El Juicio Investigador

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. (2 Corintios 5:10)

La Biblia declara que todos vamos a comparecer ante el tribunal de Cristo y con estas palabras estaba anunciado la realización de un juicio divino sobre los hechos que realizaron en vida todos los seres humanos, sean cosas buenas o malas.

En la época del Apóstol Pablo el juicio aún no había ocurrido y por tal motivo este evento era presentado por la Biblia como un suceso aún futuro y venidero, pues así lo podemos comprobar al estudiar la siguiente declaración bíblica:

"Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó" (Hechos 24:25)

Todos los pensamientos, acciones y omisiones ejercidas por los seres humanos, incluidos aquellos actos cometidos en secreto, pasarán a ser analizados bajo el más estricto escrutinio divino, pues así lo afirma la siguiente cita bíblica, la cual nuevamente demuestra que en el tiempo del Apóstol Pablo, el juicio aún no había llegado y por tal motivo era considerado un evento aún futuro:

"En el día en que Dios juzgará por medio de Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio". (Romanos 2:16)

Este juicio se aplicará a todos los seres humanos, es decir, la vida tanto de justos como de impíos será examinada por Dios y para ello la Providencia ya había determinado un tiempo específico en el cual se va a desarrollar este proceso de juzgamiento, pues así está escrito:

“Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace”. (Eclesiastés 3:17)

Aunque justos como impíos van a ser juzgados por Dios, sin embargo no serán juzgados al mismo tiempo ya que el juicio de estos dos grupos se realizará por separado en épocas diferentes y para entender esta verdad nos preguntamos:

¿Por quiénes debe comenzar el juicio o a quiénes se les va a juzgar primero, a los justos o a los impíos?

“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”. (1 Pedro 4:17)

Según lo estableció la Providencia Divina, el juicio debe comenzar primero con los justos, es decir con todos aquellos que alguna vez aceptaron el evangelio y entraron al servicio de Dios; en este primer juicio no son juzgados los impíos, solo son juzgados aquellos que profesaron ser parte del pueblo de Dios y la siguiente cita ratifica la ejecución de un juicio exclusivo para los justos:

"Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo". (Hebreos 10:30)

Cuando se cumplió la profecía cronológica de los 2.300 años literales en el año de 1844, había llegado el tiempo para que se efectúe en el cielo, un evento crucial que determinará el destino final y eterno de todos aquellos que han profesado ser parte del pueblo de Dios.

En 1844: ¿Qué tiempo había llegado y qué fue abierto en el cielo?

“Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra. Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”. (Apocalipsis 11:18-19)

Cuando se cumplieron los 2.300 años había llegado “el tiempo de juzgar a los muertos”, y precisamente este evento se refiere al juicio del pueblo de Dios ya que la cita habla de dar el galardón a los siervos de Dios, “a los santos y a los que temen tu nombre”, había llegado el momento en que debía ejecutarse el denominado Juicio Investigador y con ese fin “el templo de Dios” había sido “abierto en el cielo” en 1844 y el hecho de que la cita afirme que “el arca de su pacto se veía en el templo”, revela que lo que fue abierto en dicho templo era el velo que cubría el lugar santísimo, porque si este segundo velo no hubiera sido abierto, entonces no podría haberse visto el arca del pacto que está ubicada dentro de este segundo departamento, por lo tanto, lo que se abrió en 1844 fue el segundo departamento del templo celestial y es allí en el lugar santísimo celestial donde comenzaría a efectuarse el juicio de la casa de Dios.

Con relación a la apertura del lugar santísimo, el Espíritu Santo nos quiere hacer entender un principio indispensable cuando estudiamos este tema.

¿Qué nos quiere hacer entender el Espíritu Santo con relación a la apertura del lugar santísimo celestial?

“El Espíritu Santo da a entender con esto que aún no se había abierto el camino al Lugar santísimo, entre tanto que la primera parte del Tabernáculo estuviera en pie”. (Hebreos 9:8. RVR 1995)

Antes de analizar el principio que nos presenta el Espíritu Santo, es necesario notar que en esta cita se hace mención de una “primera parte del tabernáculo”, esta declaración es una clara evidencia de que el santuario celestial está conformado por dos partes, porque si hay una primera parte es porque tiene también una segunda parte, si solo existiera una solo parte en el santuario celestial, entonces no se pudiera declarar que tiene una primera parte y para ratificar la existencia de esta segunda parte, la cita incluso especifica que el nombre de esta segunda parte es el “lugar santísimo”.

