La pasión de Elena de White por Jesús y las Escrituras

Elena G. de White Apr 5, 2017
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2 Reyes 22:8-11 contiene la historia del Rey Josías y el descubrimiento del rollo de la ley. Es una de las historias más notables de la Biblia. De alguna manera alguien había perdido un libro que fue dado por inspiración para el pueblo de Dios. La Biblia dice:

“Entonces el sumo sacerdote Hilcías dijo al escriba Safán: He hallado el libro de la ley en la casa del Señor. E Hilcías dio el libro a Safán, y éste lo leyó. Y el escriba Safán vino al rey, y trajo palabra al rey, diciendo: Tus siervos han tomado el dinero que se halló en la casa, y lo han puesto en mano de los obreros encargados de supervisar la casa del Señor. El escriba Safán informó también al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y Safán lo leyó en la presencia del rey. Y sucedió que cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos.” (2 Reyes 2:8-11 NVI)[1]

¿Cómo es posible que hubieran perdido el libro del pacto (23:2)? Algunos especialistas creen que este era el libro de Deuteronomio. Era la revelación especial de Dios para su pueblo. ¿Cómo es posible que se hubieran apartado tanto que ya no tenían conocimiento de su pacto con Dios ni incluso del libro escrito que contenía las palabras de Moisés?

En varios lugares en Norteamérica, Europa y Australia, se ha desarrollado una condición algo parecido en lo relacionado a Elena G. de White y su mensaje y misión distintiva de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Existe un grado variable de comprensión, pero la tendencia es hacia la ignorancia. Generalmente, las personas tienen preguntas e incertidumbres, pero hay un lado positivo. La mayoría de las personas no tienen una perspectiva negativa establecida de Elena de White. Es posible presentarla de la manera correcta para establecer sus credenciales proféticas.

Los adventistas del séptimo día históricamente se han referido a los escritos de Elena de White como “el Espíritu de Profecía”. A veces esta práctica ha sido cuestionada, pero es esencialmente precisa si se la entiende correctamente. Apocalipsis 19:10 se refiere a la revelación proféticas como “el testimonio de Jesús” o “el espíritu de profecía”. Hay algo profundo en las palabras “testimonios de Jesús”. En el libro de Apocalipsis, Juan recibe el testimonio de Jesús para dárselos a las iglesias. Las palabras literalmente transmiten la idea de que Jesús mismo se está comunicando con su pueblo mediante el mensajero profético. Elena de White consideraba su propio ministerio era de este tipo. Era Jesús el que buscaba compartir un testimonio o consejo con su pueblo. Todo el proceso estaba intrínsecamente enfocado en Jesús.

Un foco sobre Jesús y la Escritura

Si uno compara a los dos pioneros adventistas más importantes, Elena G. de White y Guillermo Miller, es claro que ambos tenían pasiones similares. Ambos amaban fervientemente a Jesús y estaban inmersos en la Biblia.

Guillermo Miller, criado en un devoto hogar bautista, cuestionó su fe y experimentó 12 años de vagabundeo en la incertidumbre del deísmo.

Más tarde regresó a la Biblia, y su conmovedor recuerdo era: “Vi que la Biblia si traía a la vista un Salvador como el que necesitaba; y estuve perplejo al describir como un libro no inspirado podía desarrollar principios que se adaptaban tan perfectamente a las necesidades de un mundo caído. Me vi obligado a admitir que las Escrituras deben ser una revelación de Dios. Se convirtieron en mi delicia; y en Jesús encontré un amigo. El Salvador se convirtió en lo más importante… La Biblia ahora se transformó en mi principal objeto de estudio, y la investigué con gran placer”.[2]

En la Biblia, Miller encontró que su Amigo y Salvador estaba por volver pronto. A regañadientes se convirtió en el líder del movimiento norteamericano de la Segunda Venida durante la década de 1830 y 1840. Su salud comenzó a fallar poco después del chasco de 1844 y murió en diciembre de 1849.

Elena de White provino de un devoto hogar metodista. Su trágica herida cuando tenía alrededor de 9 años inició una lucha que duró toda su niñez y que la llevó a compromiso apasionado con Jesús y la Biblia. Ella aceptó el mensaje de la Segunda Venida durante los primeros años de la década de 1840 y esperó que Jesús viniera en 1844.

