Perspectivas: Reino, Juicio y Perdón

Revista Sefer Olam Feb 26, 2017
Juegos Cristianos

Nota: PERSPECTIVAS es un espacio en el cual dos escritores abordan el mismo tema. La individualidad hará que cada uno haga un aporte único al mismo, y nos brinden perspectivas que iluminen el asunto de una manera fresca y novedosa.

En el tema anterior, Josué Gajardo tomó el tema del Día de la Expiación, y de manera extraordinaria, Manuel Monroy, quien no es adventista del séptimo día sino un hermano judío mesiánico, nos aportará su visión de las fiestas de Jehová. Ambos brindarán una exposición que esperamos resulte edificante para el lector.


¡Bendito sea el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas! [Marcos 11:10]

Introducción

Relacionar ambos acontecimientos, el Juicio Final y el Día de la Expiación, implica el deseo de conocer los acontecimientos del fin. El sentido de este fin, para nosotros, pudiera parecer un tanto ajeno a lo que los escritores judíos de los evangelios (exceptuando Lucas, si bien, no por ello fuera de su raíz hebrea) concibieron. Primeramente: por razones tanto ideológicas como histórico-temporales. Hoy podría pensarse –desde la perspectiva de un creyente occidental– en que estos acontecimientos, planeados desde antes de la creación por un Dios de orden, sucederán con tal precisión –y tan apegados a nuestra forma de comprender tanto el mundo como el texto bíblico– como las fichas de un dominó que caen una tras otra, provocadas por el empuje que recibió la primera de todas ellas porque ya están, precisamente, predeterminadas. Sin embargo, no es la precisión de los acontecimientos lo que pudiera haber llamado más la atención a un creyente judío en Jesús del primer siglo –carente de esta espera histórica milenaria propia de los hombres occidentales de nuestro tiempo–, sino su inminente cumplimiento. Y es que en la apocalíptica propia de los textos intertestamentarios, el asunto del determinismo es algo indiscutible y no resulta sorprendente.[1] Igualmente otros leit motiv de la tradición apocalíptica oriental, como el dualismo (la división de dos bandos entre los seres humanos, buenos y malos;), el mal anterior a la historia (tomando en cuenta ésta antes de la aparición del ser humano), la cosmología, la acción de las entidades espirituales, la sucesión de las edades y la recompensa después de la muerte.

Resulta pues, de llamar la atención, que tanto el Nuevo Testamento en general, como el Apocalipsis en particular, se alejan de la manera tradicional en que la apocalíptica intertestamentaria trata ciertos temas. Si existe una concordancia entre los Evangelios y el Apocalipsis, el tratamiento del tema de la historia de las relaciones entre Dios y su pueblo (así como el resto de la humanidad), no es determinista. El dualismo no está presente y tampoco se encuentra el pesimismo propio de los otros apocalipsis. De ahí su relación con los profetas y su concordancia con los Salmos.

El trato que hacen los profetas y los salmos de la historia es uno en el que, si bien existen sentencias contra el malvado y se anuncia su fin, así como la decisión de Dios sobre el destino de éstos y de quienes son fieles a Él, las decisiones divinas son imprevisibles y sólo depende de Él la forma en que se llevará a cabo la redención. En este sentido cabe diferenciar al Apocalipsis neotestamentario de los apocalipsis intertestamentarios que se alejan de esta visión. La historia no está “escrita” o determinada; está sujeta a Dios, quien puede actuar en último momento como mejor Le parezca. Este es el rasgo propio del Pentateuco, los profetas y los Salmos: la escatología que, definida rigurosamente, es “la esperanza en una acción futura y definitiva de Dios en favor de su pueblo”. A diferencia de apocalipsis que significan “revelación”, la escatología descansa en la esperanza de que es Dios quien estructura los acontecimientos históricos que llevarán a la redención final de Su pueblo. Apocalipsis entonces es una revelación de cómo se llevarán a cabo estos acontecimientos. La cuestión es que Apocalipsis del NT se ajusta a la visión escatológica bíblica que considera los acontecimientos históricos, no como revelados en su estructura temporal, sino como elementos fundamentales de la esperanza de la acción redentora de Dios.