Retomando al estudio de la cita presentada, la inspiración nos enseña un principio esencial que debemos aplicar cuando estudiamos el tema del santuario celestial; según el Espíritu Santo, mientras no se haya abierto el camino al lugar santísimo, se debe entender que la primera parte del tabernáculo todavía está en pie, es decir que todavía está vigente el servicio del lugar santo celestial; en consecuencia, si en algún momento se abriera el camino al lugar santísimo, se debería comprender que ya terminó el servicio del lugar santo y que a partir de ese instante comenzaría el ministerio de Cristo en el lugar santísimo del santuario celestial.

Aplicando este principio debemos entender que cuando fue abierto el camino al lugar santísimo celestial en el año de 1844, en ese mismo instante dejó de estar en pie la primera parte del santuario celestial y finalizó definitivamente el servicio continuo que se venía realizando en el lugar santo celestial y a partir de esa apertura iba a comenzar el ministerio de Cristo en el lugar santísimo del santuario celestial.

A la puerta o velo del lugar santísimo del santuario celestial, que Cristo abrió en el año de 1844, a esta puerta abierta se refiere Cristo cuando declaró que la había “puesto delante de ti”, puerta que ningún poder en el universo puede cerrar ya que su ministerio en este departamento celestial es de vital importancia para el plan de salvación, pues así está escrito:

“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. (Apocalipsis 3:7-8)

Con relación a la apertura que realizó Cristo de la puerta del lugar santísimo celestial, el Espíritu de Profecía relata lo siguiente:

“El sábado 24 de marzo de 1849 tuvimos con los hermanos de Topsham, Maine, una reunión muy agradable e interesante. El Espíritu Santo fue derramado sobre nosotros y fui arrebatada en Espíritu a la ciudad del Dios viviente. Luego se me mostró que los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo acerca de la puerta cerrada no pueden separarse, y que el tiempo en que los mandamientos de Dios habían de resplandecer en toda su importancia y cuando el pueblo de Dios había de ser probado acerca de la verdad del sábado era cuando se abriese la puerta en el lugar santísimo del santuario celestial, donde está el arca que contiene los diez mandamientos. Esta puerta no se abrió hasta que hubo terminado la mediación de Jesús en el lugar santo del santuario en 1844. Entonces Jesús se levantó, cerró la puerta del lugar santo, abrió la que da al santísimo y pasó detrás del segundo velo, donde está ahora al lado del arca y adonde llega la fe de Israel ahora”. (Primeros Escritos, Pág. 42.1)

“Vi que Jesús había cerrado la puerta del lugar santo, y nadie podía abrirla; y que había abierto la puerta que da acceso al lugar santísimo, y nadie puede cerrarla. Apocalipsis 3:7, 8;1 y que desde que Jesús abrió la puerta que da al lugar santísimo, que contiene el arca, los mandamientos han estado brillando hacia los hijos de Dios, y éstos son probados acerca de la cuestión del sábado”. (Primeros Escritos, Pág. 42.2)

Una vez que se abrió la puerta o el velo del lugar santísimo celestial, se procedió a colocar dentro de dicho lugar varios tronos y Dios el Padre catalogado como “un Anciano de días” se trasladó a dicho lugar para sentarse en el trono principal, delante de su trono fluía un río de fuego y millones y millones de seres celestiales presenciaban este solemne evento, ante ellos Dios asume la función de Juez para dar inicio al proceso del juicio investigador, el profeta Daniel relata esta escena celestial de la siguiente manera:

“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos”. (Daniel 7:9-10)

El Juicio de los justos, es decir de aquellos que fueron parte del pueblo de Dios se realiza en presencia y a la vista de los millones y millones de habitantes del universo, ellos como fieles testigos fueron convocados por Dios mismo para que observen como se desarrolla este delicado proceso de juicio, este mismo evento es descrito por el Salmista David cuando declaró lo siguiente:

“Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo”. (Salmos 50:4)

Al presenciar el juicio y al conocer con lujo de detalles cómo Dios enfrentó el Gran Conflicto, todos los habitantes del universo entenderán con claridad el amor y la justicia de Dios al enfrentar el problema del pecado, de esta manera Dios “será exaltado en juicio” y su carácter “será santificado con justicia”, tal y como describen los profetas Isaías y Juan:

“Pero Jehová de los ejércitos será exaltado en juicio, y el Dios Santo será santificado con justicia”. (Isaías 5:16)

“Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos”. (Apocalipsis 16:5-7)

¿Con qué propósito el Juez se sentó y los libros fueron abiertos?

“Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. (Apocalipsis 20:12)

En el lugar santísimo del santuario celestial, Dios se sentó en su trono para asumir la función de Juez supremo y los libros fueron abiertos, para proceder a juzgar a los muertos en base al registro de sus obras que hicieron en vida, obras que están fielmente escritas en los libros celestiales.

