La Evangelización en un mundo Postmoderno

Un poco de postmodernidad.

Desde la revolución francesa, se han venido incursionando algunas filosofías en relación a la importancia capital del hombre. El hombre, por su parte, aunque foco del lente filosófico y epistemológico, se ha visto sometido al parangón científico. De ahí que la ciencia ha sido, por estos tiempos, considerada como el regente de la constitución de la realidad. Sin embargo, a pesar de que la ciencia ha aportado condiciones típicas para la motivación humana, también ésta posee inconsistencias a nivel de resultados. En la Edad Moderna, entiéndase así aquel bloque histórico posterior a la terminación del Medioevo, la incursión de la ciencia como preparadora de una humanidad diferente en comparación a las anteriores, se vio como una promesa materializada ante la iniciativa idealista, a decir, aquel discurso de bienestar del hombre ante las necesidades cruciales y los puntos álgidos en relación a cómo se mueve en los diferentes contextos. Se ha llegado a pensar, como anota Corral Quintero1, que la postmodernidad es un estado más moderno que la misma modernidad. No obstante, se percibe la fenomenología postmoderna como una reacción negativa a posteriori a la tentativa preponderante de la modernidad, como tal, a la imposición del tradicionalismo como regla regente, la creación de estructuras sociales que se consideren inamovibles, y la petición arraigada del pensamiento unánime sin aberturas hacia la discusión. So pretexto de no incursionar más en la inmediatez conceptual en desarrollo, se propondrá una definición de éste a partir de la participación teórica existente contiguo a la temática abordada. Según Docherty, la postmodernidad es “un orden de cosas que consigna la crítica hacia la cultura moderna, y demanda cambios en las estructuras sociales, el arte, la subjetividad del contenido histórico, y la irrelevancia del pasado en el accionar presente”2. Así, según la respuesta anterior a qué es postmodernidad, se puede interpretar como una era histórica lúgubre, no participativa y apática. No obstante, ante la posibilidad de considerarse la postmodernidad como una era histórica, Jürgen Habermas propone que no puede darse la tentativa de etiquetar la postmodernidad como un momento histórico. Él explica que la modernidad es un fenómeno siempre presente. Lo que se considera ahora como “clásico” o “antiguo” realmente fue la modernidad en su momento. Lo que ahora se considera “moderno”, en una década ya podría considerarse “clásico”. La modernidad siempre estará apegada a la línea de espacio-tiempo actual. Por lo tanto, conforme a tal orden de ideas, siempre la modernidad será un continuo de circunstancias. Sin ánimo de desvalorizar lo pretendido por Habermas (¿quién soy para ello?), se acoge el principio postmoderno aquí como la reacción anímica ante la fomentación de ideales de la era moderna, esa de la que se habla que condujo a la revolución científica.

Ahora, la fomentación del pensamiento postmoderno tiene sus raíces en las formas de pensamiento del filósofo Alemán Friedrich Nietzsche. Considerando éste la muerte de la religión con el presupuesto de que “Dios ha muerto”, Nietzsche fundamentó su ideología con base en la existencia perenne de la duda persistente de las desavenencias y desgracias de la humanidad. Consintió la extirpación de las metodologías religiosas relegándolas al plano de la subjetividad, criticó profundamente las insistencias de la cultura a un proceder común, y afirmó el entierro de lo tradicional. Siendo Nietzsche un reaccionario implacable de la cultura del siglo XIX, y siendo su filosofía la cuna precisa para el nacimiento de un pensamiento liberal y no sujeto a determinismos epistemológicos, se metamorfoseó en lo que se conoce como el nihilismo actual. Antes de propiciar un avance conceptual de tal término para establecer la relación íntima con la postmodernidad, debe aproximarse una definición de lo que es nihilismo. En palabras de Frank Stackfer, nihilismo “es una actitud desafiante ante los sistemas impuestos, tanto cognitivos como sociales, políticos y religiosos. En otras palabras, es un sistema antagónico a los sistemas de pensamiento actuales. No hay dogmas, no hay artículos éticos establecidos. No hay uniformidad de pensamiento”3. El contenido subversivo del nihilismo es diverso. Por ejemplo, el nihilismo epistemológico permite la osada afirmación de que no se puede tener un conocimiento preciso de la realidad, dado que no hay fuentes exactas, seguras y limpias que dicten determinaciones de verdades últimas. Dicho así, lo que conocemos como “conocimiento” son meras aproximaciones de fuentes imprecisas, y por lo tanto ese corpus de contenido debe ser relegado a la subjetividad. Existen otras formas de nihilismo, las cuales no se procederá a explicar aquí. En suma, el nihilismo es la aventura actitudinal de negar cualquier dogma o artículo de fe. El nihilista no se arrodilla ante ningún sistema. Así, visto como una actitud rebelde (positiva o negativa según el contexto y punto de vista), el nihilismo fue la cuna para el florecimiento de la actitud postmoderna.

