Justificación por la fe: ¿Santificación por las obras?

Revista Sefer Olam Mar 13, 2017
Juegos Cristianos

Al comprender la doctrina de la justificación por la fe y sus implicancias en la vida de un cristiano, es necesario entender primero la doctrina de la santificación. G.B Stevens en su libro “teología del nuevo testamento”, afirma que la justificación “es lo que designa el comienzo de la vida cristiana, mientras que santificación designa el desarrollo de esa vida por medio de la acción interna del Espíritu”[1]. Esta secuencia expresada por Stevens se encuentra en la Biblia, donde el apóstol Pablo menciona el proceso de justificación y santificación (del gr. Agiasmo,j). En Romanos 6:22 el apóstol Pablo redacta “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios (justificación por la fe), tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Bajo esta perspectiva, la santificación es una idea soteriológica que se arraiga en el pensamiento de Pablo y que trasciende más que un concepto meramente moral[2].

Por lo tanto la santificación no es simplemente sinónimo de un crecimiento moral, sino más bien, es penetrarse en la atmósfera celestial, donde el individuo tiene una relación íntima con Dios. Además, el término “santificación” tiene su origen en “agioj” es decir, “santo”. Por ende, “santificación” es un vocablo invariable o absoluto.

Notemos un ejemplo bíblico: ¿El pueblo de Israel anduvo en apostasía?, la respuesta es más que obvia (sí), sin embargo aún con la incredibilidad de Israel, seguía siendo el pueblo remanente por causa de los patriarcas (Rom. 11:16), y por esta razón, el apóstol Pedro llama al pueblo de Dios (judíos y gentiles) como “nación santa” (1 Ped 2:9). Pablo escribió a los corintios, una iglesia que pasaba por diferentes dificultades pecaminosas, pero a pesar de su situación desalentadora, Pablo se dirige a ellos como “los santificados en Cristo Jesús” (1 Cor 1:2).

No obstante en el contexto de Pablo, hay una preocupación por la lucha entre la santificación y la inmundicia (a.kaqarsi,aj), ya que la iglesia primitiva se apartó en los deseos de la carne (Rom. 13:14), y sin embargo seguían prácticas que eran habituales en religiones del mundo helenístico[3].

Las buenas obras en la santificación

Pablo escribe en 2 Tes. 2:13-14: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Es decir, la santificación cumple un rol fundamental en el crecimiento cristiano. Este principio se aprecia en Efesios 4:12-14: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error..”. Este pasaje alude a un desarrollo armonioso en el cristiano que llega a una plenitud espiritual.

Robertson describe que el verdadero creyente al ser justificado por Jesús, muestra un cambio en su caminar con fe y buenas obras, y que demuestra ser una nueva criatura en Cristo Jesús.[4]

La hermana White escribe lo siguiente “Las Santas Escrituras enseñan claramente que la obra de santificación es progresiva. Cuando el pecador encuentra en la conversión la paz con Dios por la sangre expiatoria, la vida cristiana no ha hecho más que empezar… La santificación, tal cual la entiende ahora el mundo religioso en general, lleva en sí misma un germen de orgullo espiritual y de menosprecio de la ley de Dios que nos la presenta como del todo ajena a la religión de la Biblia. Sus defensores enseñan que la santificación es una obra instantánea, por la cual, mediante la fe solamente, alcanzan perfecta santidad. ‘Tan sólo creed —dicen— y la bendición es vuestra’. Según ellos, no se necesita mayor esfuerzo de parte del que recibe la bendición. Al mismo tiempo niegan la autoridad de la ley de Dios y afirman que están dispensados de la obligación de guardar los mandamientos. ¿Pero será acaso posible que los hombres sean santos y concuerden con la voluntad y el modo de ser de Dios, sin ponerse en armonía con los principios que expresan su naturaleza y voluntad, y enseñan lo que le agrada?”[5].

Al tener bien claro el proceso de la santificación y sus implicancias, podemos comprender que las buenas obras forman parte de la santificación. El texto base para entender este asunto se encuentra en Santiago 2:17, 20 y 22: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. ¿Más quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?”. El autor afirma que la fe necesita de buenas obras para que sea desarrollada en el individuo, porque de lo contrario, la fe está muerta. Es decir, la fe y obras tienen como resultado la santificación, que es el perfeccionamiento de la fe.