¿Qué es, pues, lo que revela nuestro Apocalipsis? Primero, hay que recordar que el agente de la revelación es el mismo Mesías Jesús –en contraste con los textos tradicionales de la apocalíptica, en los que el agente es un ángel o un personaje histórico de Israel–. Esto significa que, más allá de tener información sobre el futuro “de primera mano”, que es Jesús el motivo de esta revelación y que no hay más agente que esperar, pues el fin mismo habla escatológicamente; en otras palabras, Jesús mismo es el autor de esa esperanza. En segundo lugar, si Jesús mismo es la revelación, es porque Él es esa manifestación tan esperada y anunciada por la Biblia Hebrea y, también, ese fin al cual los apocalipsis esperaban llegar. Su muerte y resurrección son los signos de esta escatología. En otras palabras: la revelación ya ha sido hecha. Apocalipsis, entonces, confirma la revelación y anuncia la esperanza de la redención final.

Las fiestas bíblicas y el final

Las fiestas bíblicas (detalladas en Levítico 23), por encontrarse en la línea temporal del calendario litúrgico, hablan también de acontecimientos proféticos, sobre todo por la manera en que se encuentran en el NT: La pascua, de representar la salida de Egipto, toma el sentido redentor por medio de la figura del Cordero (especial interpretación del Apocalipsis); la fiesta de las primicias, de ser una fiesta de la recolección, pasa a significarse como la resurrección a partir de la metáfora de los nuevos frutos; la fiesta de las semanas, de celebrar las primeras cosechas del año, es el nacimiento del primer gran grupo judío –esparcido entre las naciones– creyente en el Resucitado. El día del teruá, el día de la expiación y la fiesta de los tabernáculos son fiestas que aún no han hallado su cumplimiento, tal y como las primeras tres lo tuvieron.

Yom teruá es mencionado muy brevemente en el Pentateuco. Corresponde a la séptima luna nueva. En el libro de Números es donde se detallan sus sacrificios, pero, ¿qué sentido profético tiene esta fiesta si no hay un indicio bíblico de su valor simbólico en la vida de aquél Israel que recibió la revelación de la Ley?[2] Para muchos –y para la tradición hebrea–, la interpretación de su sentido está en las trompetas. ¿Cómo fueron usadas; en qué contextos? Lo más intrigante es el propósito de su uso en la misma fiesta, no especificado. Pero no son trompetas, precisamente, lo que la palabra teruá significa. Este término puede traducirse por “hacer ruido”. La traducción tradicional utiliza la palabra “trompetas”; en realidad se refiere al cuerno (shofar) de un animal permitido.[3] Pero es un ruido estruendoso, que tenía la intención de convocar. Así es como Isa 66:23 ha sido considerado en cuanto al sino del shofar que convocará a Israel y las naciones a celebrar a Dios en Jerusalén, al final de los tiempos (si bien no hay una mención explícita de la séptima luna nueva o el día del teruá). La significación de las convocaciones delante de Dios va desde la preparación a la guerra hasta el reconocimiento y la proclamación de Dios como Rey:

El objeto de ello, según se expresa abiertamente, era que fuera «para memoria», para que ellos fueran «recordados delante de Jehová», añadiéndole de manera especial: «Yo Jehová vuestro Dios». Era, por así decirlo, la hueste de Dios reunida, esperando a su General; el pueblo de Dios unido para proclamar a su Rey. Al toque de las trompetas de los sacerdotes se ponían, por así decirlo, en formación bajo su bandera y delante de su trono, y esta simbólica confesión y proclamación de Él como «Jehová su Dios» los hacía comparecer delante de él para ser «recordados» y «salvados» […] Así como en la antigüedad el toque de trompeta convocaba a la congregación delante del Señor a la puerta del tabernáculo, de la misma manera «sus elegidos», serán convocados por el toque de trompeta en el día de la venida de Cristo (Mat 24:31), y no sólo los vivos, sino también los que hayan «dormido» (1Cor 15:52), «los muertos en Cristo» (1 Tes 4:16). De manera similar, las huestes celestiales son dirigidas a la guerra de los sucesivos juicios (Apoc 8:2; 10:7), hasta que, al «tocar la trompeta» el séptimo ángel, Cristo es proclamado Rey universal: «Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; él reinará por os siglos de los siglos» (Apoc 11:15).[4]