Es eso, valga la insistencia aquí, lo de la posmodernidad como una actitud apática referente a los sistemas que se imponen. Por ejemplo, una de los puntos álgidos de la modernidad fue la creación de la industrialización como benefactor de la raza humana en temas de salud. No obstante, la modernidad no cumplió su promesa, ya que la estadística presente formula la propuesta de la industria como causante de la deshumanización. Así, tal cual, puede notarse que la postmodernidad es la reclamación ante las iniciativas de la modernidad. Aunque algunos consideran el fenómeno postmoderno como actitud reaccionaria, también puede proponerse la tesis de que es una era histórica. En los términos permitidos, la postmodernidad es una era histórica en el sentido de ser causante del surgimiento de movimientos sociales con fines eminentemente de cambio de estructura en todos los niveles. Así como la modernidad protagonizó sus promesas con base en las utopías, la postmodernidad garantiza ser un lente crítico permanente ante el creciente mar de ideologías.

En la figura de Michel Foucault se produjo un avance enorme, pues condujo a la descentralización del concepto de verdad absoluta, proponiendo una arqueología del saber con base en la sistematización del lenguaje. Éste llamo “episteme” al conjunto de presuposiciones, creencias y mentalidades aceptadas en una época específica, que a su vez tal término se deriva de la cláusula griega que significa conocimiento, y que eventualmente se desarrolló en la rama de la filosofía conocida como epistemología, que a su vez se encarga de valorizar como “verdad” o “falso” los distintos presupuestos. Así Foucault formuló la inconsistencia de categorizar como “verdad” una aproximación derivada de los métodos existentes. En otras palabras, no hay conocimientos fiables, y por lo tanto cualquier paradigma es dejado al deterioro, so pena de caer en desidia intelectual. Se ahondará más este apartado en líneas posteriores. Se expondrá a continuación algunos “dogmas” de la postmodernidad.

Artículos de fe de la postmodernidad.

Aunque la tendencia postmodernidad se expande en sus diversas formas, se categorizará en forma sistémica lo resaltable del pensamiento en cuestión.

  1. Se acentúa la proposición de la individualidad como demandante del progreso. La ausencia por el interés común se da gracias a la incoherencia de las propuestas de los sistemas políticos-religiosos. A decir, por ejemplo, en el contexto de la política, la subyugación está dada gracias al discurso demagogo e idealista que pretende realizar las utopías subyacentes a las necesidades del pueblo. Pero la política ha fallado al no materializar las propuestas idealistas. También la religión procura la preservación de las sociedades, pero no cumple su tarea el momento de incurrir en ser impulsadora de Cruzadas, asesinatos, martirios, escándalos, y discriminación. Es decir, el progreso individual debe primar puesto que los sistemas son incompetentes al momento de prevalecer ante situaciones que aquejan. Ahora, siguiendo este orden de cosas, el progreso comunitario está limitado al plano conceptual y estadístico porque la satisfacción del hombre mismo se da gracias a los esfuerzos individuales de cada quien. Las utopías son inconsistentes en relación a los procedimientos establecidos por los sistemas que gobiernan.

  2. En la postmodernidad prima las formas en lugar del contenido. Aunque el corpus de información es importante para la consecución, las formas de transmisión lo son aún más. Tal suposición se comprende cuando se percibe el escepticismo existente ante la confiabilidad de las fuentes que proveen información. Si se considera que la información es válida, entonces se interesará más en cómo se transmite que la información misma. La educación actual ha acogido tal hecho, y lo ha adaptado al catálogo de asignaturas que se imparten en los establecimientos educativos. De ahí la insistencia siempre perenne ante la iniciativa de propuesta metodológicas que se ciñan a la contemporaneidad. Tal pretensión es aceptable sin más, pues la evolución de la sociedad procura la actualización de formas de enseñanza. La transformación del contenido se debe a las adaptaciones pedagógicas. El cómo se transmite es de importancia capital para el postmodernismo. La deconstrucción de textos aquí es inédita.