El hecho de que se especifique que también fue abierto el libro de la vida, es una evidencia de que en este juicio sólo son revisados los casos de aquellos que formaron parte del pueblo de Dios, esto es evidente porque en el libro de la vida únicamente se registran los nombres de quienes alguna vez entraron al servicio de Dios y así lo revela la siguiente cita, la cual especifica que solo los nombres de quienes “combatieron” por “el evangelio” y fueron colaboradores en la obra de salvación, son los que “están en el libro de la vida”, pues así está escrito:

“Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. (Filipenses 4:3)

El libro de la vida comenzó a ser registrado desde la caída de nuestros primeros padres, es decir desde la fundación del mundo y en este libro no se registran los nombres de los incrédulos, quienes al no aceptar el evangelio, terminan aceptando a los poderes malignos que controlan el mundo, pues así lo revela la siguiente cita:

“La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será”. (Apocalipsis 17:8)

Tal y como su nombre lo indica, en el libro de la vida se registra los nombres de aquellos que al aceptar a Cristo obtienen la posibilidad de alcanzar la vida eterna, en cambio los incrédulos, al no haber creído o aceptado a Cristo, no tendrán acceso a la vida eterna y por este motivo sus nombres no son registrados en el libro de la vida, sino que automáticamente quedan determinados para condenación y muerte eterna, pues así lo revela la siguiente cita:

“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. (Juan 3:18)

Luego de que Dios se sentó en su trono y asumió su función de Juez supremo, Cristo como representante de la raza humana y por lo cual es descrito “como un hijo de hombre”, también entró al lugar santísimo celestial y “con las nubes del cielo… vino hasta el Anciano de días y le hicieron acercarse delante de él” y como nuestro gran Sumo Sacerdote dio inicio a la ejecución del juicio para determinar quienes recibirán los beneficios de su obra final de mediación y expiación, esta venida de Cristo ante al Anciano de días es descrito de la siguiente manera:

“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”. (Daniel 7:13-14)

El traslado que realizó Jesús del lugar santo al lugar santísimo celestial, como su intercesión en favor de quienes acepten su ministerio en dicho lugar celestial, también es descrito por el Espíritu de Profecía en las siguientes palabras:

“Después de eso, un carro de nubes, cuyas ruedas eran como llamas de fuego, llegó rodeado de ángeles, adonde estaba Jesús. El entró en el carro y fue llevado al lugar santísimo, donde el Padre estaba sentado. Allí contemplé a Jesús, el gran Sumo sacerdote, de pie delante del Padre. En la orla de su vestidura había una campana y una granada; luego otra campana y otra granada. Los que se levantaron con Jesús elevaban su fe hacia él en el lugar santísimo, y rogaban: “Padre mío, danos tu Espíritu.” Entonces Jesús soplaba sobre ellos el Espíritu Santo. En ese aliento había luz, poder y mucho amor, gozo y paz”. (Primeros Escritos, Pág. 55.2)

Tal y como lo revela la Biblia, no fue su segunda venida a la Tierra, sino la venida de Cristo al lugar santísimo del santuario celestial, es la que se efectuó en el año de 1844 al final de los 2.300 días proféticos; este traslado al lugar santísimo y que la realizó tanto el Padre como Cristo, se encuentra nuevamente detallada en la siguiente cita de Malaquías:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”. (Malaquías 3:1)

Dios el Señor fue o entró “súbitamente a su templo” y la cita recalca que también entró “el ángel del pacto”, en el idioma griego el término ángel significa “mensajero”, por lo tanto, Cristo el mensajero del pacto y según el libro de Hebreos lo define mejor como el mediador del nuevo pacto, entró al lugar santísimo para dar inicio a la obra del juicio investigador y efectuar su ministerio final para cumplir con la purificación del santuario celestial.

“A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él. Empezando con los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos”. (El Conflicto de los Siglos, Pág. 475.)

¿En base a qué principios divinos se efectuará el Juicio?

“Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”. (Santiago 2:12-13)

En base a los principios de la Ley de Dios y de la misericordia divina se va a ejecutar el Juicio Investigador, esta verdad es ratificada por el Apóstol Pablo quien declara que todos “por la ley serán juzgados”… “en el día que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres”, pues así está escrito:

“Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio”. (Romanos 2:12-16)

Los 10 mandamientos de la Ley de Dios, son la gran norma de justicia según la cual “Dios traerá toda obra a juicio”, pues así lo reconoce el Sabio Salomón quien además concluye que para alcanzar la plenitud el hombre debe temer a Dios “y guardar sus mandamientos”:

“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. (Eclesiastés 12:13-14)

En este Juicio ¿Qué pasará con los nombres de aquellos que resulten ser vencedores?