La idea del memorial trae a colación la búsqueda de gracia delante de Dios que, junto con la trompeta, parecen indicar su carácter mediante el sonido del shofar “por el cual la congregación presentaba el memorial de sí sonora y fuertemente delante del Señor en el primer día del mes, para que Dios otorgara sobre ellos las bendiciones prometidas de Su gracia, para la realización de Su pacto”.[5] Este acto de presentación delante de Dios como memorial del pueblo recuerda también las piedras que el Sumo Sacerdote llevaba a los hombros (Exo 28:12).

Con lo anterior, podemos decir, brevemente, que se trata de un momento de gracia; cuando Dios confirma Su pacto y escucha el ruego de Su pueblo por misericordia.

Sin embargo, existe una interpretación antigua y tradicional en el judaísmo rabínico que considera esta fiesta como un momento de temor y temblor, ligada al arrepentimiento; en la que puede apreciarse la forma en que se apunta hacia la reflexión que puede representar estar delante del Rey como Juez: “En cuatro momentos, el universo es sometido a juicio: […] en Año Nuevo[6], todos los seres que han venido al mundo pasan delante de Él como un ejército, ya que está escrito: Él ha plasmado todos los corazones y conoce a fondo todas sus obras” (Mishná, RH 1:2).[7] Hay que notar que este juicio se lleva a cabo cada año; se abre el libro de la vida y se declara quién vivirá o morirá; tendrá salud o enfermedad; prosperará o disminuirá, etc., como se detalla en el Talmud.[8]

En cuanto al Yom Kippur (día de la expiación), tanto la práctica como los significados son mucho más complejos que yom teruá. Para empezar, el término tiene su raíz en la palabra kafar, que significa “cubrir” y cuyas acepciones incluyen, después de su uso con relación a la fiesta, la tapa del arca del tabernáculo, esto es, el propiciatorio. La traducción por “propiciatorio” es muy reveladora porque designa el favor de Dios y Su cercanía para otorgar el bien. La cercanía sólo podía ser presenciada por el Sumo Sacerdote una vez al año, precisamente, en Yom Kippur. Este mismo significado lo hallamos en el NT (Rom 3:25, 1 Jn 2:2; 4:10) referido a Jesús con la raíz (ilasmoz). Con mayor especificidad, es Pablo quien utiliza el término griego utilizado para el propiciatorio del arca (ilasthrion), cuyo primer significado es ese (según el léxico de Thayer). Su raíz es equivalente al hebreo (סליחה – selijá: perdón), de tal manera que ambos significados están presentes en referencia a la sangre del macho cabrío sacrificado el yom kippur esparcida en el propiciatorio (Lev 16:15). Esa sangre sólo era efectiva cuando estaba sobre el kaporet (propiciatorio), de tal manera que no sólo vemos a Jesús como el sacrificio por el pecado sino como el medio por el cual es sacrificio es acepto a Dios (como lo sugieren 1 Jn 2:2 y 2 Jn 4:10 y como el mismo Pablo parece significar).

Uno podría preguntarse, ¿qué tipo de relación es esta, entre un objeto del Tabernáculo y Jesús? Ciertamente, no se trata del objeto, sino de lo que ocurría a través de él y lo que representa: la presencia misma de Dios. Se sabe que era una presencia tan terrible, que demandaba completa pureza corporal y espiritual del Sumo Sacerdote, quien debía oficiar él solo todo el ritual. La presencia divina es manifiesta, por ejemplo, para comunicarse con Moisés o Aarón frente al pueblo. Las indicaciones divinas no son lo mismo que otorgar el perdón o la limpieza de la falta. La presencia divina sobre el propiciatorio es el signo interior (íntimo, llevado a cabo en el Lugar Santísimo) entre Dios y el Sumo Sacerdote. El signo externo lo proporciona la tradición, según el Talmud; cuando era recibido el sacrificio como satisfactorio, la tela escarlata atada al macho cabrío que sería dejado en el desierto se tornaba blanca. Sin embargo, lo que nos interesa es este grado íntimo del signo en lugar más impenetrable del Templo (del Tabernáculo). Es la presencia de la misericordia divina, cuando en el trono de justicia se sienta el Juez misericordioso.