Antes de su primera visión en diciembre de 1844, ella ya estaba apasionadamente enamorada de Jesús, y la Escritura era fundamental para su experiencia de vida. Sus primeras visiones estuvieron centradas en Jesús y la Biblia. A lo largo del resto de su vida, esta pasión permaneció intacta. El cumplimiento de la profecía en 1844, el Sábado, y el mensaje del santuario están intrínsecamente centrados en Jesús y su ministerio redentor.

Muy a menudo se ha presentado a una Elena de White que tenía otras dos pasiones: amonestar pecadores y establecer normas. Aunque ella si consideraba que estaba obligada a hacer esto último, no fue un énfasis en su vida personal, ni el centro de su ministerio. Los adventistas del séptimo día y otros que tienen una imagen negativa de Elena de White necesitan reformular su entendimiento acerca de quien fue ella realmente, que pensaba ella en realidad y que dijo ella de verdad. Dos hilos dorados están entretejidos a lo largo de toda su vida y obra que son centrales a quien fue ella y a lo que logró.

Conversión en la infancia

Elena de White creció en un hogar intensamente religioso. Su padre era un líder en la Iglesia Metodista e incluso ayudó a establecer una nueva congregación en el sur de Portland, Maine, a principios de la década de 1840. La personalidad de Elena en su niñez y adolescencia fue introvertida y melancólica. Ella tuvo una vida interior muy intensa con elevadas expectativas personales. Probablemente su principal error cuando era una niña eran mantener sus problemas encerrados en su interior. Esto resultó en una larga lucha emocional sin respuestas a cuestiones críticas. Su conversión se extendió durante un período de alrededor de siete años y atravesó tres fases. Ella experimentó una conversión estando al borde de la muerte, luchando con la justificación y el perdón de sus pecados, y finalmente el tema de la santificación y santidad relacionado a la segunda venida de Jesús. Su accidente, que probablemente ocurrió en 1836 o 1837, estableció una nueva dirección para su vida. Una piedra arrojada por una compañera de clase le rompió la nariz y la convirtió en una virtual inválida por el resto de su niñez. Sus planes de recibir una educación fueron interrumpidos y esto le produjo pensamientos amargos hacia Dios. Las dos experiencias esenciales de su conversión fueron darse cuenta que Jesús podía personar sus pecados, lo cual ella experimentó en una reunión campestre metodista en 1841; y descubrir que Dios era un Padre amoroso mediante su entrevista con Levi Stockman, probablemente en 1843.

En el punto más bajo de su experiencia, ella tuvo un sueño en el que veía a Jesús y “su mirada se posó sobre mí”, ella recordó”. “Supe en seguida que comprendía todas las vicisitudes de mi vida y todos mis íntimos pensamientos y emociones. Traté de resguardarme de su mirada… pero él se me acercó sonriente, y posando su mano sobre mi cabeza, dijo: “No temas”.[3] Esta imagen de Jesús no era un sueño profético, sino más bien un sueño personal que le dio valor para hablar con su madre acerca de sus dudas y miedos.

Eunice Harmon hizo arreglos para que Elena hablara con Levi Stockman, un ministro metodista milerista en quien confiaba. En ese entonces, sufriendo de tuberculosis, Stockman era un hombre de profunda experiencia espiritual. Tal vez por primera vez, Elena Harmon abrió su corazón y le contó todos sus problemas. Cuando ella finalmente derramó todas sus angustias, dudas y miedos, ella vio que Stockman también estaba sollozando. Esta ayuda crítica que él le dio la afectaría por el resto de su vida. Ella cambió su manera de ver a Dios, de un tirano inflexible, a un Padre amoroso. Ella escribió acerca de esta entrevista: “Cambié la opinión que tenía del Padre. Empecé a considerarlo como un padre bondadoso y tierno más bien que como un severo tirano que fuerza a los hombres a obedecerlo ciegamente. Mi corazón sentía un profundo y ferviente amor hacia él. Consideraba un gozo obedecer su voluntad, y me era un placer estar en su servicio.”[4]

