Caer es fácil, detectar nuestra caída es difícil

¡Necesitamos despertar al peligro de la tendencia humana de adorar a Dios mediante esfuerzos personales por ser buenos!

Dios nos ha dado libre albedrio en todo. Tenemos dos caminos para escoger: uno es, adorando a Dios como él lo estableció, creyendo en la sangre de Cristo para la limpieza de todo pecado. O, como Caín, podemos tratar de ganar nuestra salvación mediante buenas intenciones, y buenas obras.

La esencia de la salvación es simple: somos salvos solo por la justicia de Cristo. Todo el que cree y acepta a Cristo será cubierto por su bondad (Rom. 13:14). La promesa es que él terminará su obra en nosotros (Rom. 9:28; Isa 10:22, 23), y nosotros la reflejaremos mediante la obediencia a todos sus mandamientos (Apo. 14:12). La vida de Cristo penetra en todos los aspecto de la vida, el físico, el aspecto mental, y el espiritual. Tener a Cristo en nosotros, es tener la salvación.

Es alarmante, que la última iglesia de Dios sobre la tierra, tenga un gran problema con la justificación por las obras. La iglesia se considera rica en el conocimiento espiritual basado en la Biblia, y no siente necesitar nada más (Apo. 3:17). En otras palabras, la iglesia está satisfecha y se siente muy bien con el conocimiento bíblico, con sus obras de justificación, y esfuerzos para comunicar este conocimiento a otros. Nosotros creemos que todo lo que necesitamos, es esforzarnos más en lo que ya estamos haciendo.

La asombrosa realidad, es que estamos en la lista de Dios entre los destituidos de justificación, y a punto de ser rechazados por él. Esta situación alarmante se presenta al mismo tiempo en que creemos que estamos más cerca de Dios. Ciertamente, esa fue la evaluación que Cristo hizo de los judíos, quienes estaban llenos de celo religioso, pero vivían destituidos de Cristo, el Redentor (Jn 5:39, 49).

Esperamos ser salvados, pero nos encontramos atrapados. Estamos absolutamente perdidos cuando teniendo el conocimiento acerca de la Biblia, no tenemos la justicia de Cristo (Rom. 7:24). Por inspiración, somos descritos como dignos de compasión, pobres, ciegos y desnudos (Apo. 3:17). Esta no es la opinión de alguien acerca de nosotros; es la verdadera evaluación de Dios sobre nuestra condición. ¡Es tiempo de que cada uno nos examinemos introspectivamente!

¡La sombría realidad, es que somos espiritualmente pobres, estamos desnudos y ciegos, y no lo sabemos! ¿Pero, cómo, podemos acercarnos a Dios, si continuamos engañados pensando que poseemos justicia propia, cuando realmente nos alejamos cada vez más de Dios, por confiar en nuestra buenas obras? ¡La gran nueva de esperanza, es que hay una puerta de salida, y es “por medio de Jesucristo, nuestro Señor”! (Rom. 7:25).

Autor: Dr. Albert S.