  3. No atribuye importancia alguna al pasado ni al futuro, sino el prestigio del accionar es el causado únicamente en el presente, y tal cosa es lo que interesa. La no utilización del pasado es orgullo de la actitud postmoderna, pues se jacta de la no necesidad de allegarse al pasado para poder construir. Tampoco se ilusiona con el pasado; la postmoderna Annie Besant hizo eco de la no importancia del futuro cuando adjudicó que la manera para adentrarse en el futuro y saber cómo será es comenzando la construcción de realidades en el presente4. Así, como se ha avisado, en el pensamiento postmoderno, no se atribuye importancia a las dimensiones temporales pasado-futuro.

  4. No reconoce autoridad alguna. La no aceptación de axiomas coloca la postmodernidad como núcleo de estimulación del nihilismo pasivo, es decir, la no querencia de imposiciones. Lo que se consideraba magno, quedó supeditado a lo netamente especulativo y relativo. Tal anticipación lleva a la consideración de ausencia de estándares o modelos de guía para hallar soluciones a realidades habidas.

  5. No hay verdad absoluta. En la postmodernidad no existe tal concepto, pues lo que se conoce como “verdad” queda limitado al sujeto. Foucault derribó la tesis tan altamente estimada de lo absoluto. Apuntó que la verdad es sólo un concepto genérico que se le da a las expectaciones y realidades de una época específica, y que así, tal cual, en estos términos, lo que ayer se conocía como verdad, no podría aceptarse ahora con esa etiqueta. La verdad es una ilusión temporal, un axioma sujeto a los sentimientos de una época precisa. Dado así, y siendo tajantes con la interlocución de tal apartado, la verdad no puede ser generalizada. La verdad, para el postmoderno, “es una construcción social relativo al tiempo del sujeto”5. Por lo tanto, lo que se conoce como conocimiento sólo es una especificación momentánea concedida por los estímulos sociales, los estigmas comunitarios y los prejuicios en continuidad. La relatividad de las nociones acalló el alegato por las verdades absolutas.

  6. El lenguaje como construcción de la realidad. El lenguaje fabrica el pensamiento, y de éste se extrae lo que se llama comúnmente como realidad. Así, en estos términos, la determinación de la realidad está configurada por la sistematización del lenguaje. Land acertó en este aspecto cuando acentuó: “la realidad está moldeada por el lenguaje. Así, quien es capaz de manipular el leguaje estará en capacidad de moldear la realidad”. El lenguaje promueve el pensamiento, y a su vez éste transforma las realidades. En otras palabras, el lenguaje participa en el hecho de construcción de realidades (materiales o metafísicas), sin ánimo de discriminación de posibilidades. El lenguaje formula, el pensamiento moldea, y como producto se obtiene una noción perecedera o imperecedera.

Se han supuesto arriba las anclas del postmodernismo. El punto de inflexión que ha protagonizado éste ha sido de cobertura anticipadamente global. Las actitudes grisáceas y poco optimistas que ha provocado tal asentamiento filosófico, ha inundado el panorama con un sentimiento trágico. La tendencia hacia el desinterés es ascendente. El lado positivo de las iniciativas queda adormecido bajo la tela postmoderna; no hay vislumbre alentadora ante la desesperación de las personas en relación a la ineptitud de los sistemas existentes. La actitud de apatía y desilusión ante la imprudencia de las estructuras incompetentes: esto es postmodernidad.

Posmodernidad y cristiandad.

Al parecer, y siguiendo la discreción conceptual presentada arriba, no hay algún punto de encuentro entre las propuestas postmodernas y la cristiandad. Mucho se ha hablado ya de la irrupción de éste sistema religioso en el desarrollo global. El cristianismo ha sido partícipe de muchos logros de la humanidad. Al parecer el cristianismo ha traspasado fronteras espacio-temporales, y su incursión ha sido avanzada por medio de la trascendencia dedica al Libro por antonomasia. Es indiscutible el hecho de que surgen muchos problemas cuando se intenta mezclar postmodernidad y cristianismo. Hay pasos infranqueables entre ambos. No obstante, a modo de estimulación del debate, se proseguirá a exponer la pregunta cumbre en relación a una determinación. Siendo que el cristianismo es una versión optimista sobrevalorada, y siendo que la postmodernidad es todo lo contrario, a decir, es una negativa ante los intentos de prosperar, ¿cómo pues el cristianismo puede irrumpir en el legado postmoderno? Para responder a tal interrogante, que, por cierto, es bastante osada y desafiante, se necesita exponer las antítesis que propone el cristianismo en alusión a las tesis de la postmodernidad, las cuales fueron puestas arriba.