Durante sus últimos años, el amor paternal de Dios se convirtió en el tema favorito de Elena de White. Ella también enseñó que era el tema favorito de Jesús.[5] Uno de sus himnos favoritos era “Jesus, Lover of My Soul” (Cariñoso Salvador) de John Wesley.[6]

“Todo el amor paterno”, ella escribió, “que se haya transmitido de generación a generación por medio de los corazones humanos, todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres, son tan sólo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aún queda su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente. Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos en la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán más y más a nuestro entendimiento.”[7]

Todo su tema de la Gran Controversia está enmarcado por esta premisa. Ella escribió sobre la Gran Controversia de 1858 hasta el fin de su vida. Ella publicó tres series de libros, culminando en su serie de cinco volúmenes “El Conflicto de los Siglos” que es tan apreciado hoy en día. Elena de White enmarcó esta serie en términos del amor de Dios.

Primeras visiones y experiencia profética

A veces algunas personas no se dan cuenta que las tres principales visiones están centradas en Jesús. En su primera visión, la “vision del clamor de medianoche”, es Jesús a quien el pueblo adventista están siguiendo sobre el camino. Cuando ellos se desaniman, Jesús levanta su brazo y una luz “ondeaba sobre la hueste adventista”.[8] En su segunda visión importante, la “visión de la novia”, es Jesús quien lleva a su pueblo de Lugar Santo del santuario celestial al Santísimo. En su tercera visión importante, la “visión de la tierra nueva”, fue Jesús quien le mostró a Elena de White las glorias futuras de la tierra nueva.

Durante la primera mitad de 1845, Elena de White resistió la influencia de un pastor y editor adventista llamado Joseph Turner. Turner se involucró en el mesmerismo/hipnotismo, y Elena de White lo amonestó en visión al menos en dos ocasiones. Debido a su miedo de que las manipulaciones psicológicas de este hombre, ella se preguntó si sus visiones podrían ser en realidad el resultado del mesmerismo. En una ocasión en que comenzó a tener una visión, ella se resistió:

“Mientras orábamos en la familia una mañana, el poder de Dios comenzó a descansar sobre mí, y cruzó por mi mente el pensamiento de que era mesmerismo, y lo resistí. Inmediatamente fuí herida de mudez, y por algunos momentos perdí el sentido de cuanto me rodeaba. Vi entonces mi pecado al dudar del poder de Dios y que por ello me había quedado muda, pero que antes de 24 horas se desataría mi lengua. Se me mostró una tarjeta en que estaban escritos en letras de oro el capítulo y los versículos de cincuenta pasajes de la Escritura. Después que salí de la visión, pedí por señas la pizarra y escribí en ella que estaba muda, también lo que había visto, y que deseaba la Biblia grande. Tomé la Biblia y rápidamente busqué todos los textos que había visto en la tarjeta. No pude hablar en todo el día.”[9]

La manera en que Dios respondió las dudas de Elena de White fue mediante la Escritura. Los 50 textos que le fueron mostrados quedaron indeleblemente grabados en su mente y son reproducidos en su libro Primeros Escritos. A lo largo de su vida, la Biblia permaneció siendo esencial para toda la experiencia espiritual de Elena de White. En al menos cuatro ocasiones durante los primeros años de su ministerio profético, Elena de White sostuvo Biblias en visión. Ella apeló a las Escrituras como la autoridad para su propia experiencia profética. En la última página del primer folleto publicado, ella escribió: “Recomiendo al amable lector la Palabra de Dios como regla de fe y práctica. Por esa Palabra hemos de ser juzgados. En ella Dios ha prometido dar visiones en los “postreros días”; no para tener una nueva norma de fe, sino para consolar a su pueblo, y para corregir a los que se apartan de la verdad bíblica.”[10]

Escritos hasta 1888

A menudo se dice que no fue sino hasta el final de su vida que Elena de White comprendió verdaderamente la justificación por fe. Es verdad que sus escritos muestran una gran extensión y elocuencia en las últimas décadas de su vida. No obstante, ella escribió en el congreso de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día de 1888, en Minneapolis, Minnesota: “Veo la belleza de la verdad en la presentación de la justicia de Cristo en relación a la ley tal como el doctor [E. J. Waggoner] ha puesto ante nosotros”.[11] Un año más tarde cuando se le preguntó acerca de la “nueva luz” sobre la justificación por fe tal como era presentada por A. T. Jones y E. J. Waggoner, ella notó: “Les he estado presentando esto durante los últimos cuarenta y cinco años: los incomparables encantos de Cristo. Esto es lo que estado intentando presentando ante sus mentes”.[12]

