Paz interior: ¿Cómo lograrla?

Jun 15, 2017
Juegos Cristianos

Un autor contemporáneo aborda un problema muy antiguo

Fiódor Dostoievski, (1821-1881), considerado uno de los escritores más destacados a nivel mundial, publicó en 1866 una de sus famosas novelas: Crimen y Castigo. Sus protagonistas, Raskolnikov, un estudiante necesitado y la anciana prestamista asesinada por él.

El ‘castigo’ al cual hace referencia el título de la obra, no es otra cosa que el tormento que acosa a Raskolnikov, basado en su sentimiento de culpabilidad y el aislamiento a que se somete por tal razón; ve “testigos acusadores” en todo momento, en todo lugar y llega aún a enfermarse gravemente. Termina confesando su asesinato y se dispone a pagar por ello, logrando así experimentar paz y alivia de esta manera su carga de mucho tiempo. El valor de esta novela es el análisis sobre si un ser, cualquiera que sea, puede quebrantar el orden moral sin consecuencias para sí mismo. Un tema muy antiguo, tan antiguo como el hombre mismo pero que hoy continúa vigente con más fuerza que nunca. La gran mayoría de la humanidad carece de esa paz interior tan necesaria para vivir en un momento histórico muy especial; la corrupción, el crimen, el soborno, la inmoralidad están a la orden del día, dejando a las personas sumidas en la incertidumbre, la angustia y la desorientación, cuestionándose si lo debido es ponerse a tono con las costumbres imperantes para sobrevivir o retomar valores eternos que garantizan la paz del corazón.

La infancia y la juventud de Dostoievski habían sido tristes, un padre autoritario y una madre sobreprotectora, en medio de una sociedad donde se predicaba el ateísmo por influencia de un gobierno socialista,[1] generaron un estado psicológico que lo instó a buscar la paz que su alma anhelaba escudriñando las Escrituras. Posiblemente allí se encontró con ese problema tan antiguo como el hombre mismo, la culpa, y basado en tales lecturas desarrolló este conocidísimo tema de corte psicosocial.

La novela de Dostoievski reconfirma un planteamiento del apóstol Pablo en su carta a los Romanos 2:14, 15, 4 “Porque cuando los gentiles que no tienen ley practican por naturaleza el contenido de la ley, aunque no tienen ley, son ley para sí mismos. 15 Ellos muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, mientras que su conciencia concuerda en su testimonio; 4 ¿O menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? Dios escribió Su Ley en cada corazón; la transgresión de esta ley genera consecuencias y Él mismo, con ‘bondad, paciencia y magnanimidad’ guía al transgresor al arrepentimiento. En cada corazón existe no sólo poder intelectual, sino también espiritual, una facultad de discernir lo justo, un deseo de ser bueno” –La Educación, pág. 26-. Los gentiles que han reconocido la revelación de Dios en las obras de la creación y han respondido al impulso divinamente implantado de hacer lo bueno, han hecho “por naturaleza” las cosas contenidas en la Ley –Palabras de Vida del Gran Maestro, págs. 317-318-.

Rastreando el Problema de la Culpa en la Historia

Es bien interesante que las Escrituras, miles de años antes de Dostoievski, nos den la clave del origen del temor, la culpa, la ansiedad, la depresión y esa agonía interior con que debemos lidiar cada día. En un relato sencillo encontramos la raíz de todo problema de índole mental y a través de toda la Biblia se nos da la clave para recuperar totalmente nuestra salud mental. Luego de todo un proceso de engaño de parte del opositor encarnizado de Dios y enemigo de las almas, Satanás, encontramos que la separación del hombre de su Hacedor solo trae miseria y dolor. El hombre por naturaleza huye de la presencia del Padre, pero ese ser tan maravilloso es Quien busca anhelosamente al ser humano caído:

Encontramos el origen de la culpabilidad en: Génesis 3:8-10 “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. 9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.” El hombre peca, huye de Dios, la culpa crea el conflicto mental y entonces es Dios Quien busca al hombre.