  1. El cristianismo propone que la predicación del evangelio se logra si existe una actitud de unidad. A decir verdad, la transmisión y propagación de las nuevas de salvación se efectúa sólo si hay unanimidad de pensamiento, lo cual llevará a la integralidad de los miembros. Ante tal manifestación social se puede decir que aquí no existe individualidad, sino que el progreso se da gracias al trabajo conjunto.

  2. La base procedimental del cristiano es la Biblia. La experiencia que se obtiene al seguir los parámetros establecidos en él garantizará la conformación de un ser integral. También allí se advierte contra las tentativas de incumplimiento ético-moral; la conducta se ve regulada por las interpretaciones extraídas de la metanarrativa cristiana. Es más, allí se expone cómo la persona obtiene la salvación, y su posterior vivencia en los anhelos expuestos por el Apocalipsis. De manera que el contenido del texto aquí es más relevante que la demostración pedagógica posterior, dada la secuencia de regulaciones hermenéuticas y exegéticas.

  3. El cristianismo avanza gracias a las técnicas de evangelización promovidas en el pasado. Según el estándar de evangelismo, necesita conocerse el contexto histórico-cultural-geográfico para extraer conclusiones, y avanzar hacia propuestas actuales. De esta manera, el cristianismo necesita del pasado para poder penetrar zonas en donde carece la concentración del mensaje evangélico.

  4. El cristiano reconoce dos autoridades: una primaria, y la otra es derivada del beneplácito. La autoridad primaria para cualquier cristiano es Dios. Pero Éste, a su vez, ha decidido manifestar su voluntad a hombres, y fueron aquellos los que pusieron por escrito las cosas que se consideran sagradas. Así, la autoridad real primaria para el programa cristiano es Dios, y para cumplimiento de requerimientos divinos se constató la antología judeo-cristiana como regla de fe y práctica.

  5. La verdad absoluta es Dios. Dios escapa a tratamientos de racionalismo, y por lo tanto no puede ser denotado como perspectiva meramente metafísica, sino que es ontológicamente real, y su manifestación a posteriori se ha dado en momentos como la creación del universo, la persona de Jesús, y la experiencia cristiana. Cualquier presuposición de que se conceda, debe partir de la coyuntura de que Dios no es una construcción social obsoleta como lo concibe la postmodernidad, sino que es existente en sí propiamente dicho. También se deducen que existen verdades objetivas como la consciencia humana, la existencia del universo, entre otras.

  6. El hecho de que se utilice el lenguaje para apostar por nociones quiméricas y la fabricación de entelequias, no quiere decirse entonces que Dios sea una fabricación del pensamiento expresado en el lenguaje. Se habla de las cosas que rodean al ser humano como existentes porque el lenguaje articulado consiste en describirlas en categorías como olor, sabor, textura, entre otras. No obstante, el lenguaje para dirigirse a Dios queda corto, so pretexto de ignorancia de ontología divina, aunque partiendo de la narrativa sagrada pueden extraerse algunos vestigios de lo celestial. La filosofía occidental, especialmente el ateísmo moderno, hace eco de la creación del concepto de Dios a partir del lenguaje. No obstante, basado en el compendio bíblico y las actuaciones de Dios en la raza humana, el cristianismo afirma consecuentemente la existencia de Dios como incognoscible en relación al lenguaje humano. La limitación del lenguaje perjudica o distorsiona la complejidad las nociones de lo celestial.

Siendo así propuesto como está arriba, el cristianismo es consistente en sus premisas y credos de fe. La sistematización de su estructura es bastante sólida para considerarse como una mera filosofía. El impacto tanto en occidente como oriente, ha propinado el calificativo siempre creciente de “religión verdadera”. No obstante, así como la cristiandad es consecutiva en su empresa, así también lo es la actitud negativa imperante ante la prevalencia del sistema cristiano. La disputa entre estas filosofías es incesante, y al parecer inacabable. ¿Puede resolverse el problema de incompatibilidad? No, no se puede. Dado que el cristianismo no aceptará cosas como la obliteración de la verdad absoluta, o la relegación del canon bíblico al proceso de deconstrucción de textos, o la individualidad humana como propulsor único para el bienestar social, o, aún más, el cuestionamiento de la ontología divina, entonces es consistente advertir que las dos propuestas, la postmoderna y la religiosa, no pueden coexistir mutuamente. Siempre habrá choques ideológicos. Ante tales avisos, ¿cómo el cristianismo puede llevar a cabo su misión y propósitos? A continuación, se dará una serie de recomendaciones al momento de, o pretender interactuar con la postmodernidad, o querer incursionar libremente hacia la misión evangélica en un mundo postmoderno.