Peter van Bemmelen ha escrito un útil artículo sobre la importancia teológica de esta frase: “los encantos incomparables de Cristo”.[13] Él observó que durante la década de 1850, Elena de White repetidamente usó esta frase y otras similares:

  • “Si Cristo es en nosotros la esperanza de gloria, descubriremos tan incomparables encantos en él que el alma se enamorará. Se aferrará a él, eligirá amarle, y por admiración a él, será olvidado el yo.”[14]
  • “Entonces mirarán al bendito Salvador que se dio a sí mismo por ellos, y, con admiración y amor por aquel que les está sonriendo, levantarán sus voces y cantarán para su alabanza y gloria, mientras sienten y comprenden las incomparables profundidades del amor del Salvador”.[15]
  • “Dejo mi pluma y exclamo ¡Oh que amor! ¡Que maravilloso amor! El lenguaje más exaltado no puede describir la gloria del cielo, ni las profundidades incomparables del amor del Salvador.”[16]

Las publicaciones de Elena de White revelan que su comprensión de la cristología estaba más claramente definida que la de sus pares. En particular, su obra La Gran Controversia es profundamente cristocéntrica. Cuando uno examina el primer librito que ella escribió sobre este tema, los títulos de sus capítulos hablan por sí mismos. Estos incluyen, “La Caída de Satanás”, “La Caída del Hombre”, “El Plan de Salvación”, “La Primera Venida de Cristo”, “El Ministerio de Cristo”, y así sucesivamente. Las primeras ochenta páginas enfatizan principalmente la vida y muerte de Jesús. Elena de White primero presentó el tema de la Gran Controversia el domingo 23 de mayo de 1858, mientras estaba en medio del proceso de escribir su libro. El efecto fue profundo.

Urías Smith reportó: “Cuando el curso de la narración nos llevó hasta los días de la primera venida, la humillación, el sufrimiento, y finalmente la crucifixión del Salvador, especialmente en este último momento no solo las lágrimas silenciosas sino los sollozos audibles de muchos en la congregación anunciaron que sus corazones fueron tocados por los sufrimientos del Hijo de Dios por el hombre rebelde”.[17]

El foco inicial estaba puesto en Jesús y el plan de salvación. Las personas fueron tan afectadas que se quedaron y escucharon hasta las 10:00 de la noche y luego continuaron con testimonios hasta la 11:00. La reunión fue terminada a regañadientes.

Durante las décadas de 1860 y 1870, Elena de White se enfocó en la conexión entre la naturaleza divina y humana de Cristo. En 1869 ella escribió: “Se hermana con nuestras flaquezas, pero no alimenta pasiones semejantes a las nuestras. Como no pecó, su naturaleza rehuía el mal”.[18] Ella fue consistente a lo largo de toda su vida, diciendo que aunque Jesús tuvo flaquezas inocentes, no tuvo propensiones pecaminosas.

En lo que respecta su naturaleza divina, Elena de White fue la primera escritora adventista en describir a Jesús como “eterno”.[19] Ella escribió esto en 1887. En 1890 incluso E. J. Waggoner estaba presentando a Jesús como si tuviera un principio en algún punto de las edades de la eternidad.[20]

Su correspondencia personal revela una pasión por Jesús y su poder salvador. Un ejemplo es una carta que ella le escribió a su hijo Willie desde una reunión campestre en Oakland, California, en 1874: “El domingo pasado les hablé a las personas acerca de los sufrimientos de Cristo… Cristo crucificado, Cristo resucitado, Cristo como un Salvador vivo, Cristo nuestro Defensor en las cortes celestiales, Cristo regresando de nuevo, es el poder y la sabiduría de Dios… La cruz del Calvario es el poder y la sabiduría de Dios, su manera de salvar a los pecadores. La luz reflejada desde la cruz del Calario hace que el plan de salvación tan simple que los niños pueden entenderlo, tan poderoso que ninguno sino solo quienes están controlados por el poder de Satanás pueden resistirlo”.[21]