“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. (Apocalipsis 3:5)

Sus nombres no serán borrados del libro de la vida, sino que serán conservados allí y Cristo confesará o proclamará estos nombres delante del Padre y de los ángeles, el Espíritu de Profecía también describe este significativo evento de la siguiente manera:

“Los nombres de los que han manifestado verdadero arrepentimiento del pecado, y por una fe viva en Cristo obedecen los mandamientos de Dios, serán conservados en el libro de la vida y confesados delante del Padre y delante de los santos ángeles. Jesús dirá: “Estos son míos; yo los he comprado con mi propia sangre”. (The Signs of the Times, 2 de junio de 1890. {RP 361.4})

De aquellos que resulten vencedores ¿Qué se hará con los registros de sus pecados cometidos?

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”. (Hechos 3:19-20)

“En el gran día del juicio final los muertos han de ser juzgados “por las cosas que” están “escritas en los libros, según sus obras”. Apocalipsis 20:12. Entonces, en virtud de la sangre expiatoria de Cristo, los pecados de todos los que se hayan arrepentido sinceramente serán borrados de los libros celestiales. En esta forma el Santuario será liberado, o limpiado, de los registros del pecado. En el tipo, esta gran obra de expiación, o el acto de borrar los pecados, estaba representada por los servicios del Día de la Expiación; o sea, la purificación del Santuario terrenal por medio de la eliminación de los pecados que lo habían manchado, en virtud de la sangre de la víctima”. Cristo En Su Santuario, Pág. 40.2)

¿Qué se hará con los nombres de aquellos que no resulten ser vencedores?

“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. (Apocalipsis 3:5)

Esta cita que ya fue presentada y que ya nos reveló que el nombre de los vencedores no va ser borrado del libro de la vida, esto quiere decir que por consecuencia lógica, el nombre de quienes no resulten ser vencedores sí va a ser borrado del libro de la vida, este borramiento de sus nombres del libro de la vida también es ratificado por la siguiente cita bíblica:

“Que sean borrados del libro de la vida; que no queden inscritos con los justos”. (Salmos 69:28. Nueva Versión Internacional (NVI))

Tal y como le expresa esta cita bíblica en la Nueva Versión Internacional, los nombres de quienes no sean vencedores serán “borrados del libro de la vida” y a partir de ese momento sus nombres ya no quedarán “inscritos con los justos”, ser borrado o quitado del libro de la vida implica que dicha persona no podrá ingresar a la “santa ciudad” o la Nueva Jerusalén, es decir no podrá entrar a la vida eterna sino que queda determinado para la muerte eterna, tal y como lo declara el Apóstol Juan:

“Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”. (Apocalipsis 22:19)

“Cuando llegamos a ser hijos de Dios, nuestros nombres son escritos en el libro de la vida del Cordero, y permanecen allí hasta el momento del juicio investigador. Entonces el nombre de cada individuo será llamado, y su registro examinado, por Aquel que declara, “Yo conozco tus obras”. Si en aquel día se descubre que no nos hemos arrepentido completamente de todos nuestros malos hechos, nuestros nombres serán borrados del libro de la vida y nuestros pecados se levantarán contra nosotros. (The Signs of the Times, August 6, 1885)

“Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de la expiación. Incalculables son los intereses que esta envuelve. El juicio se lleva ahora adelante en el santuario celestial. Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto—nadie sabe cuándo—les tocará ser juzgados a los vivos. En la augusta presencia de Dios nuestras vidas deben ser pasadas en revista. En este más que en cualquier otro tiempo conviene que toda alma preste atención a la amonestación del Señor: “Velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo”. “Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti”. Marcos 13:33; Apocalipsis 3:3. (El Conflicto de los Siglos 480)

“Cuando concluya la obra del juicio investigador, el destino de todos habrá sido decidido para vida o para muerte. El tiempo de prueba finalizará un corto tiempo antes de que aparezca el Señor en las nubes de los cielos... Gravísima es la condición de aquellos que, cansándose cada vez más de su vigilancia, se vuelven a los intereses del mundo. Mientras el hombre de negocios esté absorbido en la búsqueda de ganancias, mientras el amador de placeres procure complacerse, mientras la seguidora de la moda esté disponiendo sus adornos, el Juez de toda la tierra pronunciará tal vez en esa misma hora la sentencia: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”. (The Review and Herald, 9 de noviembre de 1905)

Autor: Pablo Muñoz | Ecuador, 2019.