Evangelismo en un mundo postmoderno.

Es insoslayable la insospechable idea de que la postmodernidad no ha obnubilado el sendero por el cual transita la cristiandad. Siendo coherentes en relación a la transición, hay que aceptar que el desafío del cristianismo es dantesco al momento de querer abordar estrategias para penetrar en esferas que se consideran postmodernas. La decadencia del impulso evangelizador ante la insistencia de cruzar las barreras ideológicas ha sido ingente. La frustración y desesperación son inminentes. So pena de no trivializar para que no ocurra una desestabilización de carácter emocional en las masas que desean protagonizar la abrazadora misión, se propondrán algunas posibles metodologías y condiciones ante la querencia siempre continua de llegar a las mentes de cada uno.

Dentro del cristianismo, se estima que la caracterización primaria del pensamiento afín tiene como epicentro las formas de filosofía axiológica, la conceptualización de las expectaciones apocalípticas y con ellas el cumplimiento de la escatología y soteriología. El discurso de Jesús es el marco en donde las nociones ético-morales se hacen presentes. Spinoza en su momento tradujo la sensación de belleza filosófica cuando hacía eco del Cristo de los evangelios. El estilo del mensaje del Jesús histórico tiene como fin la mantenencia de un pensamiento homogéneo en relación a las propuestas éticas que se subrayan en los evangelios y su aplicación a las sociedades actuales. El Santo Grial de la misionología cristiana es saber cómo polarizar los valores contrarios que los sistemas imponen, y con ello la intermitencia a la hora de llevar a cabo el objetivo. Mucho se ha dicho ya sobre posibles formas de penetración.

La postmodernidad establece la desvalorización de los valores supremos, o sea, aquellos fundamentos clave de pensamiento en los cuales la humanidad ha crecido. Las formas de vida a través de la religiosidad quedan nubladas cuando se avizora que la postmodernidad ha permeado el orbe. Aunque se estime que tal fenómeno es parcial como institución social, es cierto que sus sombras cubren el orbe en su totalidad. Así, si las raíces postmodernas abarcan cada rincón del mundo, ¿cómo pues el cristianismo penetrará?

La figura de Cristo es relevante para la historia. Además de ser el fundador de la comunidad cristiana, sus mensajes también son de interés propio para la construcción de una sociedad en vías de ética. La figura de Jesús es típica para consagrar un ideal: se busca que las personas amen a sus prójimos. Así, por medio del testimonio se puede llegar a aquellas personas que tal vez fomentan un espíritu de criticismo. El estilo de vida coherente del cristiano llevará indudablemente a la formación de una consciencia en los individuos. Así, si se comparte la noción de estilo de vida de Jesús, se pueden llegar a obtener soluciones prontas en relación a la penetración de aquellas mentes que, aparentemente, se consideran difíciles. La desesperanza provocada por la inmersión del nihilismo dio como pensamiento afín una prolongación de nociones que poner la vida como careciendo de un propósito específico. No obstante, y así, cuando se observa con detenimiento el programa misional de Jesús se puede ver que su vida contemplaba un propósito: ayudar al necesitado, supliendo sus necesidades y protagonizando un cambio en su vida. Tal salto de consciencia provocaría admiración en los individuos que los rodean, y así se esparciría el espíritu de humildad para aceptar a Dios. La base del amor es Dios, y es precisamente lo anterior lo que la postmodernidad no acepta. Así, cuando se establece la persona de Jesús como estereotipo a seguir en conexión con el propósito misional, la garantía es abrumadora. El estilo de vida de Jesús le enseña a la postmodernidad que el hombre tiene un propósito de vida. Immanuel Kant produjo una revolución con su Crítica de la Razón Práctica, en el cual aproxima nociones del discurso cristológico a través del conocido Imperativo Categórico. La realización de tal persuasión conduce a la materialización de los discursos de Jesús: ama a tu prójimo. Así el altruismo se avecina como la perspectiva de innovación para un mundo en decadencia.