Tal vez la declaración más convincente que Elena de White hizo acerca de su pasión por Jesús está en forma de una imagen más que con palabras. En 1873, M. E. Kellogg diseñó una representación gráfica de la historia del mundo que él había publicado en forma litográfica con el título: “El camino de la vida desde el paraíso perdido hasta el paraíso restaurado”. Puesto lado a lado en el centro de la imagen está la ley de Dios colgada sobre un árbol y Jesús colgando de la cruz. James White la revisó ligeramente en 1876 para remover la inclusión del “Ojo de la Providencia”, que es similar a la que se encuentra en el reverso del billete de un dólar en la actualidad, ya que estaba preocupado que fuera un símbolo común en las sociedades secretas. Después de la muerte de su esposo, Elena de White finalmente mandó hacer una gran revisión de la pintura para volver a grabarla. La nueva litografía puso la cruz de Cristo en el centro de la imagen y quitó la posición igual que tenía la ley de Dios. Ella también lo re-tituló: “Cristo, el Camino de la Vida”. Esta imagen fue publicada en 1833, cinco años antes del congreso de 1888.

Las declaraciones de Elena de White acerca de Jesús después de 1888

Elena de White tenía casi 61 años de edad para el tiempo del congreso de la Asociación General de 1888. Los 26 años restantes de su vida fueron los más productivos para ella. Durante estos años, ella publicó sus obras maestras literarias y espirituales más grandes. Estos libros le dieron un énfasis particular a la vida de Jesús y a temas del evangelio. Estos libros incluyen a: El Camino a Cristo (1892), El Discurso Maestro de Jesucristo (1896), El Deseado de Todas las Gentes (1898) y Palabras de Vida del Gran Maestro (1900). Otros libros importantes escritos durante este tiempo, como La Educación (1903) y El Ministerio de Curación (1905), también enfatizaron temas cristológicos y soteriológicos.

Durante la década de 1890, mientras estuvo en Australia, Elena de White escribió la mayor parte de El Deseado de Todas las Gentes. La obra de escribir este libro le provocó fuertes emociones que fueron expresadas en su diario personal y en su correspondencia. Estos comentarios revelan la profundidad de sus sentimientos hacia Jesús.

  • “¡Oh, cuán deficiente, cuán incapaz soy de expresar las cosas que arden en mi alma con referencia a la misión de Cristo!... No sé cómo presentar los temas con el poder vivo con el cual los recibo. Tiemblo por temor a empequeñecer el gran plan de salvación al usar palabras ordinarias.”[22]
  • “Todo mi ser añora al Señor. No estoy contenta con ser satisfecha con ocasionales rayos de luz. Debo tener más”.[23]
  • “Al escribir acerca de la vida de Cristo me siento profundamente emocionada. Me olvido de respirar como debo. No puedo soportar la intensidad de sentimientos que me dominan al pensar en lo que Cristo sufrió en nuestro mundo.”[24]

Una de las cartas más tocante y espiritualmente cautivantes, fue escrita a su hermana el año que en murió. Elizabeth, o Lizzie como ella la llamaba, no fue cristiana durante la mayor parte de su vida adulta. La carta nunca fue publicada y tenía la intención de ser personal, pero revela el anhelo espiritual de Elena por su hermana y su amor por Jesús.

Amo hablar de Jesús y de su amor incomparable, y toda mi alma está en este trabajo. No tengo dudas del amor de Dios, y su cuidado y misericordia y capacidad de salvar a todos lo que se acercan a Él… ¿No crees en Jesús, Lizzie? ¿No crees en tu Salvado? ¿No crees en que Él ha evidenciado su amor por ti al dar su propia vida preciosa para que seas salva? Todo lo que debes hacer es aceptar a Jesús como tu propio precioso Salvador. Oro fervientemente para que el Señor Jesús se revele a ti y a Rubén…