“El hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo sustituyó al amor. Su naturaleza se hizo tan débil por la transgresión, que le fue imposible, por su propia fuerza, resistir el poder del mal.” El Camino a Cristo, pág. 15. Dios instruyó a nuestros primeros padres sobre la rebelión de Satanás en el cielo y del peligro de escuchar sus insinuaciones pero no les quitó la libertad de comer del fruto probatorio de su lealtad. Los constituyó en agentes morales libres para creer en su Palabra y obedecer sus mandamientos, o para creer al tentador y acarrearse las consecuencias. Adán y Eva desobedecieron a Dios y la gran sabiduría que con ello adquirieron fue el conocimiento de las consecuencias de la desobediencia y la conciencia de su culpabilidad. Al sentirse así, les invadió tal sentimiento de malestar que huyeron a esconderse. En el caso de Raskolnikov, cuando éste termina por confesar y aceptar la acción de la justicia, consigue así paz espiritual. Dios mismo nos relata la cruda realidad humana y por contraste los efectos de la obediencia.

La Palabra de Dios enseña con suma sencillez:

Isaías 32:17 “El efecto de la justicia será paz; el resultado de la justicia será tranquilidad y seguridad para siempre”. En contraposición, Romanos 6:23 “Porque la paga del pecado es muerte...” Es decir, justicia y pecado son contrarios entre sí. Ahora la cuestión es escudriñar lo que la Palabra de Dios enseña acerca del pecado. Habitualmente escuchamos o decimos: “no robo..., no mato... ...no cometo transgresión alguna, soy una persona buena... ”.

“El hombre, en su estado de inocencia, gozaba de completa comunión con Aquel “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Colosenses 2:3) Más, después de su caída, no pudo encontrar gozo en la santidad y procuró ocultarse de la presencia de Dios. Y tal es aún la condición del corazón no renovado. No está en armonía con Dios, ni encuentra gozo en la comunión con Él. El pecador no es feliz en la presencia de Dios; le desagrada la compañía de los seres santos. Si se le permitiese entrar así en el cielo, no hallaría alegría en aquel lugar. El espíritu de amor puro que reina allí donde cada corazón responde al corazón del Amor Infinito, no haría vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. Sus pensamientos, sus intereses, sus móviles, serían diferentes de los que mueven a los moradores celestiales. Sería una nota discordante en la melodía del cielo. El cielo sería para él un lugar de tortura. Ansiaría ocultarse de la presencia de Aquel que es su luz y el centro de su gozo.” El Camino a Cristo, pág. 16.

¿Cómo Conocer Nuestra Real Situación?

Navegando por la Escritura podremos hallar la respuesta. Al pueblo de Dios le fue ordenado a través de Moisés: Levítico 19:15-18 “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo. 16 No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. 17 No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. 18 No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.”

Leemos en Proverbios 6:16-19 “Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: 17 Los ojos altivos -orgullo-, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, 18 el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, 19 el testigo falso que habla mentiras, y el que enciende rencillas entre los hermanos. Porque, Romanos 13:10 “El amor no hace mal al prójimo”.

El Señor Jesús fue aún más preciso en la explicación del pecado: NVI Mateo 5:21-22 “Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” 22 Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno.” Hasta la más mínima expresión de desamor al prójimo es considerada por Dios como violación de su expreso mandato.

No perdonar es aborrecible ante Dios: Mateo 6: 15 “pero si no perdonáis sus ofensas a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Y a través del apóstol Santiago, nos plantea el asunto en términos más directos y puntuales: Santiago 5:16 “Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados”. Aquí la cuestión se complica. Es muy fácil arrodillarnos delante de Dios, pero es muy difícil reconocer la falta que hemos cometido frente al agredido. El Señor Jesús advirtió: NVI Mateo 11:12 “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él”. Es de valientes humillarse: “Cada día debemos librar combates. Una gran batalla se libra en cada alma, entre el príncipe de las tinieblas y el de la vida”. La Maravillosa Gracia, pág. 36.

Leemos Gálatas 5:19-21 “Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

“El hombre fue hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial. El propósito del tentador era contrariar el plan que Dios había tenido al crear al hombre y llenar la tierra de miseria y desolación. Quería señalar todo este mal como el resultado de la obra de Dios al crear al hombre”. El Camino a Cristo, pág. 15.