¿Pero toda esta consideración quiere decir que la fiesta ya se ha cumplido de acuerdo a su papel profético? ¿La fiesta es entendida en el NT del mismo modo en que las tres anteriores como cumplidas? Vale la pena constatar que es Jesús mismo el que comprende las fiestas como proféticas, pues Él mismo las usa como marco referencial de Su propio mensaje. Por ejemplo, en la fiesta de los Tabernáculos, justo al momento en que la multitud expectante esperaba que los sacerdotes libaran agua y vino en el atrio, Jesús exclama “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn 7:37-38). Jesús recurre a las Escrituras, lo que quiere decir que en el símbolo del derramamiento del agua –que, bajo la interpretación farisea en contra de la saducea, debía efectuarse tal y como se realizó en ese momento– se confirma el papel de Jesús como fuente de las aguas de vida, según Su propia interpretación de las Escrituras. Pero hay que notar que no es en las Escrituras donde se encuentra sugerido ni explícito este acto ritual, sino que es tradicional. Jesús, por supuesto, no está aludiendo solamente a las Escrituras (Zac 14:8), sino al símbolo ritual y la manera en que éste era entendido por la mayoría farisea y muy posiblemente, por los espectadores en aquél momento. Este pasaje no quiere decir que la fiesta de los tabernáculos ya ha sido cumplida. Lo mismo podemos decir del Yom Kippur; Pablo y Juan en sus respectivas cartas utilizan los términos para expiación, perdón y propiciatorio al referirse a la acción perdonadora de Dios (más que al acto sacrificial de Jesús).

Conclusión

¿Qué clave de interpretación sigue para comprender qué sentido cobran las fiestas en el presente (y, por supuesto, en el porvenir de su cumplimiento)? Está en la relación entre ambas fiestas. Si Yom Teruá no se ha llevado a cabo, como el momento en que la humanidad reconocerá que Dios es Rey, y su pueblo Israel sea exaltado,[9] entonces el Día de la expiación tampoco ha logrado su cumplimiento, pues no todas las almas han sido perdonadas definitiviamente, es decir, más allá del tiempo. Jesús es propiciatorio, como lo representa el ritual bíblico del Yom Kippur, para los que han sido perdonados, pero sólo hasta el momento de la fiesta, no antes; por lo que podemos aventurarnos a decir que Yom Kippur es un juicio final, pues, ¿no manifiesta el momento del perdón, al mismo tiempo que se emite, un juicio tanto para el perdonado como para el que no alcanzó el perdón? Inclusive, en el ritual sinagogal del día, queda implícito, al momento en que no se clama más que las puertas sean abiertas.[10] Tal parece que Yom Kippur es la prefiguración del juicio final para todas las almas y Yom Teruá, el pleno reconocimiento de Dios y Su Reino. En Yom Kippur será completa la bondad de Dios ya realizada, es decir, el perdón por medio de Jesús, tal como lo expresa 1 Jn 2:1, con estas palabras: “si alguno peca, Paracleto tenemos ante el Padre: a Jesús el Mesías, el Justo”. Este Paracleto, dirigente, consejero , consolador y mediador, es la propiciación, por la cual uno se acerca hoy, como pecador; sin embargo, habrá un tiempo en que no habrá más oportunidad y las puertas de la misericordia (que se abren hoy por Jesús) serán cerradas. Este momento será como un Yom Kippur, en el que, efectivamente, sólo entrarán aquellos que alcancen misericordia en el juicio.

Autor: Manuel Monroy

Bibliografía

La Misná. Carlos del Valle, ed. Sígueme, Salamanca: 1997.