Querida hermana, lo que tienes que hacer no es una cosa maravillosa. Tú te sientes pobre, sufriente y afligida, y Jesús invita a todos los de esta clase a acercarse a Él… Los amigos pueden sentirse angustiado, pero no pueden salvarte. Tu médico no puede salvarte. Pero hay alguien que murió para que tú puedas vivir por las edades eternas… Solo cree que Jesús escuchará tu confesión, recibirá tu penitencia, y perdonará todo pecado, y te hará una hija de Dios…. ¿En entregarás con fe segura a Jesús? Anhelo tomarme en mis brazos y colocarte en el seno de Jesucristo… Con Jesús como tu amigo bendito no necesitas temer la muerte, porque será para ti como cerrar los ojos aquí y abrirlos en el cielo. Entonces nos reuniremos para no separarnos jamás”.[25]

Los escritos de Elena de White y la Escritura

Los escritos de Elena de White están repletos con citas espirituales directas e indirectas. Especialmente en sus últimos años de vida, sus escritos parecen integrarse perfectamente con la Biblia. Ella usó palabras bíblicas y alusiones para ilustrar sus ideas y sus descripciones. Una evaluación al azar de capítulos de algunos de sus libros revela lo siguiente:

  1. Patriarcas y Profetas, capítulo 37, titulado: “La roca herida”, tiene ocho páginas de texto. El capítulo está basado en Números 20:1-13. Además de esta conexión temática con la Biblia, hay más de 30 citas directas y muchas inferencias lingüísticas.
  2. Profetas y Reyes, capítulo 5, titulado “El arrepentimiento de Salomón”, tiene 12 páginas de texto con 22 citas directas de la Biblia. También contiene extensas citas de Eclesiastés. Alrededor de cinco de las 12 páginas con citas escriturales directas.
  3. El Deseado de Todas las Gentes: capítulo 17, “Nicodemo”, está basado en Juan 3:1 a 11 y contiene referencias textuales casi continuas a lo largo del comentario. Adicionalmente, hay 13 otras referencias directas a la Escritura.
  4. Hechos de los Apóstoles, capítulo 51, titulado “Un fiel subpastor” está basado en la Primera Epístola de Pedro. Además de las repetidas referencias a los versículos de la Epístola, hay otras 13 referencias directas.
  5. El Conflicto de los Siglos, capítulo 27, titulado “Reavivamientos modernos”, comienza con las palabras “Dondequiera que la Palabra de Dios se predicara con fidelidad, los resultados atestiguaban su divino origen”.[26] Las 18 páginas de este capítulo contienen 65 citas directas de la Escritura. Estas citas provienen de 24 libros de la Biblia, siete libros del AT y 17 del NT. Hay docenas de otras citas breves y alusiones a textos de la Biblia. El capítulo está verdaderamente saturado con Escritura.
  6. Testimonios para la Iglesia, tomo 2, “Una carta de cumpleaños”, páginas 236 a 241, fue escrita el 27 de julio de 1868 a su segundo hijo, James Edson White. Es un testimonio alentándolo a entregar su vida por completo a Jesús. Parte de su conclusión fue: “Educa tu mente para amar la Biblia”.[27] Hay menos citas bíblicas directas (solo tres), pero ella incluye otras 13 alusiones escriturales o referencias parafraseadas a la Biblia. Aunque no esté saturada con Escritura, a diferencia de muchas otras partes de sus escritos, la Biblia está entretejida constantemente en su carta, y es parte de su llamado final.
  7. La Educación, “Principios y métodos aplicables a los negocios”, páginas 121 al 130, contiene 61 citas directas de la Escritura, muchas de Proverbios, pero en total ella cita 20 libros de la Biblia, 13 del AT y 7 del NT. Ella comienza el capítulo con las siguientes palabras: “No hay ocupación lícita para la cual la Biblia no provea una preparación esencial”.[28]
  8. El Ministerio de Curación, “La cura mental”, páginas 241 a 259, contiene 23 citas directas de la Biblia.
  9. El Camino a Cristo, “Amor supremo”, páginas 9 al 15, contiene 31 referencias directas e indirectas a la Biblia. Este capítulo, al igual que otros mencionados antes, está permeado por las Escrituras.

