para los santos que todavía viven en la tierra. Es por eso que consideraba el mundo en su primera forma acabada como “un tipo y figura del mundo futuro”.[37] A pesar de que notó claros paralelismos terminológicos y temáticos entre los aspectos de la historia de la creación y las actividades terrenales y celestiales de Cristo ahora y en el futuro, las alegorizaciones de San Agustín —considerar a la luna, e.g., como un símbolo de la iglesia— le parecían demasiado especulativas al reformador alemán. Ceñirse al significado literal del texto parecía una protección contra tales conjeturas.

El sábado apuntaba hacia la vida futura de diferentes maneras. Lutero suponía que “todas las cosas que Dios quiere que sean hechas en el sábado son claros signos de otra vida después de esta vida”.[38] Él no vio ningún significado en que Dios hablase a los creyentes mediante su Palabra si no hubiese una esperanza para una vida futura y eterna. Ellos podrían vivir como las personas que no tienen esperanza y que no conocen a Dios. Sin embargo, puesto que Dios les habla para que lo conozcan, se precisa necesariamente que exista “otra vida después de esta vida”. Necesitamos su Palabra y el conocimiento de él para alcanzar esa vida. Las bestias del campo, sin embargo, no conocen ni a Dios ni a la Palabra, y no se les promete ningún tipo de vida más allá de esta vida física temporal y presente. Por lo tanto, todos los mandatos divinos de pasar tiempo con la Palabra, de santificar el sábado, y adorar a Dios, prueban que “el hombre no fue creado sólo para esta vida física”, sino que “sigue habiendo una vida después de esta vida”. Por lo tanto, hay una "esperanza segura de inmortalidad”,[39] que es, nuevamente, una señal de la bondad de Dios y su amor hacia la humanidad.

Sin lugar a dudas, de la misma manera en que Dios se regocijó en el consejo y el trabajo por el cual fue creado el hombre, también lo hace hoy. Él se complace en restaurar su obra por su medio de su Hijo y nuestro Libertador, Cristo. Es útil reflexionar sobre estos hechos, a saber, que Dios se inclina con la mayor amabilidad hacia nosotros y se complace en sus pensamientos y planes de restauración de todos los que se comportaron en Cristo para la vida espiritual a través de la resurrección de los muertos.[40]

Conclusión

La mayor parte de los temas destacados en las lecciones de Lutero sobre Génesis 1: 1 a 2: 4 se centran en la naturaleza y el carácter de Dios. Aunque el reformador alemán eligió deliberadamente la Biblia como la norma suprema para su interpretación de la historia de la creación bíblica, considerándola más fiable y precisa que las observaciones de los científicos, astrónomos y filósofos, esto no lo protegió de mantener algunas de sus presuposiciones. De ahí que, el tiempo no existía antes de la creación de la Tierra y dejará de existir cuando los santos vayan al cielo.

Al mismo tiempo, Dios mora en la dimensión de la atemporalidad, pero, según Lutero, Dios no se limita a esa dimensión. Dios, que consiste en tres personas distintas, estaba profundamente interesado y activo en los asuntos humanos. Aunque el Padre comenzó a crear, era el Hijo —la Palabra— quien tomó acción cuando el Padre habló, mientras que el Espíritu vivificó todo. El énfasis principal de Lutero no era tanto en el concepto de “creación de la nada”, sino en la idea de que todo fue creado, se conserva y se rige por la palabra hablada de Dios. La referencia a la Palabra es sin duda una indicación de la idea de que Dios no tenía necesidad de materia prima para crear, sin embargo, no está necesariamente ligada a ello. Porque, aunque las continuas actividades preservadores y regidoras de Dios se producen a través de la Palabra, ella no crea cosas nuevas, sino que conserva lo que se ha creado antes y lo sostiene.

El reformador alemán insistió en gran medida en la historicidad de una creación literal de seis días que tuvo lugar hace unos 6.000 años, en contraste con las nociones de dichos padres de la iglesia como Agustín e Hilario que creían en una creación instantánea de un día. Parece que Lutero consideraba el propósito moral y espiritual de la historia de la creación y su importancia para la imagen de Dios como casi más importante que la cuestión de la historicidad. El relato de la creación revela la bondad, compasión, providencia, amor, generosidad, abnegación, benevolencia, sabiduría, justicia, conocimiento y poder de Dios. La creación no era algo malo, sino algo increíble, atractiva, hermosa, agradable, e inherentemente buena.