Abraham es una historia maravillosa de como la fe y las obras fueron trascendentales en el patriarca. Kierkegaard al analizar la vida del Patriarca, añade “Un héroe, con plena conciencia de ser una paradoja ininteligible, desafía a su época, escandalizándola al mismo tiempo, al gritarle: “el resultado mostrará que tenía un fundamento al obrar tal como lo he hecho”[6]. En resumidas cuentas, el andar en santidad a través de las buenas obras y la fe, es el resultado de la comunión que el ser humano tiene con Dios. Bajo esta perspectiva, se analizarán tres ejemplos de una correcta santificación, y en la última sección del artículo, se ilustrarán estos casos. Los ejemplos son:

  1. Al complementar la idea de Kierkegaard sobre Abraham, que de algún modo tuvo una estrecha relación con el Altísimo, y por ende, su actuar (buenas obras y fe), fue sin duda, algo inherente en él. De esta manera, su plenitud espiritual y sus decisiones fueron innatas (ver Santiago 2:23-24). Por lo tanto el hacer buenas obras es parte de la experiencia que tiene el individuo con Dios, porque también está el relacionamiento personal con el Creador.
  2. Distinto sería creer que las buenas obras son un esfuerzo meritorio para alcanzar la benevolencia divina, sin haber tenido una comunión con Dios. Los fariseos son un modelo de tal situación. El ejemplo de ello se encuentra en Mateo 23:3-7, donde Jesús menciona: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí”.
  3. El siguiente ejemplo radica en la ideología protestante “una vez salvo, siempre salvo”, es decir, la fe no va acompañada con las buenas obras. Esta postura fue formulada en un principio por Juan Calvino, y posteriormente se acuñó como frase universal[7]. No obstante, no todos los calvinistas son perfeccionistas, ni tampoco algunos movimientos pentecostales.

Recapitulando este asunto, se entiende primeramente que al ser justificado por la fe, entra en juego las buenas obras a través de la fe, donde el relacionamiento con Dios (que es el resultado de la justificación) va involucrado en el proceso de la santificación que lleva a la perfección y finalmente a la redención[8].

Nota: Lo anterior expuesto ahora en imágenes:

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La santificación y la perfección

El vocablo de perfección se presenta en el Antiguo Testamento como “תַּכְלִ֖ית ”, que significa algo “completo, entero o lleno”, y en el Nuevo testamento “τέλειοj” que se puede traducir como “completo, maduro”[9]. Este término se utiliza para hombres que fueron imperfectos, es decir, que en algún momento cometieron pecado, como es el caso de Noé (Gén. 6:9) y Abraham (17:1). Por ende, en estos pasajes se involucra el “caminar con Dios”, que es sencillamente guardar la ley siendo íntegro (ver Prov. 10:9).

En el texto Neotestamentario “τέλειοj” se aplica cuando Jesús dijo “sed pues perfectos…” (Mat 5:48). Así también Pablo exhorta al hombre a ser perfecto (2 Tim. 3:17). Este grado de perfección no se refiere a lo que conocemos como impecabilidad, ya que el texto bíblico no enseña tal postura, porque los hijos al ser perfectos, también deben orar por sus pecados (Mat 6:12,14 y 15). De este modo, la perfección es la aspiración principal de un cristiano para que llegue a su meta.

El propósito de la santificación es que la iglesia espere a Jesús en la parousía bajo una postura intachable y sin mancha alguna. Esa debe ser la meta para alcanzar[10]. Por eso Pablo ruega a Dios por la iglesia “que el Dios de paz mismo os santifique por completo[11]; y que vuestro espíritu, alma y cuerpo sea guardado intacto, irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23).

Resumen del estudio

Existe una secuencia que menciona el apóstol Pablo y que permite visualizar el resumen del estudio realizado. El versículo aclara “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención..” (1 Corintios 1:30).

Para integrar de una forma minuciosa esta idea (ya que en el proceso de santificación van incluidas la fe y obras), la hermana White menciona en diferentes citas “Nuestra fe debiera ser fecunda en buenas obras, pues la fe sin obras es muerta. Cada tarea que realizarnos, cada sacrificio que hacemos en nombre de Jesús, produce una recompensa enorme. En el mismo acto del deber Dios habla y nos da su bendición”[12].