Conclusión

Lo adventistas en la actualidad, especialmente los jóvenes, necesitan ver a Elena de White como una persona que estaba apasionadamente enamorada con Jesús y que estaba inmersa en la Escritura. Tal vez la mejor conclusión pueda ser ilustrada con una ilustración. Es un recuerdo de la nieta de Elena de White, Ella M. Robinson. Ella tenía alrededor de 30 años cuando Elena de White murió en 1915 y mantuvo una perspectiva de adulta joven. Cuando se le preguntó cuál era su recuerdo favorito de su abuela, ella dijo:

“Veo a la abuela subiendo al púlpito, vestida en su vestido negro suelto de mangas blancas y cuello blanco prendido con un broche. Ella había estado hablando del incomparable amor de Cristo al sufrir ignominia y muerte e incluso el riesgo de la separación eterna de su Padre en el cielo al tomar sobre sí los pecados del mundo. Ella hace una pausa, mira hacia arriba, y con una mano descansando en el púlpito y otra levantada hacia el cielo, exclama con una voz resonante: ‘¡Oh, Jesús, cuánto te amo, cuánto te amo, cuánto te amo! Hay un profundo silencio, y el Cielo se siente muy cerca”.[29]

Autor: Merlin Burt, Ph.D., es profesor de historia eclesiástica en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día, Andrews University, Berrien Springs, Michigan | Traducido por Eric Richter para DA | Permisos otorgados por Perspective Digest | Política de Uso y Privacidad de las columnas de DA |

Referencias


  1. A menos que se indique algo diferente, las citas bíblicas han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional. ↩︎

  2. Sylvester Bliss, Memoirs of William Miller (Boston: J. V. Himes, 1853), p. 67. ↩︎

  3. Primeros Escritos, 80. ↩︎

  4. Primeros Escritos, 43. ↩︎

  5. Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 60. ↩︎

  6. Ellen G. White, “The Work in Oakland and San Francisco, No. 3,” The Advent Review and Sabbath Herald (13 de diciembre de 1906). ↩︎

  7. Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pp. 691-692. ↩︎

  8. Primero Escritos, p. 58. ↩︎

  9. Primero Escritos, p. 22-23. ↩︎

  10. A Sketch of the Christian Experience and Views of Ellen G. White (Saratoga Springs, N.Y.: James White, 1851), p. 64. ↩︎

  11. Miscellaneous Collections, p. 164. Ms. 15, 1888, Par. 9. ↩︎

  12. Manuscript Releases, vol. 1, p. 142. Ms. 5, 1889, Par. 38. ↩︎

  13. Peter M. van Bemmelen, “The Matchless Charms of Christ: Theological Significance of This Phrase in Ellen White’s Writings.” en Daniel Heinz, Jiří Moskala, y Peter M. van Bemmelen, eds., Christ, Salvation, and Eschatology: Essays in Honor of Hans K. LaRondelle (Berrien Springs, Mich.: Seventh-day Adventist Theological Seminary, 2009), pp. 231–240. ↩︎

  14. Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. 152. ↩︎

  15. Ellen G. White, “Beauties of the Earth,” The Youth’s Instructor (1 de octubre de 1852). ↩︎

  16. Spiritual Gifts, vol. 1, pp. 210, 211. ↩︎

  17. Uriah Smith, The Advent Review and Herald of the Sabbath (17 de diciembre de 1872):2. ↩︎

  18. Testimonios para la Iglesia, tomo 2, p. 182. ↩︎

  19. Ellen G. White, “Search the Scriptures,” The Youth’s Instructor (31 de Agosto de 1887):165. ↩︎

  20. E. J. Waggoner, Christ and His Righteousness (Oakland, Calif.: Pacific Press, 1890), pp. 21, 22. ↩︎

  21. Carta de Ellen G. White a W. C. White, 11 de mayo de 1874, Carta 19g, 1874. ↩︎

  22. Mensajes Selectos, tomo3, p. 130. ↩︎

  23. Manuscript Releases, vol. 7, p. 143. Ms. 20 o 34, 1892. ↩︎

  24. Mensajes Selectos, tomo 3, p. 134. ↩︎

  25. Ellen G. White a Elizabeth Bangs, 21 de febrero de 1892. Carta 61, 1891. ↩︎

  26. El Conflicto de los Siglos, p. 455. ↩︎

  27. Testimonios para la Iglesia, tomo 2, p. 268. ↩︎

  28. La Educación, p. 121. ↩︎

  29. Entrevista de Ella Mae Robinson por James R. Nix, 12 de octubre de 1979. ↩︎

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