Shökel, Luis Alonso y Carniti, Cecilia. Salmos I. (Salmos 1-72). Traducción, introducciones y comentario. Verbo Divino: Navarra, 1992.

Edersheim, Alfred. El Templo. Su ministerio y servicios en los tiempos de Jesús. Portavoz. Michigan: 1997.

Biblia Textual. Biblia Hebraica Stuttgartensia. Novum Testamentum Graece. Traducción contextual al Español. Sociedad Bíblica Latinoamericana y Hollman Bible Publishers: 1999.

Dictionary, Easton’s Bible. Blue Letter Bible. s.f. http://www.blueletterbible.org/search/Dictionary/viewTopic.cfm?topic=ET0003728 (último acceso: 25 de noviembre de 2013).

Dictionary, Smith’s Bible. Blue Letter Bible. s.f. http://www.blueletterbible.org/search/Dictionary/viewTopic.cfm?topic=BT0004295 (último acceso: 25 de noviembre de 2013).

Referencias


  1. Los textos apocalípticos circulaban como copias amanuenses, por lo que la divulgación de sus ideas debió haber sido, también, de dominio popular; o por lo menos la transmisión de éstas. ↩︎

  2. El Smith’s Bible Dictionary menciona la falta de elementos para sostener la interpretación común a cristianos y judíos de que se trate del comienzo del año civil. El Easton’s Bible Dictionary alude a que “The special design of this feast, which is described in these verses, is not known”. ↩︎

  3. Keil & Delitzsch anotan que el término teruá “denota el soplido con las trompetas de plata; pero no parece haber indicios para suponer que estas trompetas se mencionen aquí, no sólo por la analogía entre el séptimo día de la luna nueva como un jubileo y el año del jubileo mismo (Lev 25:9-10), sino porque a las trompetas de plata se les asigna un propósito distinto en Nm 10:2-10, y su uso está restringido al toque al momento de las ofrendas de holocausto en los días de fiesta y las lunas nuevas. A esto debemos añadir la tradición hebrea, que favorece con completa unanimidad la práctica del toque con cuernos (cuernos de animales).” (p. 297; traducción mía) ↩︎

  4. Edersheim, Alfred. El Templo. Su ministerio y servicios en los tiempos de Jesús. Portavoz. Michigan: 1997, p. 191. ↩︎

  5. Keil, Karl Friedrich & Delitzsch, Franz. Commentary on the Old Testament.10 Vol. Hendrickson, Massachusetts: 2006. p. 298. La traducción es mía. ↩︎

  6. “Año Nuevo” es la traducción castellana de Rosh Hashaná (“cabeza del año”) en la que se considera uno de cuatro comienzos anuales, tratándose éste del año civl (Mishná Rosh Hashaná 1:1). Es también uno de los nombres tradicionales que recibe Yom Teruá, entre otros como Yom haDin o “día del juicio”. ↩︎

  7. La cita es del Salmo 33:15. Resulta llamativo el uso de este salmo para confirmar el comienzo del año civil como juicio a Israel. Sobre el tema de los versículos 13-15, A. Shökel y Carniti comentan: “¿Implican estos versículos distinción y oposición entre acciones y actitudes de buenos y malos? De momento no se puede decir, porque el primer plano lo ocupa la universalidad «hijos de Adán, habitantes del mundo», todos sin distinción” (Shokel & Carniti. Salmos I., p. 491. v. bibliografía). ↩︎

  8. Talmud, tratado Rosh Hashaná ↩︎

  9. Recuérdese que, una vez Jesús ha resucitado, sus discípulos le preguntan si restaurará el reino de David (Hch 1:6). ↩︎

  10. En el libro de rezos para la fiesta, se enuncia una larga lista de las puertas por las que se ruega que se abran, también desde RoshHashaná. Por ejemplo: las puertas de la misericordia, las puertas de la prosperidad, las puertas de la salud, etc. Cada apertura representa el favor divino para el año que cierra y para el que comienza; se entiende que, al cerrarse las puertas, ese favor llegó a su límite. ↩︎

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