¡Todos Somos Transgresores!

El Señor nos advierte: Efesios 6:12 “...nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, con los seres espirituales de la maldad que están en las alturas”. Aquí encontramos la clave de todo. “Es imposible que escapemos por nosotros mismos del abismo del pecado en que estamos sumidos. El hombre, en su naturaleza carnal, no puede batallar contra potestades de las tinieblas. Pretender luchar contra espíritus de maldad y triunfar es tan solo una ilusión humana. La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano todos tienen su propia esfera, pero para esto no tienen ningún poder. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Solamente su gracia puede vivi car las facultades muertas del alma y atraerlas a Dios, a la santidad.

El Salvador dijo: “A menos que el hombre naciere de nuevo”, a menos que reciba un corazón nuevo, nuevos deseos, designios y móviles que lo guíen a una nueva vida, “no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). La idea de que solamente es necesario desarrollar lo bueno que existe en el hombre por naturaleza, es un engaño fatal. “El hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente” (1 Corintios 2:14). “No te maravilles de que te dije: os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7) De Cristo está escrito: “En Él estaba la vida; y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4), el único “nombre debajo del cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Si Dios es Espíritu, solo Dios puede obrar contra Satanás por nosotros para darnos la tan ansiada serenidad del alma”. El Camino a Cristo, pág. 18.

Somos la Niña del Ojo de Dios

“Somos el objetivo de Dios, la niña de sus ojos pero Satanás también contiende por cada uno de nosotros. Y la lucha no es cuerpo a cuerpo sino del espíritu”. Zacarías 2:8 “Porque así ha dicho Jehová de los Ejércitos, ...-el que os toca, toca la niña de su ojo-” 1 Pedro 5:8 “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar.”

Otras causas de conflicto e inestabilidad emocional: Mateo 7:1, 3 “No juzguéis, para que no seáis juzgados, 3 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” Y dos causas de caída permanentes: “Santiago 2:9 “Hermanos míos, tened la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo, sin hacer distinción de personas. 2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido sucio, 3 y sólo atendéis con respeto al que lleva ropa lujosa y le decís: “Siéntate tú aquí en buen lugar”; y al pobre le decís: “Quédate allí de pie” o “Siéntate aquí a mis pies”, 4 ¿no hacéis distinción entre vosotros, y no venís a ser jueces con malos criterios?” y Santiago 3:2-6 “porque todos ofendemos en muchas cosas. Si alguno no ofende en palabra, éste es hombre cabal, capaz también de frenar al cuerpo entero. 3 He aquí, ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos también su cuerpo entero. 4 Considerad también los barcos: Aunque son tan grandes y son llevados por impetuosos vientos, son dirigidos con un timón muy pequeño a dondequiera, según el antojo del que los conduce. 5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. ¡Mirad cómo un fuego tan pequeño incendia un bosque tan grande! 6 Y la lengua es un fuego; es un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y es la que contamina el cuerpo entero. Prende fuego al curso de nuestra vida, y es inflamada por el infierno.” RVA Santiago 4:1 “¿De dónde vienen las guerras y de dónde los pleitos entre vosotros? ¿No surgen de vuestras mismas pasiones que combaten en vuestros miembros? Y el verso 6 nos dice: “Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.”

Otra causa de conflicto: 1 Timoteo 6:10 “... el amor al dinero es raíz de todos los males; el cual codiciando algunos, fueron descarriados de la fe y se traspasaron a sí mismos con muchos dolores”. Un ejemplo más, aún entre los mismos discípulos: Gálatas 2:11-14 “Pero cuando Pedro vino a Antioquía, yo me opuse a él frente a frente, porque era reprensible. 12 Pues antes que viniesen ciertas personas de parte de Jacobo, él comía con los gentiles; pero cuando llegaron, se retraía y apartaba, temiendo a los de la circuncisión. 13 Y los otros judíos participaban con él en su simulación, de tal manera que aún Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. 14 En cambio, cuando vi que no andaban rectamente ante la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: “Si tú que eres judío vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a hacerse judíos?”