Otra cita del espíritu de profecía: “Es la voluntad de Dios que la fe en Cristo se perfeccione por las obras. Él une la salvación y la vida eterna de los que creen con estas obras, y mediante éstas provee para que la luz de la verdad vaya a toda nación y pueblo. Este es el fruto de la operación del Espíritu de Dios”[13].

Sin duda, la hermana White apoya esta creencia, y la complementa diciendo “Hay muchos que ven su carácter defectuoso cuando se contemplan en el espejo moral de Dios, su ley: pero han oído hablar tanto de que “Todo lo que tienes que hacer es creer…”, que después de mirarse al espejo se alejan con todos sus defectos, diciendo: “Jesús lo ha hecho todo”. Estas personas están representadas por la figura que emplea Santiago, del hombre que se mira al espejo y luego se va olvidándose de cómo es… La fe y las obras son los dos remos que deben emplearse para impulsar el barco contra la corriente de la mundanalidad, el orgullo y la vanidad”[14].

Autor: Camilo Elías Mora

Fariseos = Los “impecables” o “perfeccionistas”, mantienen que es posible llegar a un estado en el cual el creyente no peca, y que desde luego algunos cristianos creen llegar a este estado. Sin duda los fariseos tenían este pensamiento, sin embargo, este concepto y su desarrollo, fue estudiado siglos después. Ver Mateo 23:27.

Bibliografía

White, E. G, “Faith and Good Works”. Review and Herald, noviembre 1887.

White, E. G. “Faith and Good works”. The sings of the times, mayo 1898.

White, E. G., Dios nos cuida (Buenos Aires: ACES, 1991).

R., C. J. Crisis en la teología contemporánea. (Miami: Editorial Vida. 1989).

Millard Erickson. Teología Sistemática. (USA: Clie. 2008).

Reid, G. W. Tratado de Teología. (Buenos Aires: ACES. 2009).

Ridderbos, H. El pensamiento del Apóstol Pablo. (Michigan: Libros Desafío. 1966).

Kierkegaard, S. Temor y Temblor. (Buenos Aires: Losada. 1958).

White, E. G. El Conflicto de los Siglos.( Buenos Aires: ACES. 2012).

Ladd, G. E. A Theology of the New Testament. (Michigan: Eerdmans. 1974).

Robertson, A. Fe y Obras en la Epístola a Tito. (Buenos Aires: Esfuerzo literario evangélico. 1960).

Furnish, V. P. Theology and Ethics in Paul.( EE.UU: Abingdon Press.1968).

Referencias


  1. Ladd, G. E. A Theology of the New Testament. (Michigan: Eerdmans. 1974), 563 ↩︎

  2. Furnish, V. P. Theology and Ethics in Paul.( EE.UU: Abingdon Press.1968), 155 ↩︎

  3. Ladd, G. E., 686 ↩︎

  4. Robertson, A. Fe y Obras en la Epístola a Tito. (Buenos Aires: Esfuerzo literario evangélico. 1960), 15 ↩︎

  5. White, E. G. El Conflicto de los Siglos. (Buenos Aires: ACES. 2012), 523 y 525. ↩︎

  6. Kierkegaard, S. Temor y Temblor. (Buenos Aires: Losada. 1958), 52 ↩︎

  7. R., C. J. Crisis en la teología contemporánea. (Miami: Editorial Vida. 1989), 18 ↩︎

  8. Millard Erickson. Teología Sistemática (USA: Clie. 2008), 979 ↩︎

  9. Reid, G. W. Tratado de Teología. (Buenos Aires: ACES. 2009), 338 ↩︎

  10. Ridderbos, H. El pensamiento del Apóstol Pablo. (Michigan: Libros Desafío. 1966), 348 ↩︎

  11. El texto dice (gr. ἁγιάσαι ὑμᾶς ὁλοτελεῖς. El adjetivo ὁλοτελεῖς se usa como adverbio y su significado se aproxima a “totalmente”, “en todo sentido”. ↩︎

  12. White, E. G. “Faith and Good works”. The sings of the times, mayo 1898, 476-477. ↩︎

  13. White, E. G., Dios nos cuida (Buenos Aires: ACES, 1991), 172 ↩︎

  14. White, E. G, “Faith and Good Works”. Review and Herald, noviembre 1887, 168 ↩︎

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