Según Lutero, el sábado fue concebido como un tiempo para la adoración divina, para la predicación y la recepción de la Palabra de Dios y para una creciente relación con Dios. El sábado señala a los creyentes específicamente la bondad de Dios porque, en ese día, Él sigue sosteniendo el universo, y gobernando y preservando el ámbito de la vida humana. Todo esto sucede a través de la constante actividad benévola de la Palabra. Las actividades preservadoras, creadoras y regidoras de Dios hacen que los creyentes se maravillen de su poder. Aumentan su fe en que Él los preservará y defenderá también. Muestra que Dios es capaz de cuidar de sus necesidades antes de que estén al tanto de ellas, y que Él puede resucitarlos de entre los muertos. Todo esto es posible a través del poder de la Palabra. Sin embargo, sus declaraciones positivas no deben entenderse como una afirmación de la perpetuidad del cuarto mandamiento.

Por último, Lutero considera la creación como un tipo para el futuro. Así como Dios preparó el hogar del Edén para los primeros seres humanos, de la misma manera Cristo prepara un hogar celestial para los redimidos. El sábado también apunta hacia el futuro, porque la comunión con Dios en la tierra no tendría sentido si no hubiese ninguna esperanza de una vida futura en comunión con Dios. Crecer en el conocimiento de Dios no tendría sentido si todo terminara en la muerte.

Aunque Lutero comenta cada verso de la historia mosaica de la creación, se centró específicamente en las actividades divinas. Las actividades preservadoras, regidoras y recreadoras de la Palabra se destacan claramente. Lutero no sólo refirió el texto bíblico, pero también fue capaz de aplicarlo a la vida diaria del creyente. Hizo hincapié en que Dios no sólo fue activo en el pasado, sino que aún está activo hoy y quiere desempeñar un papel en la vida de cada persona.

Autor: Denis Kaiser, PhD. | Andrews University | Berrien Spring, MI, USA | Permisos otorgados por Perspective Digest | Política de Uso y Privacidad de las columnas de DA |

Referencias


  1. Johannes Schwanke, Creatio ex nihilo: Luthers Lehre von der Schöpfung aus dem Nichts in der Großen Genesisvorlesung (1535-1545), Theologische Bibliothek Töpelmann, vol. 126 (Berlin and New York: Walter de Gruyter, 2004). ↩︎

  2. Martin Luther, Werke: Kritische Gesamtausgabe (Weimar: Herman Böhlau, 1883), 42:22-24. ↩︎

  3. Ibíd., 4-6. ↩︎

  4. Ibíd., 35, 36. ↩︎

  5. Ibíd., 33, 41. ↩︎

  6. Ibíd., 31. ↩︎

  7. Ibid., 57, 58. ↩︎

  8. Ibid., 37. ↩︎

  9. Ibid., 43. ↩︎

  10. Ibid., 43, 44. ↩︎

  11. Ibid., 44. ↩︎

  12. Ibid., 35, 39, 40. ↩︎

  13. Ibid., 6. ↩︎

  14. Ibid., 35, 29, 30. ↩︎

  15. Ibid., 6, 7, 25-27, 29. ↩︎

  16. Ibid., 56. ↩︎

  17. Ibid., 39. ↩︎

  18. Ibid., 39, 40. ↩︎

  19. Ibid., 41. ↩︎

  20. Ibid., 42. ↩︎

  21. Ibid., 49. ↩︎

  22. Ibid., 50. ↩︎

  23. Ibid., 57, 58. ↩︎

  24. Ibid., 60. ↩︎

  25. Ibid., 60, 61. ↩︎

  26. Ibid., 38. ↩︎

  27. Ibid., 57, 58. ↩︎

  28. Ibid., 40, 48, 49. ↩︎

  29. Ibid., 37 ↩︎

  30. Ibid., 56. ↩︎

  31. Ibid., 35. ↩︎

  32. Ibid., 29. ↩︎

  33. Ibid., 31. ↩︎

  34. Ibid., 30. ↩︎

  35. Vítor Westhelle, “Cross, Creation, and Ecology: The Meeting Point Between the Theology of the Cross and Creation Theology in Luther”, en Concern for Creation: Voices on the Theology of Creation, ed. Viggo Mortensen (Uppsala: Svenska kyrkans forskningsråd, 1995), p. 166. ↩︎

  36. Luther, Werke, op. cit., 50. ↩︎

  37. Ibid., 30. ↩︎

  38. Ibid., 60. ↩︎

  39. Ibid., 60, 61. ↩︎

  40. Ibid., 51. ↩︎