Los mismos discípulos de Jesús experimentaron orgullo, temor, desdén e hipocresía por causa de las diferencias culturales y de raza. Los discípulos habían caminado con Jesús, habían compartido su mesa, lo veían, le escuchaban enseñar y aun así no había paz en sus corazones, entonces ¿qué de nosotros con dos mil años más de degradación en nuestros corazones? Entonces, no basta comprender la bondad amorosa de Dios, ni percibir la benevolencia y ternura paternal de su carácter. No basta discernir la sabiduría y justicia de su ley, ver que está fundada sobre el eterno principio del amor. El apóstol Pablo entendió y expresó en la amargura de su alma agonizante y desesperada: “Soy carnal, vendido bajo el poder del pecado” (Romanos 7:12, 14). Ansiaba la pureza, la justicia que no podía alcanzar por sí mismo, y dijo: “¡Oh hombre infeliz que soy!”

Jesús, Nuestro Libertador

“¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). La misma exclamación ha subido en todas partes y en todo tiempo, de corazones sobrecargados. No hay más que una contestación para todos: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).

Muchas son las figuras por las cuales el Espíritu de Dios ha procurado ilustrar esta verdad y hacerla clara a las almas que desean verse libres de la culpabilidad que genera el pecado. La mística escalera del sueño de Jacob representa a Jesús, el único medio de comunicación entre Dios y el hombre... Esta es la misma figura a la cual Cristo se re rió en su conversación con Natanael, cuando dijo: “Veréis abierto el cielo, y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre” (Juan 1:51). Al caer, el hombre se apartó de Dios, huyó del cielo. A través del abismo existente entre ambos no podía entonces haber ninguna comunión. Solo, mediante Cristo, el mundo está unido otra vez con el cielo. Con sus propios méritos, Cristo ha salvado el abismo que el pecado había hecho, de tal manera que los hombres pueden tener comunión con los ángeles ministradores. Cristo une al hombre caído, débil y miserable, con la Fuente del poder Infinito.

Más vanos son los sueños de progreso de los hombres, vanos todos sus esfuerzos por salir del foso de degradación de la humanidad, si menosprecian la única fuente de esperanza y amparo para la raza caída. Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación.” No hay verdadera excelencia de carácter fuera de Él. Y el único camino para ir a Dios es Cristo, quien dice: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Solo podemos recibir nuevamente vida, salud, paz, regocijo, a través de Jesús. El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor más fuerte que la muerte. Al dar a su Hijo ha vertido todo el cielo en un don. La vida, la muerte y la intercesión del Salvador, el ministerio de los ángeles, la imploración del Espíritu Santo, el Padre que obra sobre todo y por todo, el interés incesante de los seres celestiales: todos están empeñados en la libertad del hombre”. El Camino a Cristo, págs. 19-20.

¿Somos cristianos?

Un estudio detallado en la Palabra sobre este tema nos pone cara a cara con la violación permanente del tercer mandamiento: Éxodo 20:7 “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano”; sabemos que ‘nombre’ en la Escritura significa carácter; es decir que decimos ser cristianos, tomamos su nombre pero estamos muy lejos de tener su carácter. Se nos aclara muy bien esto: “...en nombre de Cristo significa mucho. Significa que hemos de aceptar su carácter, manifestar su espíritu y realizar sus obras. La promesa del Salvador se nos da bajo cierta condición. “Si me amáis --dice,-- guardad mis mandamientos.” El salva a los hombres no en el pecado, sino del pecado; y los que le aman mostrarán su amor obedeciéndole”. Deseado de Todas las Gentes, pág. 621 Es decir, el profeso mundo cristiano “...ama y practica la mentira.” Apocalipsis 22:15. Esto está más claramente expresado en las palabras del mismo Señor Jesús: Mateo 7:17-23 “Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; más el árbol maleado lleva malos frutos. 18 No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. ... 20 Así que, por sus frutos los conoceréis. 21 No todo el que me dice: Señor, Señor...”, 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos mucho milagros? 23 Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.”

¿Creer o Experimentar?