Ahora, hay un punto que debe destacarse en relación a lo cognitivo. La población mundial es polivalente en carácter de niveles de estudio. Existen aquellas personas las cuales no se exige una formación académica para poder presentar el mensaje, sino basta solamente el testimonio personal. Por otro lado, existen personas que revelan un nivel de estudio promedio, lo cual se hace necesario tener un conocimiento anticipado. No obstante, así tal cual, existen poblaciones que procuran un nivel de academia avanzada. Ante tal condición, se es necesario tener un conocimiento general, fuerte, apropiado y con fundamentación para poder establecer relaciones. De tal condescendencia de diálogo puede emprenderse el puente fijado para poder transitar con ellas por las sendas del mensaje evangélico. ¿Cómo podrías presentar el mensaje de Cristo ante personas escépticas sino tienes un conocimiento general de otras áreas? ¿Cómo establecerías el puente con una persona que estudia filosofía, y de la cual no cree ni en Jesús ni en la Biblia, y aun así quieres presentarle el mensaje? Los ejemplos que se pueden presentar aquí son muchos. Sin embargo, ante el proyecto de evangelización juega un patrón que la Biblia misma presenta: el método de Cristo.

Cuando se analiza el método que Jesús utilizaba para captar personas, se observa un patrón constante: él observaba el individuo, posteriormente suplía sus necesidades, luego ganaba su confianza entretejiendo una amistad, y después se interrelacionaba el mensaje. ¡Estupendo! Dado que todas las personas, sin excepción alguna, tienen necesidades (sean sociales, físicas, emocionales, económicas, entre otras), se procura establecer el mismo catálogo de Jesús a la hora de establecer relaciones. Tanto el indocto como el más intelectual procuran falencias, y por lo tanto tal condición implica suplencia de necesidades. Por medio de esta abertura existencialista se puede comenzar un camino de evangelismo. Al establecer una amistad con determinada persona, se empieza el diálogo (sea vivencial o académico), y así paulatinamente se gana su confianza, y así se pueden establecer los lazos entre la persona y el mensajero. El método de Cristo radica su éxito en el hecho conocido de que todas las personas sufren, y de ahí la querencia de consuelo. Nuevamente Jesús es establecido como herramienta indudable ante la avasalladora idea de evangelismo. Desgraciadamente la polarización de la cultura pesimista y de incertidumbre, ha desvalorizado la misión del cristianismo. No obstante, si se coloca a Jesús como modelo histórico para una consecución vivencial de las personas, se puede obtener una evangelización total. ¿Qué motiva al cristiano a querer penetrar aquellas barreras filosóficas con la persona de Jesús? La filosofía de vida de Jesús es empática, y tal asignación es atípica a la condición apática del mundo. Es necesario insistir en la colocación del ejemplo de Jesús como el núcleo del evangelismo.

No obstante, se detalla que existen personas de lo cual lo vivencial no es de importancia, sino que el conocimiento es el centro neurálgico de su vida. Ante tal perspectiva, se debe estimular el desarrollo de la cultura académica. Los cristianos deben promover una cultura de pensamiento, y de libre expresión sin dejar a un lado los principios que la Biblia establece. Es desafiante el saber que hay personas que poseen un conocimiento extenso, y que pretenden ensimismarse so pena de mantener un nivel superior. El cristianismo tiene una tarea enorme para con esta categoría. Aunque la Biblia representa la máxima consignación en la vida de un cristiano, también es necesario advertirse que el hombre es un ser integral, holístico, y ante tal anticipación se hace casi obligatorio que el cristiano luche por alcanzar un conocimiento en otras áreas, tanto para beneficio propio como sustento cognitivo en relación a la predicación del evangelio. Se hace patente la falacia aquí, y por tal motivo se incentiva a querer abarcar otras esferas del conocimiento general.

La evangelización en un mundo postmoderno es posible si se alcanza los estándares de las sociedades actuales teniendo a Jesús como máximo proponente. Por medio de la experiencia vivencial se establecen conexiones de categoría existencial, y de ahí la posible penetración de las bases cristianas como fundamento de vida.

Autor: Richard A. Bolaños | Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales | Liceo Adventista Libertad | Tame – Arauca, Colombia

Fuentes.

  1. Corral Q, Raúl. Qué es postmodernidad. Artículo Indexado Universidad UAM-Iztapalapa. 2016. Pág. 68.
  2. Docherty, Thomas. Answering the Question: What is Postmodernism? Taylor & Francis Group. New York, United States. 1993. Pag. 38
  3. Stackfer, Frank. Nihilism. Oxford University Press. 2000. Pag. 24
  4. Besant, Annie. Estudios sobre la conciencia. Barcelona, España. 1930. Pág. 52.
  5. Ibid., Docherty. Pag. 27.
  6. Land, Gary. In search of the promised land. USA. 2010. Pag. 78.