Una lectura minuciosa de los anteriores textos; muy pocos a decir verdad entre todos los que, en la Palabra de Dios, señalan nuestra condición, si se hace con corazón humilde, nos llevará a reconocer nuestra necesidad de Jesús. Es muy diferente “creer” en Jesús y reconocer nuestra “necesidad del Señor Jesús” y “experimentar el poder de Cristo en nuestras vidas”. El Señor no nos exige autocastigos; auto flagelaciones, largas y penosas peregrinaciones o severas penitencias. Su consejo es: RVA Isaías 55:1-3 “Oh, todos los sedientos, ¡venid a las aguas! Y los que no tienen dinero, ¡venid, comprad y comed! Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. 2 ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no satisface? Oídme atentamente y comed del bien, y vuestra alma se deleitará con manjares. 3 Inclinad vuestros oídos y venid a mí; escuchad, y vivirá vuestra alma. Yo haré con vosotros un pacto eterno” asevera. El mundo está enfermo... de pecado. Así se han expuesto someramente las causas de la enfermedad física y mental, de la violencia, la agresividad, el homicidio, las contiendas. La situación de la humanidad hoy fue expresada en términos muy claros por el profeta Isaías hace 2700 años así: Isaías 1:5-6 “Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. 6 Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa ilesa, sino herida, hinchazón y podrida llaga”.

¿Necesitamos paz para nuestras almas?

“¡Contemplemos el sacrificio asombroso que fue hecho por nosotros! Procuremos apreciar el trabajo y la energía que el cielo está empleando, aún hoy, para rescatar al agobiado y traerlo de nuevo a la casa de su Padre. Jamás podrían haberse puesto en acción motivos más fuertes y energías más poderosas; los grandiosos galardones por el bien hacer: el goce del cielo, la compañía de los ángeles, la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y el acrecentamiento de todas nuestras facultades por las edades eternas, ¿no son éstos incentivos y estímulos poderosos que nos instan a buscar a nuestro Creador y Salvador rindiéndole nuestro corazón? ¿No apreciaremos la misericordia de Dios? ¿Qué más podía hacer? Pongámonos en perfecta relación con Aquel que nos ha amado con estupendo amor. Aprovechemos los medios que han sido provistos para que nosotros seamos transformados conforme a su semejanza y restituidos a la comunión de los ángeles ministradores, a la armonía y comunión del Padre y el Hijo”. El Camino a Cristo, Capítulo 2. La Más Urgente Necesidad del Hombre.

Leemos en Mateo 11:28-29 “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.

Cristo pesa cada aflicción, cada motivo, cada rencor, cada ira, cada temor, cada ansiedad, cada dolor humano y quiere llevar la aflicción de cada alma que quiera cargar su yugo con Él. Conoce los dolores que sentimos en lo profundo de nuestro ser, y que no podemos expresar. Si ningún corazón humano simpatiza con nosotros, no necesitamos sentir que carecemos de simpatía. Cristo conoce, y dice: “Miradme, y vivid”. Yo llevo vuestros pesares y he llevado vuestros dolores. Encontraremos la más profunda y rica simpatía en el tierno y compasivo amor de nuestro Pastor. Entonces se cumplirá la promesa dada por Dios a través del apóstol Pablo: Filipenses 4:7 “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Conclusión

La paz interior, fruto de una conciencia libre de culpa delante del orden moral de Dios reavivarán y vigorizarán todas las facultades del ser humano. La mente y la voluntad entonces serán correctamente dirigidas y regidas y serán muy decididas y, sin embargo, estarán libres de terquedad. Las meditaciones serán agradables porque estarán santificadas y esta serenidad mental será una poderosa influencia para todos con quienes que nos asociemos.

Autor: Ana Camargo


Bibliografía

La Santa Biblia, Reina Valera, Versión 1960. A no ser que expresamente se especi que otra versión.

Harmon, E. Gould, El Camino a Cristo, Biblioteca Electrónica-Funda- mentos de la Esperanza.

Harmon, E. Gould, El Deseado de Todas las Gentes, Biblioteca Electróni- ca-Fundamentos de la Esperanza.

Referencia


  1. Dostoevsky's other Quixote» (en inglés). Goliath (1 de diciembre de 2004). Consultado el 12 de diciembre de 2009. ↩︎

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